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LOS GRANDES NARCÓTICOS

Jun 9th, 2023
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  1. LOS GRANDES NARCÓTICOS
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  4. Aunque no suelen llamarse narcóticos ni estupefacientes, varias sustancias empleadas en anestesia general merecen de modo especialísimo ese nombre, ya que su capacidad para inducir sopor y estupefacción supera con mucho a la de cualquier estupefaciente en sentido legal.
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  6. Cabría pensar que sólo son inductores de inconsciencia, sin posibilidad de hábito o uso extramédico. Pero no es éste el caso, y la evolución de sus usos lúdicos o recreativos tiene el interés de mostrar qué acontece cuando una ola de popularidad no se convierte en epidemia para el derecho. Origen de la receta médica —como posibilidad para el farmacéutico de no vender a quien careciese de ella—, el cloroformo, el éter y el óxido nitroso o gas de los dentistas fueron sustancias muy usadas durante el siglo pasado y buena parte del actual, tanto a nivel privado como en fiestas multitudinarias. Si hoy se hallan prácticamente limitadas a quirófanos y consultas de odontólogos no es porque carezcan de efectos eufóricos o sean difíciles de obtener, sino porque les faltó el estigma-carisma adherido a cualquier prohibición.
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  8. En dosis leves producen una primera fase de excitación cordial, como las bebidas alcohólicas, que luego se convierte en sedación y sopor. En usos extra-médicos, puede decirse que el usuario busca ambos efectos; el primero proporciona audacia, y el segundo una coagulación del pensamiento que refuerza —si cabe— la inicial pérdida de sentido crítico.
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  14. Cloroformo
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  17. Obtenido por destilación de alcohol con otros compuestos (cloruro de cal, acetona, etc.), el cloroformo es uno de los más potentes narcóticos por inhalación. El efecto anestésico —obtenido a partir de unos pocos mililitros— es relativamente breve (10-15 minutos) y tiene como riesgo el llamado colapso primario. Efectos sedantes y desinhibidores se obtienen con dosis mínimas (una o dos inhalaciones profundas, 4-8 gotas disueltas en algún líquido), cuya duración alcanza dos o tres horas. Abraham Lincoln, por ejemplo, fue un usuario ocasional.
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  19. El margen de seguridad es todavía inferior al del barbitúrico. Cuando se usa como anestésico no supera el 1 a 3. Sin embargo, crea tolerancia y se conocen casos de personas que inhalaron o bebieron hasta 30 gramos diarios durante quince y hasta treinta años. La muerte o las intoxicaciones agudas se deben a la falta de oxígeno en el cerebro, y a una profunda depresión en la mayoría de los órganos (corazón, vasos sanguíneos, hígado, páncreas y riñones).
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  21. Un empleo crónico produce dolores de estómago y vómitos, pérdida del impulso sexual, irritabilidad, insomnio, debilidad física y mental y, finalmente, marasmo generalizado. En casos de adicción, interrumpir el consumo desencadena un delirium tremens como el alcohólico, aunque todavía más violento.
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  23. Los usos médicos no quedan reducidos a la anestesia. Se emplea también por vía interna como analgésico, como remedio en intoxicaciones por gas y como ingrediente de específicos para la tos; en uso externo o tópico es eficaz para reumatismos, dolores de cabeza y neuralgias, así como para suprimir el prurito producido por picadura de insecto. Los usos recreativos son los acordes con algo como una bebida alcohólica de formidable potencia y efectos muy rápidos.
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  25. Mi experiencia con esta droga viene de bastantes años atrás, cuando obtuve medio litro en una fábrica de aditivos grasos para alimentación. Su resaca es inferior a la del éter, aunque ya a corto plazo observé piel macilenta y síntomas de entontecimiento que se prolongaban durante más de un día.
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  31. Éter
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  34. Obtenido por destilación de alcohol con ácido sulfúrico, y empleado como disolvente ya desde el siglo XVI, el éter etílico se difundió como vehículo eufórico por toda Europa a raíz de una campaña antialcohólica lanzada originalmente por el clero irlandés, en 1850. Se dice que la “fiebre eterómana” sólo pudo frenarse porque apareció en el horizonte la morfina, un analgésico ciertamente superior en todos los sentidos. Sin embargo, siguió usándose con generosidad entre campesinos pobre (como sustituto del aguardiente), y también en ambientes esnobs, hasta que la moda cedió de modo espontáneo. Al menos hasta hace pocos años, se usaba pródigamente en los carnavales brasileños por medio de frascos con adaptador para lanzar un fino chorro a distancia: la extrema volatilidad del éter hace que se enfríe rápidamente la parte de piel alcanzada, siendo este frescor y las risas derivadas de ello el pretexto de los fabricantes, aunque siempre vi a muchos acelerar la fiesta humedeciendo pañuelos y aspirando los vapores.
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  36. Como anestésico de inhalación, el éter acabó desplazando al cloroformo, pues aunque suscita vómitos y neuralgias —además de una inconsciencia menos profunda—, su toxicidad es considerablemente inferior. Como excitante/sedante, en usos recreativos, requiere el triple o cuádruple de dosis para obtener una actividad parecida, y puede emplearse también disuelto en algún líquido. Las causas de intoxicaciones agudas, y la muerte, provienen de asfixia cerebral y depresión en las principales vísceras, empezando por el hígado. Un inconveniente adicional de esta sustancia es un carácter altamente inflamable, que permite considerarla explosiva.
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  38. Produce tolerancia, con la consiguiente propensión a ir aumentando cantidades para obtener la misma reacción psíquica, pero —como sucede con los barbitúricos— esa circunstancia no aleja significativamente el umbral de la dosis mortífera. La adicción se consigue en poco tiempo (basta mes y medio de uso frecuente), y el síndrome abstinencial es un violento delirium tremens que bastantes veces produce desenlaces fatales. Basta un uso reiterado —en cantidades no suficientes para inducir dependencia física— para crear un cuadro de halitosis, mal color, insomnio, apatía y hasta crisis epileptiformes, seguidas por una intensa postración nerviosa.
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  40. Los efectos subjetivos dependen del grado de intoxicación. Dosis leves producen una desinhibición controlable, con ciertos poderes de fantasía diurna, y una sensación de que se aguzan los sentidos y el intelecto. Dosis medias y altas suscitan alucinaciones visuales y sobre todo auditivas, así como una marcada desinhibición que puede manifestarse en el terreno sexual; desde finales del siglo pasado se registran casos de “delirio ninfomaníaco” en talleres con atmósferas impregnadas por vapores de éter. Investigaciones recientes lo confirman, al probar que las bebidas alcohólicas (y superalcoholes como el éter) liberan la hormona sexual femenina, aunque reducen el rendimiento —y hasta el deseo— sexual masculino.
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  42. Mi experiencia con esta droga es algo superior a la del cloroformo. Tras hacernos con un pequeño bidón, varios amigos iniciamos un experimento semanal que se interrumpió tras la tercera o cuarta prueba. La ebriedad que experimentamos se parecía mucho a la alcohólica, pero era más intensa; a una primera fase de exaltación —que roza el trance maníaco—, sigue un creciente embotamiento y sopor, interrumpido por náuseas y dolor de cabeza si la dosis no ha sido muy medida. El sueño resulta intranquilo, y el gusto a éter permanece durante días en la boca y la garganta. No percibimos más propensión a actividades sexuales que la habitual en cualquier borrachera colectiva. Con dosis muy leves, alguno de los investigadores —un poeta aludió a buena concentración y mayor capacidad imaginativa. Con todo, ni siquiera él pudo sufrir el sabor y olor de boca más allá de algunas semanas.
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  48. Gas de la risa y fentaniles
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  51. Además de somníferos y sedantes antiguos (cloral, paraldehído, bromuros), que son drogas espantosas, entre los anestésicos notables descubiertos en el siglo XIX —usado todavía hoy para odontología y cirugía general— destaca el óxido nitroso o gas de la risa. Es el único compuesto inorgánico con virtudes analgésicas descubierto hasta hoy, y constituye una sustancia de grato olor, no inflamable.
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  53. Su toxicidad proviene de inhibir la producción de glóbulos blancos en la médula espinal, aunque hacen falta grandes concentraciones en sangre para provocar la muerte. Con dosis medias o pequeñas, su principal efecto es eliminar sensaciones de dolor e inducir hilaridad, hasta el punto de que el intoxicado exhibe un característico rostro sonriente. Con óxido nitroso tuvo, por ejemplo, una notable experiencia espiritual William James, el mayor filósofo norteamericano.
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  55. Tan sencillo y barato de obtener como el cloroformo o el éter —por no incluirse como “narcótico” en las listas legales—, una ventaja adicional de este psicofármaco es que el autogobierno resulta sencillo. Basta interrumpir la inhalación tan pronto como los efectos eufóricos cedan paso al sopor; y no reiterar la administración más de dos o tres veces, aunque el efecto de cada una sea bastante breve. También es oportuno no recibir el gas directamente de la bombona sino usando un globo calentador (pues la frialdad, combinada con la presión, puede causar faringitis). Por descontado, su acción sobre la médula espinal recomienda espaciar bastante las tomas.
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  57. Mi experiencia con óxido nitroso se reduce a algunas inhalaciones, un solo día. El efecto fue leve, aunque grato y sin ninguna repercusión secundaria. No me extrañaría que tuviese usos sociales recreativos comparables a los de bebidas alcohólicas en cantidad moderada, y que personas reflexivas pudieran emplearlo como vehículo para la introspección. Sin embargo, la falta de familiaridad me impide afirmarlo.
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  59. El fentanil o fentanilo (Fentanesc en España), último gran narcótico digno de mención, es reciente y está controlado a nivel legislativo. Monopolio de la multinacional Johnson & Johnson, posee cuarenta veces más potencia que la heroína, y se emplea hoy en cuatro quintas partes de las intervenciones quirúrgicas realizadas por clínicas occidentales. Informes de la policía norteamericana afirman que cada vez más anestesistas lo usan fuera de su esfera profesional. En todo caso, el porvenir médico de la droga parece asegurado, ya que a una vida media corta (30 minutos aproximadamente) añade un índice muy bajo de toxicidad para el corazón y el sistema nervioso. Su margen de seguridad supera al de los opiáceos naturales, y a juzgar por las informaciones especializadas se distingue de los opiáceos sintéticos por producir no sólo narcosis sino euforia positiva.
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  61. Al nivel de los ciudadanos comunes, la referencia al fentanil es oportuna, porque con productos básicos para la industria del plástico (alfametilestireno, formaldehído, metilamina) parece sencillo fabricar derivados suyos incomparablemente más activos, que en algunos casos pueden ser mil o dos mil veces superiores en potencia a la heroína. Bajo nombres como china white han emergido ya algunas variedades en el mercado negro norteamericano, y es posible que buena parte de lo que en el futuro se llame heroína sean variantes del fentanil; en un maletín de ejecutivo cabe cantidad suficiente para atender a todos los yonkis de Nueva York durante varios años.
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  63. Como no he tenido hasta ahora oportunidad de experimentar con verdadero fentanil ni con sus derivados, carezco de datos fiables para describir sus efectos subjetivos, y mucho menos para emitir un juicio sobre usos sensatos e insensatos.
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  65. Me limito a sugerir que una forma de detectar la presencia de esos supernarcóticos puede ser el sabor de los polvos; morfina y heroína son sustancias extremadamente amargas, y si en vez de ellas se usan fentanilos —en proporción de 1/1000 o 1/2000, o al menos de 1/40— la sustancia empleada como excipiente muy rara vez podrá seguir siéndolo, salvo usando “cortes” muy tóxicos “quinina, estricnina), que liquidarían rápidamente a los consumidores, y harían inviable el negocio pretendido. Si el sabor es predominantemente dulce, ácido, agrio, salado o cualquier otro distinto de una amargura seca e intensa —y los polvos resultan marcadamente narcóticos—, cabe sospechar la presencia de estas nuevas drogas.
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