El poeta es un creador de mundos, de circunstancias, de tiempos. Y como creador, no tiene límites o por lo menos no los respeta…él crea un mundo. Las palabras no le alcanzan a lo que quieren decir y la riqueza verbal es pobre para expresar sus emociones. Las palabras dentro de un poema suelen asumir otros significados, a veces, no les basta la expansión de una palabra a sus objetivos. Entonces inventan otra, haciéndonos partícipes de su significado. Pueden verbalizar sustantivos, al igual que sustantivar verbos. Son transgresores conscientes del idioma y la realidad. La poesía está en todo y desde todo lo que nos circula, la tarea del poeta es encontrar el propósito. La sensibilidad para ver dentro de lo común y saber transmitirlo, hace al poeta. Puedes estudiar la poesía, licenciarte en letras, ser filólogo, pero, nadie puede enseñarte a ser poeta. Vale muchísimo la cultura y tu conocimiento. Incluso, puedes nacer con el talento o con el don, pero, el poeta se hace en la soledad. Es oficio de aprendizaje íntimo y particularizado. También, es de mucho valor un tutor, un guía o alguien que te indique el camino, pero, el camino tienes que encontrarlo tu y dedicarle tu tiempo. Puedes leer mucho hasta llegar a comprender la poesía, hasta llegar a saber leerla y eso te ayudará. Entonces después, lo que toca es escribir y escribir, hasta lograr el poema como tal. Llegarás a tener tu voz y tu forma de decir las cosas. El tiempo que se necesita para crear uno es diferente para cada aspirante de ser poeta. No hay receta, muchos lo intentan toda su vida y no pasan de escritores de poca importancia. A otros el poema se les revela fácil y el esfuerzo es sólo para “pulir” el contenido. Se sabe de analfabetos que improvisan poemas con suma facilidad, incluso, sobre temas impuestos. Claro, no alcanzan la altura del poema escrito. Porque la clave es que al talento hay que alimentarlo con sabiduría.