Intenta pararme. Intenta mientras te pongo una mano encima decirme que no eres nada para mi, dímelo porque te haré más mía, te haré más daño y te acercaré más a mi. Haré que sudes por dentro y por fuera. Haré que tus hormonas reaccionen. Haré que tus pezones se pongan duros solo con saber que estoy muy muy cerca, al sentir mi aliento cerca de tu cuerpo. Donde no soy nadie, pero donde en un momento soy todo, todo lo que quiera. Y sí solo te hago daño, si no sientes nada, me apartaré. No soy gilipollas. No me besaste en cuanto te abracé en mi casa. No me hiciste un mínimo gesto cuando empecé a acariciar tu barriga, cuando acaricié tu cara, pero nunca te apartaste, no me tocaste pero no te apartaste, no hacía falta tocarme porque yo ya ponía todo mi cuerpo sobre ti, porque empezaste a sentir lo mismo que yo, empezó a recorrernos la sangre por las venas de una forma, mortífera, que nos dejaría muertos para el resto de nuestras vidas, porque no fue casualidad nada de lo que pasó, porque no sabíamos lo que éramos juntos hasta que nuestro destino nos acercó.

Quieres llevarme a un límite que no conozco. No sé hasta donde puedo llegar, no sé de que forma. Pero contigo, poniéndote la cara hacia un lado, besándote y dejando todo mi ser en ese trozo de cara, apretando fuerte todo mi cuerpo contra el tuyo, desquebrajando toda tu puta ropa, sacando esas tetas del puto sujetador que siempre oculta toda la belleza de tu cuerpo, así, esa es la forma que tengo de demostrarte lo que siento, pegándome a ti y traspasándote, traspasando cualquier barrera que me pongas, metiéndome dentro de ti al compás al que convulsiona tu cuello y tu vagina al introducir mi pene dentro de ti.

No me vas a dar ninguna oportunidad más. Lo sé. No me hace falta. Porque te voy a estampar contra el puto ascensor. Y me importa una puta mierda que vayas con tus perros.

Intenta pararme.