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- CAFÉ
- Surgido en algún punto de la península arábiga hacia el siglo X, y por eso mismo el más reciente descubrimiento entre los vegetales con poder de estimulación, la semilla del cafetero contiene un 2% de cafeína por término medio. Suponiendo que la dosis activa mínima para un neófito ronda los 200 miligramos de cafeína (cantidad contenida, poco más o menos, en lo que hoy se pide en las barras públicas como “un largo”), puede calcularse que cada kilo de café ofrece cien dosis mínimas aproximadamente.
- Desde el punto de vista histórico, es interesante constatar que la bebida fue en un principio condenada por la ortodoxia islámica, si bien más tarde se consideró como algo providencial para rezar sin ser perturbado por somnolencia, y como un excelente sustituto al consumo de bebidas alcohólicas. En Europa encontró una fuerte oposición al penetrar en algunos países protestantes (Alemania, Suecia, Austria, Suiza), que castigaron el comercio y consumo con penas pecuniarias y hasta la cárcel; adalid en esta lucha contra “la nueva desvergüenza”, Rusia llegó a castigar la posesión con tortura (hasta conocer el nombre del proveedor) y pérdida de ambas orejas. Pero las medidas acabaron derogándose, y desde el siglo XVIII en adelante el café es sinónimo de droga intelectual. Gran éxito tuvo la llamada agua heroica —mezcla de moka y opio líquido—, que se convertiría en el actual carajillo (conocido con otros nombres en Europa) a raíz del bloqueo continental decretado por Inglaterra contra Napoleón. Desde mediados del siglo XIX los grandes cafetales emigran de Oriente Medio a América del Sur.
- La familiaridad de todos con este producto excusa comentarios sobre efectos y usos sensatos. Baste decir que junto a las consecuencias mencionadas hablando del té, a la hipotensión y a la gastritis, se añade en el caso del café la presencia de alquitranes cancerígenos. Creo que nunca he tomado más de cinco tazas al día, aunque conozco casos de cafetómanos inveterados, capaces de beber litros, que sin duda dependen de seguir manteniendo esos niveles de administración para no caer en el colapso psíquico de quienes consumen estimulantes compulsivamente. Calculando que la cafeína posee unas diez veces menos actividad que la cocaína, y que el litro de café concentrado equivale a unos 10 gramos de cafeína, esas personas están consumiendo al día dosis equivalentes a un gramo de cocaína, cantidad poco compatible con la salud de casi nadie.
- Por lo demás, no hay interés institucional en investigar ni el número de sujetos efectados por semejante vicio ni las consecuencias a medio y largo plazo del mismo. No he hallado tampoco en ningún texto oficial de psicofarmacología referencia a la manía del café junto a otras toxicomanías, a pesar de que aparece asunto digno de consideración.
- En contraste con otros fármacos de energía, la cafeína produce un síndrome de abstinencia en mucho menos tiempo que opio, heroína o barbitúricos. Desde 1943 se sabe que 80 miligramos diarios de cafeína (equivalentes a cinco tazas de exprés, o diez de café aguado), absorbidos durante una semana, bastan para reducir un cuadro carencial. Esto se comprobó administrando a continuación un placebo (con sabor a café, pero sin cafeína), pues el 84% de los sujetos reaccionó inequívocamente; pero después de recibir el placebo, el 55% padeció “el dolor de cabeza más grande de su vida, acompañado por náuseas y vómitos, tensión muscular, ansiedad, incapacidad laboral, desasosiego y letargia”; el 29% restante atravesó una reacción análoga, aunque menos aparatosa. Nuevos experimentos, llevados a cabo en 1969, confirmaron las conclusiones de 1943.
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