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- 4. FUERA DE LO PRODUCIDO POR NUESTRO CUERPO
- QUEDÓ ya expuesto que el opio y sus derivados tienen paralelos orgánicos en encefalinas y endorfinas, que se liberan espontáneamente en situaciones de estrés físico y psíquico. Los receptores de estas sustancias (o “receptores opiáceos”) son muy numerosos, no sólo en el sistema nervioso central y el periférico sino en otros órganos y tejidos del cuerpo humano.
- La demás drogas de paz no poseen esa íntima conexión con nuestra naturaleza, y actúan por otros caminos. Salvo contadas excepciones, los opiáceos naturales deprimen ante todo el sistema vegetativo, mientras los opiáceos sintéticos deprimen el sistema nervioso central. En otras palabras, los primeros reducen el nivel de actividad orgánica automática, liberando al psiquismo de su vinculación con tales operaciones, y los segundos reducen el nivel de actividad psíquica, produciendo formas de petrificación emocional e intelectual, cuando no una desinhibición que desemboca por otras vías en el embrutecimiento.
- Para ser exactos, buena parte de los apaciguadores sintéticos reducen el oxígeno consumido por el sistema nervioso —asfixiando temporalmente al cerebro—, y casi todos inhiben algún neurotransmisor, mientras las encefalinas y endorfinas pueden concebirse como sustancias neurotransmisoras en sí. A efectos de proporcionar sedación y analgesia, la inmensa mayoría de ellos no ofrece más ventaja sobre los opiáceos naturales que ser menos euforizantes o eficaces, y no sugerir en medida comparable un régimen de automedicación.
- Es, pues, sumamente dudoso que buena parte de los opiáceos y tranquilizantes sintéticos se emplearan en medicina de no estar prohibidos los naturales. Por otra parte, el negocio y el control implicado en los unos es muy inferior al negocio y control implicado en los otros. Cualquiera puede cultivar adormidera en su jardín o incluso en su terraza, y autoabastecerse como durante milenios fue regla; pero hacen falta laboratorios para elaborar la mayoría de los analgésicos, sedantes y somníferos vendidos en la farmacia.
- No son quizá ociosas una palabras del dramaturgo Antonin Artaud: “Suprimid el opio, pero no impediréis que haya almas destinadas al veneno que fuere (…) Veneno de la debilidad enraizada del alma, veneno del alcohol, veneno del tabaco, veneno de la asocialidad. Hay almas incurables y perdidas para el resto de la sociedad. Quitadles un recurso de locura e inventarán otros mil, absolutamente desesperados”.
- Comprobaremos que a la inventiva de consumidores “incurables” se sumó de lleno la industria farmacéutica, lanzando un gran número de recursos que bien merecen llamarse “desesperados”.
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