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YARY

mechudo

Aug 20th, 2020
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  1. SERIE MITOS, LEYENDAS Y TRADICIONES DE LA CALIFORNIA
  2.  
  3. #NUESTRASLEYENDAS
  4.  
  5. LEYENDAS
  6.  
  7. EL MECHUDO
  8.  
  9. La mar estaba muy gruesa y el noroeste soplaba fresco levantando una densa bruma que cubría, a manera de velo, las montañas de litoral.
  10.  
  11. Había sido preciso arriar la escandalosa y tomar la faja de rizos a la mayor y seguíamos nuestra ruta en diagonales sucesivas formando zigzag, para coger de lado el viento huracanado que nos soplaba por la proa.
  12.  
  13. Recorrimos así el largo trecho, medio sumergiéndonos en el agua por lo caído del bote, cuando el patrón gritó: ─¡Listo!
  14.  
  15. Entonces el patrón trajo al centro la botavara de manera que la vela cortara el viento.
  16.  
  17. Con esta maniobra la embarcación cesó de andar y quedó balanceándose de proa a popa, al ascender y descender sobre las olas que, como verdaderas montañas de agua corrían en sucesión continua, con dirección contraria a la que navegábamos.
  18.  
  19. ─¡Cambia!
  20.  
  21. El marinero de proa cambió prontamente la trinquetilla para que cogiera al viento por el lado opuesto en que lo traía e hiciera que el bote tomara nuevos rumbos, pero la vela comenzó a agitarse con fuerza y no logró virar.
  22. ─¡Ja, ja, ja!-prorrumpio el marinero de proa.
  23.  
  24. Como el patrón les había ido elogiando la bondad de su esquife, considerándolo el primero en la costa por su ligereza y fina construcción, herido en su amor propio le increpó furioso.
  25.  
  26. -Es la primera...si, la primera vez, entiéndalo usted señor zopenco, que esto pasa...y sin embargo, repito, que mi bote no tiene igual. No era posible que hubiera virado con gente tan brutal para la maniobra, como lo es usted.
  27.  
  28. La cosa se ponía como que íbamos a tener ahí una gresca a cachetes, lo que amagaba complicar la situación, ya de por sí bastante apurada; pero por fortuna logramos que el patrón se convenciera de que no podía poner en duda la fama de su bote y, mucho menos cuando nos hallábamos en ocasión de que la justificara.
  29.  
  30. El mar, entretanto, seguía terrible. Sus crespas y espumosas olas hacían un ruido ensordecedor, cual si hubieran estado en un inmenso y continuo hervor. Se precipitaban las unas sobre las otras y se deshacían en aquella achubascada mole de agua, extendiendo sus espumas, como caprichosos encajes, sobre una superficie cristalina de brillante color verde oscuro que revelaba la profundidad espantosa que teníamos bajo nosotros. Enseguida se levantaban de nuevo arremolinándose furiosamente y esparciendo hacia lo alto, en sus choques, sus nevados copos.
  31.  
  32. En medio de aquella agitación, aterradora e interesante, tan pronto la proa del bote se hallaba en dirección al cielo fúnebremente opaco, como inclinada al fondo del mar, adonde parecía que iba a sumergirse con una velocidad que causaba vértigos, pero tras la ola por donde descendía, se levantaba inmediatamente otra, como amagando caernos encima y envolvernos, chocaba contra la proa y el viento se alzaba liviano, por entre una explosión de agua y espumas, que nos cubrían mojándonos completamente.
  33.  
  34. A veces las olas eran tan grandes que, al rodearnos, quedábamos en el fondo de un profundo y amplio hueco, o como nos circundara un elevadísimo amurallado de agua. No parecía sino que el mar se esforzaba por hacer trizas nuestra pequeña embarcación, que se estremecía a cada choque, cual si sintiera temor en aquella lucha que sostenía contra el mar y contra el viento.
  35.  
  36. Los elogios del patrón acerca de la bondad de su bote eran de lo mas justo que pueda darse. Así logramos al fin hacer la travesía de la isla Espíritu Santo a la Punta del Mechudo, en donde decidimos anclar para pasar la noche.
  37.  
  38. Es indescriptible la tranquilidad y bienestar de que goza el ánimo después de haber permanecido en constante tensión de temerosa desconfianza; pues por más que los marineros se rieran y aseguraran que aquel enfurecimiento del aire y del mar no valía la pena, yo no arrancaba de mi memoria aquellos versos de Espronceda:-¡Ay del que fía del viento y del mar!
  39.  
  40. Por la noche, recostado incómodamente en la embarcación, pero disfrutando de grata quietud a los fulgores de la luna, que producía en las sinuosidades de las montañas de la costa marcados contrastes de sombra y de luz; el rumor de los tumbos del mar que reventaban allá distantes, entre los arrecifes de la playa, nuestro compañero Edmond, práctico en la costa, nos dijo: ─ Esta es la Punta del Mechudo, ¿saben el origen de ese nombre?
  41.  
  42. No, ─le contestamos. Pues van a saberlo.
  43.  
  44. Y enseguida nos hizo el relato tradicional que, a mi vez, te voy a contar a ti, querido lector, si es que esforzándote has podido llegar hasta aquí y te resta un poco de paciencia para continuar la lectura.
  45.  
  46. ─ El fondo del mar -nos dijo- tiene también sus espantos. Nada de extraño hay que ver en esto, si se tiene en cuenta que la imaginación se adueña fácilmente de cualquier lugar para sus fantásticas creaciones; pero lo que si no saben ustedes es que aquí en el fondo, debajo de nosotros, existen uno de esos terribles espantos, de gran celebridad entre la "bucería".
  47.  
  48. ─ Es el caso que en una de las armadas que llegaron a bucear a este sitio, donde ha existido un rico placer de perlas, allá en los remotos tiempos de la conquista, venía uno de aquellos "guamas" que eran como los sacerdotes o jefes de las tribus indígenas.
  49.  
  50. ─ Según la historia refiere y, ustedes lo saben, los "guamas" ofrecieron siempre tenaz resistencia, no solo para aceptar ellos la religión cuyas doctrinas y prácticas se procuraba enseñarles, sino para que las aceptaran sus tribus. Así pues, las ceremonias del culto y los mismos sacerdotes católicos eran objeto de sus constantes mofas, que evidenciaban los sordos rencores que sentían contra ellos y, que sólo se sometían hipócritamente a su dominio espiritual.
  51.  
  52. ─Recordarán ustedes también que, por aquellos tiempos, según lo cuenta igualmente la historia, los armadores y buzos cedían a beneficio de la Virgen de Loreto el producto de ciertos días de trabajo en cada temporada, por cuyo medio adquirió su santuario las riquezas que lo adornaron.
  53.  
  54. ─ Pues bien, cuando esos días llegaron y se comenzó a bucear para la Virgen, aquel "guama", burlándose del tributo que se le procuraba a la Santa Señora y haciendo público alarde de su irreligiosidad, exclamó en presencia de todos:
  55.  
  56. ─ Si ustedes bucean para la Virgen, justo es que alguno reserve algo para el pobre diablo. Para él voy yo a bucear.
  57.  
  58. ─ Los buzos se santiguaron al oír tal blasfemia y con terror lo vieron sumergirse en el agua a él primero.
  59.  
  60. ─ Al instante se agitó el mar, se escucharon ruidos extraños que procedían del fondo y cual si hubiera habido una fuerte explosión, se levantó furiosamente el agua donde se había sumergido el "guama" que no volvió a salir ni se supo de él.
  61.  
  62. ─ Este suceso fue, para aquellas gentes, lo más natural del mundo. No podría haberle ocurrido otra cosa a un hombre que había tenido a burla lo más sagrado de la religión.
  63.  
  64. ─ Al año siguiente, nuevas armadas vinieron a bucear en este mismo lugar, sin que nadie se acordara o hiciera caso, al menos, de aquel "guama" irreligioso.
  65.  
  66. ─ El buceo comenzó como de costumbre, más apenas se había echado al agua el primer buzo, cuando apareció ahogado. Siguieron otros y corrieron la misma suerte, a excepción de dos o tres que lograron salir, aunque para caer desmayados en el acto sobre las embarcaciones.
  67.  
  68. ─Sucedió que se habían encontrado en el fondo con el indio horrible que blasfemaba furioso y se ocupaba sin descanso en recoger las conchas de las perlas, era el "guama" que buceaba para el diablo. La cabellera le había crecido tanto que lo envolvía a veces y, con ellas envolvía también a todos los que descendían al fondo. Esta circunstancia hizo que se le llamara El mechudo al lugar donde estamos, cuyo nombre tomó desde entonces.
  69.  
  70. ─ Después de aquello, no hay hasta ahora un buzo de cabeza, o sea los que no utilizan los aparatos y máquinas actualmente en uso, que se atreva a descender al fondo del mar, en este mismo sitio, por temor al mechudo.
  71.  
  72. Del Libro: Mitos, Leyendas y Tradiciones Sudcalifornianas.
  73. De: Leonardo Reyes Silva.
  74. Por: Guillermo Fernández Elenes.
  75. Foto: Internet.
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  77.  
  78.  
  79. https://prnt.sc/u2pc5e < es linck de imagen
  80.  
  81.  
  82.  
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