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Feb 19th, 2020
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  1. Una figura oscura y tenebrosa se dibujó en el holograma frente a mis ojos. Túnica negra, cuerpo decrépito, ojos amarillos y una sonrisa torcida bajo una capucha. Mi señor, el Emperador, había respondido.
  2.  
  3. — Directora Isard —Un escalofrío recorrió mi espalda cuando escuché aquella voz que aparentaba ser afable—. O quizás debería decir «Ministra» —sus palabras parecían salir con desgana de entre las comisuras deformes de la boca del emperador—. Permítame, antes que nada, felicitarla por su ascenso.
  4.  
  5. — Mi señor —contesté de inmediato, levantándome de la posición de respeto en la que había estado desde que su figura aparició.
  6.  
  7. La figura del Emperador se inclinó levemente hacia donde —seguramente— se encontrase mi holograma.
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  9. — Me complació el trabajo que desempeñó en la batalla de hace unos días —añadió—. Ha aprendido bien.
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  11. De nuevo, tan solo silencio hubo por mi parte. Mi mente volvió a aquel día. Cuando saltaron las alarmas y salí al balcón para observar el escenario.
  12.  
  13. Cada punto de la capital parecía estar en alerta. Los cielos, con cientos de naves y satélites allá arriba, sobre nuestras cabezas, brillaban entre fuegos y relámpagos. Todo recogido y aprisionado bajo el frío manto del cielo nocturno.
  14.  
  15. El discurso que proclamó la —ahora— «Regente» aquel día ciertamente había tenido su punto. Minetii siempre fue buena para las palabras, por eso el Emperador la había elegido para la posición. Al igual que Malreaux, el hombre perfecto en la posición perfecta para iniciar una guerra.
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  17. Huelga decir que lo más inusual en la capital aquel día no fue la batalla que causó el recién ascendido Almirante. No, fue el temblor.
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  19. Sin que un solo ciudadano se lo esperara, cada segmento del distrito Imperial empezó a vibrar. Los edificios parecían no poder soportar la presencia de lo que sucedía en el exterior. Ventanas rompiéndose a un lado y a otro mientras una descomunal sombra se alzaba en el horizonte.
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  21. — Aprendí del mejor —contesté con disciplina.
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  23. Su sonrisa se extendió ligeramente por su cara. Parecía una gran cicatriz. —Fue un acierto donar el Lusankya a la causa. Sin dudas mejoró la moral de las tropas.
  24.  
  25. — Sugerí a la traidor…
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  27. Dejé de hablar en cuanto el Emperador alzó su decrépita mano, la sonrisa seguía adornando su rostro —. No sea tan dura con la regente. La naturaleza de sus actos ha resultado ser... valiosa para mis planes.
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  29. — Por supuesto.
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  31. Minetii, que mujer tan previsible. Ninguna de sus acciones desde que el Emperador dejó la regencia a manos de Tarkin no había sido previamente prevista. Pocos individuos son verdaderamente ambiciosos en la galaxia, condenados a ser corroídos hasta los huesos por sus ansias de poder. Todo a la espera de un simple empujón.
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  33. — Dígame… ¿Cómo fue la labor de Lord Vader?
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  35. — Mantuvo la línea hasta la retirada —contesté.
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  37. — Excelente… —replicó, extendiendo la palabra por unos segundos antes de detenerse—. Presiento que algo la inquieta, ministra.
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  39. No esperaba que pudiera captar aquel detalle a través del holograma. —Prefiero no cuestionarle.
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  41. — No. Adelante. Hable libremente.
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  43. — Lord… Lord Vader siempre a estado a su lado, mi señor. ¿Por qué prescindir de él para su plan?
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  45. — Ah, eso…
  46.  
  47. No lo entendía. Tan pronto como la batalla empezó, Lord Vader estuvo ahí para luchar por su ideal del Imperio. Incluso mantuvo un falso equilibrio en la batalla ante una fuerza descomunalmente superior. Era leal al Imperio, no un sedicioso como Minetii o un rival al Emperador como Tarkin.
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  49. — Me temo que no es lealtad hacia mí lo que mueve ahora a mi pupilo. Se sirve a sí mismo, de momento.
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  51. Aquello me resultó una sorpresa. Y por primera vez sentí miedo. Al igual que el Emperador, Lord Vader tenía un aura siniestra… daba la sensación de poseer un poder ilimitado. Sería alguien con quien iba a ser difícil lidiar. Él y su Inquisición.
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  53. — Confío en que disfrutara del conflicto.
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  55. Asentí. Ni siquiera la mejor de las tácticas podrían haber hecho frente a las flotas combinadas de 4 Grandes Moff, 1 Gran Almirante y la flota defensiva de la capital. Simplemente imposible. Es más, dudaba que el ataque desesperado de los separatistas, que el General Grievous perpetró en su día, hubiese sido equiparable a la maquinaria Imperial que fue usada esa noche.
  56.  
  57. Y fue así como, en un chispazo, las tornas batalla empezaron a varias. Las fuerzas de los que ahora se conocen como «Puristas» se retiraron como buenamente pudieron. De 8 naves implicadas, tan solo el Omen, el Peregrin y el Ejecutor —todos con graves daños— lograron salvarse de la carnicería.
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  59. Afortunadamente aquella sinfonía de muerte no fue la única confrontación que tiñó el Imperio de rojo. Por toda la galaxia hermanos lucharon contra hermanos y la rebelión de Minetii causó el efecto esperado: dividir al Imperio.
  60.  
  61. Batalla tras batalla, soldado a soldado, las fronteras de los nuevos bandos en esta guerra civil se fueron definiendo a lo largo de los meses.
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