A sus Servicios

Frenéticamente arrasaba con todos a su alrededor, dejando a su paso pilas de cadáveres.
Volteando ocasionalmente solo para confirmar que los cuerpos se mantuviesen interés en el suelo.
Enseguida regresaba a revisar, a los pocos que aún se arrastraban, con el único propósito de romperles el cuello.
Ganando cada vez más y más ansias de continuar con su genocidio indiscriminado.
Barones, condesas, sirvientes, nadie estaba exento de su castigo.
Cada persona que lo mirase a los ojos vería una mirada inerte, perdida y desalmada.
La histeria colectiva se esparcía junto con el caos y la discordia.
Juró no dejar a ningún pecador sin su castigo. Nadie estaría a salvo de su cólera.
Lagunas de sangre cubren las calles. Solo un hombre yacía mirando al cielo, proclamando: ¡Eliminare a cualquier pecador, que se interponga en el camino de mi Lord!