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C_Unleashed

Porque eres mi bebé

Jan 22nd, 2019
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  1. Mi madre tenía los dientes más hermosos.
  2. Sus dientes son mi primer recuerdo. Mi memoria los guarda largos y blancos, desnudándose en una sonrisa feroz mientras me contaba una historia. No me contaba cuentos de hadas, ni me leía libros con dibujos. Ella me contaba mi historia, esa que nos decía cómo llegué a ella... O, mejor dicho, cómo ella llegó a mí.
  3. Cuando yo era muy, muy pequeño (demasiado como para recordar algo) ella me robó de alguien, y me llevó a vivir en el bosque. Ella me robó, no por amor, sino por venganza. Aunque yo estaba desesperado por saber, ella nunca me dijo qué era lo que necesitaba ser vengado.
  4. Una noche, finalmente pregunté:
  5. "¿Por qué no me quieres decir?"
  6. "Porque eres mi bebé," ella susurró con su voz baja y húmeda. Me acarició la cara con sus largos dedos, sus dientes se abrillantaron bajo la luz de las estrellas, pálidos como mármol tallado. "Mi bebé nunca deberá escuchar, o ver, o saber las crueldades que me atormentan."
  7. La crueldad no era lo único que mi madre sabía y yo no, aunque sí era lo único que se negaba a enseñarme. Ella intentaba con mucho esfuerzo enseñarme todo lo demás que sabía. Desafortunadamente, yo era muy mal pupilo.
  8. Mi madre era una cazadora excepcional. Ella atrapaba renos y osos sin esfuerzo. A veces se deslizaba dentro del lago sin hacer más que un pequeño revoloteo del agua por donde había entrado, y regresaba horas después con un pez de tamaño monstruoso en su boca.
  9. Como cazar se le daba tan fácil, Madre esperaba que yo aprendiera rápido. "Los hombres cazan," me susurraba. "Ellos siempre han cazado, y tú también deberías."
  10. Pero yo no podía cazar, no como ella. Mis pequeños y suaves dedos no se comparaban con sus garras letales. Mi pequeño y torpe cuerpo -que de alguna manera era susceptible tanto al frío como al calor- desfilaba detrás de su silueta depredadora, casi como un látigo. Madre cazaba venados y zorros con sus bellos dientes, saltándoles desde las sombras como una víbora. Por contraste, mis chatos dientes no podrían ni siquiera contra los huesos de un conejo.
  11. Perseveré, pero sin mejorar nunca. Una noche, mientras Madre se escabullía entre las sombras, en comunión con los árboles y evadiendo todo lo oscuro que le acechaba, yo me hice un ovillo en el suelo, y lloré.
  12. Ella me encontró de esa manera, débil y sollozando. Me cubrí los ojos y contuve mi respiración. Yo sabía que era inútil -Madre podía escuchar el latido de mi corazón desde el otro lado de la colina, así que seguro que ella sabía que estaba llorando- pero ese pequeño esbozo de orgullo era todo lo que me quedaba.
  13. Madre se mantuvo ahí, erguida por mucho, mucho tiempo. Después de un rato, se acercó arrastrándose y me cubrió con hojarasca fresca antes de acostarse a mi lado. "Yo te alimentaré, siempre," me dijo, como un secreto. "Porque eres mi bebé."
  14. A parte de ser cazadora, mi madre era una creadora de refugios fenomenal. A veces ella vivía en la tierra, serpenteando entre lo fértil de las raíces de los árboles como un dragón de antaño, aficionado por el oro.
  15. A veces ella vivía en los árboles. Muchas noches la miré con asombro mientras sus huesos se alargaban y rompían su fuerte piel, estirándose hacia arriba como un antiguo dios araña. Yo esperaba pacientemente, a veces por horas, mientras Madre juntaba su alma con las de los espíritus enterrados entre las raíces.
  16. Y a veces ella vivía en las sombras, acechando entre la oscuridad para acabar tanto con sus presas como con sus amenazas.
  17. Así que Madre intentó enseñarme a cavar túneles, pero yo no podía escarbar como ella. Era muy pequeño y suave, y me daban demasiado miedo los insectos y topos que podría encontrarme en la tierra.
  18. Entonces, trató de enseñarme a vivir entre las ramas. Trató de que yo pudiera ahí descansar, escuchando a los ruiseñores murmurar la larga y extraña historia de la tierra, pero mis huesos no se podían estirar como los de Madre, y mi piel nunca podría entrelazarse con la corteza de un árbol y mi sangre era demasiado ligera como para mezclarse con la savia.
  19. Entonces, trató de enseñarme a vivir entre las sombras, pero la oscuridad me aterrorizaba. Cada noche me escondía y lloraba, imaginando las pequeñas patitas de los ciempieses caminando sobre mí. Toda la noche había criaturas que se revelaban en mis miedos; las lechuzas bajaban la altura de su vuelo para golpearme con sus alas y los murciélagos eran misiles contra mí, misiles que se carcajeaban con voz chillona, hasta que Madre los abofeteaba fuera del pedazo de cielo que me cubría.
  20. Finalmente, Madre se dio cuenta de lo fútiles que resultaban sus lecciones, así que cavó un túnel profundo, sólo para mí. Lo enmarcó con hojas y sorbió las larvas y bichos que tapizaban las paredes. Cuando ella terminó, yo me eché a llorar.
  21. "¿Por qué te lamentas?" Exclamó con su voz rasposa.
  22. "Porque haces todo por mí." Yo conocía las leyes de la naturaleza. Conocía las leyes de los animales del bosque y sus crías. Las crías débiles eran matadas en el mismo nido. Las crías que no podían aprender a valerse por sí mismas eran abandonadas, todas para tener la muerte como final. Yo era débil de cuerpo y de mente, y estaba envuelto en un montón de cicatrices. "¿Por qué haces todo por mí?"
  23. Madre se arrastró hacia adelante, con sus largas manos enterrándose en la tierra. Se enroscó a mi alrededor y me atrajo hacia ella. "Porque eres mi bebé."
  24. Madre no siempre vivió en el túnel conmigo. Ella andaba por las montañas, cavaba con los topos, serpenteaba con las víboras, trotaba con los ciervos, cazaba con los lobos y se paraba con los árboles.
  25. Cuando yo era muy pequeño, pensaba que se comía al bosque, pero no todo era tan simple; mientras ella lo protegía, el bosque le agradecía dándole sustento. "Corazón," Me dijo una noche de lluvia, "es el bosque, así es como debe de ser."
  26. Mientras crecía, desarrollé técnicas de supervivencia (algo rudimentarias, a decir verdad). Me escapaba de las grandes cazas, como lo eran venados, ciervos, osos y jabalíes. Todo esto por la culpa que llegué a sentir. Yo no protegía al bosque. No le daba nada, sólo le quitaba, así que debía asegurarme de quitarle tan poco como pudiera. Atrapaba conejos, pescaba en los arroyos y comía moras. No me atrevía a tomar nada más.
  27. Una vez que podía alimentarme de una manera segura, Madre se iba cada vez por más tiempo. Horas, luego días que se convirtieron rápidamente en semanas. La extrañaba terriblemente, con una mezcla dolorosa de pánico y dolor.
  28. La confronté una noche húmeda de primavera. Le dije: "Cada vez me dejas por más tiempo," de una manera casi acusatoria. "Muy pronto me vas a dejar por siempre."
  29. "Nunca," Murmuró. Una brisa se enredó entre nosotros, robándome un escalofrío, y erizando sus largos cabellos blancos. "Nunca te dejaré."
  30. "¡Pero ya lo haces!" Le contesté, gritando.
  31. "Antes de que vinieras, vivía entre los árboles, escuchando sus advertencias. Dormía en la tierra que encontraba tibia mientras las lombrices y los ciempieces recorrían mi piel. asé muchas de tus vidas entre los árboles, pequeño. Tantas vidas al mismo tiempo que olvidé mi propio nombre, por eso no te dejaré. Porque deje al bosque por y para tí."
  32. "¡Yo no vine!" Grité entre sollozos. "¡Tú me trajiste!"
  33. "Lo hice," dijo ella. "Así que nunca te dejaré. Cuando pienses que me he ido, silénciate y escucha. Búscame entre los sonidos de la manera en la que sabes que escucho a los árboles, los animales y las estrellas. Si estás en silencio y eres sincero, me escucharás."
  34. Y así, me dejó.
  35. Furia y celos se apoderaron de mi corazón como una fogata del follaje. Me insultó, me humilló, y después de todo eso me dejó. Me dejó como un regalo a los ciempieses y los lobos y los estúpidos murciélagos.
  36. "¡No te necesito!" Grité. Un búho me respondió con un ulular colérico. "¡No te necesito para nada!"
  37. Después corrí a esconderme en mi túnel. Mientras el portal de tierra se materializaba frente a mí, recibiéndome entre flores y pasto, el enojo se apoderó de mí. Me poseyó un montón de miseria y mi propio miedo a no adaptarme. Después tuve una epifanía: ¿por qué regresar al túnel?. Y era cierto. ¿Por qué? Si no era mío, era de mi madre. El bosque entero le pertenecía. Sin ella, el bosque me habría matado hace mucho tiempo.
  38. Así que me dispuse a salir del bosque, le di la espalda al túnel y seguí corriendo. Decidí que encontraría el final del bosque y que lo dejaría de una vez por todas.
  39. Corrí por días, tratando mal al bosque en el camino. Les robaba hojas a los árboles para hacerme una cama cada noche, lanzaba rocas a aves y conejos, arrancaba arbustos de raíz y les quitaba puños enteros de sus moras, comiéndolas hasta vomitar por lo lleno que estaba. Después comía otra vez; no por hambre ni necesidad, sino por mera malicia.
  40. Y un día, después de que la primavera cedió al verano y su explosión de tonos verdes, escuché voces.
  41. Me congelé de inmediato. La única voz que conocía era la de Madre -pastosa y baja, un susurro estremecedor-. Estas voces no se parecían en nada a la suya. Eran agudas e infantiles de alguna manera, con notas muy brillantes y extrañas.
  42. Estas voces eran como la mía.
  43. Temblando me agazapé, y comencé a reptar entre la parte baja de los arbustos. Las hojas, calientes por el sol, me rozaban la cara de una manera suave pero dolorosamente afilada; el sol estaba haciendo lo suyo sobre ellas. Me arrastré por el suelo, actuando como Madre, deslizándome entre el bosque como una víbora invisible.
  44. Encontré un hoyo entre los árboles y me asomé. En un claro pequeño había cuatro criaturas con piel rosada y ropa pesada, que se veía sofocante. Sus manos eran pequeñas y parecían suaves. Sus caras eran lisas y se veían como la de un bebé, pero malformadas de alguna manera. Con ojos grandes y redondos, narices sutiles y carne esponjosa.
  45. Me toqué la cara -lisa y suave-, y bajé la mirada para verme a mí mismo: lleno de lodo, profundamente bronceado y marcado con una asquerosa capa de cicatrices, pero igualmente suave. Lampiño, pequeño, débil. Ya no había duda. Estas cosas entre los árboles -estos seres cubiertos sobremanera, malformados, con dientes pequeños, sin garras y ojos demasiado grandes-, eran como yo.
  46. Eran hombres.
  47. Me paré, propulsado por una combinación de emoción con pánico, y di un paso al frente. Todos, al mismo tiempo, se congelaron como yo lo había hecho hace menos de un minuto.
  48. "¿Qué demonios?" susurró uno. Levantó algo en sus brazos, que apuntaba hacia mí. Era largo y extraño; antinatural, no vivo, con un mango de madera y un tubo que brillaba.
  49. Sólo ahí me di cuenta de algo: el bosque estaba en silencio. Algunas aves cantaban y silbaban, y unos cuantos bichos seguían emitiendo su persistente vibrar. Pero la vasta mayoría de aves, insectos, y hast los árboles, estaban callados. No había conejos, ni ciervos, ni osos. Estas cosas, estas criaturas como yo, estos hombres, habían silenciado a la tierra.
  50. Le habían robado la esencia al bosque,
  51. Nos miramos por un largo rato mientras el creciente calor del verano llenaba el claro como el agua llenaría una piscina invisible.
  52. "Madre," Susurré. "Madre, ayúdame."
  53. No lo hizo, así que me giré y corrí.
  54. Los hombres de inmediato comenzaron a perseguirme. Los podía escuchar mientras gritaban, destrozaban la maleza, pisoteaban botones e insectos y partían ramas mientras corrían. El silencio mortal del bosque era peor que cualquier lamento.
  55. "¡Ahí está!" gritó uno de ellos. Un segundo después, el bosque explotó. Un ruido ensordecedor estremeció a los árboles y se comió el aire mientras yo tenía al dolor terminando en mi hombro. No me atreví ni a mirar ni a parar. Presioné el dolor, corriendo y llorando mientras los hombres venían a por mí.
  56. El bosque parecía castigarme por mi anterior crueldad. Las pequeñas ramas me rasguñaban las piernas, rocas cortaban mis pies, ramas más altas me cortaban la cara. Le agradecí al bosque por su gentileza. Le agradecí por castigarme en vez de detenerme.
  57. Los hombres suspiraron y gritaron entre ellos.
  58. "¿Donde demonios está?" "No lo sé, ¡no lo sé!" "¿Eso era... un niño?" "Mira su cara, ¡mira su puta cara! ¡Eso no es un niño!"
  59. Algo llenó mis oídos de repente, ahogando los sonidos de los hombres en el bosque. Un susurro musical, como una canción de ave transformada en río caudaloso.
  60. Y así vino Madre, saliendo de los árboles como una gran bestia antigua. Pero eso era lo que ella era, después de todo. Una gran bestia, seguramente un demonio del mundo antiguo.
  61. Se lanzó sobre los hombres, bateándolos de la manera en la que un gato casero juega con un par de cascabeles. Atrapó a uno entre sus garras, apretándolo hasta que su cabeza se separó y rodó por el suelo.
  62. Uno por uno Madre atrapó, deshaciéndolos como si fueran hojas para mi cama. La sangre se abrió paso por los suelos del bosque, haciendo lodo de la tierra y escurriendo de los árboles como una lluvia muy densa.
  63. Madre enterró sus garras en el cráneo del último sobreviviente, y lo partió, abriéndolo como una fruta. Sangre y materia gris brillaron a la luz del sol. El hombre gritaba, y gritaba, y gritaba.
  64. Madre se agazapó y extendió su lengua. Se abrió paso entre sus dientes, pálida y de un color dorado anaranjado como el amanecer en una fría y despejada mañana, y delicadamente sorbió sus sesos. Rizo por rizo, como las tantas lombrices de mi túnel.
  65. Para cuando el hombre hubo dejado de gritar, el bosque había ya regresado a su gloria tan ruidosa y familiar: árboles murmurando, aves cantando, insectos zumbando y ciervos trotando.
  66. Sonreí y corrí hacia mi Madre. Ella se encabritó, y gritó: "¡Mira lo que has hecho!"
  67. El terror me paralizó. La miré, indefenso. Ojos en llamas, cara contorsionada con adornos de tierra y flores silvestres, huesos blanqueados por el sol y pudrición. Mi Madre, mi hermosa y sobrenatural madre que me reclamó por venganza, y me crió por obligación, mirándome como si yo fuera un hombre.
  68. "Cuando golpeas a un ave, mi corazón se detiene. Cuando rompes una rama, mis huesos se quiebran. Cuando tú, egoísta, arrancas los retoños de un arbusto y desperdicias su fruta, mi piel se amorata. ¡Cuando lastimas al bosque-" rugió- "mi corazón sangra!"
  69. Caí sobre mis rodillas y escondí mi cara. Madre se apresuró a acercárseme en sus muchas extremidades y envolvió sus largos dedos sobre mi garganta.
  70. "Maté hombres por tí, ahora más vendrán. ¡Pisotearán el suelo! ¡Cortarán, quemarán, matarán! Matarán a los osos y pumas y lobos, porque culparán a los depredadores por lo que hice por tí. ¿No lo ves?" Me agitó. El suelo parecía bailar debajo de mí, un tapizado de tierra mojada en sangre y cadáveres arruinados. "¿¡No lo ves!?"
  71. "Sí, Madre," Le dije. "Lo veo."
  72. Me dejó caer. Golpeé el suelo con tanta fuerza que me quedé sin aire. Madre se apartó y se ocupó con uno de los cadáveres, y yo miré hacia arriba, temblando. Las aves miraban desde los árboles, rápidas y curiosas y llenas de condenas. Evité mirarlas mientras mis lágrimas caían.
  73. Madre regresó a mí. Extendió un brazo y abrió su mano. En su gran palma había cuatro ojos y un gran corazón. Los miré inexpresivo, y la miré después a ella.
  74. "Cuatro ojos," Dijo. "Uno de cada hombre. Y el corazón del que te disparó. Come."
  75. Mi labio se estremeció. No podía quitar los ojos del caos que reposaba en la palma de mi Madre. Un corazón y ojos. Crudos, y vivos hace unos cuantos minutos.
  76. "Madre," Dije."Por favor..."
  77. "¿Eres de mí?" Preguntó ella. "¿O eres del hombre?"
  78. El bosque se tornó, de nuevo, dolorosamente silencioso. Los animales, los árboles, los insectos... Todos esperando sin hacer ruido.
  79. "Soy de tí, Madre." Tomé el primer ojo de su palma. Era redondo y curiosamente firme, con una textura aguada que asocié inmediatamente con las frutas que estaban a punto de pudrirse. El rosado nervio óptico se balanceaba. Por un momento pensé que vomitaría.
  80. Así que lo llevé hacia mis labios y lo mordí.
  81. Los ojos eran terribles, el corazón era peor. Grueso, denso y casi imposible de mascar. Madre tuvo que desgarrarlo para mí, cortándolo en pequeños pedazos con sus hermosos dientes.
  82. Cuando terminé, Madre me levantó y, apretándome entre sus brazos, me llevó hacia mi túnel, mi cueva, en lo que caía la noche.
  83. Esa noche me enfermé. Temblaba entre escalofríos, alucinando por días. En mi mente sangraban las imágenes de los ojos colgantes y el corazón crudo junto con cráneos desquebrajándose como el fruto de las granadas. Madre se quedó conmigo todo ese tiempo, calmándome con canciones antiguas como las de las aves, convirtiéndose en ríos y enfriándome con su respiración de petricor.
  84. Finalmente, la fiebre me dejó. Me senté, jadeando mientras los últimos vestigios de mi pesadilla se alejaban.
  85. Madre se sentó del otro lado del túnel, y se agazapó como a punto de acostarse, se notaba cansada. "Estás bien," Me dijo. "Estoy aliviada, porque debo irme."
  86. Parpadeé con esfuerzos: "¿Por qué?
  87. "Hombres." Me contestó.
  88. "Pero tú los mataste."
  89. "Hay más," Me dijo. "Se enredan entre el bosque, buscando a sus muertos. Están cortando los árboles, aplastando las flores y matando a los osos, pequeño. Si no los detengo vendrán incluso por tí. Debo detenerlos. Mi corazón es el bosque, y tú también. Debo protegerlos a ambos."
  90. Un nudo se hizo presente en mi garganta. Pena y culpa, cosas que yo no conocía en ese entonces, me envolvieron por completo. "Lo siento tanto."
  91. "Tú eres mi bebé. Los bebés deben aprender. Aprendiendo crecen."
  92. "Madre," Le dije. "¿Soy realmente parte de los hombres?"
  93. Madre cerró sus ojos. Por un largo tiempo, no habló. Después, dibujo un suspiro en el aire. "Te tomé de los brazos de un hombre cruel. Escucha. Ahora es cuando te contaré las crueldades que yo conocí."
  94. Yo escuché, paralizado por el horror, mientras ella me contaba su triste historia.
  95. Madre fue, alguna vez, una mujer joven y hermosa.
  96. "Seguramente no eras tan hermosa como lo eres ahora," objeté.
  97. "¡Escucha!" Me dijo.
  98. Madre estaba sola en el mundo. No tenía familia ni amigos. Bueno, alguna vez tuvo familia, pero la lastimaron de una manera muy fuerte, así que se escapó a vivir en el bosque, dentro de una tienda un poco destruida. Comía moras silvestres, pescaba en el lago y hervía agua para beber.
  99. Las leyes son cosas muy extrañas. A pesar de que madre no lastimaba nada ni a nadie, estaba quebrantando la ley mientras vivía en el bosque. Fue encontrada y capturada, y encarcelada. Separada de los árboles y las aves, Madre se consumió rápidamente. Aunque sólo estuvo en prisión por un corto tiempo, eso casi la mata. El día que fue liberada fue el mejor día de su vida, o al menos eso creyó ella.
  100. No mucho después de que Madre había juntado sus pocas pertenencias y salido de la cárcel, un guardia se puso a su lado. "¿A dónde vas?", le preguntó. "Te llevaré a donde quieras ir."
  101. Madre se quedó extasiada. "Llévame de vuelta al bosque," le contestó. El guardia accedió, llevándola hacia lo que parecía el bosque, excepto que se detuvo mucho antes. Se paró en una casa, que después resultó ser suya.
  102. El guardia era un hombre terrible. Atrapó a Madre. La lastimó, la torturó y abusó de ella en cada manera posible. La cortaba, la quemaba y quebraba sus huesos.
  103. Y le puso un bebé adentro. Madre estaba tan lastimada que él se perdió de todos los signos que podrían haberle dicho que estaba embarazada. Cuando yo llegué, Madre murió.
  104. "Me aventó en una tina con ácido," Me dijo Madre, "y esparció mis restos líquidos entre los árboles. Entonces te escuché." Madre sonrió ligeramente. Migajas de tierra y raíz se cayeron de su cara. "Te escuché llorar, escuché que me necesitabas."
  105. No entiendo lo que Madre dijo después, es muy difícil de traducir. Pero lo que más se le parece es lo siguiente: Cada quién canta una canción a aquellos que ama. Muchos no son capaces de escuchar estas canciones. Si no puedes escucharla, no te puede ayudar, pero si puedes, una canción es lo más poderoso del mundo. Mata, llama, consume, destruye; fortalece.
  106. Y a veces te resucita.
  107. "Cuando volví a formarme y respirar, te robé de tu padre." Madre me dijo. "Después, te traje aquí, porque eres mi bebé."
  108. Lloré en silencio, porque no sabía qué decir.
  109. "Debo irme," me dijo. "Los árboles y los animales me tienen ahora. Así que recuerda, pequeño. Cuando estés en silencio y seas sincero, me escucharás."
  110. Después se agitó por el túnel como un lobo, una serpiente y un águila combinados, y se fue.
  111. No regresó.
  112. Al principio no pensé nada sobre eso. Yo había dejado un desastre tremendo, a parte de haber invocado a los hombres. Yo había causado que el bosque sangrara. Madre tenía mucho trabajo por delante.
  113. Pero el verano pronto se convirtió en otoño, y Madre aún no regresaba. Cuando la primera nevada llegó, seca y fría, cortando el horizonte como polvo, supe que algo estaba mal.
  114. La nieve se hizo más profunda, el bosque se fue quedando dormido despacio y luego de golpe, listo para su sueño de invierno, arropado con hielo y neblina. Cada noche, me callaba. Reunía toda la sinceridad que pudiera, y esperaba la voz de Madre.
  115. Nunca llegó.
  116. Crecí un poco, delgado y enfermo. Mi piel quemaba, incluso cuando me estremecía. Mi pecho se congestionó y mi garganta dolía tanto que no podía dormir. Mi respiración llegaba con silbidos punzantes. Pronto quedé tan débil que no podía dejar el túnel. Me arrastraba hacia la entrada y comía nieve. Para sobrevivir, sorbía lombrices de las paredes de tierra.
  117. No era suficiente, y yo lo sabía.
  118. Sólo así, en la callada paz que me dejó el miedo de morir, me quedé realmente en silencio. Sólo así escuché la voz de Madre.
  119. La oí en mis sueños; baja, caudalosa como música convertida en agua. "Ya voy," decía. "Ya voy, porque eres mi bebé."
  120. Sonreí, y al fin caí en un profundo sueño.
  121. Lo siguiente que supe fue que tenía frío. Tenía frío, estaba mojado y temblando, pero despierto. Me levanté rápidamente, gritando porque mi piel rozó contra la gruesa melena de mi madre. Me giré, sonriendo, y me congelé.
  122. Madre estaba recostada a mi lado, jadeando. Su sangre manaba de cientos de heridas, apelmazando su cabello. Los huesos expuestos en su cara estaban rotos y cóncavos, escurriendo sangre y asquerosidad. Sin abrir los ojos, ella sonrió. "Te escuché. Escuché tu canción."
  123. Las lágrimas distorsionaron mi vista. Mi pecho comenzó a brincar. No podía respirar, era como si estuviera, de nuevo muriendo, ahogándome en pus y fluidos atrapados. Sólo que esta vez, no era yo quien estaba muriendo.
  124. Era mi madre.
  125. "Entonces quédate," Le dije. "Te tienes que quedar, porque puedes escuchar mi canción."
  126. "No," me dijo ella. "Necesitabas verme de nuevo, pero no me necesitas a mí."
  127. "Te necesito, Mamá. Te necesito.!
  128. "No," contestó de nuevo. "Maté a todos los que te podrían dañar."
  129. "¿Pero qué pasará con el bosque? ¡Me matará si no te tengo!"
  130. Dejó salir una risa cortada. Su respiración estaba terriblemente acelerada y cada vez más débil. "Eres mío. Recuerda, me perteneces. Vienes conmigo. Eres mi bebé."
  131. Mi madre, mi hermosa y antigua madre, inhaló el vacío, y se quedó quieta.
  132. Me quedé a su lado por muchos días. Después, cuando empezó a apestar, me fui. Un caminante me encontró eventualmente. Un estúpido caminante solitario con un corazón de pollo, mucha paciencia y nada de miedo.
  133. Cuando aprendí a pronunciar las palabras de los hombres, las autoridades no perdieron tiempo para decirme que Madre no era realmente mi madre.
  134. Descubrieron mi identidad (al menos esa es una manera de decirlo) a través de mi ADN. Mi madre era, según ellos, una vaga. Una sinnombre que vivía en una tienda en el parque nacional. Estaba sola e indefensa, las dos cosas que atraen a los monstruos humanos. Después de un corto período en la cárcel por ser, según todos, una vagabunda, mi madre terminó siendo raptada, privada de su libertad y torturada por un hombre del cual todavía no se conoce su identidad, quien finalmente intentó, sin éxito, disolverla en ácido. Piensan que intentó disolver mi cuerpo, también. Por eso estoy cubierto en cicatrices, y por eso asusté tanto a esos cazadores hace tiempo: las cicatrices de las quemaduras por ácido me hacían lucir como un monstruo a ojos de los hombres.
  135. Así que como mi madre real aparentemente murió hace tanto tiempo, decidieron concluir en que Madre, o "quien quiera que haya sido" no era nadie más que una loca vagabunda que abusaba de mí.
  136. Pero yo sabía todo, y lo sabía mejor.
  137. Aún así, me adapté. Ya no tenía opción. Soy de mi madre, pero vivo entre los hombres; eso es lo que deben hacer los animales. Las crías jóvenes aprenden, crecen y se adaptan. Si no lo hacen, mueren.
  138. Pero ya no me estoy adaptando, al menos no a vivir entre los hombres. Mi boca está cambiando en maneras que son horripilantes para el humano, pero maravillosas para mí. Mis dientes, ya ven.
  139. Dientes hermosos como los de mi madre están creciendo.
  140. Ver mis dientes en el espejo fue aterrador y electrizante. El júbilo y el terror corrieron por mis venas de igual medida. Tenía que significar algo, así que me callé. Me sinceré, y agudicé mi oído.
  141. Y escuché.
  142. Escuché la voz de mi madre, baja y caudalosa, como el canto de un ruiseñor convertido en arroyo. Me dice que no pertenezco a los hombres, porque yo soy su corazón, y su corazón es el bosque. Me dice que debo regresar.
  143. Y me dice que me está esperando, porque yo soy su bebé.
  144. u/dopabeane en Reddit. Traducción por Paloma C.
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