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Guest User

Eres la noche

a guest
Mar 29th, 2017
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  1. Otra visión...
  2. VB
  3.  
  4. Velia Bianco<vebian2@yahoo.com.ar>
  5. lun 27/03/2017 08:01 p.m.
  6. Bandeja de entrada
  7. Para:
  8. Lucre Ojeda S. (lucre.sofm@hotmail.com);
  9. Evernote
  10.  
  11. Pedro García Olivo
  12. EL LUGAR DEL CRIMEN EN LA INSTITUCIÓN
  13. Para una crítica radical de la función pública
  14. (Charla en el Ateneo Anarquista “Constitución”, 11 de abril, a las 19 horas)
  15. “Algo peor que venderle el alma al Diablo:
  16. venderle el alma a Dios, es decir, al Estado,
  17. o dejársela en alquiler temporal”
  18. Que los Derechos recortan libertades y que el Estado, al responsabilizarse crecientemente del bienestar de las poblaciones, acaba con la autonomía individual y con la capacidad de auto-organización de la comunidad; que el Estado Social de Derecho, esgrimiendo causas como la lucha contra el hambre y la pobreza, contra la indigencia y la marginación, logra finalmente “inhabilitar” al ciudadano, hacerlo absolutamente “dependiente” de las burocracias del bienestar social y de los profesionales despóticos (médicos, profesores, trabajadores sociales, jueces, constructores, periodistas, policías,...), es una denuncia casi “impopular” en la que no insistieron lo suficiente las tradiciones críticas del marxismo y del anarquismo.
  19. Autores como I. Illich o J. Baudrillard subrayaron, a un nivel casi empírico, el punto de llegada: donde el individuo y la comunidad sentían una necesidad real, “originaria” (necesidad de preservar la salud, de saber, de cuidar del grupo, de hacer las paces cuando se daban desencuentros, de asegurarse un techo, de forjar la propia opinión, de garantizar la tranquilidad en la vida cotidiana...), el Estado y sus mercenarios ubicaban una pseudo-necesidad, una “necesidad postulada”, inducida, que terminaba convirtiéndose en “obligación” y abocaba a un consumo destructor: falsa necesidad de médicos y de hospitales, y consumo forzoso de fármacos y de “prestaciones” sanitarias; falsa necesidad de Escuelas y de profesores, y consumo inevitable de libros, de currículos, de charlatanería docente; falsa necesidad de asistentes sociales especializados y consumo de prescriptivas, de procedimientos, de informes; falsa necesidad de jueces y de abogados, y consumo de códigos jurídicos, de procesos, de sesiones; falsa necesidad de una vivienda construida por técnicos y estandarizada; falsa necesidad de acceder a los medios de comunicación de masas y exigencia de consumir opinión prefabricada, heterónoma; falsa necesidad de policía y de ejército...
  20. Para ese consumo voraz de productos y de servicios, para acopiar los recursos con que sufragar la satisfacción de tales pseudo-necesidades, el individuo debe “trabajar” (en dependencia). Y ese trabajo concreto, asalariado, que el marxismo nombró “alienado”, ese trabajo de las fábricas, de las minas, de los campos, de las oficinas, el “empleo” a fin de cuentas, es una monstruosidad radicalmente inhumana y antihumana, absolutamente injustificable, la madre de todos los horrores. No es irrelevante que la civilización occidental, derramadora de sangre por excelencia, lo haya santificado... “El trabajo libera”, decía un cartel a la entrada de Auschwitz, como en una cita de Marx y de Stalin. O de H. Ford...
  21. De ahí que la crítica del Estado corra siempre de la mano con la crítica del Mercado y del Trabajo.
  22. ¿Qué se perdió, entonces, en el proceso de estatalización de la sociedad?
  23. Aplastadas por los “derechos”, mueren las libertades: el derecho a la salud acaba con la libertad de cuidar del propio cuerpo, atendiendo a los saberes tradicionales comunitarios; el derecho a la educación suprime la libertad de aprender sin escuelas; el derecho a la vivienda mutiló la libertad de construirse uno su propia casa, sin “proyecto”, permisos y contratación de edificadores profesionales; el derecho a la movilidad, plasmado en la red pública de transportes y en el trazado de las vías urbanas, enterró la libertad de usar las propias piernas para desplazarse; el derecho a la información, que nos arrastra al periódico, a la revista, a la televisión o a la computadora, casi extirpa la libertad de pensar por uno mismo, centrado en uno y en sus sentidos, y no siempre “rebotando” o “reaccionando” ante la palabra de los otros, etcétera.
  24. Aplastada por el Estado, muere la comunidad; se extringuen los vínculos primarios y las asociaciones no reguladas. Aplastado por el Estado, desaparece el individuo capaz de autogestionar su vida y se multiplica ese otro individuo desvalido, inepto, desposeído de sí mismo, al que ya solo le cabe llorar ante la Administración y mendigarle servicios inhabilitantes.
  25. Absurdo de “condenar” a esos ciudadanos entusiastas reunidos en una marcha para suplicar al Estado que acabe con sus propias libertades y les regale a cambio algo parecido, y al mismo tiempo opuesto, a eso que ya no pueden obtener por sí mismos. Y he lamentado encontrar pasajes de Illich en que tal condena se trasluce. Pero absurdo también de estimar que hay “lucha” en esa demanda de más Estado, de más “bienestar administrado”, de más satisfacción de pseudo-necesidades, de más asistencialismo institucional. Y aquí no hay ningún punto de nihilismo: siempre quedará abierta la vía de la autogestión, de la autonomía, de la desestatalización de la existencia, de la fuga de las instituciones, de la carrera hacia el margen. Siempre quedará ese camino inverso, que aleja del Estado, del Mercado y del Trabajo.
  26. La crítica radical de la función pública, tan intempestiva en unos días en que toda necesidad verdadera es llevada a la arena de la Administración y muere en un consumo de elaborados institucionales amordazantes, quiere señalar la trastienda miserable del Estado Social de Derecho, la cara oculta del ciudadanismo, lo que todos perdemos cada vez que algunos ganan una huelga y cada vez que soñamos haber “arrancado” un bienestar a Leviatán...
  27. De todo esto, y de otras cosas, hablaremos en Constitución, el próximo 11 de abril.
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