Quizá de vez en cuando encarnaba a flor de piel (quizá por presión) todo lo que se
hospedaba en su cuerpo. Nunca eran explosiones pasionales, nunca un brillo interesante ni
una torturada epifanía. No no… Siempre un escalón más abajo. Siempre un paso más cerca
de un vacío. Quizá lo que me ahuyentó fue el terror cósmico que se venía. No todos
estamos preparados para descender al infierno.
Pero el combustible de mi arrepentimiento es la incertidumbre. Si está bajando
lentamente al infierno, ¿quién soy yo para abandonar su lado? Quizá el descenso a lo más
profundo de lo terrorífico del ser humano era el camino correcto. Quizá y tan solo quizá
lograr arrastrarse entre el barro le da a uno la razón de vivir. Ahora tiene que recorrer ese
sendero en soledad. No soy más que una espectadora.
Sin embargo creo que solamente yo lo veo de esa manera. Si no fuera así, ¿por qué quemó
todo lo que escribió? ¿por qué dejó de pronunciarse? ¿cuándo se perdió? ¿por qué no me
perdí con ella? Me pregunto cuando ya es tarde para responder. Seguramente algo ahogó
la luz que le propiciaba esperanza y visión. Quizá tuve la culpa. Hoy deambula por ahí,
siendo la nada misma. A veces la reconozco.