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- Marihuana de interiores
- Esfuerzos coordinados de agrónomos, químicos y biólogos desembocaron en un sistema para rentabilizar al máximo la producción de cáñamo, suprimiendo al mismo tiempo los riesgos —tanto climáticos como policiales— del cultivador a cielo abierto. Apoyándose en riego gota a gota, dosificación medida de nutrientes, ingeniería genética y empleo de luz artificial, estos investigadores crearon plantas asombrosas, que maduran en la mitad de tiempo (o menos), y rinden en flores el doble o el triple de peso.
- El equipo idóneo para criarlas cuesta en Estados Unidos y Holanda unos dos mil dólares para cada metro cuadrado de cultivo, y permite cosechar unas seis hembras cada dos o tres meses, dependiendo del régimen de luz elegido. Dicha marihuana se llama hidropónica, pues en vez de crecer sobre tierra o en macetas brota de un pequeño pie (hecho de basalto en polvo o “lana de piedra”), periódicamente humedecido por una mezcla de minerales que es distinta para cada fase (germinación, crecimiento, maduración) de la planta. Tanto el tanque de nutrientes como el interruptor lumínico son programables, de manera que el cultivador puede ausentarse durante semanas, aunque es más probable que visite todos los días esos prodigios de verdor y rápido desarrollo, asegurándose de que la mezcla tiene el PH adecuado y la lámpara está a la altura justa —e incluso instale una butaca en ese cuarto para leer o pensar.
- Con equipos más o menos sofisticados, la cosecha de marihuana hidropónica ha llegado a ser descomunal en Estados Unidos, y muy considerable en Holanda. Abastece a millones de consumidores, y no sólo proporciona rentas a quienes cultivan sino a las grandes compañías —General Electric, Philips, Bayer, etc.— que fabrican el instrumental y los fertilizantes más adecuados. En dos décadas, Estados Unidos ha pasado de ser el mayor importador a ser el mayor productor del planeta; ese autoabastecimiento evita fugas de efectivo, alimentando una gran economía sumergida.
- Poco tiene de extraño, pues los norteamericanos consumen hay un producto incomparablemente más activo y sano que el hachís europeo, y a precios comparables. La técnica hidropónica vale para el cultivador pequeño, el mediano y el grande (que se instala un generador para no mostrar niveles sospechosos de consumo eléctrico en su casa, y con tres habitaciones pequeñas produce cientos de kilos al año, vendidos a diez dólares el gramo). Cosa parecida sucede en Holanda, donde la venta libre de marihuana y hachís en cafeterías no sólo genera pingües ganancias fiscales sino una industria colateral muy ramificada, que cultiva, vende pipas y semillas a los consumidores, equipo a los productores e información a los interesados. Lo mismo sucede —con más tapujos— en Estados Unidos. Sólo sus dueños saben qué beneficios rinden los seed-banks o bancos de semillas americanos y holandeses, pero en ambos países una sola semilla —de las mejores variedades, desde luego— se vende en las tiendas de parafernalia a cinco dólares —y cada planta inseminada produce miles.
- Por lo que respecta a sus virtudes, la mejor marihuana cultivada en interiores puede alcanzar el 14% de THC, mientras la mejor marihuana tailandesa, africana o caribeña rara vez supera el 4%. Eso significa que el efecto de tres caladas a un cigarrillo adquiere perfiles de suave viaje psiquedélico, y dura unas tres horas. Es indiscernible en muchos aspectos del efecto de cualquier planta crecida a la intemperie, pero el habitual aguzamiento de los sentidos se ve acompañado por más capacidad de relación con otros, cosa quizá explicable atendiendo a su superior potencia. Genera también un hambre canina, especialmente volcada hacia el dulce; el motivo de esto último es que el THC consume glucosa.
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