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OPIÁCEOS

Jul 21st, 2024
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  1. OPIÁCEOS. —Durante un período de doce años he usado opio, fumado y tomado oralmente (la inyección subcutánea provoca abscesos. La inyección en la vena es desagradable y quizá peligrosa), heroína inyectada intramuscularmente, en la vena, subcutáneamente, esnifada (cuando no podía conseguir aguja), morfina, dialudid, pantopón, eukodal, paracodina, dionina, codeína, demerol, metadona. Todos estos productos, en mayor o menor grado, habitúan. No hay mucha diferencia en lo que se refiere al modo en que se administre la droga; fumada, esnifada, inyectada, tomada oral o rectalmente, al final el resultado será el mismo: adicción. Y es tan difícil interrumpir el hábito a fumar como el hábito a inyectarse endovenosamente. La idea de que el hábito de inyectarse es particularmente peligroso se deriva de un miedo irracional a las agujas —(«Las inyecciones envenenan la sangre»— como si la sangre se envenenara menos con las sustancias absorbidas por el estómago, los pulmones o las mucosas). El demerol probablemente sea menos adictivo que la morfina. También satisface menos al adicto y es menos efectivo como analgésico. Si bien es cierto que un hábito de demerol es más fácil de cortar que un hábito de morfina, indudablemente el demerol es más dañino para la salud, y de modo específico para el sistema nervioso. En cierta ocasión usé demerol durante tres meses y padecí algunos síntomas bastante molestos: temblor de manos (con morfina mis manos siempre están firmes), pérdida progresiva de la coordinación, contracciones musculares, obsesiones paranoicas, miedo a la locura. Finalmente, contraje una oportunísima intolerancia hacia el demerol —sin duda una medida de autoconservación— y cambié a metadona. Todos mis síntomas desaparecieron de inmediato. Debo añadir que el demerol es tan astringente como la morfina, que ejerce un efecto incluso más intenso sobre el apetito y las funciones sexuales, aunque, por el contrario, no produzca contracción de las pupilas. A lo largo de un período de muchos años me he puesto miles de inyecciones con agujas sin esterilizar y, de hecho, sucias, y nunca contraje infección alguna hasta que usé el demerol. Entonces padecí una serie de abscesos, uno de los cuales tuvo que ser sajado y drenado. En resumen, el demerol me parece que es una droga más peligrosa que la morfina. La metadona resulta completamente satisfactoria para el adicto. Es un excelente analgésico y, por lo menos, tan adictiva como la morfina.
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  3. He tomado morfina para calmar dolores agudos. Cualquier opiáceo elimina realmente el dolor en la misma medida en que elimina los síntomas de carencia. La conclusión es obvia: cualquier opiáceo que elimine el dolor crea hábito, y cuanto más efectivamente quita el dolor, mayor hábito crea. La molécula que crea el hábito y la molécula que quita el dolor probablemente sean idénticas en la morfina; y el proceso mediante el cual la morfina quita el dolor, es el mismo proceso que lleva a la tolerancia y a la adicción. Una morfina que no cree hábito es, aparentemente, la Piedra Filosofal de nuestros días. Por otra parte, los derivados de la apomorfina pueden ser extremadamente efectivos para controlar el síndrome de carencia. Pero no es posible pedir que esta droga sea también un analgésico.
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  5. Los fenómenos de la adicción a la morfina son bien conocidos y no hay razón para exponerlos de nuevo aquí. Sin embargo, me parece que existen algunos aspectos que han recibido una atención insuficiente: se ha señalado la incompatibilidad metabólica entre la morfina y el alcohol, pero nadie ha avanzado una explicación al respecto, al menos que yo sepa. Si un morfinómano bebe alcohol no experimenta sensaciones agradables o eufóricas. Hay una sensación de incomodidad creciente, y la necesidad de otra inyección. Parece que el alcohol sea rechazado por el hígado. En cierta ocasión, intenté beber cuando aún no me había recuperado del todo de una ictericia (entonces no usaba morfina). La sensación metabólica fue la misma. En un caso, el hígado estaba parcialmente paralizado por la ictericia, en el otro, literalmente ocupado metabolizando la morfina. En ninguno de los dos casos era capaz de metabolizar el alcohol. Si un alcohólico se hace morfinómano, la morfina desplaza invariable y totalmente al alcohol. He conocido a algunos alcohólicos que empezaron a usar morfina. Fueron capaces de tolerar grandes dosis de morfina de modo inmediato sin efectos desagradables, y en cuestión de días dejaron de tomar alcohol. Lo contrario nunca ocurre. El morfinómano no puede tolerar alcohol cuando está usando morfina o sufriendo una carencia de ella. La capacidad para tolerar alcohol es una señal indudable de desintoxicación. En consecuencia, la morfina nunca puede sustituirse directamente por alcohol. Claro que un adicto desintoxicado, puede empezar a beber y convertirse en un alcohólico.
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  7. Durante el período de carencia, el adicto es extremadamente consciente de su entorno. Las impresiones sensitivas se intensifican hasta llegar a convertirse en alucinaciones. Los objetos familiares parecen agitarse con una vida furtiva y temblorosa. El adicto sufre el asalto de una oleada de sensaciones externas y viscerales. Puede experimentar fulgurantes momentos de belleza y de nostalgia, pero la impresión general es extremadamente dolorosa. (Es posible que sus sensaciones sean dolorosas debido a su intensidad. Una sensación agradable puede volverse intolerable una vez que ha alcanzado una determinada intensidad.)
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  9. He observado dos reacciones especiales al principio de un estado de carencia: 1) Todo parece amenazador; 2) Una paranoia no muy intensa. Los médicos y las enfermeras parecen monstruos del mal. En el curso de varias curas yo mismo me he sentido rodeado por lunáticos peligrosos. Hablé con uno de los pacientes del doctor Dent que acababa de desintoxicarse de un hábito de pethidina. Me informó de una experiencia idéntica, y de que durante 24 horas las enfermeras y el médico le «parecían brutales y repugnantes». Y todo parecía siniestro. He hablado con otros adictos que experimentaron las mismas reacciones. Por tanto, parece que la base psicológica de las ideas paranoicas durante la carencia es algo evidente. La similitud específica de estas reacciones indica la existencia de un origen metabólico común. La semejanza entre estos fenómenos de carencia y ciertos estados de intoxicación con otras drogas salta a la vista. El hashish, la Bannisteria Caapi (harmalina), el peyote (mescalina) provocan estados de aguda sensibilidad con alucinaciones. Todo parece vivo. Las ideas paranoides son frecuentes. La intoxicación con Bannisteria Caapi reproduce de modo específico el estado de carencia. Todo parece amenazante. Las ideas paranoides son especialmente agudas en las sobredosis. Tras haber tomado Bannisteria Caapi, yo estaba convencido de que el Brujo y su ayudante conspiraban para asesinarme. Parece que los estados metabólicos del cuerpo son capaces de reproducir los efectos de diversas drogas.
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  11. En Estados Unidos los adictos a la heroína reciben una cura de reducción involuntaria por parte de los traficantes que diluyen progresivamente su mercancía con lactosa y barbitúricos. Como consecuencia de ello, muchos de los adictos que desean tratarse padecen adicción leve y pueden quedar desintoxicados en poco tiempo (de siete a ocho días). Se recuperan rápidamente sin medicación. Entretanto, cualquier tranquilizante, antialérgico o sedante les proporciona cierto alivio, especialmente si es inyectado. El adicto se siente mejor si sabe que hay alguna sustancia ajena circulando por su sangre. El tolserol, la toracina y otros «tranquilizantes» similares, todas las variedades de barbitúricos, el cloral, el paraldehído, los antihistamínicos, la cortisona, la reserpina, y hasta el shock (¿queda la lobotomía muy lejos?), todo eso se ha utilizado con resultados generalmente calificados de «alentadores». Mi propia experiencia indica que estos resultados deben aceptarse con cierta reserva. Por supuesto, está indicado el tratamiento de los síntomas, y todos esos productos (con la posible excepción del que se utiliza con más frecuencia: los barbitúricos) tienen un lugar en el tratamiento del síndrome de carencia. Pero ninguna de estas drogas es, en sí misma, la solución para la carencia. Los síntomas de la carencia varían de acuerdo con el metabolismo individual y las características físicas. Los individuos con pecho de pollo, propensos a la fiebre de heno y al asma padecen graves síntomas alérgicos durante la carencia: catarro de nariz, estornudos, picores, ojos llorosos, dificultad para respirar. En tales casos, la cortisona y los antihistamínicos pueden producir alivio concreto. Los vómitos pueden controlarse con antieméticos, tales como la toracina.
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  13. Me he sometido a diez «curas» en el curso de las cuales fueron utilizados todos estos productos. He recurrido a reducciones rápidas, reducciones lentas, sueño prolongado, apomorfina, antihistamínicos, y a un sistema francés que implicaba la utilización de un producto inútil conocido por «amorfina»... es decir, a todo, menos al electroshock. (Me interesaría conocer los resultados de nuevos experimentos con electroshock sobre otras personas.) El éxito de cualquier tratamiento depende del grado y duración de la adicción, del estado de carencia (los productos que son eficaces en el período final o ligero de la carencia, pueden resultar desastrosos durante la fase aguda), los síntomas individuales, la salud, edad, etc. Un método puede ser completamente ineficaz en unas ocasiones, pero dar excelentes resultados en otras. O un tratamiento que no me resultó bien a mí, puede ayudar a otra persona distinta. No trato de emitir juicios definitivos, si no de informar con respecto a mis reacciones ante diversos productos y métodos de tratamiento.
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  15. Curas de reducción. — Es la forma más corriente de tratamiento, y todavía no se ha descubierto ningún método que pueda reemplazarla en los casos de adicción intensa. Debe suministrársele al paciente algo de morfina. Si hay una regla que sea aplicable a todos los casos de adicción, tal regla es precisamente ésta. Pero la morfina debe suprimirse lo más rápidamente posible. He seguido curas de reducción lenta y en todos los casos el resultado fue desesperanzador y eventualmente inútil. Las reducciones imperceptibles tienden a convertirse en reducciones interminables. Cuando un adicto quiere curarse, en la mayoría de los casos ya ha experimentado en diversas ocasiones los síntomas de la carencia. Espera pasar momentos muy desagradables y está preparado a pechar con ellos. Pero si las molestias provocadas por la carencia se prolongan a lo largo de dos meses, en lugar de diez días, es posible que no esté dispuesto a soportarlas. No es la intensidad, sino la duración de las molestias lo que termina con los deseos de resistir. Si el adicto toma habitualmente cierta cantidad, aunque sea pequeña, de cualquier opiáceo para aliviar la debilidad, el insomnio, la depresión, el nerviosismo de la etapa final de la carencia, los síntomas pueden prolongarse indefinidamente, y la recaída es casi segura.
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  17. Curas de sueño. — La teoría suena bien. Uno se duerme y se despierta curado. Dosis industriales de hidrato de cloral, barbitúricos, toracina, sólo provocan un estado de pesadilla semiconsciente. La carencia de sedación, tras 5 días, ocasiona un severo shock. Vuelven a aparecer los síntomas agudos de carencia de morfina. El resultado final fue un síndrome combinado de horror incomparable. Ninguna de las curas que he seguido resultó tan dolorosa como este supuesto método indoloro. El ciclo de sueño y vigilia está profundamente alterado durante la carencia. Añadir a esto una sedación masiva parece contraindicado hasta decir basta. La carencia de morfina es suficientemente traumática sin necesidad de añadir una carencia de barbitúricos. Tras dos semanas en el hospital (cinco días de sedación, diez días de «descanso») me encontraba tan débil que caí al suelo cuando intentaba caminar por una ligera pendiente. Considero que las curas de sueño son el peor método para tratar la carencia.
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  19. Antihistamínicos. — El empleo de antihistamínicos se basa en la teoría alérgica de la carencia. La falta súbita de morfina precipita la superproducción de histaminas con los consiguientes síntomas alérgicos. (En el shock resultado de lesión traumática con dolor agudo se liberan grandes cantidades de histamina que pasan a la sangre. Durante un dolor agudo se toleran dosis de morfina tóxicas, y lo mismo pasa durante la adicción. Los conejos, que tienen un elevado índice de histamina en la sangre, son extremadamente resistentes a la morfina.) Mi propia experiencia con antihistamínicos no ha sido concluyente. En cierta ocasión seguí una cura en la que sólo se utilizaron antihistamínicos y los resultados fueron buenos. Pero entonces mi adicción era ligera, y cuando empecé el tratamiento llevaba 72 horas sin morfina. Desde entonces, he usado antihistamínicos con cierta frecuencia para combatir los síntomas de carencia con resultados poco tisfactorios. De hecho, los antihistamínicos parecen incrementar mi depresión e irritabilidad (no suelo padecer los típicos síntomas alérgicos).
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  22. Apomorfina. — La apomorfina es indudablemente el mejor método para tratar la carencia de todos los que he experimentado. No elimina por completo los síntomas, pero los reduce hasta un nivel soportable. Los síntomas agudos, tales como los calambres de piernas y estómago, los estados convulsivos o maníacos, los elimina por completo. De hecho, el tratamiento con apomorfina implica menos molestias que una cura por reducción. La recuperación es más rápida y completa. Creo que nunca conseguí eliminar por completo el deseo de tomar morfina hasta que seguí un tratamiento con apomorfina. Quizá la necesidad «psicológica» de morfina que persiste tras una cura, no sea en absoluto psicológica, sino metabólica. Las variaciones más potentes de la fórmula de apomorfina podrían resultar cualitativamente más efectivas para tratar todas las formas de adicción.
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  24. Cortisona. — La cortisona parece proporcionar cierto alivio, especialmente cuando se inyecta endovenosamente.
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  26. Toracina. — Procura cierto alivio, pero no mucho. Efectos secundarios — depresión, perturbaciones de la visión, indigestión— compensan los dudosos beneficios.
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  29. Reserpina. — Nunca noté que este producto proporcionara otro efecto que no fuera una ligera depresión.
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  31. Tolserol— Resultados despreciables.
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  34. Barbitúricos. — Es algo bastante corriente recetar barbitúricos para combatir el insomnio de la carencia. En realidad, el uso de barbitúricos retrasa el retorno del sueño normal, prolonga el período de carencia, y puede llevar a una recaída. (El adicto tiene la tentación de tomar un poco de codeína o de paregórico con su nembutal. Unas cantidades muy pequeñas de opiáceos, que resultarían inocuas para una persona normal, restablecen inmediatamente la adicción en un adicto curado.) Mi experiencia es indudable que confirma la afirmación del doctor Dent acerca de que los barbitúricos están contraindicados.
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  37. Cloral y paraldehídos. — Es probable que sean preferibles a los barbitúricos, si es necesaria una sedación, pero la mayoría de los adictos vomitan el paraldehído inmediatamente.
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  40. También he probado, por propia iniciativa, las drogas siguientes durante el período de carencia:
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  43. Alcohol. — Absolutamente contraindicado en cualquiera de las fases de carencia. El uso del alcohol exacerba invariablemente los síntomas de carencia y lleva a la recaída. El alcohol sólo puede ser tolerado una vez que el metabolismo vuelve a la normalidad. En los casos de adicción intensa esto suele llevar un mes.
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  46. Bencedrina. — Puede aliviar temporalmente la depresión de la fase final de la carencia, pero es desastrosa en la fase aguda. Contraindicada en cualquiera de las fases dado que produce un estado de nerviosismo para el que la morfina es la respuesta psicológica.
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  48. Cocaína. — Lo de arriba vale doblemente en el caso de la cocaína.
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  50. Cannabis indica (marihuana). — En la fase final o en carencias ligeras alivia la depresión y aumenta el apetito. En las carencias agudas es un desastre total. (En cierta ocasión fumé marihuana durante la primera fase de carencia y los resultados fueron de pesadilla.) La cannabis es un sensibilizador. Si uno ya se siente mal, le hará sentirse peor. Contraindicado.
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  52. Peyote; Bannisteria caapi. — No me he aventurado a realizar experimentos. Pensar en una intoxicación de Bannisteria superpuesta a los síntomas de una carencia aguda hace vacilar el cerebro. Conozco a un hombre que utilizó peyote en la fase final de la carencia, y que afirmaba que carecía de cualquier deseo de tomar morfina, pero que en definitiva murió por envenenamiento de peyote. En los casos de adicción intensa, los síntomas físicos de la adicción se prolongan durante un mes por lo menos. Jamás he visto ni oído hablar de un psicótico que fuera morfinómano, es decir, de alguien que mostrara síntomas psicóticos mientras estaba adiccionado a un opiáceo. De hecho, los adictos son personas tristemente cuerdas. Quizá haya una incompatibilidad metabólica entre esquizofrenia y adicción a los opiáceos. Por otra parte, la carencia de morfina provoca a menudo reacciones psicóticas —usualmente cierta paranoia—. Es interesante notar que productos y métodos que dan resultados en la esquizofrenia, sean utilizados también durante la carencia: antihistamínicos, tranquilizantes, apomorfina, electroshock.
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  54. Sir Charles Sherington define el dolor como «el acompañante psíquico de un reflejo protector imperativo». El sistema nervioso vegetativo se expande y se contrae como respuesta a los ritmos viscerales y a los estímulos externos; se expande ante los estímulos que experimenta como placenteros —sexo, alimentos, contactos sociales agradables, etc. —, y se contrae ante el dolor, la ansiedad, el miedo, la incomodidad, la depresión. La morfina altera el ciclo de expansión y contracción, descarga y tensión. Se desactiva la actividad sexual, se inhibe la peristalsis, las pupilas dejan de reaccionar ante luz y oscuridad. El organismo no se contrae ante el dolor, ni se expande ante las fuentes de placer habituales. Se adapta a un ciclo propio de la morfina. El adicto es inmune al aburrimiento. Es capaz de estarse mirando la punta de los zapatos durante horas, o de permanecer simplemente en la cama. No necesita contactos sexuales, ni sociales,
  55. tampoco trabajo, diversión, ejercicio... no necesita nada excepto morfina. La morfina puede aliviar el dolor debido quizá a que proporciona al organismo algunas de las cualidades de los vegetales. (El dolor quizá carezca de sentido para las plantas que son, en su mayor parte, inmóviles, incapaces de tener reflejos protectores.) Los científicos buscan un tipo de morfina que no sea adictiva, que elimine el dolor sin proporcionar placer, pues los adictos quieren —o creen que quieren— euforia sin adicción. No veo cómo podrían separarse las funciones de la morfina. Creo que cualquier producto que elimine el dolor, reprimirá la función sexual, inducirá euforia y provocará adicción. El producto que elimine el dolor y que sea perfecto, lo más probable es que cree hábito con una sola aplicación. (Si alguien está interesado en desarrollar una droga semejante, creo que la dehidro-oxi-heroína podría ser un buen punto de partida.)
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  57. El adicto existe en un estado asexual, atemporal, indoloro. El retorno a los ritmos de la vida animal implica el síndrome de carencia. Dudo que esa transición pueda llevarse a cabo placenteramente. A lo más que se podría llegar es a la carencia indolora.
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