Así fue cómo comencé mi vida. No fue una gran manera de comenzarla, pero así fue.
Tuve muchos problemas de pequeño.  Problemas con drogas, mis padres, mis amigos, mi trabajo, mis estudios, y muchos otros tipos de problemas. Podrían decir que soy un fracasado. Quizás lo sea, lo acepto, pero una cosa sí puedo estar seguro, y es que sé lo que es vivir una vida dura.
Nunca tuve una vida color de rosa. Desde un principio no hice más que agobiarme en migo mismo. Para poder seguir vivo, tuve que guiarme por mi propio camino, sin la ayuda de ningún otro ser. Eso me enseñó a valerme por mí mismo, así como también a no confiar en nadie más.
Sinceramente, veo inútil la confianza. Ningún ser humano merece mi presencia. Soy demasiado para ustedes.

Pero bueno, esa historia es pasado. Paso a contarles la verdadera historia de mi vida. Como algunos imaginarán, se trata de una historia triste, de amor y traición. Una historia de la cual no me arrepiento de haber vivido, aunque hubiese deseado nunca antes tenerla. Una historia que me hizo sentir la pena en lo más profundo de mi corazón. Todo por culpa de una flor. Maldita flor. Tanto tardas en crecer, tanto tardas en volverte bella, y tan rápido mueres.
Esos marchitos pétalos ya no son nada comparado a los laures de gloria y satisfacción que me causaba el sólo mirarte, a esa sensación de frescura, pasión y dignidad que me daba el olerte. Una grata sensación, que ya no sentiré más en mi vida. Tantas veces traté de reencontrarte, sin poder hacerlo. Tantas veces, tantas.