Octubre (episodio V) - 14013558

La adolescencia es un periodo en el que la persona busca una identidad propia y lo hace, por lo general, agrupándose con todos aquellos que también lo hacen. De esa actitud derivan los grupos homogéneos, tribus urbanas y que todos los adolescentes se parezcan.

Es un proceso muy curioso de observar.

El adolescente busca ideas distintas a las que aferrarse y formas distintas a las que le han enseñado. Psicológicamente parece ser que es inevitable y deseable para la formación de la identidad adulta propia. Muchos adultos no llegan a serlo, emocional ni mentalmente nunca, porque no la superan (por diversos motivos)

El discurso de la igualdad de género se vende a sí mismo como moderno y transgresor. A vistas de alguien con criterio debería ser altamente sospechoso que el emisor sea el poder establecido pero muchos chavales, fundamentalmente chavalas, pasan por alto esa contradicción tan básica y fundamental por una razón, porque el mensaje que rodea a ése, el que le acompaña y que subyace no es el de la igualdad sino el de la supresión de límites; no te sometas, ignora a los adultos, haz lo que te dé la gana, reclama tu derecho a ser feliz, diviértete, no pienses, no reflexiones, no asumas consecuencias... porque... eres una mujer y por tanto puedes resetear tu vida siempre que quieras sin pagar por ello ninguna consecuencia, el estado te lo garantiza. Y es en ese sentido en el que el mensaje cala en la adolescente, porque le reafirma en su enfrentamiento a los adultos de su entorno que le piden responsabilidad, reflexión y colaboración. Y los chavales van a rebufo, porque no quieren no ser modernos ni progres y, por supuesto, no quieren perder la oportunidad de pillar las migajas de los cachos.

Hasta no hace mucho la idea que teníamos es que el orden establecido en la sociedad viene representado por la familia en el ámbito privado y por la organización del estado en el público, que ambos se complementan y que comparten objetivo, método y discurso. De ahí que años atrás enfrentarse a la familia equivaliera a un enfrentamiento al orden público (el marxismo, por ejemplo, o el anarquismo) y que sin embargo hoy los objetivos, métodos y discursos hayan divergido tanto que un adolescente caiga en las redes de las consignas oficiales como el que antes caía en las de una secta.