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quijote

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Dec 3rd, 2016
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  1. EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
  2.  
  3. Miguel de Cervantes Saavedra
  4.  
  5. Capítulo primero
  6.  
  7. Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo D.
  8. Quijote de la
  9. Mancha
  10.  
  11. En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero
  12. acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de
  13. lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo
  14. corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las
  15. más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los
  16. viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las
  17. tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de
  18. velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de
  19. lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de
  20. lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los
  21. cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo
  22. de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la
  23. podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta
  24. años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro;
  25. gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el
  26. sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna
  27. diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por
  28. conjeturas verosímiles se deja entender que se llama Quijana;
  29. pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la
  30. narración dél no se salga un punto de la verdad.
  31.  
  32. Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos
  33. que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer
  34. libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi
  35. de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración
  36. de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en
  37. esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para
  38. comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa
  39. todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían
  40. tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva:
  41. porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones
  42. suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer
  43. aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes
  44. hallaba escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace,
  45. de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la
  46. vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que
  47. de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se
  48. fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la
  49. vuestra grandeza. Con estas y semejantes razones perdía el pobre
  50. caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y
  51. desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las
  52. entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello.
  53. No estaba muy bien con las heridas que don Belianis daba y
  54. recibía, porque se imaginaba que por grandes maestros que le
  55. hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo
  56. lleno de cicatrices y señales; pero con todo alababa en su autor
  57. aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable
  58. aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y
  59. darle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda
  60. alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y
  61. continuos pensamientos no se lo estorbaran.
  62.  
  63. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que
  64. era hombre docto graduado en Sigüenza), sobre cuál había sido
  65. mejor caballero, Palmerín de Inglaterra o Amadís de Gaula; mas
  66. maese Nicolás, barbero del mismo pueblo, decía que ninguno
  67. llegaba al caballero del Febo, y que si alguno se le podía
  68. comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque
  69. tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero
  70. melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la
  71. valentía no le iba en zaga. En resolución, él se enfrascó tanto
  72. en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en
  73. claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y
  74. del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a
  75. perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía
  76. en los libros, así de encantamientos, como de pendencias,
  77. batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y
  78. disparates imposibles, y asentósele de tal modo en la
  79. imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas
  80. soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia
  81. más cierta en el mundo.
  82.  
  83. Decía él, que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen
  84. caballero; pero que no tenía que ver con el caballero de la
  85. ardiente espada, que de sólo un revés había partido por medio
  86. dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo
  87. del Carpio, porque en Roncesvalle había muerto a Roldán el
  88. encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó
  89. a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho
  90. bien del gigante Morgante, porque con ser de aquella generación
  91. gigantesca, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era
  92. afable y bien criado; pero sobre todos estaba bien con Reinaldos
  93. de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar
  94. cuantos topaba, y cuando en Allende robó aquel ídolo de Mahoma,
  95. que era todo de oro, según dice su historia. Diera él, por dar
  96. una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que tenía y aun
  97. a su sobrina de añadidura.
  98.  
  99. En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más
  100. extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le
  101. pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra,
  102. como para el servicio de su república, hacerse caballero
  103. andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a
  104. buscar las aventuras, y a ejercitarse en todo aquello que él
  105. había leído, que los caballeros andantes se ejercitaban,
  106. deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y
  107. peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y fama.
  108.  
  109. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo
  110. por lo menos del imperio de Trapisonda: y así con estos tan
  111. agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos
  112. sentía, se dió priesa a poner en efecto lo que deseaba. Y lo
  113. primero que hizo, fue limpiar unas armas, que habían sido de sus
  114. bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos
  115. siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.
  116. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vió que tenían
  117. una gran falta, y era que no tenía celada de encaje, sino
  118. morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de
  119. cartones hizo un modo de media celada, que encajada con el
  120. morrión, hacía una apariencia de celada entera. Es verdad que
  121. para probar si era fuerte, y podía estar al riesgo de una
  122. cuchillada, sacó su espada, y le dió dos golpes, y con el
  123. primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana:
  124. y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho
  125. pedazos, y por asegurarse de este peligro, lo tornó a hacer de
  126. nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro de tal
  127. manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer
  128. hacer nueva experiencia de ella, la diputó y tuvo por celada
  129. finísima de encaje. Fue luego a ver a su rocín, y aunque tenía
  130. más cuartos que un real, y más tachas que el caballo de Gonela,
  131. que tantum pellis, et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo
  132. de Alejandro, ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro
  133. días se le pasaron en imaginar qué nombre le podría: porque,
  134. según se decía él a sí mismo, no era razón que caballo de
  135. caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin
  136. nombre conocido; y así procuraba acomodársele, de manera que
  137. declarase quien había sido, antes que fuese de caballero
  138. andante, y lo que era entones: pues estaba muy puesto en razón,
  139. que mudando su señor estado, mudase él también el nombre; y le
  140. cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden y
  141. al nuevo ejercicio que ya profesaba: y así después de muchos
  142. nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a
  143. hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar
  144. ROCINANTE, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de
  145. lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era,
  146. que era antes y primero de todos los rocines del mundo. Puesto
  147. nombre y tan a su gusto a su caballo, quiso ponérsele a sí
  148. mismo, y en este pensamiento, duró otros ocho días, y al cabo se
  149. vino a llamar DON QUIJOTE, de donde como queda dicho, tomaron
  150. ocasión los autores de esta tan verdadera historia, que sin duda
  151. se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron
  152. decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había
  153. contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el
  154. nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó
  155. Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo
  156. el nombre de la suya, y llamarse DON QUIJOTE DE LA MANCHA, con
  157. que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la
  158. honraba con tomar el sobrenombre della.
  159.  
  160. Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto
  161. nombre a su rocín, y confirmándose a sí mismo, se dió a entender
  162. que no le faltaba otra cosa, sino buscar una dama de quien
  163. enamorarse, porque el caballero andante sin amores, era árbol
  164. sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Decíase él: si yo por
  165. malos de mis pecados, por por mi buena suerte, me encuentro por
  166. ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los
  167. caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto
  168. por mitad del cuerpo, o finalmente, le venzo y le rindo, ¿no
  169. será bien tener a quién enviarle presentado, y que entre y se
  170. hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde
  171. y rendida: yo señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la
  172. ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás
  173. como se debe alabado caballero D. Quijote de la Mancha, el cual
  174. me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la
  175. vuestra grandeza disponga de mí a su talante? ¡Oh, cómo se holgó
  176. nuestro buen caballero, cuando hubo hecho este discurso, y más
  177. cuando halló a quién dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se
  178. cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de
  179. muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque
  180. según se entiende, ella jamás lo supo ni se dió cata de ello.
  181. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle
  182. título de señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no
  183. desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de
  184. princesa y gran señora, vino a llamarla DULCINEA DEL TOBOSO,
  185. porque era natural del Toboso, nombre a su parecer músico y
  186. peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus
  187. cosas había puesto.
  188.  
  189. Capítulo segundo
  190.  
  191. Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el
  192. ingenioso D. Quijote
  193.  
  194. Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más
  195. tiempo a poner en efecto su pensamiento, apretándole a ello la
  196. falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según
  197. eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar,
  198. sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que
  199. satisfacer; y así, sin dar parte a persona alguna de su
  200. intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día
  201. (que era uno de los calurosos del mes de Julio), se armó de
  202. todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta
  203. celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa
  204. de un corral, salió al campo con grandísimo contento y alborozo
  205. de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen
  206. deseo. Mas apenas se vió en el campo, cuando le asaltó un
  207. pensamiento terrible, y tal, que por poco le hiciera dejar la
  208. comenzada empresa: y fue que le vino a la memoria que no era
  209. armado caballero, y que, conforme a la ley de caballería, ni
  210. podía ni debía tomar armas con ningún caballero; y puesto qeu lo
  211. fuera, había de llevar armas blancas, como novel caballero, sin
  212. empresa en el escudo, hasta que por su esfuerzo la ganase.
  213.  
  214. Estos pensamientos le hicieron titubear en su propósito;
  215. mas pudiendo más su locura que otra razón alguna, propuso de
  216. hacerse armar caballero del primero que topase, a imitación de
  217. otros muchos que así lo hicieron, según él había leído en los
  218. libros que tal le tenían. En lo de las armas blancas pensaba
  219. limpiarlas de manera, en teniendo lugar, que lo fuesen más que
  220. un armiño: y con esto se quietó y prosiguió su camino, sin
  221. llevar otro que el que su caballo quería, creyendo que en
  222. aquello consistía la fuerza de las aventuras. Yendo, pues,
  223. caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo
  224. mismo, y diciendo: ¿Quién duda sino que en los venideros
  225. tiempos, ciando salga a luz la verdadera historia de mis famosos
  226. hechos, que el sabio que los escribiere, no ponga, cuando llegue
  227. a contar esta mi primera salida tan de mañana, de esta manera?
  228. "Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha
  229. y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos,
  230. y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas
  231. lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida
  232. de la rosada aurora que dejando la blanda cama del celoso
  233. marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los
  234. mortales se mostraba, cuando el famoso caballero D. Quijote de
  235. la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso
  236. caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido
  237. campo de Montiel." (Y era la verdad que por él caminaba) y
  238. añadió diciendo: "dichosa edad, y siglo dichoso aquel adonde
  239. saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en
  240. bronce, esculpirse en mármoles y esculpirse en mármoles y
  241. pintarse en tablas para memoria en lo futuro. ¡Oh tú, sabio
  242. encantador, quienquiera que seas, a quien ha de tocar el ser
  243. coronista de esta peregrina historia! Ruégote que no te olvides
  244. de mi buen Rocinante compañero eterno mío en todos mis caminos y
  245. carreras." Luego volvía diciendo, como si verdaderamente fuera
  246. enamorado: "¡Oh, princesa Dulcinea, señora de este cautivo
  247. corazón! Mucho agravio me habedes fecho en despedirme y
  248. reprocharme con el riguroso afincamiento de mandarme no parecer
  249. ante la vuestra fermosura. Plégaos, señora, de membraros de este
  250. vuestro sujeto corazón, que tantas cuitas por vuestro amor
  251. padece."
  252.  
  253. Con estos iba ensartando otros disparates, todos al modo de
  254. los que sus libros le habían enseñado, imitando en cuanto podía
  255. su lenguaje; y con esto caminaba tan despaico, y el sol entraba
  256. tan apriesa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle
  257. los sesos, si algunos tuviera. Casi todo aquel día caminó sin
  258. acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba,
  259. poerque quisiera topar luego, con quien hacer experiencia del
  260. valor de su fuerte brazo.
  261.  
  262. Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino
  263. fue la de Puerto Lápice; otros dicen que la de los molinos de
  264. viento; pero lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo
  265. que he hallado escrito en los anales de la Mancha, es que él
  266. anduvo todo aquel día, y al anochecer, su rocín y él se hallaron
  267. cansados y muertos de hambre; y que mirando a todas partes, por
  268. ver si descubriría algún castillo o alguna majada de pastores
  269. donde recogerse, y adonde pudiese remediar su mucha necesidad,
  270. vió no lejos del camino por donde iba una venta, que fue como si
  271. viera una estrella, que a los portales, si no a los alcázares de
  272. su redención, le encaminaba. Dióse priesa a caminar, y llegó a
  273. ella a tiempo que anochecía. Estaban acaso a la puerta dos
  274. mujeres mozas, de estas que llaman del partido, las cuales iban
  275. a Sevilla con unos arrieros, que en la venta aquella noche
  276. acertaron a hacer jornada; y como a nuestro aventurero todo
  277. cuanto pensaba, veía o imaginaba, le parecía ser hecho y pasar
  278. al modo de lo que había leído, luego que vió la venta se le
  279. representó que era un castillo con sus cuatro torres y
  280. chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadizo y
  281. honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes
  282. castillos se pintan.
  283.  
  284. Fuese llegando a la venta (que a él le parecía castillo), y
  285. a poco trecho de ella detuvo las riendas a Rocinante, esperando
  286. que algún enano se pusiese entre las almenas a dar señal con
  287. alguna trompeta de que llegaba caballero al castillo; pero como
  288. vió que se tardaban, y que Rocinante se daba priesa por llegar a
  289. la caballeriza, se llegó a la puerta de la venta, y vió a las
  290. dos distraídas mozas que allí estaban, que a él le parecieron
  291. dos hermosas doncellas, o dos graciosas damas, que delante de la
  292. puerta del castillo se estaban solazando. En esto sucedió acaso
  293. que un porquero, que andaba recogiendo de unos rastrojos una
  294. manada de puercos (que sin perdón así se llaman), tocó un
  295. cuerno, a cuya señal ellos se recogen, y al instante se le
  296. representó a D. Quijote lo que deseaba, que era que algún enano
  297. hacía señal de su venida, y así con extraño contento llegó a la
  298. venta y a las damas, las cuales, como vieron venir un hombre de
  299. aquella suerte armado, y con lanza y adarga, llenas de miedo se
  300. iban a entrar en la venta; pero Don Quijote, coligiendo por su
  301. huida su miedo, alzándose la visera de papelón y descubriendo su
  302. seco y polvoso rostro, con gentil talante y voz reposada les
  303. dijo: non fuyan las vuestras mercedes, nin teman desaguisado
  304. alguno, ca a la órden de caballería que profeso non toca ni
  305. atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan altas doncellas, como
  306. vuestras presencias demuestran.
  307.  
  308. Mirábanle las mozas y andaban con los ojos buscándole el
  309. rostro que la mala visera le encubría; mas como se oyeron llamar
  310. doncellas, cosa tan fuera de su profesión, no pudieron tener la
  311. risa, y fue de manera, que Don Quijote vino a correrse y a
  312. decirles: Bien parece la mesura en las fermosas, y es mucha
  313. sandez además la risa que de leve causa procede; pero non vos lo
  314. digo porque os acuitedes ni mostredes mal talante, que el mío
  315. non es de al que de serviros.
  316.  
  317. El lenguaje no entendido de las señoras, y el mal talle de
  318. nuestro caballero, acrecentaba en ellas la risa y en él el
  319. enojo; y pasara muy adelante, si a aquel punto no saliera el
  320. ventero, hombre que por ser muy gordo era muy pacífico, el cual,
  321. viendo aquella figura contrahecha, armada de armas tan
  322. desiguales, como eran la brida, lanza, adarga y coselete, no
  323. estuvo en nada en acompañar a las doncellas en las muestras de
  324. su contento; mas, en efecto, temiendo la máquina de tantos
  325. pertrechos, determinó de hablarle comedidamente, y así le dijo:
  326. si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén del lecho
  327. (porque en esta venta no hay ninguno), todo lo demás se hallará
  328. en ella en mucha abundancia. Viendo Don Quijote la humildad del
  329. alcaide de la fortaleza (que tal le pareció a él el ventero y la
  330. venta), respondió: para mí, señor castellano, cualquiera cosa
  331. basta, porque mis arreos son las armas, mi descanso el pelear,
  332. etc.
  333.  
  334. Pensó el huésped que el haberle llamado castellano había
  335. sido por haberle parecido de los senos de Castilla, aunque él
  336. era andaluz y de los de la playa de Sanlúcar, no menos ladrón
  337. que Caco, ni menos maleante que estudiante o paje. Y así le
  338. respondió: según eso, las camas de vuestra merced serán duras
  339. peñas, y su dormir siempre velar; y siendo así, bien se puede
  340. apear con seguridad de hallar en esta choza ocasión y ocasiones
  341. para no dormir en todo un año, cuanto más en una noche. Y
  342. diciendo esto, fue a tener del estribo a D. Quijote, el cual se
  343. apeó con mucha dificultad y trabajo, como aquel que en todo
  344. aquel día no se había desayunado. Dijo luego al huésped que le
  345. tuviese mucho cuidad de su caballo, porque era la mejor pieza
  346. que comía pan en el mundo.
  347.  
  348. Miróle el ventero, y no le pareció tan bueno como Don
  349. Quijote decía, ni aun la mitad; y acomodándole en la
  350. caballeriza, volvió a ver lo que su huésped mandaba; al cual
  351. estaban desarmando las doncellas (que ya se habían reconciliado
  352. con él), las cuales, aunque le habían quitado el peto y el
  353. espaldar, jamás supieron ni pudieron desencajarle la gola, ni
  354. quitarle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas
  355. verdes, y era menester cortarlas, por no poderse queitar los
  356. nudos; mas él no lo quiso consentir en ninguna manera; y así se
  357. quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la más
  358. graciosa y extraña figura que se pudiera pensar; y al desarmarle
  359. (como él se imaginaba que aquellas traídas y llevadas que le
  360. desarmaban, eran algunas principales señoras y damas de aquel
  361. castillo), les dijo con mucho donaire:
  362.  
  363. Nunca fuera caballero
  364. de damas tan bien servido,
  365. como fuera D. Quijote
  366. cuando de su aldea vino;
  367. doncellas curaban dél,
  368. princesas de su Rocino.
  369.  
  370. O Rocinante, que este es el nombre, señoras mías, de mi
  371. caballo, y Don Quijote de la Mancha el mío; que puesto que no
  372. quisiera descubrirme fasta que las fazañas fechas en vuestro
  373. servicio y pro me descubrieran, la fuerza de acomodar al
  374. propósito presente este romance viejo de Lanzarote, ha sido
  375. causa que sepáis mi nombre antes de toda sazón; pero tiempo
  376. vendrá en que las vuestras señorías me manden, y yo obedezca, y
  377. el valor de mi brazo descubra el deseo que tengo de serviros.
  378. Las mozas, que no estaban hechas a oír semejantes retóricas, no
  379. respondían palabra; sólo le preguntaron si quería comer alguna
  380. cosa. Cualquiera yantaría yo, respondió D. Quijote, porque a lo
  381. que entiendo me haría mucho al caso. A dicha acertó a ser
  382. viernes aquél día, y no había en toda la venta sino unas
  383. raciones de un pescado, que en Castilla llaman abadejo, y en
  384. Andalucía bacalao, y en otras partes curadillo, y en otras
  385. truchuela.
  386.  
  387. Preguntáronle si por ventura comería su merced truchuela,
  388. que no había otro pescado que darle a comer. Como haya muchas
  389. truchuelas, respondió D. Quijote, podrán servir de una trueba;
  390. porque eso se me da que me den ocho reales en sencillos, que una
  391. pieza de a ocho. Cuanto más, que podría ser que fuesen estas
  392. truchuelas como la ternera, que es mejor que la vaca, y el
  393. cabrito que el cabrón. Pero sea lo que fuere, venga luego, que
  394. el trabajo y peso de las armas no se puede llevar sin el
  395. gobierno de las tripas. Pusiéronle la mesa a la puerta de la
  396. venta por el fresco, y trájole el huésped una porción de mal
  397. remojado, y peor cocido bacalao, y un pan tan negro y mugriento
  398. como sus armas. Pero era materia de grande risa verle comer,
  399. porque como tenía puesta la celada y alzada la visera, no podía
  400. poner nada en la boca con sus manos, si otro no se lo daba y
  401. ponía; y así una de aquellas señoras sería de este menester; mas
  402. el darle de beber no fue posible, ni lo fuera si el ventero no
  403. horadara una caña, y puesto el un cabo en la boca, por el otro,
  404. le iba echando el vino. Y todo esto lo recibía en paciencia, a
  405. trueco de no romper las cintas de la celada.
  406.  
  407. Estando en esto, llegó acaso a la venta un castrador de
  408. puercos, y así como llegó sonó su silbato de cañas cuatro o
  409. cinco veces, con lo cual acabó de confirmar Don Quijote que
  410. estaba en algún famoso castillo, y que le servían con música, y
  411. que el abadejo eran truchas, el pan candeal, y las rameras
  412. damas, y el ventero castellano del castillo; y con esto daba por
  413. bien empleada su determinación y salida. Mas lo que más le
  414. fatigaba era el no verse armado caballero, por parecerle que no
  415. se podría poner legítimamente en aventura alguna sin recibir la
  416. órden de caballería.
  417.  
  418. Capítulo tercero
  419.  
  420. Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo D. Quijote en
  421. armarse
  422. caballero.
  423.  
  424. Y así, fatigado de este pensamiento, abrevió su venteril y
  425. limitada cena, la cual acabada llamó al ventero, y encerrándose
  426. con él en la caballeriza, se hincó de rodillas ante él,
  427. diciéndole, no me levantaré jamás de donde estoy, valeroso
  428. caballero, fasta que la vuestra cortesía, me otorgue un don que
  429. pedirle quiero, el cual redundará en alabanza vuestra y en pro
  430. del género humano. El ventero que vió a su huésped a sus pies, y
  431. oyó semejantes razones, estaba confuso mirándole, sin saber qué
  432. hacerse ni decirle, y porfiaba con él que se levantase; y jamás
  433. quiso, hasta que le hubo de decir que él le otorgaba el don que
  434. le pedía. No esperaba yo menos de la gran magnificencia vuestra,
  435. señor mío, respondió D. Quijote; y así os digo que el don que os
  436. he pedido, y de vuestra liberalidad me ha sido otorgado, es que
  437. mañana, en aquel día, me habéis de armar caballero, y esta noche
  438. en la capilla de este vuestro castillo velaré las armas; y
  439. mañana, como tengo dicho, se cumplirá lo que tanto deseo, para
  440. poder, como se debe, ir por todas las cuatro partes del mundo
  441. buscando las aventuras en pro de los menesterosos, como está a
  442. cargo de la caballería y de los caballeros andantes, como yo
  443. soy, cuyo deseo a semejantes fazañas es inclinado. El ventero,
  444. que como está dicho, era un poco socarrón, y ya tenía algunos
  445. barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo
  446. cuando acabó de oír semejantes razones, y por tener que reír
  447. aquella noche, determinó seguirle el humor; así le dijo que
  448. andaba muy acertado en lo qeu deseaba y pedía, y que tal
  449. prosupuesto era propio y natural de los caballeros tan
  450. principales como él parecía, y como su gallarda presencia
  451. mostraba, y que él ansimesmo, en los años de su mocedad se había
  452. dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del
  453. mundo buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los
  454. percheles de Málaga, islas de Riarán, compás de Sevilla,
  455. azoguejo de Segovia, la olivera de Valencia, rondilla de
  456. Granada, playa de Sanlúcar, potro de Córdoba, y las ventillas de
  457. Toledo, y otras diversas partes donde había ejercitado la
  458. ligereza de sus pies y sutileza de sus manos, haciendo muchos
  459. tuertos, recuestando muchas viudas, deshaciendo algunas
  460. doncellas, y engañando a muchos pupilos, y finalmente, dándose a
  461. conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en toda
  462. España; y que a lo último se había venido a recoger a aquel su
  463. castillo, donde vivía con toda su hacienda y con las ajenas,
  464. recogiendo en él a todos los caballeros andantes de cualquiera
  465. calidad y condición que fuesen, sólo por la mucha afición que
  466. les tenía, y porque partiesen con él de su shaberes en pago de
  467. su buen deseo. Díjole también que en aquel su castillo no había
  468. capilla alguna donde poder velar las armas, porque estaba
  469. derribada para hacerla de nuevo; pero en caso de necesidad él
  470. sabía que se podían velar donde quiera, y que aquella noche las
  471. podría velar en un patio del castillo; que a la mañana, siendo
  472. Dios servido, se harían las debidas ceremonias de manera que él
  473. quedase armado caballero, y tan caballero que no pudiese ser más
  474. en el mundo. Preguntóle si traía dineros: respondió Don Quijote
  475. que no traía blanca, porque él nunca había leído en las
  476. historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese
  477. traído. A esto dijo el ventero que se engañaba: que puesto caso
  478. que en las historias no se escribía, por haberles parecido a los
  479. autores de ellas que no era menester escribir una cosa tan clara
  480. y tan necesaria de traerse, como eran dineros y camisas limpias,
  481. no por eso se había de creer que no los trajeron; y así tuviese
  482. por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes (de
  483. que tantos libros están llenos y atestados) llevaban bien
  484. erradas las bolsas por lo que pudiese sucederles, y que asimismo
  485. llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para
  486. curar las heridas que recibían, porque no todas veces en los
  487. campos y desiertos, donde se combatían y salían heridos, había
  488. quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador
  489. por amigo que luego los socorría, trayendo por el aire, en
  490. alguna nube, alguna doncella o enano con alguna redoma de agua
  491. de tal virtud, que en gustando alguna gota de ella, luego al
  492. punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno
  493. no hubiesen tenido; mas que en tanto que esto no hubiese,
  494. tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada que sus
  495. escuderos fuesen proveídos de dineros y de otras cosas
  496. necesarias, como eran hilas y ungüentos para curarse; y cuando
  497. sucedía que los tales caballeros no tenían escuderos (que eran
  498. pocas y raras veces), ellos mismos lo llevaban todo en unas
  499. alforjas muy sutiles, que casi no se parecían a las ancas del
  500. caballo, como que era otra cosa de más importancia; porque no
  501. siendo por ocasión semejante, esto de llevar alforjas no fue muy
  502. admitido entre los caballeros andantes; y por esto le daba por
  503. consejo (pues aún se lo podía mandar como a su ahijado, que tan
  504. presto lo había de ser), que no caminase de allí adelante sn
  505. dineros y sin las prevenciones referidas, y que vería cuán bien
  506. se hallaba con ellas cuando menos se pensase. Prometióle don
  507. Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y
  508. así se dió luego orden como velase las armas en un corral
  509. grande, que a un lado de la venta estaba, y recogiéndolas Don
  510. Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo
  511. estaba, y embrazando su adarga, asió de su lanza, y con gentil
  512. continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando
  513. comenzó el paseo, comenzaba a cerrar la noche.
  514.  
  515. Contó el ventero a todos cuantos estaban en la venta la
  516. locura de su huésped, la vela de las armas y la armazón de
  517. caballería que esperaba. Admirándose de tan extraño género de
  518. locura, fuéronselo a mirar desde lejos, y vieron que, con
  519. sosegado ademán, unas veces se paseaba, otras arrimado a su
  520. lanza ponía los ojos en las armas sin quitarlos por un buen
  521. espacio de ellas. Acabó de cerrar la noche; pero con tanta
  522. claridad de la luna, que podía competir con el que se le
  523. prestaba, de manera que cuanto el novel caballero hacía era bien
  524. visto de todos.
  525.  
  526. Antojósele en esto a uno de los arrieros que estaban en la
  527. venta ir a dar agua a su recua, y fue menester quitar las armas
  528. de Don Quijote, que estaban sobre la pila, el cual, viéndole
  529. llegar, en voz alta le dijo: ¡Oh tú, quienquiera que seas,
  530. atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más
  531. valeroso andante que jamás se ciñó espada, mira lo que haces, y
  532. no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu
  533. atrevimiento! No se curó el arriero de estas razones (y fuera
  534. mejor que se curara, porque fuera curarse en salud); antes,
  535. trabando de las correas, las arrojó gran trecho de sí, lo cual
  536. visto por Don Quijote, alzó los ojos al cielo, y puesto el
  537. pensamiento (a lo que pareció) en su señora Dulcinea, dijo:
  538. acorredme, señora mía, en esta primera afrenta que a este
  539. vuestro avasallado pecho se le ofrece; no me desfallezca en este
  540. primero trance vuestro favor y amparo: y diciendo estas y otras
  541. semejantes razones, soltando la adarga, alzó la lanza a dos
  542. manos y dió con ella tan gran golpe al arriero en la cabeza, que
  543. le derribó en el suelo tan maltrecho, que, si secundara con
  544. otro, no tuviera necesidad de maestro que le curara. Hecho esto,
  545. recogió sus armas, y tornó a pasearse con el mismo reposo que
  546. primero. Desde allí a poco, sin saberse lo que había pasado
  547. (porque aún estaba aturdido el arriero), llegó otro con la misma
  548. intención de dar agua a sus mulos; y llegando a quitar las armas
  549. para desembarazar la pila, sin hablar Don Quijote palabra, y sin
  550. pedir favor a nadie, soltó otra vez la adarga, y alzó otra vez
  551. la lanza, y sin hacerla pedazos hizo más de tres la cabeza del
  552. segundo arriero, porque se la abrió por cuatro. Al ruido acudió
  553. toda la gente de la venta, y entre ellos el ventero. Viendo esto
  554. Don Quijote, embrazó su adarga, y puesta mano a su espada, dijo:
  555. ¡Oh, señora de la fermosura, esfuerzo y vigor del debilitado
  556. corazón mío, ahora es tiempo que vuelvas los ojos de tu grandeza
  557. a este tu cautivo caballero, que tamaña aventura está
  558. atendiendo! Con esto cobró a su parecer tanto ánimo, que si le
  559. acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie
  560. atrás. Los compañeros de los heridos que tales los vieron,
  561. comenzaron desde lejos a llover piedras sobre Don Quijote, el
  562. cual lo mejor que podía se reparaba con su adarga y no se osaba
  563. apartar de la pila por no desamparar las armas. El ventero daba
  564. voces que le dejasen, porque ya les había dicho como era loco, y
  565. que por loco se libraría, aunque los matase a todos. También Don
  566. Quijote las daba mayores, llamándolos de alevosos y traidores, y
  567. que el señor del castillo era un follón y mal nacido caballero,
  568. pues de tal manera consentía que se tratasen los andantes
  569. caballeros, y que si él hubiera recibido la orden de caballería,
  570. que él le diera a entender su alevosía; pero de vosotros, soez y
  571. baja canalla, no hago caso alguno: tirad, llegad, venid y
  572. ofendedme en cuanto pudiéredes, que vosotros veréis el pago que
  573. lleváis de vuestra sandez y demasía. Decía esto con tanto brío y
  574. denuedo, que infundió un terrible temor en los que le acometían;
  575. y así por esto como por las persuasiones del ventero, le dejaron
  576. de tirar, y él dejó retirar a los heridos, y tornó a la vela de
  577. sus armas con la misma quietud y sosiego que primero.
  578.  
  579. No le parecieron bien al ventero las burlas de su huésped,
  580. y determinó abreviar y darle la negra orden de caballería luego,
  581. antes que otra desgracia sucediese; y así, llegándose a él se
  582. disculpó de la insolencia que aquella gente baja con él había
  583. usado, sin que él supiese cosa alguna; pero que bien castigado
  584. quedaban de su atrevimiento. Díjole, como ya le había dicho, que
  585. en aquel castillo no había capilla, y para lo que restaba de
  586. hacer tampoco era necesaria; que todo el toque de quedar armado
  587. caballero consistía en la pescozada y en el espaldarazo, según
  588. él tenía noticia del ceremonial de la orden, y que aquello en
  589. mitad de un campo se podía hacer; y que ya había cumplido con lo
  590. que tocaba al elar de las armas, que con solas dos horas de vela
  591. se cumplía, cuanto más que él había estado más de cuatro.
  592.  
  593. Todo se lo creyó Don Quijote, y dijo que él estaba allí
  594. pronto para obedecerle, y que concluyese con la mayor brevedad
  595. que pudiese; porque si fuese otra vez acometido, y se viese
  596. armado caballero, no pensaba dejar persona viva en el castillo,
  597. excepto aquellas que él le mandase, a quien por su respeto
  598. dejaría. Advertido y medroso de esto el castellano, trajo luego
  599. un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los
  600. arrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con
  601. las dos ya dichas doncellas, se vino a donde Don Quijote estaba,
  602. al cual mandó hincar de rodillas, y leyendo en su manual como
  603. que decía alguna devota oración, en mitad de la leyenda alzó la
  604. mano, y dióle sobre el cuello un buen golpe, y tras él con su
  605. misma espada un gentil espaldarazo, siempre murmurando entre
  606. dientes como que rezaba. Hecho esto, mandó a una de aquellas
  607. damas que le ciñese la espada, la cual lo hizo con mucha
  608. desenvoltura y discreción, porque no fue menester poca para no
  609. reventar de risa a cada punto de las ceremonias; pero las
  610. proezas que ya habían visto del novel caballero les tenía la
  611. risa a raya. Al ceñirle la espada dijo la buena señora: Dios
  612. haga a vuestra merced muy venturoso caballero, y le dé ventura
  613. en lides. Don Quijote le preguntó como se llamaba, porque él
  614. supiese de allí adelante a quién quedaba obligado por la merced
  615. recibida, porque pensaba darle alguna parte de la honra que
  616. alcanzase por el valor de su brazo. Ella respondió con mucha
  617. humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un
  618. remendón, natural de Toledo, que vivía a las tendillas de Sancho
  619. Bienaya, y que donde quiera que ella estuviese le serviría y le
  620. tendría por señor. Don Quijote le replicó que por su amor le
  621. hiciese merced, que de allí en adelante se pusiese don, y se
  622. llamase doña Tolosa. Ella se lo prometió; y la otra le calzó la
  623. espuela, con la cual le pasó casi el mismo coloquio que con la
  624. de la espada. Preguntóle su nombre, y dijo que se llamaba la
  625. Molinera, y que era hija de un honrado molinero de Antequera; a
  626. la cual también rogó Don Quijote que se pusiese don, y se
  627. llamase doña Molinera, ofreciéndole nuevos servicios y mercedes.
  628.  
  629. Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca
  630. vistas ceremonias, no vió la hora Don Quijote de verse a caballo
  631. y salir buscando las aventuras; y ensillando luego a Rocinante,
  632. subió en él, y abrazando a su huésped, le dijo cosas tan
  633. extrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero,
  634. que no es posible acertar a referirlas. El ventero, por verle ya
  635. fuera de la venta, con no menos retóricas, aunque con más breves
  636. palabras, respondió a las suyas, y sin pedirle la costa de la
  637. posada, le dejó ir a la buena hora.
  638.  
  639. Capítulo cuarto
  640.  
  641. De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la
  642. venta
  643.  
  644. La del alba sería cuando Don Quijote salió de la venta, tan
  645. contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado
  646. caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo.
  647. Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped acerca de
  648. las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, en
  649. especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa
  650. y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de
  651. recibir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos,
  652. pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería.
  653. Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea, el cual
  654. casi conociendo la querencia, con tanta gana comenzó a caminar,
  655. que parecía que no ponía los pies en el suelo. No había andado
  656. mucho, cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura
  657. de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas, como
  658. de persona que se quejaba; y apenas las hubo oído, cuando dijo:
  659. gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto
  660. me pone ocasiones delante, donde yo pueda cumplir con lo que
  661. debo a mi profesión, y donde pueda coger el fruto de mis buenos
  662. deseos: estas voces sin duda son de algún menesteroso o
  663. menesterosa, que ha menester mi favor y ayuda: y volviendo las
  664. riendas encaminó a Rocinante hacia donde le pareció que las
  665. voces salían; y a pocos pasos que entró por el bosque, vió atada
  666. una yegua a una encina, y atado en otra un muchacho desnudo de
  667. medio cuerpo arriba, de edad de quince años, que era el que las
  668. voces daba y no sin causa, porque le estaba dando con una
  669. pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le
  670. acompañaba con una reprensión y consejo, porque decía: la lengua
  671. queda y los ojos listos. Y el muchacho respondía: no lo haré
  672. otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo haré otra
  673. vez, y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el
  674. hato. Y viendo Don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo:
  675. descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se
  676. puede; subid sobre vuestro caballo y tomad vuestra lanza, (que
  677. también tenía una lanza arrimada a la encina, adonde estaba
  678. arrendada la yegua) que yo os haré conocer ser de cobardes lo
  679. que estáis haciendo.
  680.  
  681. El labrador, que vió sobre sí aquella figura llena de
  682. armas, blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto, y
  683. con buenas palabras respondió: señor caballero, este muchacho
  684. que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de guardar
  685. una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual es
  686. tan descuidado que cada día me falta una, y porque castigo su
  687. descuido o bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no
  688. pagarle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que
  689. miente. ¿Miente, delante de mí, ruin villano? dijo Don Quijote.
  690. Por el sol que nos alumbra, que estoy por pasaros de parte a
  691. parte con esta lanza: pagadle luego sin más réplica; si no, por
  692. el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto:
  693. desatadlo luego. El labrador bajó la cabeza, y sin responder
  694. palabra desató a su criado, al cual preguntó Don Quijote que
  695. cuánto le debía su amo. El dijo que nueve meses, a siete reales
  696. cada mes. Hizo la cuenta Don Quijote, y halló que montaban
  697. sesenta y tres reales, y díjole al labrador que al momento los
  698. desembolsase, si no quería morir por ello. Respondió el medroso
  699. villano, que por el paso en que estaba y juramento que había
  700. hecho (y aún no había jurado nada), que no eran tantos, porque
  701. se le había de descontar y recibir en cuenta tres pares de
  702. zapatos que le había dado, y un real de dos sangrías que le
  703. habían hecho estando enfermo. Bien está todo eso, replicó Don
  704. Quijote; pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes
  705. que sin culpa le habéis dado, que si él rompió el cuero de los
  706. zapatos que vos pagásteis, vos le habéis rompido el de su
  707. cuerpo, y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en
  708. sanidad se la habéis sacado; así que por esta parte no os debe
  709. nada. El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí
  710. dineros: véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los pagaré
  711. un real sobre otro.
  712.  
  713. ¿Irme yo con él, dijo el muchacho, más? ¡Mal año! No,
  714. señor, ni por pienso, porque en viéndose solo me desollará como
  715. a un San Bartolomé. No hará tal, replicó Don Quijote; basta que
  716. yo se lo mande para que me tenga respeto, y con que él me lo
  717. jure por la ley de caballería que ha recibido, le dejaré ir
  718. libre y aseguraré la paga. Mire vuestra merced, señor, lo que
  719. dice, dijo el muchacho, que este mi amo no es caballero, ni ha
  720. recibido orden de caballería alguna, que es Juan Haldudo el
  721. rico, vecino del Quintanar. Importa poco eso, respondió Don
  722. Quijote, que Haldudos puede haber caballeros, cuanto más que
  723. cada uno es hijo de sus obras. Así es verdad, dijo Andrés; pero
  724. este mi amo, ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y
  725. mi sudor y trabajo? No niego, hermano Andrés, respondió el
  726. labrador, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro, por
  727. todas las órdenes de caballerías hay en el mundo, de pagaros,
  728. como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados. Del
  729. sahumerio os hago gracia, dijo Don Quijote, dádselos en reales,
  730. que con esto me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis
  731. jurado; si no, por el mismojuramento os juro de volver a
  732. buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar aunque os
  733. escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os
  734. manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo,
  735. sabed que yo soy el valeroso Don Quijote de la Mancha, el
  736. desfacedor de agravios y sinrazones; y a Dios quedad, y no se os
  737. parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena
  738. pronunciada.
  739.  
  740. Y en diciendo esto picó a su Rocinante, y en breve espacio
  741. se apartó de ellos. Siguióle el labrador con los ojos, y cuando
  742. vió que había traspuesto el bosque y que ya no parecía, volvióse
  743. a su criado Andrés y díjole: Venid acá, hijo mío, que os quiero
  744. pagar lo que os debo, como aquel desfacedor de agravios me dejó
  745. mandado. Eso juro yo, dijo Andrés, y como que andará vuestra
  746. merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen
  747. caballero, que mil años viva, que según es de valeroso y de buen
  748. jue, vive Roque, que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que
  749. dijo. También lo juro yo, dijo el labrador; pero por lo mucho
  750. que os quiero, quiero acrecentar la deuda por acrecentar la
  751. paga. Y asiéndolo del brazo, le tornó a atar a la encina, donde
  752. le dió tantos azotes, que le dejó por muerto. Llamad, señor
  753. Andrés, ahora, decía el labrador, al desfacedor de agravios,
  754. veréis cómo no desface aqueste, aunque creo que no está acabado
  755. de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como vos
  756. temíades.
  757.  
  758. Pero al fin le desató, y le dió licencia que fuese a buscar
  759. a su juez para que ejecutase la pronunciada sentencia. Andrés se
  760. partió algo mohino, jurando de ir a buscar al valeroso Don
  761. Quijote de la Mancha, y contarle punto por punto lo que había
  762. pasado, y que se lo había de pagar con setenas, pero con todo
  763. esto, él se partió llorando y su amo se quedó riendo.
  764.  
  765. Y de esta manera deshizo el agravio el valeroso Don
  766. Quijote, el cual, contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que
  767. había dado felicísimo y alto principio a sus caballerías, con
  768. gran satisfacción de sí mismo iba caminando hacia su aldea,
  769. diciendo a media voz: Bien te puedes llamar dichosas sobre
  770. cuantas hoy viven en la tierra, oh sobre las bellas, bella
  771. Dulcinea del Toboso, pues te cupo en suerte tener sujeto y
  772. rendido a toda tu voluntad y talante a un tan valiente y tan
  773. nombrado caballero, como lo es y será Don Quijote de la Mancha,
  774. el cual, como todo el mundo sabe, ayer recibió la orden de
  775. caballería, y hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que
  776. formó la sinrazón y cometió la crueldad; hoy quitó el látigo de
  777. la mano a aquel despiadado enemigo que tan sin ocasión
  778. valpuleaba a aquel delicado infante. En esto llegó a un camino
  779. que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación
  780. las encrucijadas donde los caballeros andantes se ponían a
  781. pensar cuál camino de aquellos tomarían; y por imitarlos, estuvo
  782. un rato quedo, y al cabo de haberlo muy bien pensado soltó la
  783. rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el
  784. cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su
  785. caballeriza, y habiendo andado como dos millas, descubrió Don
  786. Quijote un gran tropel de gente que, como después se supo, eran
  787. unos mercaderes toledanos, que iban a comprar a Murcia. Eran
  788. seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a
  789. caballo y tres mozos de mulas a pie.
  790.  
  791. Apenas les divisó Don Quijote, cuando se imaginó ser cosa
  792. de nueva aventura, y por imitar en todo, cuanto a él le parecía
  793. posible, los pasos que había leído en su s libros, le pareció
  794. venir allí de molde uno que pensaba hacer; y así con gentil
  795. continente y denuedo se afirmó bien en los estribos, apretó la
  796. lanza, llegó la adarga al pecho, y puesto en la mitad del camino
  797. estuvo esperando que aquellos caballeros andantes llegasen (que
  798. ya él por tales los tenía y juzgaba); y cuando llegaron a trecho
  799. que se pudieron ver y oír, levantó Don Quijote la voz, y con
  800. ademán arrogante dijo: todo el mundo se tenga, si todo el mundo
  801. no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que
  802. la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.
  803.  
  804. Paráronse los mercaderes al son de estas razones, y al ver
  805. la estraña figura del que las decía, y por la figura y por ellas
  806. luego echaron de ver la locura de su dueño, mas quisieron ver
  807. despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía; y uno
  808. de ellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo:
  809. señor caballero, nosotros no conocemos quién es esa buena señora
  810. que decís; mostrádnosla, que si ella fuere de tanta hermosura
  811. como significáis, de buena gana y sin apremio alguno
  812. confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida. Si
  813. os la mostrara, replicó Don Quijote, ¿qué hiciérades vosotros en
  814. confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin
  815. verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender;
  816. donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia:
  817. que ahora vengáis uno a uno, como pide la orden de caballería,
  818. ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de
  819. vuestra ralea, aquí os aguardo y espero, confiado en la razón
  820. que de mi parte tengo. Señor caballero, replicó el mercader,
  821. suplico a vuestra merced en nombre de todos estos príncipes que
  822. aquí estamos, que, porque no carguemos nuestras conciencias,
  823. confesando una cosa por nosotros jamás vista ni oída, y más
  824. siendo tan en perjuicio de las emperatrices y reinas del
  825. Alcarria y Extremadura, que vuestra merced sea servido de
  826. mostrarnos algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño como
  827. un grano de trigo, que por el hilo se sacará el ovillo, y
  828. quedaremos con esto satisfechos y seguros, y vuestra merce
  829. quedará contento y pagado; y aun creo que estamos ya tan de su
  830. parte, que aunque su retrato nos muestre que es turerta de un
  831. ojo, y que del otro le mana bermellón y piedra azufre, con todo
  832. eso, por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo
  833. que quisiere. No le mana, canalla infame, respondió Don Quijote
  834. encendido en cólera, no le mana, digo, eso que decís, sino ámbar
  835. y algalia entre algodones, y no es tuerta ni corcobada, sino más
  836. derecha que un huso de Guadarrama; pero vosotros pagaréis la
  837. grande blasfemia que habéis dicho contra tamaña beldad, como es
  838. la de mi señora. Y en diciendo esto, arremetió con la lanza baja
  839. contra el que lo había dicho, con tanta furia y enojo, que si la
  840. buena suerte no hiciera que en la mitad del camino tropezara
  841. Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader. Cayó Rocinante, y
  842. fue rodando su amo una buena pieza por el campo, y queriéndose
  843. levantar, jamás pudo: tal embarazo le causaba la lanza, espuelas
  844. y celada, con el peso de las antiguas armas. Y entre tanto que
  845. pugnaba por levantarse y no podía, estaba diciendo: non fuyáis,
  846. gente cobarde, gente cautiva, atended que no por culpa mía, sino
  847. de mi caballo, estoy aquí tendido. Un mozo de mulas de los que
  848. allí venían, que no debía de ser muy bien intencionado, oyendo
  849. decir al pobre caído tantas arrogancias, no lo pudo sufrir sin
  850. darle la respuesta en las costillas. Y llegándose a él, tomó la
  851. lanza, y después de haberla hecho pedazos, con uno de ellos
  852. comenzó a dar a nuestro Don Quijote tantos palos, que a despecho
  853. y pesar de sus armas le molió como cibera. Dábanle voces sus
  854. amos que no le diese tanto, y que le dejase; pero estaba ya el
  855. mozo picado, y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el
  856. resto de su cólera; y acudiendo por los demás trozos de la
  857. lanza, los acabó de deshacer sobre el miserable caído, que con
  858. toda aquella tempestad de palos que sobre él lovía, no cerraba
  859. laboca, amenazando al cielo y a la tierra y a los malandrines,
  860. que tal le parecían. Cansóse el mozo, y los mercaderes siguieron
  861. su camino, llevando que contar en todo él del pobre apaleado, el
  862. cual, después que se vió solo, tornó a probar si podía
  863. levantarse; pero, si no lo pudo hacer cuando sano y bueno, ¿cómo
  864. lo haría molido y casi deshecho? Y aún se tenía por dichoso,
  865. pareciéndole que aquella era propia desgracia de caballeros
  866. andantes, y toda la atribuía a la falta de su caballo; y no era
  867. posible levantarse, según tenía abrumado todo el cuerpo.
  868.  
  869.  
  870. Capítulo quinto
  871.  
  872. Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro
  873. caballero
  874.  
  875. Viendo, pues, que en efecto no podía menearse, acordó de
  876. acogerse a su ordinario remedio, que era pensar en algún paso de
  877. sus libros, y trájole su cólera a la memoria aquel de Baldovinos
  878. y del marqués de Mantua, cuando Carloto le dejó herido en la
  879. montaña... historia sabida de los niños, no ignorada de los
  880. mozos, celebrada y aun creída de viejos, y con todo esto no más
  881. verdadera que los milagros de Mahoma. Esta, pues, le pareció a
  882. él que le venía de molde para el paso en que se hallaba, y así
  883. con muestras de grande sentimiento, se comenzó a volcar por la
  884. tierra, y a decir con debilitado aliento lo mismo que dicen
  885. decía el herido caballero del bosque:
  886.  
  887. ¿Donde estáis, señora mía,
  888. que no te duele mi mal?
  889. O no lo sabes, señora,
  890. o eres falsa y desleal.
  891.  
  892. Y de esta manera fue prosiguiendo el romance hasta aquellos
  893. versos que dicen:
  894.  
  895. Oh noble marqués de Mantua,
  896. mi tío y señor Carnal.
  897.  
  898. Y quiso la suerte que cuando llegó a este verso acertó a
  899. pasar por allí un labrador de su mismo lugar, y vecino suyo, que
  900. venía de llevar una carga de trigo al molino; el cual, viendo
  901. aquel hombre allí tendido, se llegó a él y le preguntó que quién
  902. era y qué mal sentía que tan tristemente se quejaba. Don Quijote
  903. creyó sin duda que aquel era el marqués de Mantua su tío, y así
  904. no le respondió otra cosa sino fue proseguir en su romance,
  905. donde le daba cuenta de su desgracia y de los amores del hijo
  906. del Emperante con su esposa, todo de la misma manera que el
  907. romance lo canta. El labrador estaba admirado oyendo aquellos
  908. disparates, y quitándole la visera, que ya estaba hecha pedazos
  909. de los palos, le limpió el rostro que lo tenía lleno de polvo; y
  910. apenas le hubo limpiado, cuando le conoció y le dijo: señor
  911. Quijada (que así se debía de llamar cuando él tenía juicio, y no
  912. había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante) ¿quién ha
  913. puesto a vuestra merced de esta suerte? Pero él, seguía con su
  914. romance a cuanto le preguntaba. Viendo esto el buen hombre, lo
  915. mejor que pudo le quitó el peto y espaldar, para ver si tenía
  916. alguna herida; pero no vió sangre ni señal alguna. Procuró
  917. levantarle del suelo, y no con poco trabajo le subió sobre su
  918. jumento, por parecerle caballería más sosegada. Recogió las
  919. armas hasta las astillas de la lanza, y liólas sobre Rocinante,
  920. al cual tomó de la rienda, y del cabestro al asno, y se encaminó
  921. hacia su pueblo, bien pensativo de oír los disparates que Don
  922. Quijote decía; y no menos iba Don Quijote, que de puro molido y
  923. quebrantado no se podía tener sobre el borrico, y de cuando en
  924. cuando daba unos suspiro que los ponía en el cielo, de modo que
  925. de nuevo obligó a que el labrador le preguntase le dijese qué
  926. mal sentía; y no parece sino que el diablo le traía a la memoria
  927. los cuentos acomodados a sus sucesos, porque en aquel punto,
  928. olvidándose de Baldovinos, se acordó del moro Abindarráez cuando
  929. el alcaide de Antequera Rodrigo de Narváez le prendió, y llevó
  930. cautivo a su alcaidía. De suerte que cuando el labrador le
  931. volvió a preguntar cómo estaba y qué sentía, le respondió las
  932. mismas palabras y razones que el cautivo Abencerraje respondía a
  933. Rodrigo de Narváez, del mismo modo que él había leído la
  934. historia en la Diana de Jorge de Montemayor, donde se escribe;
  935. aprovechándose de ella tan de propósito que el labrador se iba
  936. dando al diablo de oír tanta máquina de necedades; por donde
  937. conoció que su vecino estaba loco, y dábase priesa a llegar al
  938. pueblo, por excusar el enfado que Don Quijote le causaba con su
  939. larga arenga. Al cabo de lo cual dijo; sepa vuestra merced,
  940. señor Don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifa, que he
  941. dicho, es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he
  942. hecho, hago y haré los más famosos hechos de caballerías que se
  943. han visto, vean, ni verán en el mundo.
  944.  
  945. A esto respondió el labrador: mire vuestra merced, señor,
  946. ¡pecador de mí! que yo no soy don Rodrigo de Narváez, ni el
  947. marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra
  948. merced es Baldominos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo
  949. del señor Quijada; yo sé quien soy, respondió Don Quijote, y sé
  950. que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los doce
  951. Pares de Francia, y aún todos los nueve de la fama, pues a todas
  952. las hazañas que ellos todos juntos y cada uno de por sí
  953. hicieron, se aventajarán las mías.
  954.  
  955. En estas pláticas y otras semejantes llegaron al lugar a la
  956. hora que anochecía; pero el labrador aguardó a que fuese algo
  957. más noche, porque no viesen al molido hidalgo tan mal caballero.
  958. Llegada, pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo y en
  959. casa de Don Quijote, la cual halló toda alborotada, y estaban en
  960. ella el cura y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de
  961. Don Quijote, que estaba diciéndoles su ama a voces: ¿qué le
  962. parece a vuestra merced, señor licenciado, Pero Pérez, que así
  963. se llamaba el cura, de la desgracia de mi señor? Seis días ha
  964. que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza, ni
  965. las armas. ¡Desventurada de mí! que me doy a entender, y así es
  966. ello la verdad como nací para morir, que estos malditos libros
  967. de caballerías que él tiene, y suele leer tan de ordinario, le
  968. han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle oído decir
  969. muchas veces hablando entre sí, que quería hacerse caballero
  970. andante, e irse a buscar las aventuras por esos mundos.
  971. Encomendados sean a Satanás y a Barrabás tales libros, que así
  972. han echado a perder el más delicado entendimiento que había en
  973. toda la Mancha. La sobrina decía lo mismo, y aún decía más:
  974. sepa, señor maese Nicolás, que este era el nombre del barbero,
  975. que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en
  976. estos desalmados libros de desventuras dos días con sus noches:
  977. al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía
  978. mano a la espada, y andaba a cuchilladas con las paredes; y
  979. cuando estaba muy cansado, decía que había muerto a cuatro
  980. gigantes como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio
  981. decía que era sangre de las feridas que había recibido en la
  982. batalla; y bebíase luego un gan jarro de agua fría, y quedaba
  983. sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosísisma
  984. bebida que le había traído el sabio Esquife, un grande
  985. encantador y amigo suyo. Mas yo me tengo la culpa de todo, que
  986. no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío,
  987. para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y
  988. quemaran todos estos descomulgados libros (que tiene muchos),
  989. que bien merecen ser abrasados como si fuesen de herejes. Esto
  990. digo yo también, dijo el cura, y a fe que no se pase el día de
  991. mañana sin que de ellos no se haga auto público, y sean
  992. condenados al fuego, porque no den ocasión a quien los leyere de
  993. hacer lo que mi buen amigo debe de haber hecho.
  994.  
  995. Todo esto estaban oyendo el labrador y Don Quijote, con que
  996. acabó de entender el labrador la enfermedad de su vecino, y así
  997. comenzó a decir a voces: abran vuestras mercedes al señor
  998. Baldovinos y al señor marqués de Mantua, que viene mal ferido, y
  999. al señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo
  1000. de Narváez, alcaide de Antequera. A estas voces salieron todos,
  1001. y como conocieron los unos a su amigo, las otras a su amo y tío,
  1002. que aún no se había apeado del jumento, porque no podía,
  1003. corrieron a abrazarle. El dijo: ténganse todos, que vengo mal
  1004. ferido por la culpa de mi caballo; llévenme a mi lecho, y
  1005. llámese si fuere posible, a la sabia Urganda, que cure y cate
  1006. mis feridas. Mirad en hora mala, dijo a este punto el ama, si me
  1007. decía a mí bien mi corazón del pie que cojeaba mi señor. Suba
  1008. vuestra merced en buena hora, que sin que venga esa Urganda le
  1009. sabremos aquí curar. Malditos, digo, sean otra vez y otras
  1010. ciento estos libros de caballería que tal han parado a vuestra
  1011. merced.
  1012.  
  1013. Lleváronle luego a la cama, y catándole las feridas, no le
  1014. hallaron ninguna; y él dijo que todo era molimiento, por haber
  1015. dado una gran caída con Rocinante, su caballo, combatiéndose con
  1016. diez jayanes, los más desaforados y atrevidos que pudieran
  1017. fallar en gran parte de la tierra. Ta, Ta, dijo el cura;
  1018. ¿jayanes hay en la danza? para mí santiguada, que yo los queme
  1019. mañana antes de que llegue la noche. Hiciéronle a Don Quijote
  1020. mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa, sino que
  1021. le diesen de comer y le dejasen dormir, que era lo que más le
  1022. importaba. Hízose así, y el cura se informó muy a la larga del
  1023. labrador, del modo que había hallado a Don Quijote. El se lo
  1024. contó todo con los disparates que al hallarle y al traerle había
  1025. dicho, que fue poner más deseo en el licenciado de hacer lo que
  1026. el otro día hizo, que fue llevar a su amigo el barbero maese
  1027. Nicolás, con el cual se vino a casa de Don Quijote.
  1028.  
  1029.  
  1030. Capítulo sexto
  1031.  
  1032. Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero
  1033. hicieron en la
  1034. librería de nuestro ingenioso hidalgo
  1035.  
  1036. El cual aún todavía dormía. Pidió las llaves a la sobrina
  1037. del aposento donde estaban los libros autores del daño, y ella
  1038. se las dió de muy buena gana. Entraron dentro todos, y el ama
  1039. con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de libros grandes muy
  1040. bien encuadernados, y otros pequeños; y así como el ama los vió,
  1041. volvióse a salir del aposento con gran priesa, y tornó luego con
  1042. una escudilla de agua bendita y un hisopo, y dijo: tome vuestra
  1043. merced, señor licenciado; rocíe este aposento, no esté aquí
  1044. algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos
  1045. encanten en pena de la que les queremos dar echándolos del
  1046. mundo. Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó
  1047. al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para
  1048. ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no
  1049. mereciesen castigo de fuego. No, dijo la sobrina, no hay para
  1050. qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores,
  1051. mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un
  1052. rimero de ellos, y pegarles fuego, y si no, llevarlos al corral,
  1053. y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo. Lo mismo dijo
  1054. el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de
  1055. aquellos inocentes; mas el cura no vino en ello sin primero leer
  1056. siquiera los títulos. Y el primero que maese Nicolás le dió en
  1057. las manos, fue los cuatro de Amadís de Gaula, y dijo el cura:
  1058. parece cosa de misterio esta, porque, según he oído decir, este
  1059. libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y
  1060. todos los demás han tomado principio y origen de este; y así me
  1061. parece que como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos
  1062. sin excusa alguna condenar al fuego. No, señor, dijo el barbero,
  1063. que también he oído decir que es el mejor de todos los libros
  1064. que de este género se han compuesto, y así, como a único en su
  1065. arte, se debe perdonar. Así es verdad, dijo el cura, y por esa
  1066. razón se le otorga la vida por ahora. Veamos ese otro que está
  1067. junto a él. Es, dijo el barbero, Las sergas de Esplandián, hijo
  1068. legítimo de Amadís de Gaula. Pues es verdad, dijo el cura, que
  1069. no le ha de valer al hijo la bondad del padre; tomad, señora am,
  1070. abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón
  1071. de la hoguera que se ha de hacer. Hízolo así el ama con mucho
  1072. contento, y el bueno de Esplandián fue volando al corral,
  1073. esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba.
  1074. Adelante, dijo el cura. Este que viene, dijo el barbero, es
  1075. Amadís de Grecia, y aun todos los de este lado, a lo que creo,
  1076. son del mismo linaje de Amadís. Pues vayan todos al corral, dijo
  1077. el cura, que a trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra, y al
  1078. pastor Darinel, y a sus églogas, y a las endiabladas y revueltas
  1079. razones de su autor, quemara con ellos al padre que me engendró,
  1080. si anduviera en figura de caballero andante. De ese parecer soy
  1081. yo, dijo el barbero. Y aun yo, añadió la sobrina. Pues así es,
  1082. dijo el ama, vengan, y al corral con ellos. Diéronselos, que
  1083. eran muchos, y ella ahorró la escalera, y dió con ellos por la
  1084. ventana abajo. ¿Quién es ese tonel? dijo el cura. Este es,
  1085. respondió el barbero, Don Olicante de Laura. El autor de ese
  1086. libro, dijo el cura, fue el mismo que compuso a Jardín de
  1087. Flores, y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos
  1088. libros es más verdadero, o por decir mejor, menos mentiroso;
  1089. solo sé decir que este irá al corral por disparatado y
  1090. arrogante. Este que sigue es Florismarte de Hircania, dijo el
  1091. barbero. ¿Ahí está el señor Florismarte? replicó el cura. Pues a
  1092. fe que ha de parar presto en el corral a pesar de su extraño
  1093. nacimiento y soñadas aventuras, que no da lugar a otra cosa la
  1094. dureza y sequedad de su estilo; al corral con él, y con ese
  1095. otro, señora ama. Que me place, señor mío, respondió ella... y
  1096. con mucha alegría ejecutaba lo que era mandado. Este es El
  1097. caballero Platir, dijo el barbero. Antiguo libro es ese, dijo el
  1098. cura, y no hallo en él cosa que merezca venia; acompañe a los
  1099. demás sin réplica... Y así fue hecho. Abrióse otro libro, y
  1100. vieron que tenía por título El caballero de la Cruz. Por nombre
  1101. tan santo como este libro tiene, se podía perdonar su
  1102. ignorancia; mas también se suele decir tras la cruz está el
  1103. diablo: vaya al fuego. Tomando el barbero otro libro, dijo: Este
  1104. es Espejo de Caballerías. Ya conozco a su merced, dijo el cura:
  1105. ahí anda el señor Reinaldos del Montalban con sus amigos y
  1106. compañeros, más ladrones que Caco, y los doce Pares con el
  1107. verdadero historiador Turpin; y en verdad que estoy por
  1108. condenarlos no más que a destierro perpetuo, siquiera porque
  1109. tienen parte de la invención del famoso Mato Boyardo, de donde
  1110. también tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto, al
  1111. cual, si aquí le hallo, ya que habla en otra lengua que la suya,
  1112. no le guardaré respeto alguno; pero si habla en su idioma, le
  1113. pondré sobre mi cabeza. Pues yo le tengo en italiano, dijo el
  1114. barbero, mas no le entiendo. Ni aun fuera bien que vos le
  1115. entendiérais, respondió el cura; y aquí le perdonáramos al señor
  1116. capitán, que no le hubiera traído a España, y hecho castellano;
  1117. que le quitó mucho de su natural valor, y lo mismo harán todos
  1118. aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra
  1119. lengua, que por mucho cuidado que pongan y habilidad que
  1120. muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer
  1121. nacimiento. Digo, en efecto, que este libro y todos los que se
  1122. hallaren, que tratan de estas cosas de Francia, se echen y
  1123. depositen en un pozo seco, hasta que con más acuerdo se vea lo
  1124. que se ha de hacer de ellos, exceptuando a un Bernardo del
  1125. Carpio, que anda por ahí, y a otro llamado Roncesvalles, que
  1126. estos, en llegando a mis manos, han de estar en las del alma, y
  1127. de ellas en las del fuego, sin remisión alguna. Todo lo confirmó
  1128. el barbero, y lo tuvo por bien y por cosa muy acertada, por
  1129. entender que era el cura tan buen cristiano y tan amigo de la
  1130. verdad, que no diría otra cosa por todas las del mundo. Y
  1131. abriendo otro libro, vió que era Palmerín de Oliva, y junto a él
  1132. estaba otro que se llamaba Palmerín de Inglaterra, lo cual,
  1133. visto por el licenciado, dijo: esa oliva se haga luego rajas y
  1134. se queme, que aun no queden de ella las cenizas, y esa palma de
  1135. Inglaterra se guarde y se conserve como cosa única, y se haga
  1136. para ella otra caja como la que halló Alejandro en los despojos
  1137. de Darío, que la diputó para guardar en ellas las obras del
  1138. poeta Homero. Este libro, señor compadre, tiene autoridad por
  1139. dos cosas: la una porque él por sí es muy bueno, y la otra,
  1140. porque es fama que le compuso un discreto rey de Portugal. Todas
  1141. las aventuras del castillo de Miraguarda son bonísimas y de
  1142. grande artificio, las razones cortesanas y claras que guardan y
  1143. miran el decoro del que habla, con mucha propiedad y
  1144. entendimiento. Digo, pues, salvo vuestro buen parecer, señor
  1145. maese Nicolás, que este y Amadís de Gaula queden libres del
  1146. fuego, y todos los demás, sin hacer más cala y cata, perezcan.
  1147. No, señor compadre, replicó el Barbero, que este que aquí tengo
  1148. es el afamado Don Belianís. Pues ese, replicó el cura, con la
  1149. segunda y tercera y cuarta parte, tienen necesidad de un poco de
  1150. ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya, y es menester
  1151. quitarles todo aquello del castillo de la fama, y otras
  1152. impertinencias de más importancia, para lo cual se les da
  1153. término ultramarino, y como se enmendaren, así se usará con
  1154. ellos de misericordia o de justicia; y en tanto tenedlos vos,
  1155. compadre, en vuestra casa; mas no lo dejéis leer a ninguno. Que
  1156. me place, respondió el barbero, y sin querer cansarse más en
  1157. leer libros de caballerías, mandó al ama que tomase todos los
  1158. grandes, y diese con ellos en el corral. No lo dijo a tonta ni a
  1159. sorda, sin o a quien tenía más gana de quemarlos que de echar
  1160. una tela por grande y delgada que fuera; y asiendo casi ocho de
  1161. una vez, los arrojó por la ventana. Por tomar muchos juntos se
  1162. le cayó uno a los pies del barbero, que le tomó gana de ver de
  1163. quién era, y vió que decía: Historia del famoso caballero
  1164. Tirante el Blanco. Válame Dios dijo el cura, dando una gran voz;
  1165. ¡que aquí esté Tirante Blanco! Dádmele acá, compadre, que hago
  1166. cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de
  1167. pasatiempos. Aquí está don Kirieleison de Montalván, valeroso
  1168. caballero, y su hermano Tomás de Montalván y el caballero
  1169. Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante hizo con
  1170. Alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los
  1171. amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora emperatriz
  1172. enamorada de Hipólito su escudero. Dígoos verdad, señor
  1173. compadre, que por su estilo es este el mejor libro del mundo;
  1174. aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y
  1175. hacen testamento antes de su muerte, con otras cosas de que
  1176. todos los demás libros de este género carecen. Con todo eso, os
  1177. digo que merecía el que lo compuso, pues no hizo tantas
  1178. necedades de industria, que le echaran a galeras por todos los
  1179. días de su vida. Llevadle a casa y leedle, y veréis que es
  1180. verdad cuanto de él os he dicho. Así será, respondió el barbero;
  1181. pero ¿qué haremos de estos pequeños libros que quedan? Estos,
  1182. dijo el cura, no deben de ser de caballerías, sino de poesía; y
  1183. abriendo uno, vió que era la Diana, de Jorge de Montemayor, y
  1184. dijo (creyendo que todos los demás eran del mismo género:) estos
  1185. no merecen ser quemados como los demás, porque no hacen ni harán
  1186. el daño que los de caballerías han hecho, que son libros de
  1187. entretenimiento, sin perjuicio de tercero. ¡Ay, señor!, dijo la
  1188. sobrina. Bien los puede vuestra merced mandar quemar como a los
  1189. demás, porque no sería mucho que habiendo sanado mi señor tío de
  1190. la enfermedad caballeresca, leyendo estos se le antojase de
  1191. hacerse pastor, y andarse por los bosques y prados cantando y
  1192. tañendo, y lo que sería peor, hacerse poeta, que, según dicen,
  1193. es enfermedad incurable y pegadiza. Verdad dice esta doncella,
  1194. dijo el cura, y será bien, quitarle a nuestro amigo este
  1195. tropiezo y ocasión de delante. Y pues comenzamos por la Diana de
  1196. Montemayor, soy de parecer que no se queme, sino que se le quite
  1197. todo aquello que trata de la sabia Felicia y de la agua
  1198. encantada, y casi todos los versos mayores, y quédesele en hora
  1199. buena la prosa y la honra de ser primero en semejantes libros.
  1200. Este que se sigue, dijo el barbero, es la Diana llamada Segunda
  1201. del Salmantino; y este otro, que tiene el mismo nombre, cuyo
  1202. autor es Gil Polo. Pues la del Salmantino, respondió el cura,
  1203. acompañe y acreciente el número de los condenados al corral, y
  1204. la de Gil Polo se guarde como si fuera del mismo Apolo; y pase
  1205. adelante, señor compadre, y démonos priesa, que se va haciendo
  1206. tarde. Este libro es, dijo el barbero abriendo otro, los diez
  1207. libros de Fortuna de Amor, compuesto por Antonio de Lofraso,
  1208. poeta sardo. Por las órdenes que recibí, dijo el cura, que desde
  1209. que Apolo fue Apolo, y las musas musas, y los poetas poetas, tan
  1210. gracioso ni tan disparatado libro como ese no se ha compuesto, y
  1211. que por su camino es el mejor y el más único de cuantos de este
  1212. género han salido a la luz del mundo; y el que no le ha leído
  1213. puede hacer cuenta que no ha leído jamás cosa de gusto. Dádmele
  1214. acá, compadre, que precio más de haberle hallado, que si me
  1215. dieran una sotana de raja de Florencia. Púsole aparte con
  1216. grandísimo gusto, y el Barbero prosiguió diciendo: Estos que
  1217. siguen son el Pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaño de
  1218. Zelos. Pues no hay más que hacer, dijo el cura, sino
  1219. entregárselos al brazo seglar del ama, y no se me pregunte el
  1220. porqué, que sería nunca acabar. Este que viene es el Pastor de
  1221. Filida. No es ese pastor, dijo el cura, sino muy discreto
  1222. cortesano; guárdese como joya preciosa. Este grande que aquí
  1223. viene se intitula, dijo el barbero, Tesoro de varias poesías.
  1224. Como ellas no fueran tantas, dijo el cura, fueran más estimadas;
  1225. menester es que este libro se escarde y limpie de algunas
  1226. bajezas que entre sus grandezas tiene; guárdese, porque su autor
  1227. es amigo mío, y por respeto de otras más heroicas y levantadas
  1228. obras que ha escrito. Este es, siguió el barbero, el Cancionero
  1229. de López Maldonado. También el autor de ese libro, replicó el
  1230. cura, es grande amigo mío, y sus versos en su boca admiran a
  1231. quien los oye, y tal es la suavidad de la voz con que los canta,
  1232. que encanta; algo largo es en las églogas, pero nunca lo bueno
  1233. fue mucho, guárdese con los escogidos. Pero ¿qué libro es ese
  1234. que está junto a él? La Galatea de Miguel de Cervantes, dijo el
  1235. barbero. Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y
  1236. sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene
  1237. algo de buena invención, propone algo y no concluye nada. Es
  1238. menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la
  1239. enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le
  1240. niega; y entre tanto que esto se vé, tenedle recluso en vuestra
  1241. posada, señor compadre. Que me place, respondió el barbero; y
  1242. aquí vienen tres todos juntos: la Araucana de don Alonso de
  1243. Ercilla; la Austríada de don Juan Rufo, jurado de Córdoba y el
  1244. Montserrat de Cristóbal de Virues, poeta valenciano. Todos estos
  1245. tres libros, dijo el cura, son los mejores que en verso heroico,
  1246. en lengua castellana están escritos, y pueden competir con los
  1247. más famosos de Italia: guárdense como las más ricas prendas de
  1248. poesía que tiene España. Cansóse el cura de ver más libros, y
  1249. así a carga cerrada, quiso que todos los demás se quemasen; pero
  1250. ya tenía abierto uno el barbero que se llamaba Las lágrimas de
  1251. Angélica. Lloráralas yo, dijo el cura en oyendo el nombre, si
  1252. tal libro hubiera mandado quemar, porque su autor fue uno de los
  1253. famosos poetas del mundo, no sólo de España, y fue felicísimo en
  1254. la traducción de algunas fábulas de Ovidio.
  1255.  
  1256. Capítulo séptimo
  1257.  
  1258. De la segunda salida de nuestro buen caballero D. Quijote
  1259. de la Mancha
  1260.  
  1261. Estando en esto, comenzó a dar voces Don Quijote, diciendo:
  1262. aquí, aquí, valerosos caballeros, aquí es menester mostrar la
  1263. fuerza de vuestros valerosos brazos, que los cortesanos llevan
  1264. lo mejor del torneo. Por acudir a este ruido y estruendo no se
  1265. pasó adelante con el escrutinio de los demás libros que
  1266. quedaban, y así se cree que fueron al fuego sin ser vistos ni
  1267. oídos, la Carolea y León de España, con los Hechos del
  1268. emperador, compuestos por don Luis de Avila, que sin duda debían
  1269. de estar entre los que quedaban, y quizá, si el cura los viera,
  1270. no pasaran por tan rigurosa sentencia. Cuando llegaron a Don
  1271. Quijote, ya él estaba levantado de la cama, y proseguía en sus
  1272. voces y en sus desatinos, dando cuchilladas y reveses a todas
  1273. partes, estando tan despierto como si nunca hubiera dormido.
  1274. Abrazáronse con él, y por fuerza le volvieron al lecho; y
  1275. después que hubo sosegado un poco, volviéndose a hablar con el
  1276. cura, le dijo: por cierto, señor Arzobispo Turpin, que es gran
  1277. mengua de los que nos llamamos doce Pares dejar tan sin más ni
  1278. más llevar la victoria de este torneo a los caballeros
  1279. cortesanos, habiendo nosotros los aventureros ganado el prez, en
  1280. los tres días antecedentes. Calle vuestra merced, señor
  1281. compadre, dijo el cura, que Dios será servido que la suerte se
  1282. mude, y que lo que hoy se pierde se gane mañaa; y atienda
  1283. vuestra merced a su salud por ahora, que me parece que debe de
  1284. estar demasiadamente cansado, si ya no es que está mal ferido.
  1285. Ferido no, dijo Don Quijote; pero molido y quebrantado no hay
  1286. duda en ello, porque aquel astardo de don Roldán me ha molido a
  1287. palos con el tronco de una encina, y todo de envidia, porque ve
  1288. que yo solo soy el opuesto de sus valentías; mas no me llamaría
  1289. yo Reinaldos de Montalbán, si en levantándome de este lecho no
  1290. me lo pagare, a pesar de todos sus encantamientos; y por ahora
  1291. tráigame de yantar, que sé que es lo que más me hará al caso, y
  1292. quédese lo del vengarme a mi cargo. Hiciéronlo así, diéronle de
  1293. comer, y quedóse otra vez dormido, y ellos admirados de su
  1294. locura.
  1295.  
  1296. Aquella noche quemó y abrasó el ama cuantos libros había en
  1297. el corral y en toda la casa, y tales debieron de arder, que
  1298. merecían guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su
  1299. suerte y la pereza del escrutinador, y así se cumplió el refrán
  1300. en ellos, de que pagan a veces justos por pecadores. Uno de los
  1301. remedios que el cura y el barbero dieron por entonces para el
  1302. mal de su amigo, fue que le murasen y tapiasen el aposento de
  1303. los libros, porque cuando se levantase no los hallase (quizá
  1304. quitando la causa cesaría el efecto), y que dijesen que uun
  1305. encantador se los había llevado, y el aposento y todo. Y así fue
  1306. hecho con mucha presteza. De allí a dos días se levantó Don
  1307. Quijote, y lo primero que hizo fue ir a ver sus libros; y como
  1308. no hallaba el aposento donde le había dejado, andaba de una a
  1309. otra parte buscándole. Llegaba adonde solía tener la puerta, y
  1310. tentábala con las manos, y volvía y revolvía los ojos sin decir
  1311. palabra; pero al cabo de una buena pieza, preguntó a su ama que
  1312. hacía qué parte estaba el aposento de sus libros. El ama, que ya
  1313. estaba bien advertida de lo que había de responder, le dijo:
  1314. ¿qué aposento, o qué anda buscando vuestra merced? Ya no hay
  1315. aposento ni libros en esta casa porque todo se lo llevó el mismo
  1316. diablo. No era el diablo, replicó la sobrina, sino un encantador
  1317. que vino sobre una nube una noche después del día que vuestra
  1318. merced de aquí se partió, y apeándose de una sierpe en que venía
  1319. caballero, entró en el aposento; y no sé lo que hizo dentro, que
  1320. a cabo de poca pieza salió volando por el tejado, y dejó la casa
  1321. llena de humo; y cuando acordamos a mirar lo que dejaba hecho,
  1322. no vimos libros ni aposento alguno; sólo se nos acuerda muy bien
  1323. a mí y al ama, que al tiempo de partirse aquel mal viejo, dijo
  1324. en altas voces, que por enemistad secreta que tenía al dueño de
  1325. aquellos libros y aposento, dejaba hecho el daño en aquella casa
  1326. que después se vería; dijo también qeu se llamaba el sabio
  1327. Muñatón. Fristón diría, dijo Don Quijote. No sé, respondió el
  1328. ama, si se llamaba Frestón o Fritón; sólo sé que acabó en ton su
  1329. nombre. Así es, dijo Don Quijote, que ese es un sabio
  1330. encantador, grande enemigo mío, que me tiene ojeriza porque
  1331. sabe, por sus artes y letras, que tengo de venir, andando los
  1332. tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero a quien
  1333. él favorece, y le tengo de vencer sin que él lo pueda estorbar,
  1334. y por esto procura hacerme todos los sinsabores que puede; y
  1335. mándole yo, qué mal podrá él contradecir ni evitar lo que por el
  1336. cielo está ordenado. ¿Quién duda de eso? dijo la sobrina. Pero
  1337. ¿quién le mete a vuestra merced, señor tío, en esas pendencias?
  1338. ¿No será mejor estarse pacífico en su casa, y no irse por el
  1339. mundo a buscar pan de trastrigo, sin considerar que muchos van
  1340. por lana y vuelven trasquilados? ¡Oh, sobrina mía, respondió Don
  1341. Quijote, y cuán mal que estás en la cuenta! Primero que a mí me
  1342. trasquilen, tendré peladas y quitadas las barbas a cuantos
  1343. imaginaren tocarme en la punta de un solo cabello. No quisieron
  1344. las dos replicarle más, porque vieron que se le encendía la
  1345. cólera. Es, pues, el caso que él estuvo quince días en casa muy
  1346. sosegado, sin dar muestras de querer secundar sus primeros
  1347. devaneos, en los cuales días pasó graciosísimos cuentos con sus
  1348. dos compadres el cura y el barbero, sobre que él decía que la
  1349. cosa de que más necesidad tenía el mundo era de caballeros
  1350. andantes, y de que en él se resucitase la caballería andantesca.
  1351. El cura algunas veces le contradecía y otras concedía, porque si
  1352. no guardaba este artificio, no había poder averiguarse con él.
  1353. En este tiempo solicitó Don Quijote a un labrador vecino suyo,
  1354. hombre de bien (si es que ese título se puede dar al que es
  1355. pobre), pero de muy poca sal en la mollera. En resolución, tanto
  1356. le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se
  1357. determinó de salir con él y servirle de escudero. Decíale entre
  1358. otras cosas Don Quijote, que se dispusiese a ir con él de buena
  1359. gana, porque tal vez le podía suceder aventura que ganase en
  1360. quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por
  1361. gobernador de ella. Con estas promesas y otras tales, Sancho
  1362. Panza (que así se llamaba el labrador) dejó su mujer e hijos, y
  1363. asentó por escudero de su vecino. Dió luego Don Quijote orden en
  1364. buscar dineros; y vendiendo una cosa, y empeñando otra, y
  1365. malbaratándolas todas, allegó una razonable cantidad. Acomodóse
  1366. asimismo de una rodela que pidió prestada a un su amigo, y
  1367. pertrechando a su rota celada lo mejor que pudo, avisó a su
  1368. escudero Sancho del día y la hora que pensaba ponerse en camino,
  1369. para que él se acomodase de lo que viese que más le era
  1370. menester; sobre todo, le encargó que llevase alforjas. El dijo
  1371. que sí llevaría, y que asimismo pensaba llevar un asno que tenía
  1372. muy bueno, porque él no estaba ducho a andar mucho a pie. En lo
  1373. del asno reparó un poco Don Quijote, imaginando si se le
  1374. acordaba si algún caballero andante había traido escudero
  1375. caballero asnalmente; pero nunca le vino alguno a la memoria;
  1376. mas con todo esto, determinó que le llevase, con presupuesto de
  1377. acomodarle de más honrada caballería en habiendo ocasión para
  1378. ello, quitándole el caballo al primer descortés caballero que
  1379. topase. Proveyóse de camisas y de las demás cosas que él pudo,
  1380. conforme al consejo que el ventero le había dado.
  1381.  
  1382. Todo lo cual hecho y cumplido, sin despedirse Panza de sus
  1383. hijos y mujer, ni Don Quijote de su ama y sobrina, una noche se
  1384. salieron del lugar sin que persona los viese, en la cual
  1385. caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que
  1386. no los hallarían aunque les buscasen. Iba Sancho Panza sobre su
  1387. jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con
  1388. mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le
  1389. había prometido. Acertó Don Quijote a tomar la misma derrota y
  1390. camino que el que él había antes tomado en su primer viaje, que
  1391. fue por el Campo de Montiel, por el cual caminaba con menos
  1392. pesadumbre que la vez pasada, porque por ser la hora de lamañana
  1393. y herirles a soslayo los rayos del sol, no les fatigaban. Dijo
  1394. en esto Sancho Panza a su amo: mire vuestra merced, señor
  1395. caballero andante, que no se le olvide lo que de la ínsula me
  1396. tiene prometido, que yo la sabré gobernar por grande que sea. A
  1397. lo cual le respondió Don Quijote: has de saber, amigo Sancho
  1398. Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes
  1399. antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o
  1400. reinos que ganaban; y yo tengo determinado de que por mí no
  1401. falte tan agradecida usanza; antes pienso aventajarme en ella,
  1402. porque ellos algunas veces, y quizá las más, esperaban a que sus
  1403. escuderos fuesen viejos, y ya después de hartos de servir, y de
  1404. llevar malos días y peores noches, les daban algún título de
  1405. conde; o por lo menos de marqués de algún valle o provincia de
  1406. poco más o menos; pero si tú vives y yo vivo, bien podría ser
  1407. que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros a
  1408. él adherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de
  1409. uno de ellos. Y no lo tengas a mucho, que cosas y casos
  1410. acontecen a los tales caballeros, por modos tan nunca vistos ni
  1411. pensados, que con facilidad te podría dar aún más de lo que te
  1412. prometo. De esa manera, respondió Sancho Panza, si yo fuese rey
  1413. por algún milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos
  1414. Juana Gutiérrez, mi oislo, vendría a ser reina y mis hijos
  1415. infantes. ¿Pues quién lo duda? respondión Don Quijote. Yo lo
  1416. dudo, respondió Sancho Panza, porque tengo para mí que aunque
  1417. lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien
  1418. sobre la cabeza de Mari Gutiérrez. Sepa, señor, que no vale dos
  1419. maravedís para reina; condesa le caerá mejor, y aún Dios y
  1420. ayuda. Encomiéndalo tú a Dios, Sancho, respondió Don Quijote,
  1421. que él le dará lo que más le conventa; pero no apoques tu ánimo
  1422. tanto que te vengas a contentar con menos que con ser
  1423. adelantado. No haré, señor mío, respondió Sancho, y más teniendo
  1424. tan principal amo en vuestra merced, que me sabrá dar todo
  1425. aquello que me esté bien y yo pueda llevar.
  1426.  
  1427.  
  1428. Capítulo octavo
  1429.  
  1430. Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la
  1431. espantable y
  1432. jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con
  1433. otros sucesos
  1434. dignos de felice recordación
  1435.  
  1436. En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento
  1437. que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vió, dijo a
  1438. su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo
  1439. que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza,
  1440. donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con
  1441. quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con
  1442. cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena
  1443. guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de
  1444. sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza.
  1445.  
  1446. Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos
  1447. largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire
  1448. vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se
  1449. parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en
  1450. ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento
  1451. hacen andar la piedra del molino. Bien parece, respondió Don
  1452. Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos
  1453. son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en
  1454. oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y
  1455. desigual batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo
  1456. Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le
  1457. daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento,
  1458. y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan
  1459. puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero
  1460. Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que
  1461. eran; antes iba diciendo en voces altas: non fuyades, cobardes y
  1462. viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.
  1463. Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas
  1464. comenzaron a moverse, lo cual visto por Don Quijote, dijo: pues
  1465. aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo
  1466. habéis de pagar.
  1467.  
  1468. Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su
  1469. señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese,
  1470. bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, arremetió a
  1471. todo el galope de Rocinante, y embistió con el primer molino que
  1472. estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el
  1473. viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose
  1474. tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho
  1475. por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr
  1476. de su asno, y cuando llegó, halló que no se podía menear, tal
  1477. fue el golpe que dio con él Rocinante. ¡Válame Dios! dijo
  1478. Sancho; ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que
  1479. hacía, que no eran sino molinos de viento, y no los podía
  1480. ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? Calla,
  1481. amigo Sancho, respondió Don Quijote, que las cosas de la guerra,
  1482. más que otras, están sujetas a continua mudanza, cuanto más que
  1483. yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón, que me robó
  1484. el aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos
  1485. por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad
  1486. que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas
  1487. artes contra la voluntad de mi espada. Dios lo haga como puede,
  1488. respondió Sancho Panza. Y ayudándole a levantar, tornó a subir
  1489. sobre Rocinante, que medio despaldado estaba; y hablando en la
  1490. pasada aventura, siguieron el camino del puerto Lápice, porque
  1491. allí decía Don Quijote que no era posible dejar de hallarse
  1492. muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero; sino
  1493. que iba muy pesaroso por haberle faltado la lanza y diciéndoselo
  1494. a su escudero, dijo: yo me acuerdo haber leído que un caballero
  1495. español, llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en una
  1496. batalla roto la espada, desgajó de una encina un pesado ramo o
  1497. tronco, y con él hizo tales cosas aquel día, y machacó tantos
  1498. moros, que le quedó por sobrenombre Machuca, y así él, como sus
  1499. descendientes, se llamaron desde aquel día en adelante Vargas y
  1500. Machuca. Hete dicho esto, porque de la primera encina o roble
  1501. que se me depare, pienso desgajar otro tronco tal y bueno como
  1502. aquel, que me imagino y pienso hacer con él tales hazañas, que
  1503. tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a
  1504. verlas, y aser testigo de cosas que apenas podrán ser creídas. A
  1505. la mano de Dios, dijo Sancho, yo lo creo todo así como vuestra
  1506. merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de
  1507. medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída. Así es la
  1508. verdad, respondió Don Quijote; y si no me quejo del dolor, es
  1509. porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida
  1510. alguna, aunque se le salgan las tripas por ella. Si eso es así,
  1511. no tengo yo que replicar, respondió Sancho; pero sabe Dios si yo
  1512. me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le
  1513. doliera. De mí sé decir, que me he de quejar del más pequeño
  1514. dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos
  1515. de los caballeros andantes eso del no quejarse.
  1516.  
  1517. No se dejó de reír Don Quijote de la simplicidad de su
  1518. escudero; y así le declaró que podía muy bien quejarse, como y
  1519. cuando quisiese, sin gana o con ella, que hasta entonces no
  1520. había leído cosa en contrario en la orden de caballería. Díjole
  1521. Sancho que mirase que era hora de comer. Respondióle su amo que
  1522. por entonces no le hacía menester; que comiese él cuando se le
  1523. antojase. Con esta licencia se acomodó Sancho lo mejor que pudo
  1524. sobre su jumento, y sacando de las alforjas lo que en ellas
  1525. había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy
  1526. despacio, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto
  1527. gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de
  1528. Málaga. Y en tanto que él iba de aquella manera menudeando
  1529. tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le
  1530. hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por mucho
  1531. descanso, andar buscando las aventuras por peligrosas que
  1532. fuesen. En resolución, aquella noche la pasaron entre unos
  1533. árboles, y del uno de ellos desgajó Don Quijote un ramo seco,
  1534. que casi le podía servir de lanza, y puso en él el hierro que
  1535. quitó de la que se le había quebrado. Toda aquella noche no
  1536. durmió Don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por
  1537. acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los
  1538. caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y
  1539. despoblados, entretenidos en las memorias de sus señoras.
  1540.  
  1541. No la pasó así Sancho Panza, que como tenía el estómago
  1542. lleno, y no de agua de chicoria, de un sueño se la llevó toda, y
  1543. no fueran parte para despertarle, si su amo no le llamara, los
  1544. rayos del sol que le daban en el rostro, ni el canto de las
  1545. aves, que muchas y muy regocijadamente la venida del nuevo día
  1546. saludaban. Al levantarse dio un tiento a la bota, y hallóla algo
  1547. más flaca que la noche antes, y afligiósele el corazón por
  1548. parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su
  1549. falta. No quiso desayunarse Don Quijote porque como está dicho,
  1550. dio en sustentarse de sabrosas memorias.
  1551.  
  1552. Tornaron a su comenzado camino del puerto Lápice, y a hora
  1553. de las tres del día le descubrieron. Aquí, dijo en viéndole Don
  1554. Quijote, podemos, hermano Sancho Panza, meter las manos hasta
  1555. los codos en esto que llaman aventuras, mas advierte que, aunque
  1556. me veas en los mayores peligros del mundo, no has de poner mano
  1557. a tu espada para defenderme, si ya no vieres que los que me
  1558. ofenden es canalla y gente baja, que en tal caso bien puedes
  1559. ayudarme; pero si fueren caballeros, en ninguna manera te es
  1560. lícito ni concedido por las leyes de caballería que me ayudes,
  1561. hasta que seas armado caballero. Por cierto, señor, respondió
  1562. Sancho, que vuestra merced será muy bien obedecido en esto, y
  1563. más que yo de mío me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos
  1564. y pendencias; bien es verdad que en lo que tocare a defender mi
  1565. persona no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas
  1566. y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere
  1567. agraviarle. No digo yo menos, respondió Don Quijote; pero en
  1568. esto de ayudarme contra caballeros, has de tener a raya tus
  1569. naturales ímpetus. Digo que sí lo haré, respondió Sancho, y que
  1570. guardaré ese precepto tan bien como el día del domingo. Estando
  1571. en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden
  1572. de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios, que no eran más
  1573. pequeñas dos mulas en que venían. Traían sus anteojos de camino
  1574. y sus quitasoles. Detrás de ellos venía un coche con cuatro o
  1575. cinco de a caballo que les acompañaban, y dos mozos de mulas a
  1576. pie. Venía en el coche, como después se supo, una señora
  1577. vizcaína que ia a Sevilla, donde estaba su marido que pasaba a
  1578. las Indias con muy honroso cargo. No venían los frailes con
  1579. ella, aunque iban el mismo camino; mas apenas los divisó Don
  1580. Quijote, cuando dijo a su escudero: o yo me engaño, o esta ha de
  1581. ser la más famosa aventura que se haya visto, porque aquellos
  1582. bultos negros que allí parecen, deben ser, y son sin duda,
  1583. algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel
  1584. coche, y es menester deshacer este tuerto a todo mi poderío.
  1585. Peor será esto que los molinos de viento, dijo Sancho. Mire
  1586. señor, que aquellos son frailes de San Benito, y el coche debe
  1587. de ser de alguna gente pasajera: mire que digo que mire bien lo
  1588. que hace, no sea el diablo que le engañe. Ya te he dicho,
  1589. Sancho, respondió Don Quijote, que sabes poco de achaques de
  1590. aventuras: lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás. Y
  1591. diciendo esto se adelantó, y se puso en la mitad del camino por
  1592. donde los frailes venían, y en llegando tan cerca que a él le
  1593. pareció que le podían oír lo que dijese, en alta voz dijo: gente
  1594. endiablada y descomunal, dejad luego al punto las altas
  1595. princesas que en ese coche lleváis forzadas, si no, aparejáos a
  1596. recibir presta muerte por justo castigo de vuestras malas obras.
  1597.  
  1598. Detuvieron los frailes las riendas, y quedaron admirados,
  1599. así de la figura de Don Quijote, como de sus razones; a las
  1600. cuales respondieron: señor caballero, nosotros no somos
  1601. endiablados ni descomunales, sino dos religiosos de San Benito,
  1602. que vamos a nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen
  1603. o no ningunas forzadas princesas. Para conmigo no hay palabras
  1604. blandas, que ya yo os conozco, fementida canalla, dijo Don
  1605. Quijote. Y sin esperar más respuesta, picó a Rocinante, y la
  1606. lanza baja arremetió contra el primer fraile con tanta furia y
  1607. denuedo, que si el fraile no se dejara caer de la mula, él le
  1608. hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun mal ferido si no
  1609. cayera muerto. El segundo religioso, que vio del modo que
  1610. trataban a su compañero, puso piernas al castillo de su buena
  1611. mula, y comenzó a correr por aquella campaña más ligero que el
  1612. mismo viento. Sancho Panza que vio en el suelo al fraile,
  1613. apeándose ligeramente de su asno, arremetió a él y le comenzó a
  1614. quitar los hábitos. Llegaron en esto dos mozos de los frailes, y
  1615. preguntáronle que por qué le desnudaba. Respondióles Sancho que
  1616. aquello le tocaba a él legítimamente, como despojos de la
  1617. batalla que su señor Don Quijote había ganado. Los mozos, que no
  1618. sabían de burla, ni entendían aquello de despojos ni batallas,
  1619. viendo que ya Don Quijote estaba desviado de allí, hablando con
  1620. las que en el coche venían, arremetieron con Sancho, y dieron
  1621. con él en el suelo; y sin dejarle pelo en las barbas le molieron
  1622. a coces y le dejaron tendido en el suelo sin aliento ni sentido:
  1623. y sin detenerse un punto, tornó a subir el fraile, todo temeroso
  1624. y acobardado y sin color en el rostro y cuando se vio a caballo
  1625. picó tras su compañero, que un buen espacio de allí le estaba
  1626. aguardando, y esperando en qué paraba aquel sobresalto; y sin
  1627. querer aguardar el fin de todo aquel comenzado suceso, siguieron
  1628. su camino haciéndose más cruces que si llevaran el diablo a las
  1629. espaldas. Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la
  1630. señora del coche, diciéndole: la vuestra fermosura, señora mía,
  1631. puede facer de su persona lo que más le viniera en talante,
  1632. porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo
  1633. derribada por este mi fuerte brazo; y porque no penéis por saber
  1634. el nombre de vuestro libertador, sabed que yo me llamo Don
  1635. Quijote de la Mancha, caballero andante y aventurero, y cautivo
  1636. de la sin par y hermosa doña Dulcinea del Toboso; y en pago del
  1637. beneficio que de mí habéis recibido o quiero otra cosa sino que
  1638. volváis al Toboso, y que de mi parte os presentéis ante esta
  1639. señora, y le digáis lo que por vuestra libertad he fecho. Todo
  1640. esto que Don Quijote decía, escuchaba un escudero de los que el
  1641. coche acompañaban, que era vizcaíno; el cual, viendo que no
  1642. quería dejar pasar el coche adelante, sino que decía que luego
  1643. había de dar la vuelta al Toboso, se fue para Don Quijote, y
  1644. asiéndole de la lanza le dijo en mala lengua castellana, y peor
  1645. vizcaína, de esta manera: anda, caballero, que mal andes; por el
  1646. Dios que crióme, que si no dejas coche, así te matas como estás
  1647. ahí vizcaíno. Entendióle muy bien Don Quijote, y con mucho
  1648. sosiego le respondió: si fueras caballero, como no lo eres, ya
  1649. yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura.
  1650. A lo cual replicó el vizcaíno: ¿yo no caballero? juro a Dios tan
  1651. mientes como cristiano; si lanza arrojas y espada sacas, el agua
  1652. cuán presto verás que el gato llevas; vizcaíno por tierra,
  1653. hidalgo por mar, hidalgo por el diablo; y mientes, que mira si
  1654. otra dices cosa. Ahora lo veredes, dijo Agraves, respondió Don
  1655. Quijote; y arrojando la lanza en el suelo, sacó su espada y
  1656. embrazó su rodela, y arremetió al vizcaíno con determinación de
  1657. quitarle la vida.
  1658.  
  1659. El vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse
  1660. de la mula, que por ser de las malas de alquiler, no había que
  1661. fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero
  1662. avínole bien que se halló junto al coche, de donde pudo tomar
  1663. una almohada que le sirvió de escudo, y luego fueron el uno para
  1664. el otro, como si fueran dos mortales enemigos. La demás gente
  1665. quisiera ponerlos en paz; mas no pudo, porque decía el vizcaíno
  1666. en sus mal trabadas razones, que si no le dejaban acabar su
  1667. batalla, que él mismo había de matar a su ama y a toda la gente
  1668. que se lo estorbase. La señora del coche, admirada y temerosa de
  1669. lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco,
  1670. y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el
  1671. discurso de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a Don
  1672. Quijote encima de un hombro por encima de la rodela, que a
  1673. dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura. Don Quijote,
  1674. que sintió la pesadumbre de aquel desaforado golpe, dio una gran
  1675. voz, diciendo: ¡oh señora de mi alma, Dulcinea, flor de la
  1676. fermosura, socorred a este vuestro caballero, que por satisfacer
  1677. a la vuestra mucha bondad, en este riguroso trance se halla! El
  1678. decir esto, y el apretar la espada, y el cubrirse bien de su
  1679. rodela, y el arremeter al vizcaíno, todo fue en un tiempo,
  1680. llevando determinación de aventurarlo todo a la de un solo
  1681. golpe. El vizcaíno, que así le vio venir contra él, bien
  1682. entendió por su denuedo su coraje, y determinó hacer lo mismo
  1683. que Don Quijote: y así le aguardó bien cubierto de su almohada,
  1684. sin poder rodear la mula a una ni a otra parte, que ya de puro
  1685. cansada, y no hecha a semejantes niñerías, no podía dar un paso.
  1686. Venía, pues, como se ha dicho, Don Quijote contra el cauto
  1687. vizcaíno con la espada en alto, con determinación de abrirle por
  1688. medio, y el vizcaíno le aguardaba asimismo, levantada la espada
  1689. y aforrado con su almohada, y todos los circunstantes estaban
  1690. temerosos y colgados de lo que había de suceder de aquellos
  1691. tamaños golpes con que se amenazaban, y la señora del coche y
  1692. las demás criadas suyas estaban haciendo mil votos y
  1693. ofrecimientos a todas las imágenes y casas de devoción de
  1694. España, porque Dios librase a su escudero y a ellas de aquel tan
  1695. grande peligro en que se hallaban. Pero está el daño de todo
  1696. esto, que en este punto y término deja el autor de esta historia
  1697. esta batalla, disculpándose que no halló más escrito destas
  1698. hazañas de Don Quijote, de las que deja referidas. Bien es
  1699. verdad que el segundo autor de esta obra no quiso creer que tan
  1700. curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni
  1701. que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha
  1702. que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos
  1703. papeles que de este famoso caballero tratasen; y así, con esta
  1704. imaginación, no se desesperó de hallar el fin de esta apacible
  1705. historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del
  1706. modo que se contará en el siguiente capítulo.
  1707.  
  1708.  
  1709. Capítulo noveno
  1710.  
  1711. Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el
  1712. gallardo vizcaíno y
  1713. el valiente manchego tuvieron
  1714.  
  1715.  
  1716. Dejamos en el anterior capítulo al valeroso vizcaíno y al
  1717. famoso Don Quijote con las espadas altas y desnudas, en guisa de
  1718. descargar dos furibundos fendientes, tales que si en lleno se
  1719. acertaban, por lo menos se dividirían y henderían de arriba
  1720. abajo, y abrirían como una granada, y que en aquel punto tan
  1721. dudoso paró y quedó destroncada tan sabrosa historia, sin que
  1722. nos diese noticia su autor dónde se podría hallar lo que de ella
  1723. faltaba. Causóme esto mucha pesadumbre, porque el gusto de haber
  1724. leido tan poco, se volvía en disgustos de pensar el mal camino
  1725. que se ofrecía para hallar lo mucho que a mi parecer faltaba de
  1726. tan sabroso cuento. Parecióme cosa imposible y fuera de toda
  1727. buena costumbre, que a tan buen caballero le hubiese faltado
  1728. algún sabio que tomara a cargo en escribir sus nunca vistas
  1729. hazañas; cosa que no faltó a ninguno de los caballeros andantes,
  1730. de los que dicen las gentes que van a sus aventuras: porque cada
  1731. uno de ellos tenía uno o dos sabios como de molde, que no
  1732. solamente escribían sus hechos, sino que pintaban sus más
  1733. mínimos pensamientos y niñerías por más escondidas que fuesen; y
  1734. no había de ser tan desdichado tan buen caballero, que le
  1735. faltase a él lo que sobró a Platir y a otros semejantes. Y así
  1736. no podía inclinarme a creer que tan gallarda historia hubiese
  1737. quedado manca y estropeada, y echada la culpa a la malignidad
  1738. del tiempo, devorador y consumidor de todas las cosas, el cual o
  1739. la tenía oculta o consumida. Por otra parte, me parecía que pues
  1740. entre sus libros se habían hallado tan modernos como Desengaño
  1741. de celos, y Ninfas y pastores de Henares, que tambíen su
  1742. historia debía de ser moderna, y que ya que no estuviese
  1743. escrita, estaría en la memoria de la gente de su aldea y de las
  1744. a ellas circunvecinas. Esta imaginación me traía confuso y
  1745. deseoso de saber real y verdaderamente toda la vida y milagros
  1746. de nuestro famoso español Don Quijote de la Mancha, luz y espejo
  1747. de la caballería manchega, y el primero que en nuestra edad y en
  1748. estos tan calamitosos tiempos se puso al trabajo y ejercicio de
  1749. las andantes armas, y el de desfacer agravios, socorrer viudas,
  1750. amparar doncellas, de aquellas que andaban con sus azotes y
  1751. palafrenes, y con toda su virginidad a cuestas, de monte en
  1752. monte y de valle en valle; que si no era que algún follón, o
  1753. algún villano de hacha y capellina, o algún descomunal gigante
  1754. las forzaba, doncella hubo en los pasados tiempos que al cabo de
  1755. ochenta años, que en todos ellos no durmió un día debajo de
  1756. tejado, se fue tan entera a la sepultura como la madre que la
  1757. había parido. Digo, pues, que por estos y otros muchos respetos
  1758. es digno nuestro gallardo Don Quijote de continuas y memorables
  1759. alabanzas, y aun a mí no se me deben negar, por el trabajo y
  1760. diligencia que puse en buscar el fin de esta agradable historia;
  1761. aunque bien sé que si el cielo, el caso y la fortuna no me
  1762. ayudaran, el mundo quedara falto y sin el pasatiempo y gusto,
  1763. que bien casi dos horas podrá tener el que con atención la
  1764. leyere. Pasó, pues, el hallarla en esta manera: estando yo un
  1765. día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos
  1766. cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como soy aficionado
  1767. a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado de
  1768. esta mi natural inclinación tomé un cartapacio de los que el
  1769. muchacho vendía; vile con caracteres que conocí ser arábigos, y
  1770. puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve
  1771. mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los
  1772. leyese; y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante,
  1773. pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua le
  1774. hallara. En fin, la suerte me deparó uno, que diciéndole mi
  1775. deseo, y poniéndole el libro en las manos le abrió por medio, y
  1776. leyendo un poco en él se comenzó a reír: preguntéle que de qué
  1777. se reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro
  1778. escrita en la margen por anotación. Díjele que me la dijese, y
  1779. él sin dejar la risa dijo: está, como he dicho, aquí en el
  1780. margen escrito esto: esta Dulcinea del Toboso, tantas veces, en
  1781. esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar
  1782. puercos que otra mujer de toda la Mancha. Cuando yo oí decir
  1783. Dulcinea del Toboso, quedé atónito y suspenso, porque luego se
  1784. me representó que aquellos cartapacios conteían la historia de
  1785. Don Quijote. con esta imaginación le di priesa que leyese el
  1786. principio; y haciéndolo así, volviendo de improviso el arábigo
  1787. en castellano, dijo que decía: Historia de Don Quijote de la
  1788. Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo.
  1789.  
  1790. Mucha discreción fue menester para disimular el contento
  1791. que recibí cuando llegó a mis oídos el título del libro; y
  1792. salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y
  1793. cartapacios por medio real, que si él tuviera discreción, y
  1794. supiera que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar
  1795. más de seis reales de la compra. Apartéme luego con el morisco
  1796. por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese
  1797. aquellos cartapacios, todos los que trataban de Don Quijote, en
  1798. lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole
  1799. la paga que él quisiese. Contentóse con dos arrobas de pasas y
  1800. dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y
  1801. fielmente, y con mucha brevedad, pero yo, por facilitar más el
  1802. negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le traje a
  1803. mi casa, donde en poco más de mes y medio la tradujo toda del
  1804. mismo modo que aquí se refiere. Estaba en el primer cartapacio
  1805. pintada muy al natural la batalla de Don Quijote con el
  1806. vizcaíno, puestos en la misma postura que la historia cuenta,
  1807. levantadas las espadas, el uno cubierto de su rodela, el otro de
  1808. la almohada, y la mula del vizcaíno tan al vivo, que estaba
  1809. mostrando ser de alquiler a tiro de ballesta. Tenía a los pies
  1810. el vizcaíno un título que decía: Don Sancho de Azpeitia que sin
  1811. duda debía de ser su nombre, y a los pies de Rocinante estaba
  1812. otro, que decía: Don Quijote: estaba Rocinante maravillosamente
  1813. pintado, tan largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto
  1814. espinazo, tan hético confirmado, que mostraba bien al
  1815. descubierto con cuánta advertencia y propiedad se le había
  1816. puesto el nombre de Rocinante. Junto a él estaba Sancho Panza,
  1817. que teía del cabestro a su asno, a los pies del cual estaba otro
  1818. rótulo, que decía: Sancho Zancas; y debía de ser que tenía, a lo
  1819. que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto, y
  1820. las zancas largas, y por esto se le debió de poner nombre de
  1821. Panza y Zancas, que con estos dos sobrenombres se le llama
  1822. algunas veces la historia. Otras algunas menudencias había que
  1823. advertir; pero todas son de poca importancia y que no hacen al
  1824. caso a la verdadera relación de la historia, que ninguna es mala
  1825. como sea verdadera.
  1826.  
  1827. Si a esta se le puede poner alguna objeción acerca de su
  1828. verdad, no podrá ser otra sino haber sido su autor arábigo,
  1829. siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos aunque
  1830. por ser tan nuestros enemigos, antes se puede entender haber
  1831. quedado falto en ella que demasiado: y así me parece a mí, pues
  1832. cuando pudiera y debiera extender la pluma en las alabanzas de
  1833. tan buen caballero, parece que de industria las pasa en
  1834. silencio; cosa mal hecha y peor pensada, habiendo y debiendo ser
  1835. los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y
  1836. que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición, no les
  1837. haga torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia,
  1838. émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo
  1839. pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo
  1840. porvenir. En esta sé que se hallará todo lo que se acertare a
  1841. desear en la más apacible; y si algo bueno en ella faltare, para
  1842. mí tengo que fue por culpa del galgo de su autor, antes que por
  1843. falta del sujeto.
  1844.  
  1845. En fin, su segunda parte siguiendo la traducción,
  1846. continuaba de esta manera: puestas y levantadas en alto las
  1847. cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados combatientes,
  1848. no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y
  1849. al abismo: tal era el denuedo y continente que tenían. Y el
  1850. primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno,
  1851. el cual fue dado con tanta fuerza y tanta furia, que a no
  1852. volvérsele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera
  1853. bastante para dar fin a su rigurosa contienda, y a todas las
  1854. aventuras de nuestro caballero; mas la buena suerte, que para
  1855. mayores cosas le tenía guardado, torció la espada de su
  1856. contrario, de modo que aunque le acertó en el hombro izquierdo,
  1857. no le hizo otro daño qeu desarmarle todo aquel lado, llevándole
  1858. de camino gran parte de la celada con la mitad de la oreja, que
  1859. todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy
  1860. maltrecho. ¡Válame Dios, y quién será aquel que buenamente pueda
  1861. contar ahora la rabia que entró en el corazón de nuestro
  1862. manchego, viéndose parar de aquella manera! No se diga más, sino
  1863. que fue de manera que se alzó de nuevo en los estribos, y
  1864. apretando más la espada en las dos manos, con tal furia descargó
  1865. sobre el vizcaíno, acertándole de lleno sobre la almohada y
  1866. sobre la cabeza, que sin ser parte tan buena defensa, como si
  1867. cayera sobre él una montaña, comenzó a echar sangre por las
  1868. narices, y por la boca, y por los oídos, y a dar muestras de
  1869. caer de la mula abajo, de donde cayera sin duda, si no se
  1870. abrazara con el cuello; pero con todo eso sacó los pies de los
  1871. estribos, y luego soltó los brazos, y la mula espantada del
  1872. terrible golpe dio a correr por el campo, y a pocos corcovos dio
  1873. con su dueño en tierra. Estábaselo con mucho sosiego mirando Don
  1874. Quijote, y como lo vio caer, saltó de su caballo y con mucha
  1875. ligereza se llegó a él, y poniéndole la punta de la espada en
  1876. los ojos, le dijo que se rindiese; si no, que le cortaría la
  1877. cabeza.
  1878.  
  1879. Estaba el vizcaíno tan turbado que no podía responder
  1880. palabra, y él lo pasara mal, según estaba ciego Don Quijote, si
  1881. las señoras del coche, que hasta entonces con gran desmayo
  1882. habían mirado la pendencia, no fueran adonde estaba y le
  1883. pidieran con mucho encarecimiento les hiciera tan grande merced
  1884. y favor de perdonar la vida a aquel su escudero; a lo cual Don
  1885. Quijote respondió con mucho entono y gravedad: por cierto,
  1886. fermosas señoras, yo soy muy contento de hacer lo que me pedís;
  1887. mas ha de ser con una condición y concerto, y es que este
  1888. caballero ma ha de prometer de ir al lugar del Toboso, y
  1889. presentarse de mi parte ante la sin par doña Dulcinea, para que
  1890. ella haga de él lo que más fuere de su voluntad. Las temerosas y
  1891. desconsoladas señoras, sin entrar en cuenta de lo que Don
  1892. Quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le
  1893. prometieron que el escudero haría todo aquello que de su parte
  1894. le fuese mandado: pues en fe de esa palabra, yo no le haré más
  1895. daño, puesto que me lo tenía bien merecido.
  1896.  
  1897.  
  1898.  
  1899. Parte primera: Capítulo décimo
  1900.  
  1901. De los graciosos razonamientos que pasaron entre D. Quijote
  1902. y Sancho
  1903. Panza su escudero.
  1904.  
  1905.  
  1906. Ya en este tiempo se había levantado Sancho Panza algo
  1907. maltratado de los mozos de los frailes, y había estado atento a
  1908. la batalla de su señor Don Quijote, y rogaba a Dios en su
  1909. corazón fuese servido de darle victoria y que en ella ganase
  1910. alguna ínsula de donde le hiciese gobernador, como se lo había
  1911. prometido. Viendo, pues, ya acabada la pendencia, y que su amo
  1912. volvía a subir sobre Rocinante, llegó a tenerle el estribo, y
  1913. antes que subiese se hincó de rodillas delante de él, y
  1914. asiéndole de la mano, se la besó y le dijo: sea vuestra merced
  1915. servido, señor Don Quijote mío, de darme el gobierno de la
  1916. ínsula que en esta rigurosa pendencia se ha ganado, que por
  1917. grande que sea, yo me siento con fuerzas de saberla gobernar tal
  1918. y tan bien como otro que haya gobernado ínsulas en el mundo. A
  1919. lo cual respondió Don Quijote: advertid, hermano Sancho, que
  1920. esta aventura, y las a estas semejantes, no son aventuras de
  1921. ínsulas, sino de encrucijadas, en las cuales no se gana otra
  1922. cosa que sacar rota la cabeza, o una oreja menos; tened
  1923. paciencia, que aventuras se ofrecerán, donde no solamente os
  1924. pueda hacer gobernador, sino más adelante. Agradecióselo mucho
  1925. Sancho, y besándole otra vez la mano y la falda de la loriga, le
  1926. ayudó a subir sobre Rocinante, y él subió sobre su asno, y
  1927. comenzó a seguir a su señor, que a paso tirado, sin despedirse
  1928. ni hablar más con las del coche, se entró por un bosque que allí
  1929. junto estaba.
  1930.  
  1931. Seguíale Sancho a todo trote de su jumento; pero caminaba
  1932. tanto Rocinante, que, viéndose quedar atrás, le fue forzoso dar
  1933. voces a su amo, que se aguardase. Hízolo así Don Quijote,
  1934. teniendo las riendas a Rocinante hasta que llegase su cansado
  1935. escudero, el cual en llegando le dijo: paréceme, señor, que
  1936. sería acertado irnos a retraer a alguna iglesia, que, según
  1937. quedó maltrecho aquel con quien combatisteis, no será mucho que
  1938. den noticia del caso a la Santa Hermandad, y nos prendan; y a fe
  1939. que si lo hacen, que primero que salgamos de la cárcel, que nos
  1940. ha de sudar el hopo. Calla, dijo Don Quijote. ¿Y dónde has visto
  1941. tú o leído jamás que caballero andante haya sido puesto ante la
  1942. justicia, por más homicidios que haya cometido? Yo no sé nada de
  1943. omecillos, respondió Sancho, ni en mi vida le caté a ninguno;
  1944. sólo sé que la Santa Hermandad tiene que ver con los que pelean
  1945. en el campo, y en esotro no me entremeto. Pues no tengas pena,
  1946. amigo, respondió Don Quijote, que yo te sacaré de las manos de
  1947. los caldeos, cuanto más de las de la Hermandad. Pero dime por tu
  1948. vida: ¿has tú visto más valeroso caballero que yo en todo lo
  1949. descubierto de la tierra? ¿Has leído en historias otro que tenga
  1950. ni haya tenido más brío en acometer, más aliento en el
  1951. perseverar, más destreza en el herir, ni más maña en el
  1952. derribar? La verdad sea, respondió Sancho, que yo no he leído
  1953. ninguna historia jamás, porque ni sé leer ni escribir; mas lo
  1954. que osaré apostar es que más atrevido amo que vuestra merced yo
  1955. no le he servido en todos los días de mi vida, y quiera Dios que
  1956. estos atrevimientos no se paguen donde tengo dicho. Lo que le
  1957. ruego a vuestra merced es que se cure, que se le va mucha sangre
  1958. de esa oreja, que aquí traigo hilas y un poco de ungüento blanco
  1959. en las alforjas.
  1960.  
  1961. Todo esto fuera bien escusado, respondió Don Quijote, si a
  1962. mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás,
  1963. que con sólo una gota se ahorraran tiempo y medicinas. ¿Qué
  1964. redoma y qué bálsamo es ese? dijo Sancho Panza. De un bálsamo,
  1965. respondió Don Quijote, de quien tengo la receta en la memoria,
  1966. con el cual no hay que tener temor a la muerte, ni hay que
  1967. pensar morir de ferida alguna; y así, cuando yo le haga y te le
  1968. dé, no tienes más que hacer sino que cuando vieres que en alguna
  1969. batalla me han partido por medio del cuerpo, como muchas veces
  1970. suele acontecer, bonitamente la parte del cuerpo que hubiere
  1971. caído en el suelo, y con mucha sutileza, antes que la sangre se
  1972. hiele, la pondrás sobre la otra mitad que quedare en la silla,
  1973. advirtiendo de encajallo igualmente y al justo. Luego me darás a
  1974. beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y verásme
  1975. quedar más sano que una manzana. Si eso hay, dijo Panza, yo
  1976. renuncio desde aquí el gobierno de la prometida ínsula, y no
  1977. quiero otra cosa en pago de mis muchos y buenos servicios, sino
  1978. que vuestra merced me djé la receta de ese estremado licor, que
  1979. para mí tengo que valdrá la onza donde quiera más de dos reales,
  1980. y no he menester yo más para pasar esta vida honrada y
  1981. descansadamente; pero es de saber ahora si tiene mucha costa el
  1982. hacella. Con menos de tres reales se pueden hacer tres azumbres,
  1983. respondió Don Quijote. ¡Pecador de mí! replicó Sancho. ¿Pues a
  1984. qué aguarda vuestra merced a hacelle y a enseñármele? Calla,
  1985. amigo, respondió Don Quijote, que mayores secretos pienso
  1986. enseñarte, y mayores mercedes hacerte; y por ahora curémonos,
  1987. que la oreja me duele más de lo que yo quisiera.
  1988.  
  1989. Sacó Sancho de las alforjas hilas y ungüento; mas cuando
  1990. Don Quijote llegó a ver rota su celada, pensó perder el juicio,
  1991. y puesta la mano en la espada y alzando los ojos al cielo, dijo:
  1992. yo hago juramento al criador de todas las cosas, y a los santos
  1993. cuatro Evangelios, donde más largamente están escritos, de hacer
  1994. la vida que hizo el grande marqués de Mantua, cuando juró de
  1995. vengar la muerte de su sobrino Baldovinos, que fue de no comer
  1996. pan a manteles, ni con su mujer folgar, y otras cosas, que,
  1997. aunque de ellas no me acuerdo, las doy aquí por espresadas,
  1998. hasta tomar entera venganza del que tal desaguisado me fizo.
  1999. Oyendo esto Sancho, le dijo: advierta vuestra merced, señor Don
  2000. Quijote, que si el caballero cumplió lo que se le dejó ordenado
  2001. de irse a presentar ante mi señora Dulcinea del Toboso, ya habrá
  2002. cumplido con lo que debía, y no merece otra pena si no comete
  2003. nuevo delito. Has hablado y apuntado muy bien, repondió Don
  2004. Quijote; y así anulo el juramento en lo que toca a tomar de él
  2005. nueva venganza; pero hágole y confírmole de nuevo de hacer la
  2006. vida que he dicho, hasta tanto que quite por fuerza otra celada
  2007. tal y tan buena como esta a algún caballero; y no pienses,
  2008. Sancho, que así, a humo de pajas, hago esto, que bien tengo a
  2009. quien imitar en ello, que esto mismo pasó al pie de la letra
  2010. sobre el yelmo del Mambrino, que tan caro le costó a Sacripante.
  2011. Que dé al diablo vuestra merced tales juramentos, señor mío,
  2012. replicó Sancho, que son muy en daño de la salud y muy en
  2013. perjuicio de la conciencia. Si no, dígame ahora si acaso en
  2014. muchos días no topamos hombre armado con celada, ¿qué hemos de
  2015. hacer? ¿Hase de cumplir el juramento a despecho de tantos
  2016. inconvenientes e incomodidades, como será el dormir vestido, y
  2017. el no dormir en poblado, y otras mil penitencias que contenía el
  2018. juramento de aquel loco viejo del marqués de Mantua, que vuestra
  2019. merced quiere revalidar ahora? Mire vuestra merced bien que por
  2020. todos estos caminos no andan hombres armados sino arrieros y
  2021. carreteros, que no sólo no traen celadas, pero quizá no las han
  2022. oído nombrar en todos los días de su vida. Engañaste en eso,
  2023. dijo Don Quijote, porque no habremos estado dos horas por estas
  2024. encrucijadas, cuando veamos más armados que los que vinieron
  2025. sobre Albraca a la conquista de Angélica la Bella. Alto, pues;
  2026. sea así, dijo Sancho y a Dios prazga que nos suceda bien, y que
  2027. se llegue ya el tiempo de ganar esa ínsula, que tan cara me
  2028. cuesta, y muérame yo luego. Ya te he dicho, Sancho, que no te dé
  2029. eso cuidado alguno, que cuando faltare ínsula, ahí está el reino
  2030. de Dinamarca, o el de Sobradisa, que te vendrán como anillo al
  2031. dedo, y más que, por ser en tierra firme, te debes de alegrar.
  2032. Pero dejemos esto para su tiempo, y mira si traes algo en esas
  2033. alforjas que comamos, porque vamos luego en busca de algún
  2034. castillo donde alojemos esta noche, y hagamos el bálsamo que te
  2035. he dicho, porque yo te voto a Dios que me va doliendo mucho la
  2036. oreja.
  2037.  
  2038. Aquí trayo una cebolla y un poco de queso, y no sé cuántos
  2039. mendrugos de pan, dijo Sancho; pero no son manjares que
  2040. pertenecen a tan valiente caballero como vuestra merced. Que mal
  2041. lo entiendes, respondió Don Quijote: hágote saber, Sancho, que
  2042. es honra de los caballeros andantes no comer en un mes, y ya que
  2043. coman, sea de aquello que hallaren más a mano: y esto se te
  2044. hiciera cierto, si hubieras leído tantas historias como yo, que
  2045. aunque han sido muchas, en todas ellas no he hallado hecha
  2046. relación de que los caballeros andantes comiesen, si no era
  2047. acaso, y en algunos suntuosos banquetes que les hacían, y los
  2048. demás días se los pasaban en flores. Y aunque se deja entender
  2049. que no podían pasar sin comer y sin hacer todos los otros
  2050. menesteres naturales, porque en efecto eran hombres como
  2051. nosotros, has de entender también que, andando lo más del tiempo
  2052. de su vida por las florestas y despoblados, y sin cocinero, que
  2053. su más ordinaria comida sería de viandas rústicas, tales como
  2054. las que tú ahora me ofreces: así que, Sancho amigo, no te
  2055. congoje lo que a mí me da gusto, ni quieras tú hacer mundo
  2056. nuevo, ni sacar la caballería andante de sus quicios. Perdóneme
  2057. vuestra merced, dijo Sancho, que como yo no sé leer ni escribir,
  2058. como otra vez he dicho, no sé ni he caído en las reglas de la
  2059. profesión caballeresca; y de aquí adelante yo proveeré las
  2060. alforjas de todo género de fruta seca para vuestra merced, que
  2061. es caballero, y para mí las proveeré, pues no lo soy, de otras
  2062. cosas volátiles y de más sustancia. No digo yo, Sancho, replicó
  2063. Don Quijote, que sea forzoso a los caballeros andantes no comer
  2064. otra cosa que esas frutas que dices; sino que su más ordinario
  2065. sustento debía ser de ellas, y de algunas yerbas que hallaban en
  2066. los campos, que ellos conocían, y yo también conozco. Virtud es,
  2067. respondió Sancho, conocer esas yerbas, que según yo me voy
  2068. imaginando, algún día será menester usar de ese conocimiento.
  2069.  
  2070. Y sacando en esto lo que dijo que traía, comieron los dos
  2071. en buena paz y compañía; pero deseosos de buscar donde alojar
  2072. aquella noche, acabaron con mucha brevedad su pobre y seca
  2073. comida. Subieron luego a caballo, y diéronse priesa por llegar a
  2074. poblado, antes que anocheciese; pero faltóles el sol y la
  2075. esperanza de alcanzar lo que deseaban junto a unas chozas de
  2076. unos cabreros, y así determinaron de pasar allí la noche que
  2077. cuanto fue de pesadumbre para Sancho no llegar a poblado, fue de
  2078. contento para su amo dormirla al cielo descubierto, por
  2079. parecerle que cada vez que esto le sucedía era hacer un acto
  2080. posesivo que facilitaba la prueba de su caballería.
  2081.  
  2082.  
  2083. Parte primera: Capítulo undécimo
  2084.  
  2085. De lo que sucedió a Don Quijote con unos cabreros
  2086.  
  2087.  
  2088. Fue recogido de los cabreros con buen ánimo, y habiendo Sancho
  2089. lo mejor que pudo acomodado a Rocinante y a su jumento, se fue
  2090. tras el olor que despedían de sí ciertos tasajos de cabra que
  2091. hirviendo al fuego en un caldero estaban; y aunque él quisiera
  2092. en aquel mismo punto ver si estaban en sazón de trasladarlos del
  2093. caldero al estómago, lo dejó de hacer porque los cabreros los
  2094. quitaron del fuego, y tendiendo por el suelo unas pieles de
  2095. ovejas, aderezaron con mucha priesa su rústica mesa, y
  2096. convidaron a los dos, con muestras de muy buena voluntad, con lo
  2097. que tenían. Sentáronse a la redonda de las pieles seis de ellos,
  2098. que eran los que en la majada había, habiendo primero con
  2099. groseras ceremonias rogado a Don Quijote que se sentase sobre un
  2100. dornajo que vuelto al revés le pusieron. Sentóse Don Quijote, y
  2101. quedábase Sancho en pie para servirle la copa, que era hecha de
  2102. cuerno. Viéndole en pie su amo, le dijo: porque veas, Sancho, el
  2103. bien que en sí encierra la andante caballería, y cuán a pique
  2104. están los que en cualquiera ministerio de ella se ejercitan, de
  2105. venir brevemente a ser honrados y estimados del mundo, quiero
  2106. que aquí a mi lado, y en compañía de esta buena gente, te
  2107. sientes, y que seas una misma cosa conmigo que soy tu amo y
  2108. natural señor, que comas en mi plato y bebas por donde yo
  2109. bebiere; porque de la caballería andante se puede decir lo mismo
  2110. que del amor que se dice, que todas las cosas iguala. ¡Gran
  2111. merced! dijo Sancho; pero sé decir a vuestra merced, que como yo
  2112. tuviese bien de comer, tan bien y mejor me lo comería en pie y a
  2113. mis solas, como sentado a par de un emperador. Y aún si va a
  2114. decir verdad, mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón sin
  2115. melindres sin respetos, aunque sea pan y cebolla, que los
  2116. gallipavos de otras mesas, donde me sea forzoso mascar despacio,
  2117. beber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me
  2118. viene gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad
  2119. traen consigo. Así que, señor mío, estas honras que vuestra
  2120. merced quiere darme, por ser ministro y adherente de la
  2121. caballería andante, como lo soy siendo escudero de vuestra
  2122. merced, conviértalas en otras cosas que me sean de más cómodo y
  2123. provecho; que estas, aunque las doy por bien recibidas, las
  2124. renuncio para desde aquí al fin del mundo. Con todo eso, te has
  2125. de sentar, porque a quien se humilla Dios le ensalza. Y
  2126. asiéndole por el brazo, le forzó a que junto a él se sentase. No
  2127. entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de
  2128. caballeros andantes, y no hacían otra cosa que comer y callar y
  2129. mirar a sus huéspedes, que con mucho donaire y gana embaulaban
  2130. tasajo como puño. Acabado el servicio de carne, tendieron sobre
  2131. las zaleas gran cantidad de bellotas avellanadas, y juntamente
  2132. pusieron un medio queso, más duro que si fuera hecho de
  2133. argamasa. No estaba en esto ocioso el cuerno, porque andaba a la
  2134. redonda tan a menudo, ya lleno, ya vacío, como arcaduz de noria,
  2135. que con facilidad vació un zaque de dos que estaban de
  2136. manifiesto. Después que Don Quijote hubo bien satisfecho su
  2137. estómago, tomó un puño de bellotas en la mano, y mirándolas
  2138. atentamente, soltó la voz a semejantes razones:
  2139.  
  2140. ¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los
  2141. antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el
  2142. oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se
  2143. alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque
  2144. entonces los que en ella vivían ignoraban etas dos palabras de
  2145. tuyo y mío!
  2146.  
  2147. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie
  2148. le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar
  2149. otro traajo que lzar la mano, y alcanzarle de las robustas
  2150. encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y
  2151. sazonado ruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en
  2152. magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les
  2153. ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los
  2154. árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas,
  2155. ofreciendo a cualquiera mano sin interés alguno la fértil
  2156. cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques
  2157. despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus
  2158. anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las
  2159. casas sobre rústicas estacas, sustentadas no más que para
  2160. defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces,
  2161. todo amistad, todo concordia: aún no se había atrevido la pesada
  2162. reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de
  2163. nuestra primera madre, que ella sin ser forzada, ofrecía por
  2164. todas partes de su fértil y espacioso seno lo que pudiese
  2165. hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la
  2166. poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas
  2167. zagalejas de valle en valle, y de otero en otero, en trenza y en
  2168. cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para
  2169. cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido
  2170. siempre que se cubra; y no eran sus adornos de los que ahora se
  2171. usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos
  2172. martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas de verdes
  2173. lampazos y hiedra entretejidas, con lo que quizá iban tan
  2174. pomposas y compuestas, como van ahora nuestras cortesanas con
  2175. las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les
  2176. ha mostrado. Entonces se decoraban los conceptos amorosos del
  2177. alma simple y sencillamente, del mismo modo y manera que ella
  2178. los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para
  2179. encarecerlos. No habían la fraude, el engaño ni la malicia
  2180. mezcládose con la verdad y la llaneza. La justicia se estaba en
  2181. sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los
  2182. del favor y los del interés, que tanto ahora la menoscaban,
  2183. turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en
  2184. el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar
  2185. ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban,
  2186. como tengo dicho, por donde quiera, solas y señoras, sin temor
  2187. que la ajena desenvoltura y lascivo intento las menoscabasen, y
  2188. su perdición nacía de su gusto y propia voluntad. Y ahora en
  2189. estos nuestros detestables siglos no está segura ninguna, aunque
  2190. la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque
  2191. allí por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita
  2192. solicitud, se les entra la amorosa pestilencia, y les hace dar
  2193. con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando
  2194. más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la
  2195. orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas,
  2196. amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los
  2197. menesterosos. De esta orden soy yo, hermanos cabreros, aquien
  2198. agradezco el agasajo y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi
  2199. escudero; que aunque por ley natural están todos los que viven
  2200. obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía por
  2201. saber que, sin saber vosotros esta obligación, me acogísteis y
  2202. regalásteis, es razón que con la voluntad a mí posible os
  2203. agradezca la vuestra.
  2204.  
  2205. Toda esta larga arenga (que se pudiera muy bien excusar)
  2206. dijo nuestro caballero, porque las bellotas que le dieron le
  2207. trujeron a la memoria la edad dorada, y antojósele hacer aquel
  2208. inútil razonamiento a los cabreros, que, sin respondelle
  2209. palabra, embobados y suspensos le estuvieron escuchando. Sancho
  2210. asimismo callaba, y comía bellotas y visitaba muy amenudo el
  2211. segundo zaque, que porque se enfriase el vino lo tenían colgado
  2212. de un alcornoque. Más tardó en hablar Don Quijote que en acabar
  2213. la cena, al fin de la cual uno de los cabreros dijo: para que
  2214. con más veras pueda vuestra merced decir, señor caballero
  2215. andante, que le agasajamos con pronta y buena voluntad, queremos
  2216. darle solaz y contento con hacer que cante un compañero nuestro,
  2217. que no tardará mucho en estar aquí, el cual es un zagal muy
  2218. entendido y muy enamorado, y que sobre todo sabe leer y
  2219. escribir, y es músico de un rabel, que no hay más que desear.
  2220. Apenas había el cabrero acabado de decir esto, cuando llegó a
  2221. sus oídos el son del rabel y de allí a poco llegó el que le
  2222. tañía, que era un mozo de hasta veintidós años, de muy buena
  2223. gracia. Preguntáronle sus compañeros si había cenado, y
  2224. respondiendo que sí, el que había hecho los ofrecimientos le
  2225. dijo: de esa manera, Antonio, bien podrás hacernos placer de
  2226. cantar un poco, porque vea este señor huésped que tenemos, que
  2227. también por los montes y selvas hay quien sepa de música.
  2228. Hémosle dicho tus buenas habilidades, y deseamos que las
  2229. muestres y nos saques verdaderos; y así te ruego por tu vida que
  2230. te sientes y cantes el romance de tus amores, que te compuso el
  2231. beneficiado tu tío, que en el pueblo ha parecido muy bien. Que
  2232. me place, dijo el mozo; y sin hacerse más de rogar, se sentó en
  2233. el tronco de una desmochada encina, y templando su rabel, de
  2234. allí a poco, con muy buena gracia, comenzó a cantar, diciendo de
  2235. esta manera:
  2236.  
  2237. ANTONIO
  2238.  
  2239. Yo sé, Olalla, que me adoras,
  2240. puesto que no me lo has dicho
  2241. ni aún con los ojos siquiera,
  2242. mudas lenguas de amoríos.
  2243.  
  2244. Porque sé que eres sabida,
  2245. en que me quieres me afirmo,
  2246. que nunca fue desdichado
  2247. amor que fue conocido.
  2248.  
  2249. Bien es verdad que tal vez,
  2250. Olalla, me has dado indicio
  2251. que tienes de bronce el alma,
  2252. y el blanco pecho de risco.
  2253.  
  2254. Más allá, entre sus reproches
  2255. y honestísimos desvíos
  2256. tal vez la esperanza muestra
  2257. la orilla de su vestido.
  2258. Abalánzase al señuelo
  2259. mi fe que nunca ha podido
  2260. ni menguar por no llamado
  2261. ni crecer por escogido.
  2262.  
  2263. Si el amor es cortesía,
  2264. de la que tienes colijo
  2265. que al fin de mis esperanzas
  2266. ha de ser cual imagino.
  2267.  
  2268. Y si son servicios parte
  2269. de hacer un pecho benigno,
  2270. algunos de los que he hecho
  2271. fortalecen mi partido.
  2272.  
  2273. Porque, si has mirado en ello,
  2274. más de una vez habrás visto
  2275. que me he vestido en los lunes
  2276. lo que me honraba el domingo.
  2277.  
  2278. Como el amor y la gala
  2279. andan un mismo camino,
  2280. en todo tiempo a tus ojos
  2281. quise mostrarme polido.
  2282.  
  2283. Dejo el bailar por tu causa,
  2284. ni las músicas te pinto,
  2285. que has escuchado a deshoras
  2286. y al canto del gallo primo.
  2287.  
  2288. No cuento las alabanzas
  2289. que de tu belleza he dicho,
  2290. que, aunque verdaderas, hacen
  2291. ser yo de algunas mal quisto.
  2292.  
  2293. Teresa del Berrocal,
  2294. yo alabándote, me dijo:
  2295. Tal piensa que adora un ángel,
  2296. y viene a adorar a un jimio.
  2297.  
  2298. Merced a los mucho dijes
  2299. y a los cabellos postizos,
  2300. y a hipócritas hermosuras
  2301. que engañan al amor mismo.
  2302.  
  2303. Desmentíla, y enojóse,
  2304. volvió por ella su primo,
  2305. desafióme, y ya sabes,
  2306. lo que yo hice y él hizo.
  2307.  
  2308. No te quiero yo a montón,
  2309. ni te pretendo y te sirvo
  2310. por lo de barraganía,
  2311. que más bueno es mi designio.
  2312.  
  2313. Coyundas tiene la iglesia,
  2314. que son lazadas de sirgo,
  2315. pon tu cuello en la gamella,
  2316. verás cómo pongo yo el mío.
  2317.  
  2318. Donde no, desde aquí juro
  2319. por el santo más bendito,
  2320. de no salir destas tierras
  2321. sino para capuchino.
  2322.  
  2323. Con esto dio el cabrero fin a su canto, y aunque Don
  2324. Quijote le rogó que algo más cantase, no lo consintió Sancho
  2325. Panza, porque estaba más para dormir que para oír canciones. Y
  2326. así dijo a su amo: bien puede vuestra merced acomodarse desde
  2327. luego a donde ha de pasar esta noche, que el trabajo de estos
  2328. buenos hombres tienen todo el día no permite que pasen las
  2329. noches cantando. Ya te entiendo, Sancho, respondió Don Quijote,
  2330. que bien se me trasluce que las visitas del zaque piden más
  2331. recompensa de sueño que de música. A todos nos sabe bien,
  2332. bendito sea Dios, respondió Sancho. No lo lo niego, replicó Don
  2333. Quijote; pero acomódate tú donde quisieres, que los de mi
  2334. profesión mejor parecen velando que durmiendo; pero con todo eso
  2335. sería bien, Sancho, que me vuelvas a curar esta oreja, que me va
  2336. doliendo más de lo que es menester. Hizo Sancho lo que se le
  2337. mandaba; y viendo uno de los cabreros la herida, le dijo que no
  2338. tuviese pena, que él pondría remedio con que fácilmente se
  2339. sanase; y tomando algunas hojas de romero, de mucho que por allí
  2340. había, las mascó y las mezcló con un poco de sal, y
  2341. aplicándoselas a la oreja, se las vendó muy bien, asegurándole
  2342. que no había menester otra medicina. Y así fue la verdad.
  2343.  
  2344.  
  2345. Parte primera: Capítulo duodécimo
  2346.  
  2347. De lo que contó un cabrero a los que estaban con Don
  2348. Quijote
  2349.  
  2350. Estando en esto llegó otro mozo de los que les traían de la
  2351. aldea el bastimento, y dijo: ¿sabéis lo que pasa en el lugar,
  2352. compañeros? ¿cómo lo podemos saber? respondió uno de ellos. Pues
  2353. sabed, prosiguió el mozo, que murió esta mañana aquel famoso
  2354. pastor estudiante llamado Grisóstomo, y se murmura que ha muerto
  2355. de amores de aquella endiablada moza de la aldea, la hija de
  2356. Guillermo el rico, aquella que se anda en hábito de pastora por
  2357. esos andurriales. Por Marcela dirás, dijo uno. Por esa digo,
  2358. respondió el cabrero; y es lo bueno, que mandó en su testamento
  2359. que le enterrasen en el campo como si fuera moro, y que sea al
  2360. pie de la peña donde está la fuente del alcornoque, porque
  2361. según es fama (y él dicen que lo dijo) aquel lugar es adonde él
  2362. la vio la vez primera. Y también mandó otras cosas tales, que
  2363. los abades del pueblo dicen que no se han de cumplir ni es bien
  2364. que se cumplan, porque parecen de gentiles. A todo lo cual
  2365. responde aquel gran su amigo Ambrosio el estudiante, que
  2366. también se vistió de pastor con él, que se ha de cumplir todo
  2367. sin faltar nada como lo dejó mandado Grisóstomo, y sobre esto
  2368. anda el pueblo alborotado, mas a lo que se dice, en fin se hará
  2369. lo que Ambrosio y todos los pastores sus amigos quieren, y
  2370. mañana le vienen a enterrar con gran pompa adonde tengo dicho;
  2371. y tengo para mí que ha de ser cosa muy de ver, a lo menos yo no
  2372. dejaré de ir a verla, si supiese no volver mañana al lugar.
  2373. Todos haremos lo mismo, respondieron los cabreros, y echaremos
  2374. suertes a quien ha de quedar a guardar las cabras de todos.
  2375. Bien dices Pedro, dijo uno de ellos, aunque no será menester
  2376. usar de esa diligencia, que yo me quedaré por todos; y no lo
  2377. atribuyas a virtud y a poca curiosidad mía, sino a que no me
  2378. deja andar el garrancho que el otro día me pasó este pie. Con
  2379. todo esto, te lo agradecemos, respondió Pedro.
  2380.  
  2381. Y Don Quijote rogó a Pedro le dijese qué muerto era aquel y
  2382. qué pastora aquella. A lo cual Pedro respondió, que lo que
  2383. sabía era que el muerto era un hijodalgo rico, vecino de un
  2384. lugar que estaba en aquellas sierras, el cual había sido
  2385. estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los cuales
  2386. había vuelto a su lugar con opinión de muy sabio y muy leído.
  2387. Principalmente decían que sabía la ciencia de las estrellas, y
  2388. de lo que pasaban allá en el cielo el sol y la luna, porque
  2389. puntualmente nos decía el cris del sol y de la luna. Eclipse se
  2390. llama, amigo, que no cris, el escurecerse esos dos luminares
  2391. mayores, dijo Don Quijote. Mas Pedro, no reparando en niñerías,
  2392. prosiguió su cuento, diciendo: asimesmo adivinaba cuando había
  2393. de ser el año abundante o estil. Estéril queréis decir, amigo,
  2394. dijo Don Quijote. Estéril, o estil, respondió Pedro, todo se
  2395. sale allá. Y digo que, con esto que decía, se hicieron su padre
  2396. y sus amigos que le daban crédito muy ricos, porque hacían lo
  2397. que él les aconsejaba, diciéndoles: sembrad este año cebada, no
  2398. trigo; en este podéis sembrar garbanzos, y no cebada; el que
  2399. viene será de guilla de aceite; los tres siguientes no se
  2400. cogerá gota. Esa ciencia se llama Astrología, dijo Don Quijote.
  2401. No sé yo cómo se llama, replicó Pedro, mas sé que todo esto
  2402. sabía y aún más. Finalmente no pasaron muchos meses después que
  2403. vino de Salamanca, cuando un día remaneció vestido de pastor
  2404. con su cayado y pellico, habiéndose quitado los hábitos largos
  2405. que como escolar traía, y juntamente se vistió con él de pastor
  2406. otro su grande amigo llamado Ambrosio, que había sido su
  2407. compañero en los estudios. Olvidábaseme decir cómo Grisóstomo
  2408. el difunto fue grande hombre de componer coplas, tanto que él
  2409. hacía los villancicos para la noche del Nacimiento del Señor, y
  2410. los autos para el día de Dios, que los representaban los mozos
  2411. de nuestro pueblo, y todos decían que eran por el cabo. Cuando
  2412. los del lugar vieron tan de improviso vestidos de pastores a
  2413. los dos escolares, quedaron admirados y no podían adivinar la
  2414. causa que les había movido a hacer tan extraña mudanza. Ya en
  2415. este tiempo era muerto el padre de nuestro Grisóstomo, y él
  2416. quedó heredado en mucha cantidad de hacienda, ansí en muebles
  2417. como en raíces, y en no pequeña cantidad de ganado mayor y
  2418. menor, y en gran cantidad de dineros: de todo lo cual quedó el
  2419. mozo señor desoluto; y en verdad que todo lo merecía, que era
  2420. muy buen compañero y caritativo y amigo de los buenos, y tenía
  2421. una cara como una bendición. Después se vino a entender que el
  2422. haberse mudado de traje no había sido por otra cosa que por
  2423. andarse por estos despoblados en pos de aquella pastora Marcela
  2424. que nuestro zagal nombró denantes, de la cual se había enamorado
  2425. el difunto de Grisóstomo. Y quiéroos decir ahora, porque es bien
  2426. que lo sepáis, quén es esta rapaza; quizá y aun sin quizá no
  2427. habréis oído semejante cosa en todos los días de vuestra vida,
  2428. aunque viváis más años que sarna. Decid Sarra, replicó Don
  2429. Quijote, no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos del
  2430. cabrero. Harto vive la sarna, respondió Pedro; y si es, señor,
  2431. que me habéis de andar zaheriendo a cada paso los vocablos, no
  2432. acabaremos en un año. Perdonad, amigo, dijo Don Quijote, que
  2433. por haber tanta diferencia de sarna a Sarra os lo dije; pero
  2434. vos respondísteis muy bien, porque vive más sarna que Sarra, y
  2435. proseguid vuestra historia, que no os replicaré más en nada.
  2436.  
  2437. Digo, pues, señor de mi alma, dijo el cabrero, que en
  2438. nuestra aldea hubo un labrador aún más rico que el padre de
  2439. Grisóstomo, el cual se llamaba Guillermo, y al cual dio Dios,
  2440. amén de las muchas y grandes riquezas, una hija, de cuyo parto
  2441. murió su madre, que fue la más honrada mujer que hubo en todos
  2442. estos contornos; no parece sino que ahora la veo con aquella
  2443. cara, que del un cabo tenía el sol y del otro la luna, y sobre
  2444. todo hacendosa y amiga de los pobres, por lo que creo que debe
  2445. de estar su ánima a la hora de hora gozando de Dios en el otro
  2446. mundo. De pesar de la muerte de tan buena mujer murió su marido
  2447. Guillermo, dejando a su hija Marcela muchacha y rica en poder
  2448. de un tío suyo, sacerdote, y beneficiado en nuestro lugar.
  2449. Creció la niña con tanta belleza, que nos hacía acordar de la
  2450. de su madre, que la tuvo muy grande, y con todo esto se juzgaba
  2451. que le había de pasar la de la hija; y así fue, que cuando
  2452. llegó a edad de catorce a quince años, nadie la miraba que no
  2453. bendecía a Dios, que tan hermosa la había criado, y los más
  2454. quedaban enamorados y perdidos por ella. Guardábala su tío con
  2455. mucho recato y con mucho encerramiento, pero con todo esto, la
  2456. fama de su mucha hermosura se extendió de manera, que así por
  2457. ella, como por sus muchas riquezas, no solamente de los de
  2458. nuestro pueblo, sino de los de muchas leguas a la redonda, y de
  2459. los mejores de ellos, era rogado, solicitado e importunado su
  2460. tío se la diese por mujer. Mas él, que a las derechas es buen
  2461. cristiano, aunque quisiera casarla luego, así como la vía de
  2462. edad, no quiso hacerlo sin su consentimiento, sin tener ojo a
  2463. la ganancia y granjería que le ofrecía el tener la hacienda de
  2464. la moza, dilatando su casamiento. Y a fe que se dijo esto en
  2465. más de un corrillo en el pueblo en alabanza del buen sacerdote.
  2466. Que quiero que sepa, señor andante, que en estos lugares cortos
  2467. de todo se trata y de todo se murmura; y tened para vos, como
  2468. yo tengo para mí, que debe de ser demasiadamente bueno el
  2469. clérigo que obliga a sus feligreses a que digan bien dél,
  2470. especialmente en las aldeas.
  2471.  
  2472. Así es la verdad, dijo Don Quijote, y proseguid adelante,
  2473. que el cuento es muy bueno, y vos, buen Pedro, le contáis con
  2474. mucha gracia.
  2475.  
  2476. La del Señor no me falte, que es la que hace al caso. Y en
  2477. lo demás, sabréis que aunque el tío proponía a la sobrina, y le
  2478. decía las calidades de cada uno, en particular de los muchos
  2479. que por mujer la pedían, rogándole que se casase y escogiese a
  2480. su gusto, jamás ella respondió otra cosa sino que por entonces
  2481. no quería casarse, y que por ser tan muchacha no se sentía
  2482. hábil para poder llevar la carga del matrimonio. Con estas que
  2483. daba al parecer justas excusas, dejaba el tío de importunarla,
  2484. y esperaba que entrase algo más en edad y ella supiese escoger
  2485. compañía a su gusto. Porque decía él, y decía muy bien, que no
  2486. habían de dar los padres a sus hijos estado contra su voluntad.
  2487. Pero hételo aquí, cuando no me cato, que remanece un día la
  2488. melindrosa Marcela hecha pastora; y sin ser parte su tío ni
  2489. todos los del pueblo que se lo desaconsejaban, dio en irse al
  2490. campo con las demás zagalas del lugar, y dio en guardar su
  2491. mesmo ganado. Y así como ella salió en público, y su hermosura
  2492. se vio al descubierto, no os sabré buenamente decir cuántos
  2493. ricos mancebos, hidalgos y labradores han tomado el traje de
  2494. Grisóstomo, y la andan requebrando por estos campos. Uno de los
  2495. cuales, como ya está dicho, fue nuestro difunto, del cual
  2496. decían que la dejaba de querer y la adoraba. Y no se piense que
  2497. porque Marcela se puso en aquella libertad y vida tan suelta, y
  2498. de tan poco o de ningún recogimiento, que por eso ha dado
  2499. indicio, ni por semejas, que venga en menoscabo de su
  2500. honestidad y recato; antes es tanta y tal la vigilancia con que
  2501. mira por su honra, que de cuantos la sirven y solicitan ninguno
  2502. se ha alabado, ni con verdad se podrá alabar, que le haya dado
  2503. alguna pequeña esperanza de alcanzar su deseo. Que puesto que
  2504. no huye ni es esquiva de la compañía y conversación de los
  2505. pastores, y los trata cortés y amigablemente, en llegando a
  2506. descubrirle su intención cualquiera dellos, aunque sea tan
  2507. justa y santa como la del matrimonio, los arroja de sí como con
  2508. un trabuco. Y con esta manera de condición hace más daño en
  2509. esta tierra que por si ella entrara la pestilencia, porque su
  2510. afabilidad y hermosura atraen los corazones de los que la
  2511. tratan a servirla y a amarla; pero su desdén y desengaño los
  2512. conduce a términos de desesperarse, y así no saben qué decirle
  2513. sino llamarla a voces cruel y desagradecida, con otros títulos
  2514. a este semejantes, que bien la calidad de su condición
  2515. manifiestan; y si aquí estuviéredes, señores, algún día,
  2516. veríades resonar estas sierras y estos valles con los lamentos
  2517. de los desengañados que la siguen. No está muy lejos de aquí un
  2518. sitio donde hay casi dos docenas de altas hayas, y no hay
  2519. ninguna que en su lisa corteza no tenga grabado y escrito el
  2520. nombre de Marcela, y encima de alguna una corona grabada en el
  2521. mesmo árbol, como si más claramente dijera su amante que
  2522. Marcela la lleva y la merece de toda la hermosura humana. Aquí
  2523. suspira un pastor, allí se queja otro, acullá se oyen amorosas
  2524. canciones, acá desesperadas endechas. Cual hay que pasa todas
  2525. las horas de la noche sentado al pie de alguna encina o
  2526. peñasco, y allí, sin plegar los llorosos ojos, embebecido y
  2527. trasportado en sus pensamientos, le halla el sol a la mañana; y
  2528. cual hay que sin dar vado ni tregua a sus suspiros, en mitad
  2529. del ardor de la más enfadosa siesta del verano tendido sobre la
  2530. ardiente arena, envía sus quejas al piadoso cielo; y deste y de
  2531. aquel, y de aquellos y destos, libre y desenfadadamente triunfa
  2532. la hermosa Marcela. Y todos los que la conocemos estamos
  2533. esperando en qué ha de parar su altivez, y quién ha de ser el
  2534. dichoso que ha de venir a domeñar condición tan terrible, y
  2535. gozar de hermosura tan extremada. Por ser todo lo que he
  2536. contado tan averiguada verdad, me doy a entender que también lo
  2537. es la que nuestro zagal dijo que se decía de la causa de la
  2538. muerte de Grisóstomo. Y así os aconsejo, señor, que no dejéis
  2539. de hallaros mañana a su entierro, que será muy de ver, porque
  2540. Grisóstomo tiene muchos amigos, y no está deste lugar a aquel
  2541. donde manda enterrarse media legua.
  2542.  
  2543. En cuidado me lo tengo, dijo Don Quijote, y agradézcoos el
  2544. gusto que me habéis dado con la narración de tan sabroso
  2545. cuento. ¡Oh! replicó el cabero. Aun no sé yo la mitad de los
  2546. casos sucedidos a los amantes de Marcela; mas podría ser que
  2547. mañana topásemos en el camino algún pastor que nos lo dijese; y
  2548. por ahora bien será que os vais a dormir debajo de techado,
  2549. porque el sereno os podría dañar la herida, puesto que es tal
  2550. la medicina que se os ha puesto, que no hay que temer de
  2551. contrario accidente.
  2552.  
  2553. Sancho Panza que ya daba al diablo el tanto hablar del
  2554. cabrero, solicitó por su parte que su amo se entrase a dormir
  2555. en la choza de Pedro. Hízolo así y todo lo más de la noche se
  2556. la pasó en memorias de su señora Dulcinea, a imitación de los
  2557. amantes de Marcela. Sancho Panza se acomodó entre Rocinante y
  2558. su jumento, y durmió, no como enamorado desfavorecido, sino
  2559. como hombre molido a coces.
  2560.  
  2561. Parte primera: Capítulo décimotercero
  2562.  
  2563. Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros
  2564. sucesos
  2565.  
  2566.  
  2567. Mas apenas comenzó a descubrirse el día por los balcones
  2568. del Oriente, cuando los cinco de los seis cabreros se levantaron
  2569. y fueron a despertar a Don Quijote, y a decille si estaba
  2570. todavía con propósito de ir a ver el famoso entierro de
  2571. Grisóstomo, y que ellos le harían compañía. Don Quijote, que
  2572. otra cosa no deseaba, se levantó y mandó a Sancho que ensillase
  2573. y enalbardase al momento, lo cual él hizo con mucha diligencia,
  2574. y con la misma se pusieron luego todos en camino.
  2575.  
  2576. Y no hubieron andado un cuarto de legua, cuando al cruzar
  2577. de una senda vieron venir hacia ellos hasta seis pastores
  2578. vestidos con pellicos negros, y coronadas las cabezas con
  2579. guirnaldas de ciprés y de amarga adelfa. Traía cada uno un
  2580. grueso bastón de acebo en la mano; venían con ellos asimismo dos
  2581. gentiles hombres de a caballo tan bien aderezados de camino, con
  2582. otros tres mozos de a pie que los acompañaban.
  2583.  
  2584. En llegándose a juntar se saludaron cortésmente, y
  2585. preguntándose los unos a los otros dónde iban, supieron que
  2586. todos se encaminaban al lugar del entierro, y así comenzaron a
  2587. caminar todos juntos. Uno de los de a caballo, hablando con su
  2588. compañero le dijo: - Paréceme, señor Vivaldo, que habemos de dar
  2589. por bien empleada la tardanza que hiciéremos en ver este famoso
  2590. entierro que no podrá dejar de ser famoso, según estos pastores
  2591. nos han contado extrañezas, así del muerto pastor como de la
  2592. pastora homicida. Así me lo parece a mí, respondió Vivaldo, y no
  2593. digo yo hacer tardanza de un día, pero de cuatro la hiciera a
  2594. trueco de verle. Preguntóles Don Quijote qué era lo que habían
  2595. oído de Marcela y de Grisóstomo. El caminante dijo que aquella
  2596. madrugada habían encontrado con aquellos pastores, y que por
  2597. haberles visto en aquel tan triste traje les habían preguntado
  2598. la ocasión por que iban de aquella manera; que uno dellos se lo
  2599. contó, contando las eztrañezas y hermosura de una pastora
  2600. llamada Marcela, y los amores de muchos que la recuestaban, con
  2601. la muerte de aquel Grisóstomo a cuyo entierro iban. Finalmente,
  2602. él contó lo que Pedro a Don Quijote había contado.
  2603.  
  2604. Cesó esta plática y comenzóse otra, preguntando el que se
  2605. llamaba Vivaldo a Don Quijote, qué era la ocasión que le movía a
  2606. andar armado de aquella manera por tierra tan pacífica. A lo
  2607. cual respondió Don Quijote: - La profesión de mi ejercicio no
  2608. consiente ni permite que yo ande de otra manera; el buen paso,
  2609. el regalo y el reposo allá se inventaron para los blandos
  2610. cortesanos; mas el trabajo, la inquietud y las armas sólo se
  2611. inventaron e hicieron para aquellos que el mundo llama
  2612. caballeros andantes, de los cuales yo, aunque indigno, soy el
  2613. menor de todos. Apenas oyeron esto, cuando todos le tuvieron por
  2614. loco, y por averiguarlo más y ver qué género de locura era el
  2615. suyo, le tornó a preguntar Vivaldo qué quería decir caballeros
  2616. andantes. - ¿No han vuestras mercedes leído, respondió Don
  2617. Quijote, los anales e historias de Inglaterra, donde se tratan
  2618. las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro
  2619. romance castellano llamamos el rey Artús, de quien es tradición
  2620. antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña, que este
  2621. rey no murió, sino que por arte de encantamiento se convirtió en
  2622. cuervo, y que andando los tiempos ha de volver a reinar y a
  2623. cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde
  2624. aquel tiempo a este haya ningún inglés muerto cuervo alguno?
  2625. Pues en tiempo de este buen rey fue instituida aquella famosa
  2626. orden de caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y
  2627. pasaron sin faltar un punto los amores que allí se cuentan de
  2628. Don lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siend medianera
  2629. dellos y sabidora aquella tan honrada duaña Quitañona, de donde
  2630. nació aquel famoso romance, y tan decantado en nuestra España
  2631. de:
  2632.  
  2633. Nunca fuera caballero
  2634. de damas tan bien servido,
  2635. como lo fue Lanzarote
  2636. cuando de Bretaña vino;
  2637.  
  2638. con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y
  2639. fuertes fechos. Pues desde entonces, de mano en mano fue aquella
  2640. orden de caballería extendiéndose y dilatándose por muchas y
  2641. diversas partes del mundo; y en ella fueron famosos y conocidos
  2642. por sus fechos el valiente Amadís de Gaula con todos sus hijos y
  2643. nietos hasta la quinta generación, y el valeroso Felixmarte de
  2644. Hircania, y el nunca como se debe alabado Tirante el Blanco, y
  2645. casi que en nuestros días vimos y comunicamos y oímos al
  2646. invencible y valeroso caballero don Belianís de Grecia. Esto,
  2647. pues, señores, es ser caballero andante, y la que he dicho es la
  2648. orden de su caballería, en la cual, como otra vez he dicho, yo,
  2649. aunque pecador, he hecho profesión, y lo mismo que profesaron
  2650. los caballeros referidos, profeso yo; y así me voy por estas
  2651. soledades y despoblados buscando las aventuras, con ánimo
  2652. deliberado de ofrecer mi brazo y mi persona a la más peligrosa
  2653. que la suerte me depare, en ayuda de los flacos y menesterosos.
  2654.  
  2655. Por estas razones que dijo, acabaron de enterarse los
  2656. caminantes que era Don Quijote falto de juicio, y del género de
  2657. locura que señoreaba, de lo cual recibieron la misma admiración
  2658. que recibían todos aquellos qeu de nuevo venían en conocimiento
  2659. della. Y Vivaldo, que era persona muy discreta y de alegre
  2660. condición, por pasar sin pesadumbre el poco camino qeu decían
  2661. que les faltaba a llegar a la sierra del entierro, quiso darle
  2662. ocasión a que pasase más adelante con sus disparates. Y así le
  2663. dijo: paréceme, señor caballero andante, que vuestra merced ha
  2664. profesado una de las más estrechas profesiones que hay en la
  2665. tierra, y tengo para mí que aún la de los frailes cartujos no es
  2666. tan estrecha. Tan estrecha bien podía ser, respondió nuestro Don
  2667. Quijote; pero tan necesaria en el mundo, no estoy en dos dedos
  2668. de ponello en duda. Porque si va a decir verdad, no hace menos
  2669. el soldado que pone en ejecución lo que su capitán le manda, que
  2670. el mismo capitán que se lo ordena. Quiero decir, que los
  2671. religiosos con toda paz y sosiego piden al cielo el bien de la
  2672. tierra; pero los soldados y cablleros ponemos en ejecución lo
  2673. que ellos piden, defendiéndola con el valor de nuestros brazos y
  2674. filos de nuestras espadas; no debajo de cubierta, sino al cielo
  2675. abierto, puesto por blanco de los insufribles rayos del sol en
  2676. el verano, y de los erizados hielos del invierno. Así que somos
  2677. ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se ejecuta en
  2678. ello su justicia. Y como las cosas de la guerra, y las a ellas
  2679. tocantes y concernientes no se pueden poner en ejecución sino
  2680. sudando, afanando y trabajando excesivamente, síguese que
  2681. aquellos que la profesan tienen sin duda mayor trabajo que
  2682. aquellos que en sosegada paz y reposo están rogando a Dios
  2683. favorezca a los que poco pueden. No quiero yo decir, ni me pasa
  2684. por pensamiento, que es tan buen estado el de caballero andante
  2685. como el de encerrado religioso; sólo quiero inferir, por lo que
  2686. yo padezco, que sin duda es más trabajoso y aporreado, y más
  2687. hambriento y sediento, miserable, roto y piojoso, porque no hay
  2688. duda sino que los caballeros andantes pasados pasaron mucha mala
  2689. ventura en el discurso de su vida. Y si algunos subieron a ser
  2690. emperadores por el valor de su brazo, a fe que les costó buen
  2691. porqué de su sangre y de su sudor; y que así a los que tal grado
  2692. subieron les faltaran encantadores y sabios que los ayudaran,
  2693. que ellos quedarán bien defraudados de sus deseos y bien
  2694. engañados de sus esperanzas.
  2695.  
  2696. De ese parecer estoy yo, replicó el caminante; pero una
  2697. cosa entre otras muchas, me parece muy mal de los caballeros
  2698. andantes, y es que cuando se ven en ocasión de acometer una
  2699. grande y peligrosa aventura, en que se ve manifiesto peligro de
  2700. perder la vida, nunca en aquel instante de acometella se
  2701. acuerdan de encomendarse a Dios, como cada cristiano está
  2702. obligado a hacer en peligros semejantes; antes se encomiendan a
  2703. sus damas con tanta gana y devoción, como si ellas fueran su
  2704. Dio: cosa que me parece que huele algo a gentilidad.
  2705.  
  2706. Señor, respondió Don Quijote, eso no puede ser menos en
  2707. ninguna manera, y caería en mal caso el caballero andante que
  2708. otra cosa hiciese; que ya está en uso y costumbre en la
  2709. caballería andantesca que el caballero andante, que al acometer
  2710. algún gran fecho de armas tuvise su señora delante, vuelva a
  2711. ella los ojos blanda y amorosamente, como que le pide con ellos
  2712. le favorezca y ampare en el dudoso trance que acomete; y aun si
  2713. nadie le oye, está obligado a decir algunas palabras entre
  2714. dientes, en que de todo corazón se le encomiende, y desto
  2715. tenemos innumerables ejemplos en las historias. Y no se ha de
  2716. entender por esto que han de dejar de encomendarse a Dios, que
  2717. tiempo y lugar les queda para hacello en el discurso de la obra.
  2718. Con todo eso, replicó el caminante, me queda un escrúpulo, y es
  2719. que muchas veces he leído que se traban palabras entre dos
  2720. andantes caballeros, y de una en otra se les viene a encender la
  2721. cólera, y a volver los caballos, y a tomar una buena pieza del
  2722. campo, y luego sin más ni más, a todo el correr dellos se
  2723. vuelven a encontrar, y en mitad de la corrida se encomiendan a
  2724. sus damas; y lo que suele suceder del encuentro es que el uno
  2725. cae por las ancas del caballo pasado con lalanza del contrario
  2726. de parte a parte, y al otro le aviene también que a no tenerse a
  2727. las crines del suyo no pudiera dejar de venir al suelo; y no sé
  2728. yo cómo el muerto tuvo lugar para encomendarse a Dios en el
  2729. discurso de esta tan celebrada obra; mejor fuera que las
  2730. palabras que en la carrera gastó encomendándose a su dama, las
  2731. gastara en lo que debía, y estaba obligado como cristiano;
  2732. cuanto más que yo tengo para mí que no todos los caballeros
  2733. andantes tienen damas a quien encomendarse, porque no todos son
  2734. enamorados.
  2735.  
  2736. Eso no puede ser, respondió Don Quijote: digo que no puede
  2737. ser que haya caballero andante sin dama, porque tan propio y tan
  2738. natural les es a los tales ser enamorados como al cielo tener
  2739. estrellas, y a buen seguro que no se haya visto historia donde
  2740. se halle caballero andante sin amores, y por el mismo caso que
  2741. estuviese sin ellos, no sería tenido por legítimo caballero,
  2742. sino por bastardo, y que entró en la fortaleza de la caballería
  2743. dicha, no por la puerta, sino por las bardas, como salteador y
  2744. ladrón. Como todo eso dijo el caminante, me parece, si mal no me
  2745. acuerdo, haber leído que don Galaor, hermano del valeroso Amadís
  2746. de Gaula, nunca tuvo dama señalada a quien pudiese encomendarse,
  2747. y con todo esto no fue tenido en menos, y fue un muy valiente y
  2748. famoso caballero. A lo cual respondió nuestro Don Quijote:
  2749. Señor, una golondrina sola no hace verano; cuanto más que yo sé
  2750. que de secreto estaba ese caballero muy bien enamorado; fuera de
  2751. aquello de querer a todas bien, cuantas bien le parecían, era
  2752. condición natural a quien no podía ir a la mano. Pero en
  2753. resolución, averiguado está muy bien que él tenía una sola a
  2754. quien le había hecho señora de su voluntad; a la cual se
  2755. encomendabaq muy a menudo y muy secretamente, porque se preció
  2756. de secreto caballero.
  2757.  
  2758. Luego si es de esencia que todo caballero andante haya de
  2759. ser enamorado, dijo el caminante, bien se puede creer que
  2760. vuestra merced lo es, pues de la profesión, y si es que vuestra
  2761. merced no se precia de ser tan secreto como Don Galaor, con las
  2762. veras que puedo, le suplico, en nombre de toda esta compañía y
  2763. en el mío, nos diga el nombre, patria, calidad y hermosura de su
  2764. dama, que ella se tendrá por dichosa de que todo el mundo sepa
  2765. que es querida y servida de un tal caballero como vuestra merced
  2766. parece. Aquí dio un gran suspiro Don Quijote y dijo: yo no podré
  2767. afirmar si la dulce mi enemiga gusta o no de que el mundo sepa
  2768. que yo la sirvo; sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto
  2769. comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea, su patria el
  2770. Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad por lo menos ha de ser
  2771. princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura sobrehumana,
  2772. pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y
  2773. quiméricos atributos de belleza qeu los poetas dan a sus damas;
  2774. que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas
  2775. arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios
  2776. corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su
  2777. pecho, marfil sus manos, su blacura nieve; y las partes que a la
  2778. vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y
  2779. entiendo, que sola la discreta consideración puede encarecerlas
  2780. y no compararlas. El linaje, prosapia y alcurnia querríamos
  2781. saber, replicó Vivaldo. A lo cual respondión Don Quijote: no es
  2782. de los antiguos Curcios, Gayos y Cipiones romanos, ni de los
  2783. modernos Colonas y Ursinos, ni de los Moncadas y Requesens de
  2784. Cataluña, ni menos de los Rebellas y Villenovas de Valencia, y
  2785. Palafoxes Nuzas, Rocabertis, Corellas, Lunas, Alagones, Urreas,
  2786. Foces y Gurreas de Aragón; Cerdas, Manriques, Mendozas y
  2787. Guzmanes de Castilla; Alencastros, Pallas y Meneses de Portugal;
  2788. pero es de los del Toboso de la Mancha, linaje, aunque moderno,
  2789. tal que puede dar generoso principio a las más ilustres familias
  2790. de los venideros siglos; y no se me replique en esto, si no
  2791. fuere con las condiciones que puso Cerbino al pie del trofeo de
  2792. las armas de Orlando, que decía:
  2793.  
  2794. Nadie las mueva
  2795. que estar no pueda
  2796. con Roldán a prueba.
  2797.  
  2798. Aunque el mío es de los Cachopines de Laredo, respondió el
  2799. caminante, no le osaré yo poner con el del Toboso de la Mancha
  2800. puesto que, para decir verdad, semejante apellido hasta ahora no
  2801. ha llegado a mis oídos. Como ese no habrá llegado, replicó Don
  2802. Quijote.
  2803.  
  2804. Con gran atención iban escuchando todos los demás la
  2805. plática de los dos, y aun hasta los mismos cabreros y pastores
  2806. conocieron la demasiada falta de juicio de nuestro Don Quijote.
  2807. Sancho Panza pensaba que cuanto su amo decía era verdad,
  2808. sabiendo él quién era, habiéndole conocido desde su nacimiento;
  2809. y en lo que dudaba algo era en creer aquello de la linda
  2810. Dulcinea del Toboso, porque nunca tal nombre ni tal princesa
  2811. había llegado jamás a su noticia, aunque vivía tan cerca del
  2812. Toboso.
  2813.  
  2814. En estas pláticas iban cuando vieron que por la quiebra que
  2815. dos altas montañas hacían, bajaban hasta veinte pastores, todos
  2816. con pellicos de negra lana vestidos, y coronados con guirnaldas
  2817. que, a lo que después pareció, eran cual de tejo y cual de
  2818. ciprés. Entre seis dellos traían unas andas, cubiertas de mucha
  2819. diversidad de flores y de ramos. Lo cual, visto por uno de los
  2820. cabreros, dijo: aquellos que allí vienen son los que traen el
  2821. cuerpo de Grisóstomo, y el pie de aquella montaña es el lugar
  2822. donde él mandó que le enterrasen. Por eso se dieron priesa a
  2823. llegar, y fue a tiempo que ya los que venían habían puesto las
  2824. andas en el suelo, y cuatro dellos con agudos picos, estaban
  2825. cavando la sepultura a un lado de una dura peña. Recibiéronse
  2826. los unos y los otros cortésmente, y luego, Don Quijote, y los
  2827. que con él venían, se pusieron a mirar las andas, y en ellas
  2828. vieron cubierto de flores un cuerpo muerto, y vestido como
  2829. pastor, de edad al parecer de treinta años; y aunque muerto,
  2830. mostraba que vivo había sido de rostro hermoso y de disposición
  2831. gallarda. Alrededor dél tenía en las mismas andas algunos libros
  2832. y muchos papeles abiertos y cerrados; y así los que estos
  2833. miraban como los que abrían la sepultura, y todos los demás que
  2834. allí había, guardaban un maravilloso silencio, hasta que uno de
  2835. los que al muerto trujeron dijo a otro: mirad bien, Ambrosio, si
  2836. es este el lugar que Grisóstomo dijo, ya que queréis que tan
  2837. puntualmente se cumpla lo que dejó mandado en su testamento.
  2838. Esto es, repondió Ambrosio, que muchas veces en él me contó mi
  2839. desdichado amigo la historia de su desventura. Allí me dijo él
  2840. que vio la vez primera a aquella enemiga mortal del linaje
  2841. humano, y allí fue también donde la primera vez le declaró su
  2842. pensamiento tan honesto como enamorado, y allí fue la última vez
  2843. donde Marcela le acabó de desengañar y desdeñar; de suerte que
  2844. puso fin a la tragedia de su miserable vida y aquí, en memoria
  2845. de tantas desdichas, quiso él que le depositasen en las entrañas
  2846. del eterno olvido. Y volviéndose a Don Quijote y a los
  2847. caminantes, prosiguió diciendo: ese cuerpo, señores, que con
  2848. piadosos ojos estáis mirando, fue depositario de un alma en
  2849. quien el cielo puso infinita parte de sus riquezas. Ese es el
  2850. cuerpo de Grisóstomo, que fue único en el ingenio, sólo en la
  2851. cortesía, extremo en la gentileza, fénix en la amistad,
  2852. magnífico sin tasa, grave sin presunción, alegre sin bajeza, y
  2853. finalmente, primero en todo lo que es ser bueno, y sin segundo
  2854. en todo lo que fue sr desdichado. Quiso bien, fue aborrecido;
  2855. adoró, fue desdeñado; rogó a una fiera, importunó a un mármol,
  2856. corrió tras el viento, dio voces a la soledad, sirvió a la
  2857. ingratitud, de quien alcanzó por premio ser despojo de la muerte
  2858. en la mitad de la carrera de su vida, a la cual dio fin una
  2859. pastora, a quien él procuraba eternizar para que viviera en la
  2860. memoria de las gentes, cual lo pudieran mostrar bien estos
  2861. papeles que estáis mirando, si él no me hubiera mandado que los
  2862. entregara al fuego en habiendo entregado su cuerpo a la tierra.
  2863. De mayor rigor y crueldad usaréis vos con ellos, dijo Vivaldo,
  2864. que su mismo dueño, pues no es justo ni acertado que se cumpla
  2865. la voluntad de quien lo ordena y afuera de todo razonable
  2866. discurso; y no le tuviera bueno Augusto César, si consintiera
  2867. que se pusiera en ejecución lo que el divino Mantuano dejó en su
  2868. testamento mandado. Así que, señor Ambrosio, ya que deis el
  2869. cuerpo de vuestro amigo a la tierra, no queráis dar sus escritos
  2870. al olvido; que si él ordenó como agraviado, no es bien que vos
  2871. cumpláis como indiscreto, antes haced, dando la vida a estos
  2872. papeles, que la tenga siempre la crueldad de Marcela, para que
  2873. sirva de ejemplo en los tiempos que están por venir a los
  2874. vivientes, para que se aparten y huyan de caer en semejantes
  2875. despeñaderos; que ya sé yo y los que aquí venimos la historia
  2876. deste vuestro enamorado y desesperado amigo, y sabemos la
  2877. amistad vuestra y la ocasión de su muerte, y lo que dejó mandado
  2878. al acabar de la vida: de la cual lamentable historia se puede
  2879. sacar cuanta haya sido la crueldad de Marcela, el amor de
  2880. Grisóstomo, la fe de la amistad vuestra, con el paradero que
  2881. tienen los que a rienda suelta corren por la senda que el
  2882. desvariado amor delante de los ojos les pone. Anoche supimos la
  2883. muerte de Grisóstomo, y que en este lugar había de ser
  2884. enterrado, y así de curiosidad y de lástima dejamos nuestro
  2885. derecho viaje, y acordamos de venir a ver con los ojos lo que
  2886. tanto nos había lastimado en oíllo; y en pago desta lástima y
  2887. del deseo que en nosotros nació de remedialla si pudiéramos, os
  2888. rogamos, oh discreto Ambrosio, a lo menos yo os lo suplico de mi
  2889. parte, que dejando de abrasar estos papeles, me dejéis llevar
  2890. algunos dellos. Y sin aguardar que el pastor respondiese, alargó
  2891. la mano y tomó algunos de los que más cerca estaban. Viendo lo
  2892. cual Ambrosio, dijo: por cortesía consentiré que os quedéis,
  2893. señor, con los que ya habéis tomado; pero pensar que dejaré de
  2894. quemar los que quedan es pensamiento vano. Vivaldo, que deseaba
  2895. ver lo que los papeles decían, abrió luego el uno dellos, y vio
  2896. que tenía por título: Canción desesperada. Oyólo Ambrosio y
  2897. dijo: ese es el último papel que escribió el desdichado y porque
  2898. veáis, señor, en el término que le tenían sus desventuras,
  2899. leedle de modo que seáis oído, ue bien os dará lugar a ello el
  2900. que se tardare en abrir la sepultura. Eso haré yo de muy buena
  2901. gana, dijo Vivaldo. Y como todos los circunstantes tenían el
  2902. mismo deseo, se pusieron a la redonda, y él, leyendo en voz
  2903. clara, vio que así decía:
  2904.  
  2905.  
  2906. no al concertado son, sino al ruido
  2907. que de lo hondo de mi amargo pecho,
  2908. llevado de un forzoso desvarío,
  2909. por gusto mío sale y tu despecho.
  2910.  
  2911. El rugir del león, del lobo fiero
  2912. el temeroso aullido, el silbo horrendo
  2913. de escamosa serpiente, el espantable
  2914.  
  2915. Bbaladro de algún monstruo, el agorero
  2916. graznar de la corneja, y el estruendo
  2917. del viento contrastado en mar inestable:
  2918.  
  2919. Del ya vencido toro el implacable
  2920. bramido, y de la viuda tortolilla
  2921. el sensible arrullar, el triste canto
  2922. del enviudado buho, con el llanto
  2923. de toda la infernal negra cuadrilla,
  2924.  
  2925. Salgan con la doliente ánima fuera,
  2926. mezclados en un son de tal manera
  2927. que se confundan los sentidos todos,
  2928. pues la pena cruel que en mí se halla
  2929. para contarla pide nuevos modos.
  2930.  
  2931. De tanta confusión, no las arenas
  2932. del padre Tajo oirán los tristes ecos,
  2933. ni del famoso Betis las olivas:
  2934. que allí se esparcirán mis duras penas
  2935. en altos riscos y en profundos huecos,
  2936. con muerta lengua y con palabras vivas;
  2937.  
  2938. O ya en oscuros valles o en esquivas
  2939. playas desnudas de contrato humano,
  2940. o adonde el sol jamás mostró su lumbre,
  2941. o entre la venenosa muchedumbre,
  2942. de fieras que alimenta el Nislo llano:
  2943.  
  2944. Que puestos en los páramos desiertos
  2945. los ecos roncos de mi mal inciertos
  2946. suenen con tu rigor tan sin segundo,
  2947. por privilegio de mis cortos hados
  2948. serán llevados por el ancho mundo.
  2949.  
  2950. Mata un desdén, aterrada paciencia
  2951. o verdadera o falsa una sospecha;
  2952. mata los celos con rigor tan fuerte;
  2953.  
  2954. Desconcierta la vida larga ausencia;
  2955. contra un temor de olvido no aprovecha
  2956. firme esperanza de dichosa suerte.
  2957.  
  2958. En todo hay cierta, inevitable muerte;
  2959. mas yo, ¡milagro nunca visto! vivo
  2960. celoso, ausente, desdeñado y cierto
  2961. de las sospechas que me tienen muerto:
  2962. y en el olvido en quien mi fuego avivo.
  2963.  
  2964. Y entre tantos tormentos, nunca alcanza
  2965. mi vista a ver en sombra a la esperanza;
  2966. ni yo desesperado la procuro,
  2967. antes por extremarme en mi querella,
  2968. estar sin ella eternamente juro.
  2969. ¿Puédese por ventura en un instante
  2970. esperar y temer, o es bien hacello,
  2971. siendo las causas del temor más ciertas?
  2972. ¿Tengo, si el duro celo está delante,
  2973. de cerrar estos ojos, si he de vello
  2974. por mil heridas en el alma abiertas?
  2975. ¿Quién no abrirá de par en par las puertas
  2976. a la desconfianza, cuando mira
  2977. descubierto el desdén, y las sospechas
  2978. ¡Oh amarga conversión! verdades hechas,
  2979. y la limpia verdad vuelta en mentira?
  2980.  
  2981. ¡Oh en el reino de amor fieros tiranos
  2982. celos! ponedme un hierro en estas manos.
  2983. Dam, desdén, una torcida soga.
  2984. ¡Mas ay de mí! que con cruel victoria
  2985. vuestra memoria el sufrimiento ahoga.
  2986.  
  2987. Yo muero, en fin, y porque nunca espere,
  2988. buen suceso en la muerte ni en la vida,
  2989. pertinaz estaré en mi fantasía:
  2990.  
  2991. Diré que va acertado el que bien quiere
  2992. y que es más libre el alma más rendida
  2993. a la de amor antigua tiranía.
  2994.  
  2995. Diré que la enemiga siempre mía,
  2996. hermosa el alma como el cuerpo tiene,
  2997. y que su olvido de mi culpa nace,
  2998. y que en fe de los males que nos hace
  2999. amor su imperio en justa paz mantiene.
  3000.  
  3001. Y con esta opinión y un duro lazo,
  3002. acelerando el miserable plazo
  3003. a que me han conducido sus desdenes,
  3004. ofreceré a los vientos cuerpo y alma
  3005. sin lauro o palma de futuros bienes.
  3006.  
  3007. Tú, que con tantas sinrazones muestras
  3008. la razón que me fuerza a que la haga
  3009. a la cansada vida que aborrezco;
  3010. pues ya ves que te da notorias muestras
  3011. esta del corazón profunda llaga,
  3012. de cómo alegre a tu rigor me ofrezco;
  3013.  
  3014. Si por dicha conoces que merezco
  3015. que el cielo claro de tus bellos ojos
  3016. en mi muerte se turbe, no lo hagas,
  3017. que no quiero que en nada satisfagas
  3018. al darte de mi alma los despojos.
  3019.  
  3020. Antes con risa en la ocasión funesta
  3021. descubre que el fin mío fue tu fiesta.
  3022. Mas gran simpleza es avisarte desto,
  3023. pues sé que está tu gloria conocida
  3024. en que mi vida llegue al fin tan presto.
  3025.  
  3026. Venga, es tiempo ya, del hondo abismo
  3027. tántalo con su sed, Sísifo venga
  3028. con el peso terrible de su canto.
  3029.  
  3030. Ticio traiga un buitre, y asimismo
  3031. con su rueda Egión no se detenga,
  3032. ni las hermanas que trabajan tanto.
  3033.  
  3034. Y todos juntos su mortal quebranto
  3035. traslaen en mi pecho, y en voz baja
  3036. (si y a un desesperado son debidas)
  3037. canten obsequias tristes, doloridas,
  3038. al cuerpo a quien se niegue aun la mortaja.
  3039.  
  3040. Y el portero infernal de los tres rostros,
  3041. con otras mil quimeras y mil mostruos
  3042. lleven en doloroso contrapunto,
  3043. que otra pompa mejor no me parece
  3044. que la merece un amador difunto.
  3045.  
  3046. Canción desesperada, no te quejes
  3047. cuando mi triste compañía dejes;
  3048. antes, pues, que la causa do naciste
  3049. con mi desdicha aumenta su ventura,
  3050. aun en la sepultura no estés triste.
  3051.  
  3052. Bien les pareció a los que escuchado habían la canción de
  3053. Grisóstomo, puesto, que el que la leyó dijo que no le parecía
  3054. que conformaba con la relación que él había oído del recato y
  3055. bondad de Marcela, porque en ella se quejaba Grisóstomo de
  3056. celos, sospechas y de ausencia, todo en perjuicio del buen
  3057. créditto y buena fama de Marcela, a lo cual respondió Ambrosio,
  3058. como aquel que sabía bien los más escondidos pensamientos de su
  3059. amigo; para que, señor, os satisfagáis desa duda, es bien que
  3060. sepáis que cuando este desdichado escribió esta canción estaba
  3061. ausente de Marcela, de quien se había ausentado por su voluntad,
  3062. por ver si usaba con él la ausencia de sus ordinarios fueros; y
  3063. como al enamorado ausente no hay cosa que no lo fatigue, ni
  3064. temor que no le dé alcance, así le fatigaban a Grisóstomo los
  3065. celos imaginados y las sospechas temidas como si fueran
  3066. verdaderas; y con esto queda en su punto la verdad que la fama
  3067. pregona de la bondad de Marcela; la cual fuera de ser cruel y un
  3068. poco arrogante, y un mucho desdeñosa, la misma envidia ni debe
  3069. ni puede ponerle falta alguna. Así es la verdad, respondió
  3070. Vivaldo; y queriendo leer otro papel de loos que había reservado
  3071. del fuego, lo estorbó una maravillosa visión (que tal parecía
  3072. ella) que improvisamente se les ofreció a los ojos, y fue que,
  3073. por cima de la peña donde se cavaba la sepultura, pareció la
  3074. pastora Marcela tan hermosa, que pasaba a su fama en hermosura.
  3075. Los que hasta entonces no la habían visto la miraban con
  3076. admiración y silencio, y los que ya estaban acostumbrados a
  3077. verla no quedaron menos suspensos que los que nunca la habían
  3078. visto. Mas apenas la hubo visto Ambrosio, cuando con muestras de
  3079. ánimo indignado, le dijo: ¿vienes a ver por ventura, oh fiero
  3080. basilisco destas montañas, si con tu presencia vierten sangre
  3081. las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida; o
  3082. vienes a ufanarte en las crueles hazañas de tu condición, o a
  3083. ver desde esa altura, como otro despiadado Nero, el incendio de
  3084. su abrasada Roma, o a pisar arrogante este desdichado cadáver,
  3085. como la ingrata hija al de su padre Tarquino? Dinos presto a lo
  3086. que vienes, o qué es aquello de que más gustas, que por saber yo
  3087. que los pensamientos de Grisóstomo jamás dejaron de obedecerte
  3088. en vida, haré que, aun él muerto, te obedezcan los de todos
  3089. aquellos que se llamaron sus amigos.
  3090.  
  3091. No vengo, oh Ambrosio, a ninguna cosa de las que has dicho,
  3092. respondió Marcela, sino a volver por mí misma, y a dar a
  3093. entender cuán fuera de razón van todos aquellos que de sus penas
  3094. y de la muerte de Grisóstomo me culpan. Y así ruego a todos los
  3095. que aquí estáis me estéis atentos, que no será menester mucho
  3096. tiempo ni gastar muchas palabras para persuadir una verdad a los
  3097. discretos. Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de
  3098. tal manera, que sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os
  3099. mueve mi hermosura, y por el amor que me mostráis decís y aun
  3100. queréis que esté yo obligada a amaros. Yo conozco con el natural
  3101. entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es
  3102. amable; mas no alcanzo que por razón de eser amado, esté
  3103. obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama; y
  3104. más que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo,
  3105. y siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir
  3106. quiérote por hermosa, hazme de amar aunque sea feo. Pero puesto
  3107. caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de
  3108. correr iguales los deseos, que no todas las hermosuras enamoran,
  3109. que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad; que si
  3110. todas las bellezas enamorasen y rindiesen, sería un andar las
  3111. voluntades confusas y descaminadas sin saber en cuál habían de
  3112. parar, porque siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos
  3113. habían de ser los deseos; y según yo he oído decir, el verdadero
  3114. amor no se divide, y ha de ser voluntario y no forzoso. Siendo
  3115. esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi
  3116. voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis
  3117. bien? Sino, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera
  3118. fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me
  3119. amábades? Cuanto más que habéis de considerar que yo no escogí
  3120. la hermosura que tengo, que tal cual es, el cielo me la dio de
  3121. gracia sin yo pedirla ni escogella; y así como la víbora no
  3122. merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella
  3123. mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merrezco ser
  3124. reprendida por ser hermosa; que la hermosura en la mujer honesta
  3125. es como el fuego apartado, o como la espada aguda, que ni él
  3126. quema, ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra y
  3127. las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo,
  3128. aunque lo sea, no debe parecer hermoso; pues si la honestidad es
  3129. una de las virtudes que al cuerpo y alma más adornan y
  3130. hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa,
  3131. por corresponder a la intención de aquél que por solo su gusto
  3132. con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda? Yo
  3133. nací libre, y para poder libre escogí la soledad de los campos;
  3134. los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas
  3135. destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas
  3136. comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado, y
  3137. espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he
  3138. desengañado con las palabras; y si los deseos se sustentan con
  3139. esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo, ni a otro
  3140. alguno, el fin de ninguno dellos, bien se puede decir que no es
  3141. obra mía que antes le mató su porfía que mi crueldad; y si me
  3142. hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto
  3143. estaba obligada a corresponder a ellos, digo que cuando en ese
  3144. mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la
  3145. bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en
  3146. perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi
  3147. recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él con todo
  3148. este desengaño quiso porfiar contra la esperanza y navegar
  3149. contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del
  3150. golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le
  3151. contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto.
  3152. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido: mirad ahora si
  3153. será razón que de su pena se me dé a mí la culpa. Quéjese el
  3154. engañado, desespérese aquél a quien le faltaron las prometidas
  3155. esperanzas, confiese el qeu yo llamare, ufánese el qeu yo
  3156. admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo
  3157. no prometo, engaño, llamo, ni admito. El cielo aun hasta ahora
  3158. no ha querido que yo llame por destino, y el pensar que tengo
  3159. que amar por elección es excusado. Este general desengaño sirva
  3160. a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho, y
  3161. entiéndase de aquí adelante, que si alguno por mí muriere, no
  3162. muere de celoso ni desdichado, porque a quien a nadie quiere, a
  3163. ninguno debe dar celos, que los desengaños no se han de tomar en
  3164. cuenta de desdenes. El que me llama fiera y basilisco, déjeme
  3165. como cosa perjudicial y mala: el que me llama ingrata, no me
  3166. sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me
  3167. siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y
  3168. esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá, ni seguirá,
  3169. en ninguna manera. Que si a Grisóstomo mató su impaciencia y
  3170. arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y
  3171. recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los
  3172. árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda, el que quiera que
  3173. la tenga, con los hombres¿ Yo, como sabéis, tengo riquezas
  3174. propias, y no codicio las ajenas: tengo libre condición, y no
  3175. gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a
  3176. este, ni solicito a aquel, ni me burlo con uno, ni me entretengo
  3177. con el otro. La conversación honesta de las zagalas destas
  3178. aldeas, y el cuidado de mis cabras me entretiene; tienen mis
  3179. deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a
  3180. contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma,
  3181. a su morada primera.
  3182.  
  3183. Y en diciendo esto, sin querer oír respuesta alguna, volvió
  3184. las espaldas y se entró por lo más cerrado de un monte que allí
  3185. cerca estaba, dejando admirados, tanto de su discreción como de
  3186. su hermosura, a todos los que allí estaban.
  3187.  
  3188. Y algunos dieron muestras (de aquellos que de la poderosa
  3189. flecha de los rayos de sus bellos ojos estaban heridos) de
  3190. quererla seguir, sin aprovecharse del manifiesto desengaño que
  3191. habían oído. Lo cual visto por Don Quijote, pareciéndole qeu
  3192. allí venía bien usar de su caballería socorriendo a las
  3193. doncellas menesterosas, puesta la mano en el puño de su espada,
  3194. en altas e inteligibles voces, dijo: ninguna persona, de
  3195. cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la
  3196. hermosa Marcela, so pena de caer en la furiosa indignación mía.
  3197. Ella ha mostrado con claras razones la poca o ninguna culpa que
  3198. ha tenido en la muerte de Grisóstomo, y cuán ajena vive de
  3199. condescender con los deseos de ninguno de sus amantes, a cuya
  3200. causa es justo qeu en lugar de ser seguida y perseguida, sea
  3201. honrada y estimada de todos los buenos del mundo, pues muestra
  3202. que en él ella es sola la que con tan honesta intención vive. O
  3203. ya que fuese por las amenazas de Don Quijote, o porque Ambrosio
  3204. les dijo que concluyesen con lo que a su buen amigo debían,
  3205. ninguno de los pastores se movió ni apartó de allí, hasta que,
  3206. acabada la sepultura, y abrasados los papeles de Grisóstomo,
  3207. pusieron su cuerpo en ella, no sin muchas lágrimas de los
  3208. circunstantes. Cerraron la sepultura con una gruesa peña, en
  3209. tanto que se acababa una losa que, según Ambrosio dijo, pensaba
  3210. mandar hacer un epitafio, que había de decir de esta manera:
  3211.  
  3212. Yace aquí de un amador
  3213. el mísero cuerpo helado,
  3214. que fue pastor de ganado,
  3215. perdido por desamor.
  3216. Murió a manos del rigor
  3217. de una esquiva hermosa ingrata,
  3218. con quien su imperio dilata
  3219. la tiranía de amor.
  3220.  
  3221. Luego esparcieron por encima de la sepultura muchas flores
  3222. y ramos, y dando todos el pésame a su amigo Ambrosio se
  3223. despidieron dél. Lo mismo hicieron Vivaldo y su compañero, y Don
  3224. Quijote se despidió de sus huéspedes y de los caminantes, los
  3225. cuales le rogaron se viniese con ellos a Sevilla, por ser lugar
  3226. tan acomodado a hallar aventuras que en cada calle y tras cada
  3227. esquina se ofrecen más que en otro alguno. Don Quijote les
  3228. agradeció el aviso y el ánimo que mostraban de hacerle merced, y
  3229. dijo que por entonces no quería ni debía ir a sevilla, hasta que
  3230. hubiese despojado todas aquellas sierras de ladrones
  3231. malandrines, de quien era fama que todas estaban llenas. Viendo
  3232. su buena determinación, no quisieron los caminantes
  3233. importunarles más, sino tornándose a despedir de nuevo, le
  3234. dejaron y prosiguieron su camino, en el cual no les faltó de qué
  3235. tratar, así de la historia de Marcela y Grisóstomo, como de las
  3236. locuras de Don Quijote; el cual determinó de ir a buscar a la
  3237. pastora Marcela, y ofrecerle todo lo que él podía en su
  3238. servicio. Mas no le avino como él pensaba, según se cuenta en el
  3239. discurso desta verdadera historia.
  3240.  
  3241.  
  3242.  
  3243. Parte primera: Capítulo decimoquinto
  3244.  
  3245. Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó Don
  3246. Quijote en
  3247. topar con unos desalmados yangüeses
  3248.  
  3249. Cuanta el sabio Cide Hamete Benengeli, que así como Don
  3250. Quijote se despidió de sus huéspedes y de todos los que se
  3251. hallaron al entierro del pastor Grisóstomo, él y su escudero se
  3252. entraron por el mismo bosque donde vieron que se había entrado
  3253. la pastora Marcela, y habiendo andado más de dos horas por él,
  3254. buscándola por todas partes sin poder hallarla, vinieron a
  3255. parar a un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría
  3256. un arroyo apacible y fresco, tanto que convidó y forzó a pasar
  3257. allí las horas de la siesta, que rigurosamente comenzaba ya a
  3258. entrar. Apeáronse Don Quijote y Sancho, y dejando al jumento y
  3259. a Rocinante a sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí
  3260. había, dieron saco a las alforjas, y sin ceremonia alguna, en
  3261. buena paz y compañía, amo y mozo comieron lo que en ellas
  3262. hallaron. No se había curado Sancho de echar sueltas a
  3263. Rocinante, seguro de que le conocía por tan manso y tan poco
  3264. rijoso que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le
  3265. hicieran tomar mal siniestro. Ordenó, pues, la suerte y el
  3266. diablo, que no todas veces duerme, que andaban por aquel valle
  3267. paciendo una manada de jacas galicianas de unos arrieros
  3268. yangüeses, de los cuales es costumbre sestear con su recua en
  3269. lugares y sitios de yerba y agua; y aquel donde acertó a
  3270. hallarse Don Quijote era muy a propósito de los yangüeses.
  3271.  
  3272. Sucedió, pues, que a Rocinante le vino en deseo de
  3273. refocilarse con las señoras jacas, y saliendo, así como las
  3274. olió, de su natural paso y costumbre, sin pedir licencia a su
  3275. dueño, tomó un trotillo algo pacadillo, y se fue a comunicar su
  3276. necesidad con ellas; mas ellas, que a lo que pareció, debían de
  3277. tener más gana de pacer que de él, recibiéronle con las
  3278. herraduras y con los dientes, de tal manera que a poco espacio
  3279. se le rompieron las cinchas, y quedó sin silla en pelota; pero
  3280. lo que él debió más de sentir fue que viendo los arrieros la
  3281. fuerza que a sus yeguas se les hacía, acudieron con estacas, y
  3282. tantos palos le dieron, que le derribaron mal parado en el
  3283. suelo. Ya en esto Don Quijote y Sancho, que la paliza de
  3284. Rocinante habían visto, llegaban hijadeando, y dijo Don Quijote
  3285. a Sancho: A lo que veo, amigo Sancho, estos no son caballeros,
  3286. sino gente soez y de baja ralea; dígolo, porque bien me puedes
  3287. ayudar a tomar la debida venganza del agravio que delante de
  3288. nuestros ojos se le ha hecho a Rocinante. ¿Qué diablos de
  3289. venganza hemos de tomar, respondió Sancho, si estos son más de
  3290. veinte, y nosotros no más de dos, y aun quizá no somos sino uno
  3291. y medio? Yo valgo por ciento, respondió Don Quijote. Y sin
  3292. hacer más discursos, echó mano a su espada y arremetió a los
  3293. yangüeses, y lo mismo hizo Sancho Panza, incitado y movido del
  3294. ejemplo de su amo; y a las primeras dio Don Quijote una
  3295. cuchillada a uno que le abrió un sayo de cuero de que venía
  3296. vestido con gran parte de la espalda. Los yangüeses que se
  3297. vieron maltratar de aquellos dos hombres solos, siendo ellos
  3298. tantos, acudieron a sus estacas; y cogiendo a los dos en medio,
  3299. comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y
  3300. vehemencia; verdad es que el segundo toque dieron con Sancho en
  3301. el suelo, y lo mismo le avino a Don Quijote, sin que le valiese
  3302. su destreza y buen ánimo; quiso su ventura que viniese a caer a
  3303. los pies de Rocinante, que aún no se había levantado: donde se
  3304. echa de ver la furia con que machacan estacas puestas en manos
  3305. rústicas y enojadas.
  3306.  
  3307. Viendo, pues, los yangüeses el mal recado que habían hecho,
  3308. con la mayor presteza que pudieron cargaron su recua y
  3309. siguieron su camino, dejando a los dos aventureros de mala
  3310. traza y de peor talante. El primero que se resintió fue Sancho
  3311. Panza, y hallándose junto a su señor, con voz enferma y
  3312. lastimada dijo: Señor Don Quijote, ¡ah, Señor Don Quijote! ¿Qué
  3313. quieres, Sancho hermano? respondió Don Quijote con el mismo
  3314. tono afeminado y doliente que Sancho. Querría, si fuese
  3315. posible, respondió Sancho Panza, que vuestra merced me diese
  3316. dos tragos de aquella bebida del feo Blas, si es que la tiene
  3317. vuestra merced ahí a mano; quizá será de provecho para los
  3318. quebrantamientos de huesos, como lo es para las feridas. Pues a
  3319. tenerla yo aquí, desgraciado yo, ¿qué nos faltaba? respondió
  3320. Don Quijote. Mas yo te juro, Sancho Panza, a fe de caballero
  3321. andante, que antes que pasasen dos días, si la fortuna no
  3322. ordena otra cosa, la tengo de tener en mi poder, o mal me han
  3323. de andar las manos. ¿Pues en cuántos le parece a vuestra merced
  3324. que podremos mover los pies? replicó Sancho Panza. De mí sé
  3325. decir, dijo el molido caballero Don Quijote, que no sabré poner
  3326. término a esos días; mas yo no tengo la culpa de todo, que no
  3327. había de poner mano a la espada contra hombres que no fuesen
  3328. armados caballeros como yo; y así creo que en pena de haber
  3329. pasado las leyes de la caallería ha permitido el dios de las
  3330. batallas que se me diese este castigo; por lo cual, hermano
  3331. Sancho, conviene que estés advertido en esto que ahora te diré,
  3332. porque importa mucho a la salud de entrambos; y es que, cuando
  3333. veas que semejante canalla nos hace algún agravio, no aguardes
  3334. a que yo ponga mano a la espada para ellos, porque no lo haré
  3335. en ninguna manera, sino pon tú mano a tu espada y castígalos
  3336. muy a tu sabor, que si en su ayuda y defensa acudieren
  3337. caballeros, yo te sabré defender y ofendellos con todo mi
  3338. poder, que ya habrás visto por mil señales y experiencias hasta
  3339. dónde se extiende el valor de este mi fuerte brazo. Tal quedó
  3340. de arrogante el pobre señor con el vencimiento del valiente
  3341. vizcaíno. Mas no le pareció tan bien a Sancho Panza el aviso de
  3342. su amo, que dejase de responder, diciendo: Señor, yo soy hombre
  3343. pacífico, manso, sosegado, y sé disimular cualquiera injuria,
  3344. porque tengo mujer e hijos que sustentar y criar; así que séale
  3345. a vuestra merced también de aviso, pues no puede ser mandato,
  3346. que en ninguna manera pondré mano a la espada, ni contra
  3347. villano, ni contra caballero, y que desde aquí para delante de
  3348. Dedios perdono cuantos agravios me han hecho y han de hacer, ora
  3349. me los haya hecho o haga, o haya de hacer persona alta o baja,
  3350. rico o pobre, hidalgo o pechero, sin exceptuar estado ni
  3351. condición alguna.
  3352.  
  3353. Lo cual oído por su amo, le respondió: Quisiera tener
  3354. aliento para poder hablar un poco descansado, y que el dolor
  3355. que tengo en esta costilla se apacara tanto cuanto, para darte
  3356. a entender, Panza, en el error en que estás. Ven acá, pecador:
  3357. si el viento de la fortuna, hasta ahora tan contrario, en
  3358. nuestro favor se vuelve, llenándonos las velas del deseo para
  3359. que seguramente y sin contraste alguno tomemos puerto en alguna
  3360. de las ínsulas que te tengo prometida, ¿qué sería de ti si,
  3361. ganándola yo, te hiciese señor della? Pues lo vendrás a
  3362. imposibilitar por no ser caballero, ni quererlo ser, ni tener
  3363. valor ni intención de vengar tus injurias y defender tu
  3364. señoría; porque has de saber que en los reinos y provincias
  3365. nuevamente conquistados, nunca están tan quietos los ánimos de
  3366. sus naturales, ni tan de parte del nuevo señor, que no se tenga
  3367. temor de que han de hacer alguna novedad para alterar de nuevo
  3368. las cosas y volver como dicen, a probar ventura; y así es
  3369. menester que el nuevo posesor tenga entendimiento para saber
  3370. gobernar, y valor para ofender y defenderse en cualquier
  3371. acontecimiento. En este que ahora nos ha acontecido, respondió
  3372. Sancho, quisiera yo tener este entendimiento y ese valor que
  3373. vuestra merced dice; mas yo le juro a fe de pobre hombre, que
  3374. más estoy para bizma que para pláticas. Mire vuestra merced si
  3375. se puede levantar y ayudaremos a Rocinante, aunque no lo
  3376. merece, porque él fue la causa principal de todo este
  3377. molimiento; jamás tal creí de Rocinante, que le tenía por
  3378. persona casta y tan pacífica como yo. En fin, bien dicen que es
  3379. menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que
  3380. no hay cosa segura en esta vida. ¿Quién dijera que tras de
  3381. aquellas tan grandes cuchilladas como vuestra merced dio a
  3382. aquel desdichado andante, había de venir por la posta y en
  3383. seguimiento suyo esta tan grande tempestad de palos que ha
  3384. descargado sobre nuestras espaldas? Aun las tuyas, Sancho,
  3385. replicó Don Quijote, deben de estar hechas a semejantes
  3386. nublados; pero las mías, criadas entre sinabafas y holandas,
  3387. claro está que sentirán más el dolor de esta desgracia; y si no
  3388. fuese porque imagino, qué digo imagino; sé muy cierto que todas
  3389. estas incomodidades son muy anejas al ejercicio de las armas,
  3390. aquí me dejaría morir de puro enojo. A esto replicó el
  3391. escudero: Señor, ya que estas desgracias son de la cosecha de la
  3392. caballería, dígame vuestra merced si suceden muy a menudo, o si
  3393. tienen sus tiempos limitados en que acaecen; porque me parece a
  3394. mí que a dos cosechas quedaremos inútiles para la tercera, si
  3395. Dios por su infinita misericordia no nos socorre. Sábete, amigo
  3396. Sancho, respondió Don Quijote, que la vida de los caballeros
  3397. andantes está sujeta a mil peligros y desventuras, y ni más ni
  3398. menos está en potencia propincua de ser los caballeros andantes
  3399. reyes y emperadores, como lo ha mostrado la experiencia en
  3400. muchos y diversos caballeros de cuyas historias yo tengo entera
  3401. noticia. Y pudiérate contar ahora, si el dolor me diera lugar,
  3402. de algunos que sólo por el valor de su brazo han subido a los
  3403. altos grados que he contado, y estos mismos se vieron antes y
  3404. después en diversas calamidades y miserias, porque el valeroso
  3405. Amadís de Gaula se vió en poder de su mortal enemigo Arcaláus
  3406. el encantador, de quien se tiene por averiguado que le dio,
  3407. teniéndole preso, más de doscientos azotes con las riendas de
  3408. su caballo, atado a una columna de un patio; y aun hay un autor
  3409. secreto y de no poco crédito que dice, que habiendo cogido al
  3410. caballero del Febo con una cierta trampa que se le hundió
  3411. debajo de los pies en un cierto castillo, al caer se halló en
  3412. una honda sima debajo de la tierra, atado de pies y manos, y
  3413. allí le echaron una destas que llaman melecinas de agua de
  3414. nieve y arena, de lo que llegó muy al cabo, y si no fuera
  3415. socorrido en aquella gran cuita de un sabio grande amigo suyo,
  3416. lo pasara muy mal el pobre caballero...
  3417.  
  3418.  
  3419. Parte primera: Capítulo decimosexto
  3420.  
  3421. De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que
  3422. él
  3423. imaginaba ser castillo.
  3424.  
  3425. El ventero que vió a Don Quijote atravesado en el asno,
  3426. preguntó a Sancho qué mal traía. Sancho le respondió que no era
  3427. nada, sino que había dado una caída de una peña abajo, y que
  3428. tenía algo brumadas las costillas. Tenía el ventero por mujer a
  3429. una, no de la condición que suelen tener las de semejante trato,
  3430. porque naturalmente era caritativa y se dolía de las calamidades
  3431. de sus prójimos, y así acudió luego a curar a Don Quijote, e
  3432. hizo que una hija suya doncella, muchacha y de muy buen parecer,
  3433. la ayudase a curar a su huésped. Servía a la venta asimismo una
  3434. moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma,
  3435. del un ojo tuerta, y del otro no muy sana: verdad es que la
  3436. gallardía del cuerpo suplía las demás faltas; no tenía siete
  3437. palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto
  3438. le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella
  3439. quisiera. Esta gentil moza, pues, ayudó a la doncella, y las dos
  3440. hicieron una muy mala cama a Don Quijote en un caramanchón, que
  3441. otros tiempos daba manifiestos indicios que había servido de
  3442. pajar muchos años, en el cual también alojaba un arriero que
  3443. tenía su cama hecha un poco más allá de la de nuestro Don
  3444. Quijote, y aunque era de las enjalmas y mantas de sus machos,
  3445. hacía mucha ventaja a la de Don Quijote, que sólo contenía
  3446. cuatro mal lisas tablas sobre dos no muy iguales bancos, y un
  3447. colchón que en lo sutil parecía colcha, lleno de bodoques, que a
  3448. no mostrar que eran de lana por algunas roturas, al tiento en la
  3449. dureza semejaban de guijarro, y dos sábanas hechas de cuero de
  3450. adarga, y una frazada cuyos hilos, si se quisieran contar, no se
  3451. perdiera uno solo en la cuenta. En esta maldita cama se acostó
  3452. Don Quijote; luego la ventera y su hija le emplastaron de arriba
  3453. a abajo, alumbrándoles Maritornes, que así se llamaba la
  3454. asturiana, y como al bizmalle viese la ventera tan acardenalado
  3455. a partes a Don Quijote, dijo que aquellos más parecían golpes
  3456. que caída.
  3457.  
  3458. No fueron golpes, dijo Sancho, sino que la peña tenía
  3459. muchos picos y tropezones, y que que cada uno había hecho su
  3460. cardenal. Y también le dijo: Haga vuestra merced, señora, de
  3461. manera que queden algunas estopas, que no faltará quien las haya
  3462. menester, que también me duelen a mí un poco los lomos. ¿De esa
  3463. manera, respondió la ventera, también debísteis vos de caer? No
  3464. caí, dijo Sancho Panza, sino que de el sobresalto que tomé de
  3465. ver caer a mi amo, de tal manera me duele a mí el cuerpo, que me
  3466. parece que me han dado mil palos. Bien podría ser eso, dijo la
  3467. doncella, que a mí me ha acontecido muchas veces soñar que caía
  3468. de una torre abajo y que nunca acababa de llegar al suelo y
  3469. cuando despertaba del sueño hallarme tan molida y quebrantada
  3470. como si verdaderamente hubiera caído. Ahí está el toque, señora,
  3471. respondió Sancho Panza, que yo sin soñar nada, sino estando más
  3472. despierto que ahora estoy, me hallo con pocos menos cardenales
  3473. que mi señor Don Quijote.
  3474.  
  3475. ¿Cómo se llama este caballero? preguntó la asturiana
  3476. Maritornes. Don Quijote de la Mancha, respondió Sancho Panza, y
  3477. es caballero aventurero y de los mejores y más fuertes que de
  3478. luengos tiempos acá se han visto en el mundo. ¿Qué es caballero
  3479. aventurero? replicó la moza. ¿Tan nueva sois en el mundo que no
  3480. lo sabeis vos? respondió Sancho Panza: Pues sabed, hermana mía,
  3481. que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve
  3482. apaleado y emperador; hoy está la más desdichada criatura del
  3483. mundo y la más menesterosa, y mañana tendrá dos o tres coronas
  3484. de reinos que dar a su escudero. Pues ¿cómo vos, siendo de este
  3485. tan buen señor, dijo la ventera, no tenéis a lo que parece
  3486. siquiera algun condado? Aún es temprano, respondió Sancho,
  3487. porque no ha sino un mes que andamos buscando las aventuras, y
  3488. hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo sea, y tal vez
  3489. hay que se busca una cosa y se halla otra; verdad es que si mi
  3490. señor Don Quijote sana de esta herida o caída, y yo quedo
  3491. contrecho della, no trocaría mis esperanzas con el mejor título
  3492. de España.
  3493.  
  3494. Todas estas pláticas estaba escuchando muy atento Don
  3495. Quijote, y sentándose en el lecho como pudo, tomando de la mano
  3496. a la ventera, le dijo: Creedme, fermosa señora, que os podeis
  3497. llamar venturosa por haber alojado en este vuestro castillo a mi
  3498. persona, que es tal, que si no la alabo es por lo que suele
  3499. decirse, que la alabanza propia envilece, pero mi escudero os
  3500. dirá quien soy; sólo os digo que tendré eternamente escrito en
  3501. mi memoria el servicio que me habedes fecho para agradecéroslo
  3502. mientras la vida me durase; y pluguiera a los altos cielos que
  3503. el amor no me tuviera tan rendido y tan sujeto a sus leyes, y
  3504. los ojos de aquella hermosa ingrata que digo entre mis dientes,
  3505. que los de esta fermosa doncella fueran señores de mi libertad.
  3506.  
  3507. Confusas estaban la ventera y su hija, y la buena de
  3508. Maritornes, oyendo las razones del andante caballero, que así
  3509. las entendían como si hablara en griego; aunque bien alcanzaron
  3510. que todas se encaminaban a ofrecimientos y requiebros: y como no
  3511. usadas a semejante lenguaje, mirábanle y admirábanse, y
  3512. parecíales otro hombre de los que se usaban; y agradeciéndoles
  3513. con venteriles razones sus ofrecimientos, le dejaron, y la
  3514. asturiana Maritornes curó a Sancho, que no menos lo había
  3515. menester que su amo. Había el arriero concertado con ella que
  3516. aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su
  3517. palabra de que en estando sosegados los huéspedes, y durmiendo
  3518. sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le
  3519. mandase. Y cuéntase de esta buena moza, que jamás dió semejantes
  3520. palabras que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y
  3521. sin testigo alguno, porque presumía muy de hidalga, y no tenía
  3522. por afrenta estar en aquel ejercicio de servir en la venta;
  3523. porque decía ella que desgracias y malos sucesos la habían
  3524. traído a aquel estado. El duro, estrecho, apocado y fementido
  3525. lecho de Don Quijote estaba primero en mitad de aquel estrellado
  3526. establo; y luego junto a él hizo el suyo Sancho, que sólo
  3527. contenía una estera de enea y una manta, que antes mostraba ser
  3528. de angeo tundido que de lana; sucedía a estos dos lechos el del
  3529. arriero, fabricado, como se ha dicho de las enjalmas y de todo
  3530. el adorno de los dos mejores mulos que traía, aunque eran doce,
  3531. lucios, muy gordos y famosos, porque era uno de los ricos
  3532. arrieros de Arévalo, según lo dice el autor de esta historia,
  3533. que de este arriero hace particular mención, porque le conocía
  3534. muy bien, y aún quieren decir que era algo pariente suyo.
  3535.  
  3536. Fuera de que Cide Hamete Benengeli fue historiador muy
  3537. curioso y puntual en todas cosas, y échase bien de ver, pues las
  3538. que quedan referidas con ser tan mínimas y tan raras, no las
  3539. quiso pasar en silencio, de donde podrán tomar ejemplo los
  3540. historiadores graves que nos cuentan las acciones tan corta y
  3541. sucintamente, que apenas nos llegan a los labios, dejándose en
  3542. el tintero, ya por descuído, por malicia o ignorancia, lo más
  3543. sustancial de la obra. Bien haya mil veces el autor de
  3544. "Tablante", de "Ricamonte", y aquel del otro libro donde se
  3545. cuentan los hechos del "Conde Tomillas", ¡y con qué puntualidad
  3546. lo describen todo! Digo, pues, que después de haber visitado el
  3547. arriero a su recua y dádole el segundo pienso, se tendió en sus
  3548. enjalmas y se dió a esperar a su puntualísima Maritornes. Ya
  3549. estaba Sancho bizmado y acostado, y aunque procuraba dormir no
  3550. lo consentía el dolor de sus costillas; y Don Quijote con el
  3551. dolor de las suyas tenía los ojos abiertos como liebre.
  3552.  
  3553. Toda la venta estaba en silencio, y en toda ella no había
  3554. otra luz que la daba una lámpara, que colgada en medio del
  3555. portal ardía. Esta maravillosa quietud, y los pensamientos que
  3556. siempre nuestro caballero traía de los sucesos que a cada paso
  3557. se cuentan en los libros, autores de su desgracia, le trujo a la
  3558. imaginación una de las extrañas locuras que buenamente
  3559. imaginarse pueden; y fue que el se imaginó haber llegado a un
  3560. famoso castillo (que, como se ha dicho, castillos eran a su
  3561. parecer todas las ventas donde alojaba), y que la hija del
  3562. ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su
  3563. gentileza, se había enamorado de él y prometido que aquella
  3564. noche a furto de sus padres vendría a yacer con él una buena
  3565. pieza; y teniendo toda esta quimera, que él se había fabricado,
  3566. por firme y valedera, se comenzó a acuitar y a pensar en el
  3567. peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso
  3568. en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del
  3569. Toboso, aunque la misma reina Ginebra con su dama Quintañona se
  3570. le pusiesen delante.
  3571.  
  3572. Pensando, pues, en estos disparates, se llegó el tiempo y
  3573. la hora (que para él fue menguada) de la venida de la asturiana,
  3574. la cual, en camisa y descalza, cogidos los cabellos en una
  3575. albanega de fustan, con tácitos y atentados pasos, entró en el
  3576. aposento donde los tres alojaban en busca del arriero; pero
  3577. apenas llegó a la puerta cuando Don Quijote la sintió, y
  3578. sentándose en la cama a pesar de sus bizmas, y con dolor de sus
  3579. costillas, tendió los brazos para recibir a su fermosa doncella
  3580. la asturiana, que toda recogida y callando iba con las manos
  3581. adelante buscando a su querido. Topó con los brazos de Don
  3582. Quijote, el cual la asió fuertemente de una muñeca, y tirándola
  3583. hacia sí, sin que ella osase hablar palabra, la hizo sentar
  3584. sobre la cama, tentóle la camisa y ella era de arpillera, a él
  3585. le pareció ser de finísimo y delgado cendal. Traía en las
  3586. muñecas unas cuentas de vidrio; pero a él le dieron vislumbres
  3587. de preciosas piedras orientales; los cabellos que en alguna
  3588. manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo
  3589. oro de Arabia, cuyo resplandor al del mismo sol oscurecía; y el
  3590. aliento que, sin duda alguna olía a ensalada fiambre y
  3591. trasnochada, a él pareció que arrojaba de su boca un olor suave
  3592. y aromático; y finalmente, él la pintó en su imaginación de la
  3593. misma traza y modo que lo había leído en sus libros de la otra
  3594. princesa que vino a ver al mal ferido caballero vencido de sus
  3595. amores, con todos los adornos que aquí van puestos; y era tanta
  3596. la ceguedad del pobre hidalgo, que el tacto, ni el aliento, ni
  3597. otras cosas que traía en sí la buena doncella, no le
  3598. desengañaban, las cuales pudieran hacer vomitar a otro que no
  3599. fuera arriero; antes le parecía que tenía en sus brazos a la
  3600. diosa de la hermosura; y teniéndola bien asida, con voz amorosa
  3601. y baja le comenzó a decir: Quisiera hallarme en términos,
  3602. fermosa y alta señora, de poder pagar tamaña merced como la que
  3603. con la vista de vuestra gran fermosura me habedes fecho; pero ha
  3604. querido la fortuna, que no se cansa de perseguir a los buenos,
  3605. ponerme en este lecho, donde yago tan molido y quebrantado, que
  3606. aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra, fuera
  3607. imposible; y más que se añade a esta imposibilidad otra mayor,
  3608. que es la prometida fe que tengo dada a la sin par Dulcinea del
  3609. Toboso, única señora de mis más escondidos pensamientos; que si
  3610. ésto no hubiera de por medio, no fuera yo tan sándio caballero
  3611. que dejara pasar en blanco la venturosa ocasión en que vuestra
  3612. gran bondad me ha puesto.
  3613.  
  3614. Maritornes estaba congojadísima y trasudando de verse tan
  3615. asida de Don Quijote, y sin entender, ni estar atenta a las
  3616. razones que le decía, procuraba sin hablar palabra desasirse. El
  3617. bueno del arriero, a quien tenían despiertos sus malos deseos,
  3618. desde el punto que entró su coima por la puerta, la sintió,
  3619. estuvo atentamente escuchando todo lo que Don Quijote decía, y
  3620. celoso de que la asturiana le hubiese faltado a la palabra por
  3621. otro, se fué llegando más al lecho de Don Quijote, y estúvose
  3622. quedo hasta ver en que paraban aquellas razones que él no podía
  3623. entender; pero como vió que la moza forcejeaba por desasirse, y
  3624. Don Quijote trabajaba por tenerla, pareciéndole mal la burla,
  3625. enarboló el brazo en alto, y descargó tan terrible puñada sobre
  3626. las estrechas quijadas del enamorado caballero, que le bañó toda
  3627. la boca en sangre, y no contento con esto se le subió encima de
  3628. las costillas, y con los piés más que de trote se las paseó
  3629. todas de cabo a cabo. El lecho, que era un poco endeble y de no
  3630. firmes fundamentos, no pudiendo sufrir la añadidura del arriero,
  3631. dió consigo en el suelo, a cuyo gran ruido despertó el ventero,
  3632. y luego imaginó que debían de ser pendencias de Maritornes,
  3633. porque habiéndola llamado a voces no respondía. Con esta
  3634. sospecha se levantó, y encendiendo un candil, se fué hacia donde
  3635. había sentido la pelea. La moza, viendo que su amo venía, y que
  3636. era de condición terrible, toda medrosica y alborotada se acogió
  3637. a la cama de Sancho Panza, que aún dormía, y allí se acurrucó y
  3638. se hizo un ovillo. El ventero entró diciendo: ¿Adónde estas
  3639. puta? A buen seguro que son tus cosas éstas. En esto despertó
  3640. Sancho, y sintiéndo aquel bulto casi encima de sí, pensó que
  3641. tenía la pesadilla, y comenzó a dar puñadas a una y otra parte,
  3642. y entre otras alcanzó con no sé cuántas a Maritornes, la cual,
  3643. sentida del dolor, echando a rodar la honestidad, dio el retorno
  3644. a Sancho con tantas, que a su despecho le quitó el sueño; el
  3645. cual, viéndose tratar de aquella manera y sin saber de quién,
  3646. alzándose como pudo, se abrazó con Maritornes, y comenzaron
  3647. entre los dos la más reñida y graciosa escaramuza del mundo.
  3648.  
  3649. Viendo, pues, el arriero a la lumbre del candil del ventero
  3650. cual andaba su dama, dejando a Don Quijote, acudió a dalle el
  3651. socorro necesario. Lo mismo hizo el ventero; pero con intención
  3652. diferente, porque fue a castigar a la moza, creyendo sin duda
  3653. que ella sola era la ocasión de toda aquella armonía. Y así como
  3654. suele decirse, el gato al rato, el rato a la cuerda, la cuerda
  3655. al palo, daba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a
  3656. él, el ventero a la moza y todos menudeaban con tanta priesa,
  3657. que no daban punto de reposo; y fue lo bueno que al ventero se
  3658. le apagó el candil, y como quedaron a oscuras, dábanse tan sin
  3659. compasión todos a bulto, que a do quiera que ponían la mano no
  3660. dejaban cosa sana.
  3661.  
  3662. Alojaba acaso aquella noche en la venta un cuadrillero de
  3663. los que llaman de la Santa Hermandad vieja de Toledo, el cual,
  3664. oyendo asimismo el extraño estruendo de la pelea, asió de su
  3665. media vara y de la caja de lata de sus títulos, y entró a
  3666. oscuras en el aposento diciendo: Téngase a la justicia, téngase
  3667. a la Santa Hermandad. Y el primero con quién topó fué con el
  3668. apuñeado de Don Quijote, que estaba en su derribado lecho,
  3669. tendido boca arriba, sin sentido alguno; y echándole, a tiento,
  3670. mano a las barbas, no cesaba de decir: Favor a la justicia...
  3671. Pero viendo que el que tenía asido no se bullía ni se meneaba,
  3672. se dió a entender que estaba muerto, y que los que allí dentro
  3673. estaban eran sus matadores, y con esta sospecha reforzó la voz,
  3674. diciendo: Ciérrese la puerta de la venta, miren que no se vaya
  3675. nadie, que han muerto aquí a un hombre.
  3676.  
  3677. Esta voz sobresaltó a todos, y cada cual dejó la pendencia
  3678. en el grado que le tomó la voz. Retiróse el ventero a su
  3679. aposento, el arriero a sus enjalmas, la moza a su rancho; sólo
  3680. los desventurados Don Quijote y Sancho no se pudieron mover de
  3681. donde estaban. Soltó en esto el cuadrillero la barba de Don
  3682. Quijote, y salió a buscar luz para buscar y prender los
  3683. delincuentes; mas no la halló, porque el ventero de industria
  3684. había muerto la lámpara cuando se retiró a su estancia, y fuele
  3685. preciso acudir a la chimenea, donde con mucho trabajo y tiempo
  3686. encendió el cuadrillero otro candil.
  3687.  
  3688.  
  3689.  
  3690. Parte primera: Capítulo decimoséptimo
  3691.  
  3692. Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo
  3693. Don Quijote y
  3694. su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta, que por
  3695. su mal
  3696. pensó que era castillo
  3697.  
  3698. Había ya vuelto en este tiempo de su parasismo Don Quijote,
  3699. y con el mismo tono de voz que el día antes había llamado a su
  3700. escudero cuando estaba tendido en el val de las estacas, le
  3701. comenzó a llamar diciendo: ¿Sancho amigo, duermes? ¿Duermes,
  3702. amigo Sancho? Qué tengo de dormir, pesia a mí, respondió Sancho
  3703. lleno de pesadumbre y de despecho, que no parece sino que todos
  3704. los diablos han andado conmigo esta noche. Puédeslo creer así
  3705. sin duda, respondió Don Quijote, porque o yo sé poco, o este
  3706. castillo es encantado, porque has de saber... mas esto que ahora
  3707. quiero decirte, hasme de jurar que lo tendras secreto hasta
  3708. después de mi muerte. Sí juro, respondió Sancho.
  3709.  
  3710. Dígolo, respondió Don Quijote, porque soy enemigo de que se
  3711. quite la honra a nadie. Digo que sí juro, tornó a decir Sancho,
  3712. que lo callaré hasta después de los días de vuestra merced, y
  3713. plega a Dios que lo pueda descubrir mañana. ¿Tan malas obras te
  3714. hago, Sancho, respondió Don Quijote, que me querrías ver muerto
  3715. con tanta brevedad? No es por eso, respondió Sancho, sino que
  3716. soy enemigo de guardar mucho las cosas, y no querría que se me
  3717. pudriesen de guardadas. Sea por lo que fuere, dijo Don Quijote,
  3718. que más fío de tu amor y de tu cortesía; y así has de saber que
  3719. esta noche me ha sucedido una de las más extrañas aventuras que
  3720. yo sabré encarecer, y por contártela en breve, sabrás que poco
  3721. ha que a mí vino la hija del señor de este castillo, que es la
  3722. más apuesta y fermosa doncella que en gran parte de la tierra se
  3723. puede hallar. ¡Qué te podría decir del adorno de su persona!
  3724. ¡Qué de su gallardo entendimiento! ¡Qué de otras cosas ocultas,
  3725. que por guardar la fe que debo a mi señora Dulcinea del Toboso,
  3726. dejaré pasar intactas y en silencio! Sólo te quiero decir, que
  3727. envidioso el cielo de tanto bien como la ventura me había puesto
  3728. en las manos, o quizá (y esto es lo más cierto) que, como tengo
  3729. dicho, es encantado este castillo, al tiempo que yo estaba con
  3730. ella en dulcísimos y amorososímos coloquios, sin que yo la
  3731. viese, ni supiese por dónde venía, vino una mano pegada a algún
  3732. brazo de algún descomunal gigante, y asentándome una puñada en
  3733. las quijadas, tal que las tengo todas bañadas en sangre, y
  3734. después me molió de tal suerte, que estoy peor que ayer cuando
  3735. los arrieros por demasías de Rocinante nos hicieron el agravio
  3736. que sabes; por donde conjeturo: que el tesoro de la fermosura de
  3737. esta doncella le debe de guardar algún encantado moro, y no debe
  3738. de ser para mí.
  3739.  
  3740. Ni para mí tampoco, respondió Sancho, porque más de
  3741. cuatrocientos moros me han aporreado de manera que el molimiento
  3742. de las estacas fue tortas y pan pintado; pero dígame, señor,
  3743. ¿cómo llama a esta buena y rara aventura, habiendo quedado de
  3744. ella cual quedamos? Aún vuestra merced menos mal, pues tuvo en
  3745. sus manos aquella incomparable fermosura que ha dicho; pero yo
  3746. ¿qué tuve sino los mayores porrazos que pienso recibir en toda
  3747. mi vida? Desdichado de mí y de la madre que me parió, que no soy
  3748. caballero andante ni lo pienso ser jamás, y de todas las
  3749. malandanzas me cabe la mayor parte. ¿Luego también estás tú
  3750. aporreado? respondió Don Quijote. ¿No le he dicho que sí, pese a
  3751. mi linaje? dijo Sancho. No tengas penas, amigo, dijo Don
  3752. Quijote, que yo haré ahora el bálsamo precioso, con que
  3753. sanaremos en un abrir y cerrar de ojos.
  3754.  
  3755. Acabó en esto de encender el candil el cuadrillero, y entró
  3756. a ver el que pensaba que era muerto, y así como le vió entrar
  3757. Sancho, viéndole venir en camisa y con su paño a la cabeza y
  3758. candil en la mano y con una muy mala cara, preguntó a su amo:
  3759. Señor, ¿si será este a dicha el moro encantado que nos vuelve a
  3760. castigar si se dejó algo en el tintero? No puede ser el moro,
  3761. respondió Don Quijote, porque los encantados no se dejan ver de
  3762. nadie. Si no se dejan ver, déjanse sentir, dijo Sancho; si no
  3763. díganlo mis espaldas. También lo podrían decir las mías,
  3764. respondió Don Quijote; pero no es bastante indicio eso para
  3765. creer que éste que se ve sea el encantado moro.
  3766.  
  3767. Llegó el cuadrillero, y como los halló hablando en tan
  3768. sosegada conversación quedó suspenso. Bien es verdad que Don
  3769. Quijote se estaba boca arriba sin poderse menear de puro molido
  3770. y emplastado. Llegóse a él el cuadrillero y díjole: Pues ¿cómo
  3771. va buen hombre? Hablara yo más bien criado, respondió Don
  3772. Quijote, si fuera que vos; ¿úsase en esta tierra hablar desa
  3773. suerte a los caballeros andantes, majadero?
  3774.  
  3775. El cuadrillero que se vio tratar tan mal de un hombre de
  3776. tan mal parecer, no lo pudo sufrir, y alzando el candil con todo
  3777. su aceite dió a Don Quijote con él en la cabeza, de suerte que
  3778. le dejó muy bien descalabrado; y como todo quedó a oscuras,
  3779. salióse luego, y Sancho Panza dijo: Sin duda, señor, que este es
  3780. el moro encantado, y debe de guardar el tesoro para otros, y
  3781. para nosotros sólo guarda las puñadas y los candilazos. Así es,
  3782. respondió Don Quijote, y no hay que hacer caso destas cosas de
  3783. encantamientos, ni para qué tomar cólera ni enojo con ellas, que
  3784. como son invisibles y fantásticas, no hallaremos de quién
  3785. vengarnos, aunque más lo procuremos.Levántate, Sancho, si
  3786. puedes, y llama al alcaide desta fortaleza, y procura que se me
  3787. dé un poco de aceite, vino, sal y romero, para hacer el
  3788. salutífero bálsamo, que en verdad que creo que lo he bien
  3789. menester ahora, porque se me va mucha sangre de la herida que
  3790. esta fantasma me ha dado.
  3791.  
  3792. Levantóse Sancho con harto dolor de sus huesos, y fué a
  3793. oscuras donde estaba el ventero, y encontrándose con el
  3794. cuadrillero, que estaba escuchando en qué paraba su enemigo, le
  3795. dijo: Señor, quien quiera que seais, hacednos merced y beneficio
  3796. de darnos un poco de romero, aceite, sal y vino, que es menester
  3797. para curar uno de los mejores caballeros andantes que hay en la
  3798. tierra, el cual yace en aquella cama mal ferido por las manos
  3799. del encantado moro que está en esta venta. Cuando el cuadrillero
  3800. tal oyó, túvole por hombre falto de seso; y porque ya comenzaba
  3801. a amanecer, abrió la puerta de la venta, y llamando al ventero,
  3802. le dijo lo que aquel buen hombre quería. El ventero le proveyó
  3803. de cuanto quiso, y Sancho se lo llevó a Don Quijote, que estaba
  3804. con las manos en la cabeza quejándose del dolor del candilazo,
  3805. que no le había hecho más mal que levantarle dos chichones algo
  3806. crecidos, y lo que él pensaba que era sangre, no era sino sudor
  3807. que sudaba con la congoja de la pasada tormenta. En resolución,
  3808. él tomó sus simples, de los cuales hizo un compuesto
  3809. mezclándolos todos y cociéndolos un buen espacio hasta que le
  3810. pareció que estaban en su punto. Pidió luego alguna redoma para
  3811. echallo, y como no la hubo en la venta, se resolvió de ponello
  3812. en una alcuza o aceitera de hoja de lata, de quien el ventero le
  3813. hizo grata donación; y luego dijo sobre la alcuza más de ochenta
  3814. Pater Noster y otras tantas Ave Marías, Salves y Credos, y cada
  3815. palabra acompañaba una cruz a modo de bendición; a todo lo cual
  3816. se hallaron presentes Sancho, el ventero y el cuadrillero, que
  3817. ya el arriero sosegadamente andaba entendiendo en el beneficio
  3818. de sus machos.
  3819.  
  3820. Hecho esto, quisó él mismo hacer luego la experiencia de la
  3821. virtud de aquel precioso bálsamo que él se imaginaba; y así se
  3822. bebió de lo que no pudo caber en la alcuza, y quedaba en la olla
  3823. donde se había cocido casi media azumbre, y apenas lo acabó de
  3824. beber cuando comenzó a vomitar de manera que no le quedó cosa en
  3825. el estómago, y con las ansias y agitación del vómito le dió un
  3826. sudor copiosísimo, por lo cual mandó que lo arropasen y le
  3827. dejasen solo. Hiciéronlo así, y quedóse dormido más de tres
  3828. horas, al cabo de las cuales despertó, y se sintió aliviadísimo
  3829. del cuerpo, y en tal manera mejor de su quebrantamiento, que se
  3830. tuvo por sano, y verdaderamente creyó que había acertado con el
  3831. bálsamo de Fierabrás, y que con aquel remedio podía acometer
  3832. desde allí adelante sin temor alguno cualesquiera riñas,
  3833. batallas y pendencias, por peligrosas que fuesen. Sancho Panza,
  3834. que también tuvo a milagro la mejoría de su amo, le rogó que le
  3835. diese a él lo que quedaba en la olla, que no era poca cantidad.
  3836. Concedióselo Don Quijote, y él tomándola a dos manos con buena
  3837. fe y mejor talante, se la echó a pechos, y se envasó bien poco
  3838. menos que su amo. Es, pues, el caso que el estómago del pobre
  3839. Sancho no debía de ser tan delicado como el de su amo, y así
  3840. primero que vomitase le dieron tantas ansias y bascas con tantos
  3841. trasudores y desmayos, que él pensó bien y verdaderamente que
  3842. era llegada su última hora, y viéndose tan afligido y
  3843. acongojado, maldecía el bálsamo y el ladrón que se lo había
  3844. dado. Viéndole así Don Quijote le dijo: Yo creo, Sancho, que
  3845. todo este mal te viene de no ser armado caballero, porque tengo
  3846. para mí que este licor no debe de aprovechar a los que no lo
  3847. son. Si eso sabía vuestra merced, replicó Sancho, mal haya yo y
  3848. toda mi parentela, ¿para qué consintió que lo gustase?
  3849.  
  3850. En esto hizo su operación el brevaje, y comenzó el pobre
  3851. escudero a desaguarse por entrambas canales con tanta priesa que
  3852. la estera de enea, sobre quien se había vuelto a echar, ni la
  3853. manta de angeo con que se cubría fueron más de provecho; sudaba
  3854. y trasudaba con tales parasismos y accidentes, que no solamente
  3855. él, sino todos pensaban que se le acababa la vida. Duróle esta
  3856. borrasca y mala andanza casi dos horas, al cabo de las cuales no
  3857. quedó como su amo, sino tan molido y quebrantado que no se podía
  3858. tener; pero Don Quijote, que, como se ha dicho, se sintió
  3859. aliviado y sano, quiso partirse luego a buscar aventuras,
  3860. pareciéndole que todo el tiempo que allí se tardaba era
  3861. quitársele al mundo y a los en él menesterosos de su favor y
  3862. amparo, y más con la seguridad y confianza que llevaba en su
  3863. bálsamo; y así forzado deste deseo, él mismo ensilló a
  3864. Rocinante, y enalbardó al jumento de su escudero, a quién
  3865. también ayudó a vestir y subir en el asno; púsose luego a
  3866. caballo, y llegánose a un rincón de la venta, y asió de un
  3867. lanzón que allí estaba para que le sirviese de lanza.
  3868.  
  3869. Estábanle mirando todos cuanto había en la venta, que
  3870. pasaban de más de veinte personas; mirábale también la hija del
  3871. ventero; y él también no quitaba los ojos della, y de cuando en
  3872. cuando arrojaba un suspiro, que parecía que le arrancaba de lo
  3873. profundo de sus entrañas, y todos pensaban que debía de ser del
  3874. dolor que sentía en las costillas, a lo menos pensábanlo
  3875. aquellos que la noche antes le habían visto bizmar. Ya que
  3876. estuvieron los dos a caballo, puesto a la puerta de la venta
  3877. llamó al ventero, y con voz muy reposada y grave le dijo: Muchas
  3878. y muy grandes son las mercedes, señor alcaide, que en este
  3879. vuestro castillo he recibido, y quedó obligadísimo a
  3880. agradecéroslas todos los días de mi vida; si os las puedo pagar
  3881. en haceros vengado de algún soberbio que os haya fecho algún
  3882. agravio, sabed que mi oficio no es otro sino valer a los que
  3883. poco pueden, vengar a los que reciben tuertos, y castigar
  3884. alevosías; recorred vuestra memoria, y si hallais alguna cosa de
  3885. este jaez que encomendarme, no hay sino decilla, que yo os
  3886. prometo por la orden de caballería que recibí, de faceros
  3887. satisfecho y pagado a toda vuestra voluntad.
  3888.  
  3889. El ventero le respondió con el mismo sosiego: Señor
  3890. caballero, yo no tengo necesidad de que vuestra merced me vengue
  3891. ningún agravio, porque yo sé tomar la venganza que me parece
  3892. cuando se me hacen; sólo he menester que vuestra merced me pague
  3893. el gasto que ha hecho esta noche en la venta, así de la paja y
  3894. cebada de sus dos bestias, como de la cena y camas. ¿Luego venta
  3895. es ésta? replicó Don Quijote. Y muy honrada, respondió el
  3896. ventero. Engañado he vivido hasta aquí, respondió Don Quijote,
  3897. que en verdad que pensé que era castillo, y no malo, pero, pues
  3898. es así que no es castillo sino venta, lo que se podrá hacer por
  3899. ahora es que perdoneis por la paga, que yo no puedo contravenir
  3900. a la orden de los caballeros andantes, de los cuales sé cierto
  3901. (sin que hasta ahora haya leído cosa en contrario) que jamás
  3902. pagaron posada, ni otra cosa en venta donde estuviesen, porque
  3903. se les debe de fuero y de derecho cualquier buen acogimiento que
  3904. se les hiciere, en pago del insufrible trabajo que padecen
  3905. buscando las aventuras de noche y de día, en invierno y en
  3906. verano, a pie y a caballo, con sed y con hambre, con calor y con
  3907. frío, sujetos a todas las inclemencias del cielo, y a todos los
  3908. incómodos de la tierra.
  3909.  
  3910. Poco tengo yo que ver con eso, respondió el ventero:
  3911. Págueseme a mí lo que se me debe, y dejémonos de cuentos ni de
  3912. caballerías, que yo no tengo cuenta con otra cosa que con cobrar
  3913. mi hacienda. Vos sois un sandio y mal hostelero, respondió Don
  3914. Quijote. Y poniendo piernas a Rocinante, y terciando su lanzón,
  3915. se salió de la venta sin que nadie le detuviese; y él, sin mirar
  3916. si le seguía su escudero, se alongó un buen trecho. El ventero,
  3917. que le vio ir, y que no le pagaba, acudió a cobrar de Sancho
  3918. Panza, el cual dijo, que pues su señor no había querido pagar,
  3919. que tampoco él pagaría, porque siendo él escudero de caballero
  3920. andante como era, la misma regla y razón corría por él como por
  3921. su amo en no pagar cosa alguna en los mesones y ventas.
  3922. Amohinóse mucho desto el ventero, y amenazóle que si no le
  3923. pagaba, lo cobraría de modo que le pesase. A lo cual Sancho
  3924. respondió, que por la ley de caballería que su amo había
  3925. recibido, no pagaría un solo cornado aunque le costase la vida,
  3926. porque no había de perder por él la buena y antigua usanza de
  3927. los caballeros andantes, ni se habían de quejar de los escuderos
  3928. de los tales que estaban por venir al mundo, reprochándole el
  3929. quebrantamiento de tan justo fuero.
  3930.  
  3931. Quiso la mala suerte del desdichado Sancho, que entre la
  3932. gente que estaba en la venta se hallasen cuatro perailes de
  3933. Segovia, tres agujeros del potro de Córdoba, y dos vecinos de la
  3934. heria de Sevilla, gente alegre, bien intencionada, maleante y
  3935. juguetona; los cuales casi como instigados y movidos de un mismo
  3936. espíritu, se llegaron a Sancho, y apeándole del asno, uno dellos
  3937. entró por la manta de la cama del huésped, y echándole en ella
  3938. alzaron los ojos y vieron que el techo era algo más bajo de lo
  3939. que habían menester para su obra y determinaron salirse al
  3940. corral, que tenía por límite el cielo, y allí puesto Sancho en
  3941. mitad de la manta, comenzaron a levantarla en alto y a holgarse
  3942. con él como un perro por carnastolendas. Las voces que el mísero
  3943. manteado daba fueron tantas, que llegaron a los oídos de su amo,
  3944. el cual, deteniéndose a escuchar atentamente, creyó que alguna
  3945. nueva aventura le venía, hasta que claramente conoció que el que
  3946. gritaba era su escudero, y volviendo las riendas, con un penado
  3947. golpe llegó a la venta, y hallándola cerrada, la rodeó por ver
  3948. si hallaba por donde entrar; pero no hubo entrado a las paredes
  3949. del corral, que no eran muy altas, cuando vió el mal juego que
  3950. se le hacía a su escudero.
  3951.  
  3952. Vióle bajar y subir por el aire con tanta gracia y
  3953. presteza, que si la cólera le dejara, tengo para mí que se
  3954. riera. Probó a subir desde el caballo a las bardas; pero estaba
  3955. tan molido y quebrantado, que aún apearse no pudo, y así desde
  3956. encima del caballo comenzó a decir tantos denuestos y baldones a
  3957. los que a Sancho manteaban, que no es posible acertar a
  3958. escribillos; mas no por esto cesaban ellos de su risa y de su
  3959. obra, ni el volador Sancho dejaba sus quejas, mezcladas ya con
  3960. amenazas, ya con ruegos; mas todo aprovechaba poco, ni aprovechó
  3961. hasta que de puro cansados le dejaron. Trajéronle allí su asno,
  3962. y subiéronle encima, le arroparon con su gabán, y la compasiva
  3963. de Maritornes, viéndole tan fatigado, le pareció ser bien
  3964. socorrelle con un jarro de agua, y así se le trujo del pozo por
  3965. ser más fría. Tomóle Sancho, y llevándole a la boca, se paró a
  3966. las voces que su amo le daba, diciendo: Hijo Sancho, no bebas
  3967. agua, hijo, no la bebas que te matará; ves, aquí tengo el
  3968. santísimo bálsamo, y enseñábale la alcuza del brevaje, que con
  3969. dos gotas que de él bebas sanarás sin duda.
  3970.  
  3971. A estas voces volvió Sancho los ojos como de través, y dijo
  3972. con otras mayores: ¿Por dicha hásele olvidado a vuestra merced
  3973. como yo no soy caballero, o quiere que acabe de vomitar las
  3974. entrañas que me quedaron de anoche? Guárdese su licor con todos
  3975. los diablos, y déjeme a mí; y el acabar de decir ésto y el
  3976. comenzar a beber todo fue uno; mas como al primer trago vió que
  3977. era agua, no quiso pasar adelante, y rogó a Maritornes que se le
  3978. trujese de vino; y así lo hizo ella de muy buena voluntad, y lo
  3979. pagó de su mismo dinero, porque en efecto se dice de ella que,
  3980. aunque estaba en aquel trato, tenía unas sombras y lejos de
  3981. cristiana. Así como bebió Sancho, dió de los carcaños a su asno,
  3982. y abriéndole la puerta de la venta de par en par, se salió della
  3983. muy contento de no haber pagado nada, y de haber salido con su
  3984. intención, aunque había sido a costa de sus acostumbrados
  3985. fiadores, que eran sus espaldas. Verdad es que el ventero se
  3986. quedó con sus alforjas en pago de lo que se le debía; mas Sancho
  3987. no las echo menos, según salió turbado. Quiso el ventero
  3988. atrancar bien la puerta así como le vió fuera; mas no lo
  3989. consintieron los manteadores, que era gente que, aunque Don
  3990. Quijote fuera verdaderamente de los caballeros andantes de la
  3991. Tabla Redonda, no le estimaran en dos ardites.
  3992.  
  3993.  
  3994.  
  3995. Parte primera: Capítulo decimooctavo
  3996.  
  3997. Donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con su
  3998. señor Don
  3999. Quijote con otras aventuras dignas de ser contadas.
  4000.  
  4001. Llegó Sancho a su amo marchito y desmayado, tanto que no
  4002. podía arrear a su jumento. Cuando así le vió Don Quijote, le
  4003. dijo: Ahora acabo de creer, Sancho bueno, que aquel castillo o
  4004. venta es encantado sin duda, porque aquellos que tan atrozmente
  4005. tomaron pasatiempo contigo, ¿qué podían ser sino fantasmas y
  4006. gente del otro mundo? Y confirmo ésto, por haber visto que
  4007. cuando estuve por las bardas del corral mirando los actos de tu
  4008. triste tragedia, no me fue posible subir por ellas, ni menos
  4009. pude apearme de Rocinante, porque me debían de tener encantado;
  4010. que te juro por la fe de quien soy, que si pudiera subir o
  4011. apearme, que yo te hubiera vengado de manera que aquellos
  4012. follones y malandrines se acordaran de la burla para siempre,
  4013. aunque en ello supiera contravenir a las leyes de caballería,
  4014. que como ya muchas veces te he dicho, no consienten que
  4015. caballero ponga mano contra quien no lo sea, si no fuere en
  4016. defensa de su propia vida y persona en caso de urgente y gran
  4017. necesidad.
  4018.  
  4019. También me vengara yo si pudiera, dijo Sancho, fuera o no
  4020. fuera armado caballero; pero no pude, aunque tengo para mí que
  4021. aquellos que se holgaron conmigo no eran fantasmas ni hombres
  4022. encantados, como vuestra merced dice, sino hombres de carne y de
  4023. hueso como nosotros y todos, según los oí nombrar cuando me
  4024. volteaban, tenían sus nombres, que el uno se llamaba Pedro
  4025. Martínez, y el otro Tenorio Hernández, y el ventero oí que se
  4026. llamaba Juan Palomeque el Zurdo; así que, señor, el no poder
  4027. saltar las bardas del corral, ni apearse del caballo, en él
  4028. estuvo que en encantamientos; y lo que yo saco en limpio de todo
  4029. ésto, es que estas aventuras que andamos buscando, al cabo al
  4030. cabo nos han de traer a tantas desventuras, que no sepamos cuál
  4031. es nuestro pie derecho; y lo que sería mejor y más acertado,
  4032. según mi poco entendimiento, fuera el volvernos a nuestro lugar,
  4033. ahora que es tiempo de la siega, y de entender en la hacienda,
  4034. dejándonos de andar de ceca en meca y de zoca en colodra como
  4035. dicen.
  4036.  
  4037. ¡Qué poco sabes, Sancho, respondió Don Quijote, de achaque
  4038. de caballería: calla y ten paciencia, que día vendrá donde veas
  4039. por vista de ojos cuán honrosa cosa es andar en este oficio.
  4040. Sino dime: ¿qué mayor contento puede haber en el mundo, o qué
  4041. gusto puede igualarse al de vencer una batalla, y al de triunfar
  4042. de su enemigo? Ninguno, sin duda alguna. Así debe de ser,
  4043. respondió Sancho, puesto que yo no lo sé; sólo sé que después
  4044. que somos caballeros andantes, o vuestra merced lo es (que yo no
  4045. hay para qué me cuenten en tan honroso número) jamás hemos
  4046. vencido batalla alguna, si no fue la del vizcaíno, y aún de
  4047. aquella salió vuestra merced con media oreja y media celada
  4048. menos; que después acá todo ha sido palos y más palos, puñadas y
  4049. más puñadas, llevando yo de ventaja el manteamiento, y haberme
  4050. sucedido por personas encantadas, de quien no puedo vengarme,
  4051. para saber hasta dónde llega el gusto del vencimiento del
  4052. enemigo, como vuestra merced dice.
  4053.  
  4054. Esa es la pena que yo tengo, y la que tú debes tener,
  4055. Sancho, respondió Don Quijote; pero de aquí en adelante yo
  4056. procuraré haber a las manos alguna espada hecha con tal
  4057. maestría, que al que la trujere consigo no le puedan hacer
  4058. ningún género de encantamientos; y aún podría ser que me
  4059. deparase la ventura aquella de Amadís, cuando se llamaba el
  4060. "Caballero de la Ardiente Espada", que fue una de las mejores
  4061. espadas que tuvo caballero en el mundo; porque, fuera de que
  4062. tenía la virtud dicha, cortaba como una navaja, y no había
  4063. armadura, por fuerte y encantada que fuese, que se le parase
  4064. delante. Yo soy tan venturoso, dijo Sancho, que cuando eso
  4065. fuese, y vuestra merced viniese a hallar semejante espada, sólo
  4066. vendría a servir y aprovechar a los armados caballeros como el
  4067. bálsamo, y a los escuderos que se los papen duelos. No temas
  4068. eso, Sancho, dijo Don Quijote, que mejor lo hará el cielo
  4069. contigo.
  4070.  
  4071. En estos coloquios iban Don Quijote y su escudero, cuando
  4072. vio Don Quijote que por el camino que iban venía hacia ellos una
  4073. grande y espesa polvareda, y en viéndola se volvió a Sancho, y
  4074. le dijo: Este es el día, oh Sancho, en el cual se ha de ver el
  4075. bien que me tiene guardado mi suerte; este es el día, digo, en
  4076. que se ha de mostrar tanto como en otro alguno el valor de mi
  4077. brazo, y en que tengo de hacer obras que queden escritas en el
  4078. libro de la fama por todos los venideros siglos. ¿Ves aquella
  4079. polvareda que allí se levanta, Sancho? Pues toda es cuajada de
  4080. un copiosísimo ejército que de diversas e innumerables gentes
  4081. compuesto, por allí viene marchando. A esa cuenta, dos deben de
  4082. ser, dijo Sancho, porque desta parte contraria se levanta
  4083. asimesmo otra semejante polvareda. Volvió a mirarla Don Quijote,
  4084. y vió que así era la verdad; y alegrándose sobremanera, pensó
  4085. sin duda alguna que eran dos ejércitos que venían a embestirse y
  4086. a encontrarse en mitad de aquella espaciosa llanura, porque
  4087. tenía a todas horas y momentos llena la fantasía de aquellas
  4088. batallas, encantamientos, sucesos, desatinos, amores, desafíos,
  4089. que en los libros de caballería se cuentan; y todo cuanto
  4090. hablaba, pensaba o hacía, era encaminado a cosas semejantes, y a
  4091. la polvareda que había visto la levantaban dos grandes manadas
  4092. de ovejas y carneros, que por el mismo camino de dos diferentes
  4093. partes venían, las cuales con el polvo no se echaron de ver
  4094. hasta que llegaron cerca; y con tanto ahínco afirmaba Don
  4095. Quijote que eran ejército, que Sancho le vino a creer, y a
  4096. decirle: Señor, ¿pues qué hemos de hacer nosotros? ¿Qué? dijo
  4097. Don Quijote. Favorecer y ayudar a los menesterosos y desvalidos;
  4098. y has de saber, Sancho, que este que viene por nuestra frente lo
  4099. conduce y guía el gran emperador Alifanfaron, señor de la grande
  4100. isla Trapobana; este otro, que a mis espaldas marcha, es el de
  4101. su enemigo el rey de los Garamantas, Pentapolin del arremangado
  4102. brazo, porque siempre entra en las batallas con el brazo derecho
  4103. desnudo.
  4104.  
  4105. Pues ¿por qué se quieren tan mal estos dos señores?
  4106. preguntó Sancho. Quiérense mal, respondió Don Quijote, porque
  4107. este Alifanfaron es un furibundo pagano, y está enamorado de la
  4108. hija de Pentapolin, que es una muy hermosa y además agraciada
  4109. señora, y es cristiana, y su padre no se la quiere entregar al
  4110. rey pagano si no deja primero la ley de su falso profeta Mahoma,
  4111. y se vuelve a la suya. Para mis barbas, dijo Sancho, si no hace
  4112. muy bien Pentapolin, y que le tengo de ayudar en cuanto pudiere.
  4113. En eso harás lo que debes, Sancho, dijo Don Quijote, porque para
  4114. entrar en batallas semejantes no requiere ser armado caballero.
  4115. Bien se me alcanza eso, respondió Sancho; pero ¿dónde pondremos
  4116. a este asno, que estemos ciertos de hallarle después de pasada
  4117. la refriega, porque al entrar en ella en semejante caballería no
  4118. creo que está en uso hasta ahora? Así es verdad, dijo Don
  4119. Quijote; lo que puedes hacer dél es dejarle a sus aventuras,
  4120. ahora se pierda o no, porque serán tanto los caballos que
  4121. tendremos después que salgamos vencedores, que aún corre peligro
  4122. Rocinante no le trueque por otro; pero estáme atento y mira, que
  4123. te quiero dar cuenta de los caballeros más principales que en
  4124. estos dos ejércitos vienen, y para que mejor los veas y los
  4125. notes, retirémonos a aquel altillo que allí se hace, de donde se
  4126. deben descubrir los dos ejércitos.
  4127.  
  4128. Hiciéronlo así y pusiéronse sobre una loma, desde la cual
  4129. se veían bien las dos manadas que a Don Quijote se le hicieron
  4130. ejército, si las nubes del polvo que levantaban no les turbara y
  4131. cegara la vista; pero con todo esto, viendo en su imaginación lo
  4132. que no veía ni había, con voz levantada comenzó a decir: Aquel
  4133. caballero que allí ves de las armas jaldes, que trae en el
  4134. escudo un león coronado rendido a los pies de una doncella, es
  4135. el valeroso Laurcalco, señor de la Puente de Plata. El otro de
  4136. las armas de las flores de oro, que trae en el escudo tres
  4137. coronas de plata en campo azul, es el temido Micocolembo, gran
  4138. duque de Quirocia. El otro de los miembros gigantes que está a
  4139. su derecha mano, es el nunca medroso Brandabarbaran de Boliche,
  4140. señor de las tres Arabias, que viene armado de aquel cuero de
  4141. serpiente, y tiene por escudo una puerta, que según es fama, es
  4142. una de las del templo que derribó Sanson cuando con su muerte se
  4143. vengó de sus enemigos. Pero vuelve los ojos a estotra parte, y
  4144. verás delante y en la frente de estotro ejército al siempre
  4145. vencedor y jamás vencido Timonel de Carcajona, príncipe de la
  4146. Nueva Vizcaya, que viene armado con las armas partidas a
  4147. cuarteles azules, verdes, blancos y amarillos, y trae en el
  4148. escudo un gato de oro en campo leonado con una letra que dice
  4149. "Miau", que es el principio del nombre de su dama, que según se
  4150. dice es la sin par Miaulina, hija del duque de Alfeñiquen del
  4151. Algarbe. El otro, que carga y oprime los lomos de aquella
  4152. poderosa alfana, que trae las armas como nieve blancas, y el
  4153. escudo blanco y sin empresa alguna, es un caballero novel, de
  4154. nación francés, llamado Pierres Papin, señor de las baronías de
  4155. Utrique. El otro, que bate las hijadas con los herrados carcaños
  4156. a aquella pintada y lijera cebra, y trae las armas de los veros
  4157. azules, es el poderoso duque de Nervia, Espartafilardo del
  4158. Bosque, que trae por empresa en el escudo una esparraguera con
  4159. una letra en castellano, que dice así: "Rastrea mi suerte".
  4160.  
  4161. Y desta manera fué nombrando muchos caballeros del uno y
  4162. del otro escuadrón que él se imaginaba, y a todos les dió sus
  4163. armas, colores, empresas y motes de improviso, llevado de la
  4164. imaginación de su nunca vista locura, y sin parar prosiguió
  4165. diciendo: A este escuadrón frontero forman y hacen gentes de
  4166. diversas naciones; aquí están los que beben las dulces aguas del
  4167. famoso Janto, los montuosos que pisan los masilíscos campos, los
  4168. que criban el finísimo y menudo oro en la felice Arabia, los que
  4169. gozan las famosas y frescas riberas del claro Termodonte, los
  4170. que sangran por muchas y diversas vías al dorado Pactolo, los
  4171. mumidas dudosos en sus promesas, los persas en arcos y flechas
  4172. famosos, los partos, los medos, que pelean huyendo, los árabes
  4173. de mudables casas, los citas tan crueles como blancos, los
  4174. etíopes de horadados labios, y otras infinitas naciones cuyos
  4175. rostros conozco y veo, aunque de los nombres no me acuerdo. En
  4176. estotro escuadrón vienen los que beben las corrientes
  4177. cristalinas del olivífero Betis, los que tersan y pulen con el
  4178. licor del siempre rico y dorado Tajo, los que gozan las
  4179. provechosas aguas del divino Genil, los que pisan los tartesios
  4180. campos de pastos abundantes, los que se alegran en elíseos
  4181. jerezanos prados, los manchegos ricos y coronados de rubias
  4182. espigas, los de hierro vestidos, reliquias antiguas de la sangre
  4183. goda, los que en Pisuerga se bañan, famoso por la mansedumbre de
  4184. su corriente, los que su ganado apacientan en las extendidas
  4185. dehesas del tortuoso Guadiana, celebrado por su escondido curso,
  4186. los que tiemblan con el frío del silboso Pirineo y con los
  4187. blancos copos del levantado Apenino; finalmente, cuantos toda la
  4188. Europa en sí contiene y encierrra.
  4189.  
  4190. ¡Válame Dios, y cuántas provincias dijo, cuántas naciones
  4191. nombró, dándole a cada una con maravillosa presteza los
  4192. atributos que le pertenecían, todo absorto y empapado en lo que
  4193. había leído en sus libros mentirosos! Estaba Sancho Panza
  4194. colgado de sus palabras sin hablar ninguna, y de cuando en
  4195. cuando volvía la cabeza a ver si veía los caballeros y gigantes
  4196. que su amo nombraba, y como no descubría a ninguno le dijo:
  4197. Señor, encomiendo al diablo, si hombre, ni gigante, ni caballero
  4198. de cuantos vuestra merced dice parece por todo esto, a lo menos
  4199. yo no los veo; quizá todo esto debe ser encantamiento como las
  4200. fantasmas de anoche.
  4201.  
  4202. ¿Cómo dices eso? respondió Don Quijote, ¿no oyes el
  4203. relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de
  4204. los atambores? No oigo otra cosa, respondió Sancho, sino balidos
  4205. de ovejas y carneros, y así era la verdad, porque ya llegaban
  4206. cerca los dos rebaños. El miedo que tienes, dijo Don Quijote, te
  4207. hace, Sancho, que ni veas ni oigas a derechas, porque uno de los
  4208. efectos del miedo es turbar los sentidos, y hacer que las cosas
  4209. no parezcan lo que son; y si es que tanto temes, retírate a una
  4210. parte y déjame solo, que solo basto a dar la victoria a la parte
  4211. a quien yo diere mi ayuda. Y diciendo ésto puso las espuelas a
  4212. Rocinante, y puesta la lanza en el ristre bajó de la costezuela
  4213. como un rayo. Diole voces Sancho, diciéndole: Vuélvase vuestra
  4214. merced, señor Don Quijote, que voto a Dios que son carneros y
  4215. ovejas las que va a embestir: vuélvase, desdichado del padre que
  4216. me engendró: ¡qué locura es ésta! Mire que no hay gigante ni
  4217. caballero alguno, ni gatos, ni armas, ni escudos partidos ni
  4218. enteros, ni veros azules ni endiablados. ¿Qué es lo que hace?
  4219. Pecador soy yo a Dios. Ni por esas volvió Don Quijote, antes en
  4220. altas voces iba diciendo: Ea, caballeros, los que seguís y
  4221. militais debajo de las banderas del poderoso emperador
  4222. Pentapolin del arremangado brazo, seguidme todos, vereis cuán
  4223. facilmente le doy venganza de su enemigo Alifanfaron de la
  4224. Trapobana.
  4225.  
  4226. Esto diciendo, se entró por medio del escuadrón de las
  4227. ovejas, y comenzó de alanceallas con tanto con coraje y denuedo,
  4228. como si de veras alanceara a sus mortales enemigos. Los pastores
  4229. y ganaderos que con la manada venían, dábanle voces que no
  4230. hiciese aquello; pero viendo que no aprovechaban, desciñéronse
  4231. las ondas, y comenzaron a saludarle los oídos con piedras como
  4232. el puño. Don Quijote no se curaba de las piedras; antes
  4233. discurriendo a todas partes, decía: ¿Adónde estás, soberbio
  4234. Alifanfaron? Vente a mí, que un caballero solo soy, que desea de
  4235. solo a solo probar tus fuerzas y quitarte la vida en pena de la
  4236. que das al valeroso Pentapolin Garamanta.
  4237.  
  4238. Llegó en ésto una peladilla de arroyo, y dándole en un
  4239. lado, le sepultó dos costillas en el cuerpo. Viéndose tan
  4240. maltrecho, creyó sin duda que estaba muerto o mal ferido, y
  4241. acordándose de su licor, sacó su alcuza, y púsosela a la boca, y
  4242. comenzó a echar licor en el estomago; mas antes que acabase de
  4243. envasar lo que a él le parecía que era bastante llegó otra
  4244. almendra, y dióle en la mano y en la alcuza tan de lleno, que se
  4245. la hizo pedazos, llevándole de camino tres o cuatro dientes y
  4246. muelas de la boca, y machucándole malamente dos dedos de la
  4247. mano.
  4248.  
  4249. Tal fue el golpe primero, y tal el segundo, que le fue
  4250. forzoso al pobre caballero dar consigo del caballo abajo.
  4251. Llegáronse a él los pastores, y creyendo que le habían muerto, y
  4252. así con mucha priesa recogieron su ganado, y cargaron de las
  4253. reses muertas, que pasaban de siete, y sin averiguar otra cosa
  4254. se fueron. Estábase todo este tiempo Sancho sobre la cuesta,
  4255. mirando las locuras que su amo hacía, y arrancábase las barbas,
  4256. maldiciendo la hora y el punto en que la fortuna se le había
  4257. dado a conocer. Viéndole, pues, caído en el suelo, y que ya los
  4258. pastores se habían ido, bajó de la cuesta y llegóse a él, y
  4259. hallándole de muy mal arte, aunque no había perdido el sentido,
  4260. y díjole: ¿No le decía yo, señor Don Quijote, que se volviese,
  4261. que los que iba a acometer no eran ejércitos, sino manadas de
  4262. carneros?
  4263.  
  4264. Como éso puede desaparecer y contrahacer aquel ladrón del
  4265. sabio mi enemigo, respondió Don Quijote: sábete, Sancho, que es
  4266. muy facil cosa a los tales hacernos parecer lo que quieren, y
  4267. este maligno que me persigue, envidioso de la gloria que vío que
  4268. yo había de alcanzar desta batalla, ha vuelto los escuadrones de
  4269. enemigos en manadas de ovejas. Si no haz una cosa, Sancho, por
  4270. mi vida, porque te desengañes y veas ser verdad lo que te digo:
  4271. sube en tu asno y síguelos bonitamente, y verás cómo, en
  4272. alejándose de aquí algún poco, se vuelven en su ser primero, y
  4273. dejando de ser carneros, son hombres hechos y derechos, como te
  4274. los pinté primero, pero no vayas ahora, que he menester tu favor
  4275. y ayuda; llégate a mí, y mira cuántas muelas y dientes me
  4276. faltan, que me parece que no me ha quedado ninguno en la boca.
  4277.  
  4278. Llegóse Sancho tan cerca, que casi le metía los ojos en la
  4279. boca, y fue a tiempo que ya había obrado el bálsamo en el
  4280. estómago de Don Quijote, y al tiempo que Sancho llegó a mirarle
  4281. la boca, arrojó de sí, más recio que una escopeta, cuanto dentro
  4282. tenía, y le dió con todo ello en las barbas del compasivo
  4283. escudero. ¡Santa María! dijo Sancho. ¿Y qué es ésto que me ha
  4284. sucedido? Sin duda este pecador está herido de muerte, pues
  4285. vomita sangre por la boca. Pero reparando un poco más en ello,
  4286. echó de ver en la color, sabor y olor, que no era sangre, sino
  4287. el bálsamo de la alcuza que él le había visto beber; y fué tanto
  4288. el asco que tomó, que revolviéndosele el estómago, vomitó las
  4289. tripas sobre su mismo señor, y quedaron entrambos como de
  4290. perlas. Acudió Sancho a su asno para sacar de las alforjas con
  4291. qué limpiarse y con qué curar a su amo, y como no las halló,
  4292. estuvo a punto de perder el juicio; maldíjose de nuevo; y
  4293. propuso en su corazón de dejar a su amo y volverse a su tierra,
  4294. aunque perdiese el salario de lo servido y las esperanzas del
  4295. gobierno de la prometida ínsula.
  4296.  
  4297. Levántose en esto Don Quijote, y puesta la mano izquierda
  4298. en la boca, porque no se le acabasen de salir los dientes, asió
  4299. con la otra las riendas de Rocinante, que nunca se había movido
  4300. de junto a su amo (tal era de leal y bien acondicionado), y
  4301. fuese a donde su escudero estaba, de pechos sobre su asno, con
  4302. la mano en la mejilla en guisa de hombre pensativo, además, y
  4303. viéndole Don Quijote de aquella manera, con muestras de tanta
  4304. tristeza, le dijo: Sábete, Sancho, que no es un hombre más que
  4305. otro si no hace más que otro: todas esta borrascas que nos
  4306. suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo, y han
  4307. de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni
  4308. el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado
  4309. mucho el mal, el bien está ya cerca, así que no debes congojarte
  4310. por las desgracias que a mí me suceden, pues a ti no te cabe
  4311. parte de ellas. ¿Cómo no? respondió Sancho; ¿por ventura el que
  4312. ayer mantearon era otro que el hijo de mi padre? ¿y las alforjas
  4313. que hoy me faltan, respondió Sancho. ¿De ese modo, no tenemos
  4314. que comer hoy? replicó Don Quijote. Eso fuera, respondió Sancho,
  4315. cuando faltaran por estos prados las yerbas que vuestra merced
  4316. dice que conoce, con que suelen suplir semejantes faltas los tan
  4317. mal aventurados caballeros andantes, como vuestra merced es.
  4318.  
  4319. Con todo eso, respondió Don Quijote, tomara yo más aina un
  4320. cuartel de pan, o una hogaza y dos cabezas de sardinas arenques,
  4321. que cuantas yerbas describe Dioscórides, aunque fuera el
  4322. ilustrado doctor Laguna; mas con todo ésto, sube en tu jumento,
  4323. Sancho el bueno, y vente tras mi, que Dios, que es proveedor de
  4324. todas las cosas, no nos ha de faltar, y más andando tan en su
  4325. servicio como andamos, pues no falta a los mosquitos del aire,
  4326. ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del agua,
  4327. y es tan piadoso, que hace salir su sol sobre los buenos y
  4328. malos, y llueve sobre los injustos y justos. Más bueno era
  4329. vuestra merced, dijo Sancho, para predicador que para caballero
  4330. andante. De todo sabían y han de saber los caballeros andantes,
  4331. Sancho, dijo Don Quijote, porque caballero andante hubo en los
  4332. pasados siglos, que así se paraba a hacer un sermón o plática en
  4333. un camino real, como si fuera graduado por la universidad de
  4334. París, de donde se infiere, que nunca la lanza embotó la pluma,
  4335. ni la pluma la lanza. Ahora bien, sea así como vuestra merced
  4336. dice, respondió Sancho; vamos ahora de aquí y procuremos donde
  4337. alojar esta noche, y quiera Dios que sea en parte donde no haya
  4338. mantas, ni manteadores, ni fantasmas, ni moros encantados, que
  4339. si los hay, daré al diablo el hato y el garabato.
  4340.  
  4341. Pídeselo tú a Dios, dijo Don Quijote, guía tú por donde
  4342. quisieres, que esta vez quiero dejar a tu elección el alojarnos;
  4343. pero dame acá la mano, y atiéntame con el dedo, y mira bien
  4344. cuántos dientes y muelas me faltan deste lado derecho de la
  4345. quijada alta, que allí siento el dolor. Metió Sancho los dedos,
  4346. y estándole atentándo le dijo: ¿Cuántas muelas solía vuestra
  4347. merced tener en esta parte? Cuatro, respondió Don Quijote, fuera
  4348. de la cordal todas enteras y muy sanas. Mire vuestra merced bien
  4349. lo que dice, señor, respondió Sancho. Digo cuatro, si no eran
  4350. cinco, respondió Don Quijote, porque en toda mi vida me han
  4351. sacado diente ni muela de la boca, ni se me ha caído, ni comido
  4352. de neguijon, ni de reuma alguna. Pues en esta parte de abajo,
  4353. dijo Sancho, no tiene vuestra merced más de dos muelas y media,
  4354. ni ninguna, que toda está rasa como la palma de la mano.
  4355.  
  4356. ¡Sin ventura yo! dijo Don Quijote, oyendo las tristes
  4357. nuevas que su escudero le daba, que más quisiera que me hubieran
  4358. derribado un brazo, como no fuera el de la espada; porque te
  4359. hago saber, Sancho, que la boca sin muelas es como el molino sin
  4360. piedra, y en mucho más se ha de estimar un diente que un
  4361. diamante; mas a todo esto estamos sujetos los que profesamos la
  4362. estrecha orden de la caballería. Sube, amigo, y guía, que yo te
  4363. seguiré al paso que quisieres. Hízolo así Sancho, y encaminose
  4364. hacia donde le pareció que podía hallar acogimiento, sin salir
  4365. del camino real, que por allí iba muy seguido. Yéndose, pues,
  4366. poco a poco, porque el dolor de las quijadas de Don Quijote no
  4367. le dejaba sosegar, ni atender a darse priesa, quiso Sancho
  4368. entretenelle y divertirle diciéndole alguna cosa, y entre otras
  4369. que le dijo, fue lo que se dirá en el siguiente capítulo.
  4370.  
  4371.  
  4372.  
  4373. Parte primera: Capítulo decimonoveno
  4374.  
  4375. De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo, y de
  4376. la aventura
  4377. que le sucedió con un cuerpo muerto, con otros
  4378. acontecimientos famosos.
  4379.  
  4380. Paréceme, señor mío, que todas estas desventuras que estos
  4381. días nos han sucedido, sin duda alguna han sido pena del pecado
  4382. cometido por vuestra merced contra la orden de caballería, no
  4383. habiendo cumplido el juramento que hizo de no comer pan a
  4384. manteles ni con la reina folgar, con todo aquello que a esto se
  4385. sigue y vuestra merced juró de cumplir, hasta quitar aquel
  4386. almete de Malandrino, o como se llama el moro, que no me acuerdo
  4387. bien. Tienes mucha razón, Sancho, dijo Don Quijote; mas para
  4388. decirte verdad, ello se me había pasado de la memoria y también
  4389. puedes tener por cierto que por la culpa de no habérmelo tú
  4390. acordado en tiempo, te sucedió aquello de la manta; pero yo haré
  4391. la enmienda, que modos hay de composición en la orden de la
  4392. caballería para todo. ¿Pues juré yo algo por dicha? respondió
  4393. Sancho. No importa que no hayas jurado, dijo Don Quijote; basta
  4394. que yo entiendo que de participantes no estás muy seguro, y por
  4395. sí o por no, no será malo proveernos de remedio. Pues si ello es
  4396. así, dijo Sancho, mire vuestra merced, no se le torne a olvidar
  4397. ésto como lo del juramento; quizá les volverá la gana a los
  4398. fantasmas de solazarse otra vez conmigo, y aún con vuestra
  4399. merced, si le ven tan pertinaz.
  4400.  
  4401. En éstas y otras pláticas les tomó la noche en mitad del
  4402. camino, sin tener ni descubrir donde aquella noche se
  4403. recogiesen, y lo que no había de bueno en ello, era que perecían
  4404. de hambre, que con la falta de las alforjas les faltó toda la
  4405. despensa y matalotaje; y para acabar de confirmar esta
  4406. desgracia, les una aventura, que sin artificio alguno
  4407. verdaderamente lo parecía, y fue que la noche cerró con alguna
  4408. oscuridad; pero con todo esto caminaban, creyendo Sancho que,
  4409. pues aquel camino era real, a una o dos leguas de buena razón
  4410. hallaría en él alguna venta. Yendo, pues, desta manera, la noche
  4411. oscura, el escudero hambriento, y el amo con ganas de comer,
  4412. vieron que por el mismo camino que iban venían hacia ellos gran
  4413. multitud de lumbres, que no parecían sino estrellas que se
  4414. movían.
  4415.  
  4416. Pasmóse Sancho en viéndolas, y Don Quijote no las tuvo
  4417. todas consigo: tiró el uno del cabestro a su asno, y el otro de
  4418. las riendas a su rocino, y estuvieron quedos mirando atentamente
  4419. lo que podía ser aquello, y vieron que las lumbres se iban
  4420. acercando a ellos, y mientras más se llegaban, mayores parecían,
  4421. a cuya vista Sancho comenzó a temblar como un azogado, y los
  4422. cabellos de la cabeza se le erizaron a Don Quijote, el cual,
  4423. animándose un poco, dijo: Esta sin duda, Sancho, debe de ser
  4424. grandísima y peligrosísima aventura, donde será necesario que yo
  4425. muestre todo mi valor y esfuerzo. ¡Desdichado de mí! respondió
  4426. Sancho. Si acaso esta aventura fuese de fantasmas como me lo va
  4427. pareciendo, ¿adónde habrá costillas que la sufran? Por más
  4428. fantasmas que sean, dijo Don Quijote, no consentiré yo que te
  4429. toquen en el pelo de la ropa, que si la otra vez se burlaron
  4430. contigo, fue porque no pude saltar las paredes del corral, pero
  4431. ahora estamos en campo raso, donde podré yo como quisiera
  4432. esgrimir mi espada. Y si le encantan y entomecen como la otra
  4433. vez lo hicieron, dijo Sancho, ¿qué aprovechará estar en campo
  4434. abierto o no? Con todo eso, replicó Don Quijote, te ruego
  4435. Sancho, que tengas buen ánimo, que la experiencia te dará a
  4436. entender el que yo tengo. Sí tendré, si a Dios place, respondió
  4437. Sancho, y apartándose los dos a un lado del camino, tornaron a
  4438. mirar atentamente lo que aquello de aquellas lumbres que
  4439. caminaban podía ser, y de allí a muy poco descubrieron muchos
  4440. encamisados, cuya temerosa visión de todo punto remató el ánimo
  4441. de Sancho Panza, el cual comenzó a dar diente con diente como
  4442. quien tiene frío de cuartana; y creció más el batir y dentellear
  4443. cuando distintamente vieron lo que era, porque descubrieron
  4444. hasta veinte encamisados, todos a caballo, con sus hachas
  4445. encendidas en las manos, detrás de los cuales venía una litera
  4446. cubierta de luto, a la cual seguían otros seis de a caballo
  4447. enlutados hasta los piés de las mulas, que bien vieron que no
  4448. eran caballos en el sosiego con que caminaban; iban los
  4449. encamisados murmurando entre sí con una voz baja y compasiva.
  4450.  
  4451. Esta extraña visión a tales horas y en despoblado bien
  4452. bastaba para poner miedo en el corazón de Sancho, y aún en el de
  4453. su amo, y así fuera en cuanto a Don Quijote, que ya Sancho había
  4454. dado al través con todo su esfuerzo: lo contrario le avino a su
  4455. amo, al cual en aquel punto se le representó en su imaginación
  4456. al vivo que aquella era una de las aventuras de sus libros;
  4457. figurósele que la litera eran andas donde debían de ir algún mal
  4458. ferido o muerto caballero, cuya venganza a él solo estaba
  4459. reservada, y sin hacer otro discurso enristró su lanzón, púsose
  4460. bien en la silla, y con el gentil brío y continente se puso en
  4461. la mitad del camino por donde los encaminados forzosamente
  4462. habían de pasar, y cuando los vio cerca, alzó la voz y dijo:
  4463. Deteneos, caballeros, quien quiera que seais, y dadme cuenta de
  4464. quién sois, de dónde venís, a dónde vais, qué es lo que en
  4465. aquellas andas lleváis, que, según las muestras, o vosotros
  4466. habeis fecho, o vos han fecho algún desaguisado, y conviene y es
  4467. menester que yo lo sepa, o bien para castigaros del mal que
  4468. ficisteis, o bien para vengaros del tuerto que vos ficieron.
  4469. Vamos de priesa, respondió uno de los encamisados, y está la
  4470. venta lejos y no nos podemos detener a dar tanta cuenta como
  4471. pedís. Y picando la mula pasó adelante. Sintióse desta respuesta
  4472. grandemente Don Quijote, y trabando a la mula del freno dijo:
  4473. Deteneos y sed más bien criado, y dadme cuenta de lo que os he
  4474. preguntado; si no, conmigo sois todos en batalla.
  4475.  
  4476. Era la mula asombradiza, y al tomarla del freno se espantó
  4477. de manera que alzándose en sus pies dió con su dueño por las
  4478. ancas en el suelo. Un mozo que iba a pie, viendo caer al
  4479. encamisado, comenzó a denostar a Don Quijote, el cual, ya
  4480. encolerizado sin esperar más, enristrando su lanzón arremetió a
  4481. uno de los enlutados, y mal ferido dio con él en tierra, y
  4482. revolviéndose por los demás, era cosa de ver con la presteza que
  4483. los acometía y desbarataba, que no parecía sino que en aquel
  4484. instante le habían nacido alas a Rocinante, según andaba de
  4485. ligero y orgulloso. Todos los encamisados eran gente medrosa y
  4486. sin armas, y así con facilidad en un momento dejaron la
  4487. refriega, y comenzaron a correr por aquel campo con las hachas
  4488. encendidas, que no parecían sino a los de las mascaras, que en
  4489. noche de regocijo y fiesta corren. Los enlutados, asimismo
  4490. revueltos y envueltos en sus faldamentas y lobas, no se podían
  4491. mover; así que muy a su salvo Don Quijote los apaleó a todos, y
  4492. les hizo dejar su sitio mal de su grado, porque todos pensaron
  4493. que aquel no era hombre, sino diablo del infierno, que les salía
  4494. a quitar el cuerpo muerto que en la litera llevaban.
  4495.  
  4496. Todo lo miraba Sancho admirado del ardimiento de su señor,
  4497. y decía entre sí: Sin duda este mi amo es tan valiente y
  4498. esforzado como él dice. Estaba un hacha ardiendo en el suelo
  4499. junto al primero que derribó la mula, a cuya luz le pudo ver Don
  4500. Quijote, y llegándose a él le puso la punta del lanzón en el
  4501. rostro, diciéndole que se rindiese, si no que le mataría: a lo
  4502. cual respondió el caído: Harto rendido estoy, pues no me puedo
  4503. mover, que tengo una pierna quebrada; suplico a vuestra merced,
  4504. si es caballero cristiano, que no me mate, que cometerá un gran
  4505. sacrilegio, que soy licenciado y tengo las primeras órdenes.
  4506. ¿Pues quién diablos os ha traído aquí, dijo Don Quijote, siendo
  4507. hombre de iglesia? ¿Quién, señor? replicó él caído. Mi
  4508. desventura. Pues otra mayor os amenaza, dijo Don Quijote, si no
  4509. me satisfaceis a todo cuanto primero os pregunte. Con facilidad
  4510. será vuestra merced satisfecho, respondió el licenciado; y así
  4511. sabrá vuestra merced, que denantes dije que yo era licenciado,
  4512. no soy sino bachiller, y llámome Alonso López; soy natural de
  4513. Alcovendas, vengo de la ciudad de Baeza con otros once
  4514. sacerdotes, que son los que huyeron con las hachas, vamos a la
  4515. ciudad de Segovia, acompañando un cuerpo muerto que va en
  4516. aquella litera, que es de un caballero que murió en Baeza, donde
  4517. fue depositado, y ahora como digo, llevábamos sus huesos a su
  4518. sepultura, que está en Segovia, de donde era natural.
  4519.  
  4520. ¿Y quién le mató? preguntó Don Quijote. Dios, por medio de
  4521. unas calenturas pestilentes que le dieron, respondió el
  4522. bachiller. Desa suerte, dijo Don Quijote, quitado me ha nuestro
  4523. Señor del trabajo que había de tomar en vengar su muerte, si
  4524. otro alguno le hubiera muerto: pero habiéndole muerto quien le
  4525. mató, no hay sino callar y encoger los hombros, porque lo mismo
  4526. hiciera si a mí mismo me matara; y quiero que sepa vuestra
  4527. reverencia, que soy un caballero de la Mancha, llamado Don
  4528. Quijote, y es mi oficio y ejercicio andar por el mundo
  4529. enderazano tuertos y desfaciendo agravios. No sé cómo puede ser
  4530. eso de enderezar tuertos, dijo el bachiller; pues a mí de
  4531. derecho me habeis vuelto tuerto, dejándome una pierna quebrada,
  4532. la cual no se verá derecha en todos los días de mi vida, y el
  4533. agravio que en mí habeis deshecho ha sido dejarme agraviado de
  4534. manera que me quedaré agraviado para siempre, y harta desventura
  4535. ha sido topar con vos, que vais buscando aventuras. No todas las
  4536. cosas, respondió Don Quijote, suceden de un mismo modo: el daño
  4537. estuvo, señor bachiller Alonso López, en venir como veníades de
  4538. noche, vestidos con aquellas sobrepellices, con las hachas
  4539. encendidas, rezando, cubiertos de luto, que propiamente
  4540. semejábades cosa mala y del otro mundo, y así yo no puedo dejar
  4541. de cumplir con mi obligación acometiéndoos, y os acomeitera
  4542. aunque verdaderamente supiera que erades los mismos Satanases
  4543. del infierno, que para tales os juzgué y tuve siempre. Ya que
  4544. así lo ha querido mi suerte, dijo el bachiller, suplicó a
  4545. vuestra merced, señor caballero andante, que tan mala andanza me
  4546. ha dado, me ayude a salir de debajo desta mula, que me tiene
  4547. tomada una pierna entre el estribo y la silla. Hablara yo para
  4548. mañana, dijo Don Quijote; ¿y hasta cuándo aguardábades a decirme
  4549. vuestro afán? Dió luego voces a Sancho Panza que viniese; pero
  4550. él no se curó de venir, porque andaba ocupado desvalijando una
  4551. acémila de repuesto que traían aquellos buenos señores bien
  4552. bastecida de cosa de comer. Hizo Sancho costal de su gabán y
  4553. recogiendo además todo lo que pudo y cupo en el talego de la
  4554. acémila, cargo su jumento, y luego acudió a las voces de su amo
  4555. y ayudó a sacar al señor bachiller de la opresión de la mula, y
  4556. poniéndole encima della, le dio el hacha, y Don Quijote le dijo
  4557. que siguiese la derrota de sus compañeros, a quien de su parte
  4558. pidiese perdón de el agravio, que no había sido en su mano dejar
  4559. de haberles hecho. Dijóle también Sancho: Si acaso quisieren
  4560. saber esos señores quién ha sido el valeroso que tales los puso,
  4561. dígales vuestra merced que es el famoso Don Quijote de la
  4562. Mancha, que por otro nombre se llama el "Caballero de la Triste
  4563. Figura". Con esto se fue el bachiller, y Don Quijote preguntó a
  4564. Sancho, que qué le había movido a llamarle el "Caballero de la
  4565. Triste Figura", más entonces que nunca. Yo se lo diré, respondió
  4566. Sancho, porque le estado mirando un rato a luz de aquella hacha
  4567. que llevaba aquel mal andante, y verdaderamente tiene vuestra
  4568. merced la más mala figura de poco acá que jamás he visto; y
  4569. débelo de haber causado o ya el cansancio deste combate, o ya la
  4570. falta de muelas o dientes.
  4571.  
  4572. No es eso, respondió Don Quijote, sino el sabio a cuyo
  4573. cargo debe de estar el escribir la historia de mis hazañas, le
  4574. habrá parecido que será bien que yo tome algún nombre apelativo,
  4575. como lo tomaban los caballeros pasados: cuál se llamaba "el de
  4576. la Ardiente Espada", cuál "el del Unicornio", aquel "el de las
  4577. Doncellas", aqueste "el del ave Fénix", el otro "el Caballero
  4578. del Grifo", estotro "el de la Muerte", y por estos nombres e
  4579. insignias eran conocidos por la toda la redondez de la tierra; y
  4580. así digo que el sabio ya dicho te habrá puesto en la lengua y en
  4581. el pensamiento ahora que me llamase el "Caballero de la Triste
  4582. Figura", como pienso llamarme desde hoy en adelante, y para que
  4583. mejor me cuadre tal nombre, determino de hacer pintar, cuando
  4584. haya lugar, en mi escudo una muy triste figura. No hay para qué,
  4585. señor, querer gastar tiempo y dineros en hacer esta figura, dijo
  4586. Sancho, sino lo que se ha de hacer es que vuestra merced
  4587. descubra la suya, y dé rostro a los que le miraren, que sin más
  4588. ni más, y sin otra imagen ni escudo, le llamarán "el de la
  4589. Triste Figura", y créame que le digo la verdad, porque le
  4590. prometo a vuestra merced, señor (y esto sea dicho en burlas),
  4591. que le hace tan mala cara la hambre y la falta de las muelas,
  4592. que, como ya tengo dicho, se podrá muy bien excusar la triste
  4593. pintura. Rióse Don Quijote del donaire de Sancho; pero con todo
  4594. propuso de llamarse de aquel nombre en pudiendo pintar su escudo
  4595. o rodela como había imaginado.
  4596.  
  4597. Olvidábaseme de decir, dijo al marcharse el bachiller a Don
  4598. Quijote, que advierta a vuestra merced que queda descomulgado
  4599. por haber puesto las manos violentamente en cosa sagrada, justa
  4600. ilud: sit quis suadente diabolo, etc. No entiendo este latín,
  4601. respondió Don Quijote: mas yo sé bien que no puse las manos,
  4602. sino este lanzón; cuanto más, que yo no pensé que ofendía a
  4603. sacerdotes, ni a cosas de la Iglesia, a quien respeto y adoro
  4604. como católico y fiel cristiano que soy, sino a fantasmas y
  4605. vestiglos del otro mundo; y cuando eso así fuese, en la memoria
  4606. tengo lo que le pasó al CId Rui Diaz cuando quebró la silla del
  4607. embajador de aquel rey delante de su santidad el Papa, por lo
  4608. cual le descomulgó, y anduvo aquel día el buen Rodrigo de Vivar
  4609. como muy honrado y valiente caballero.
  4610.  
  4611. En oyendo ésto el bachiller se fue, como queda dicho, sin
  4612. replicarle palabra. Quisiera Don Quijote mirar si el cuerpo que
  4613. venía en la litera eran huesos o no; pero no lo consintió
  4614. Sancho, diciendole: Señor, vuestra merced ha acabado esta
  4615. peligrosa aventura lo más a su salvo de todas las que yo he
  4616. visto; esta gente, aunque vencida y desbaratada, podría ser que
  4617. cayese en la cuenta de que los venció sólo una persona, y
  4618. corridos y avergonzados desto volviesen a rehacerse y aa
  4619. buscarnos, y nos diesen muy bien en que entender. El jumento
  4620. está como viene, la montaña cerca, la hambre carga, no hay que
  4621. hacer sino retirarnos con gentil compás de piés, y como dicen,
  4622. váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza. Y
  4623. antecogiendo a su asno, rogó a su señor que le siguiese, el
  4624. cual, pareciéndole que Sancho tenía razón, sin volverle a
  4625. replicar le siguió. Y a poco trecho que caminaban por entre dos
  4626. montañuelas, se hallaron en un espacioso y escondido valle,
  4627. donde se apearon, y Sancho alivió el jumento; y tendidos sobre
  4628. la verde yerba, con la salsa de su hambre almorzaron, comieron,
  4629. merendaron y cenaron a un mismo punto, satisfaciendo sus
  4630. estómagos con más de una fiambrera que los señores clérigos del
  4631. difunto (que pocas veces se dejan mal pasar) en la acémila de su
  4632. repuesto traían; mas sucedióle otra desgracia, que Sancho tuvo
  4633. por la peor de todas, y fue que no tenían vino que beber, ni
  4634. agua que llegar a la boca y acosados de la sed dijo Sancho,
  4635. viendo que el prado donde estaban estaba colmado de verde y
  4636. menuda yerba, lo que se dirá en el siguiente capítulo.
  4637.  
  4638.  
  4639. Parte primera: Capítulo vigésimo
  4640.  
  4641. De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro
  4642. fue acabada
  4643. de famoso caballero en el mundo, como la acabó el valeroso
  4644. D. Quijote de
  4645. la Mancha
  4646.  
  4647. No es posible, señor mío, sino que estas yerbas dan
  4648. testimonio de que por aquí cerca debe de estar alguna fuente o
  4649. arroyo que humedece, y así será bien que vayamos un poco más
  4650. adelante, que ya toparemos donde podamos mitigar esta terrible
  4651. sed que nos fatiga, que sin duda causa mayor pena que la hambre.
  4652. Parecióle bien el consejo a Don Quijote, y tomando de la rienda
  4653. a Rocinante, y Sancho del cabestro a su asno después de haber
  4654. puesto sobre él los relieves que de la cena quedaron, comenzaron
  4655. a caminar sobre el prado arriba a tiento, porque la oscuridad de
  4656. la noche no les dejaba ver cosa alguna; mas no hubieron andado
  4657. doscientos pasos, cuando llegó a sus oídos un gran ruido de
  4658. agua, como que de algunos grandes y levantados riscos se
  4659. despeñaba. Alegróles el ruido en gran manera, y parándose a
  4660. escuchar hacia que parte sonaba, oyeron a deshora otro estruendo
  4661. que les aguó el contento del agua, especialmente a Sancho que
  4662. naturalmente era medroso y de poco ánimo: digo que oyeron que
  4663. daban unos golpes a compás, con un cierto crujir de hierros y
  4664. cadenas, que acompañados del furioso estruendo del agua,
  4665. pusieron pavor a cualquier otro corazón que no fuera el de Don
  4666. Quijote.
  4667.  
  4668. Era la noche, como se ha dicho, oscura, y ellos acertaron a
  4669. estar entre unos árboles altos, cuyas hojas, movidas del blando
  4670. viento, hacían un temeroso y manso ruido; de manera que la
  4671. soledad, el sitio, la oscuridad, el ruido de la agua con susurro
  4672. de las hojas, todo causaba horror y espanto, y más cuando vieron
  4673. que ni los golpes cesaban, ni el viento dormía, ni la mañana
  4674. llegaba, añadiéndose a todo esto el ignorar el lugar donde se
  4675. hallaban; pero Don Quijote, acompañado de su intrépido corazón,
  4676. saltó sobre Rocinante, y embrazando su rodela, terció su lanzón
  4677. y dijo: Sancho amigo, has de saber que yo nací, por querer del
  4678. cielo, en nuestra edad de hierro, para resucitar en ella la de
  4679. oro o la dorada, como suele llamarse; yo soy aquel para quien
  4680. están guardados los peligros, las grandes hazañas, los valerosos
  4681. hechos; yo soy, digo otra vez, quien ha de resucitar los de la
  4682. Tabla Redonda, los doce de Francia y los nueve de la Fama, y el
  4683. que ha de poner en olvido los Platires, los Tablantes, los
  4684. Olivante y Tirantes, Febos y Belianises, con toda la caterva de
  4685. los famosos caballeros andantes del pasado tiempo, haciendo en
  4686. este en que me hallo tales grandezas, estrañezas y fechos de
  4687. armas, que escurezcan las más claras que ellos ficieron. Bien
  4688. notas, escudero fiel y leal, las tinieblas desta noche, su
  4689. extraño silencio, el sordo y confuso estruendo destos árboles,
  4690. el temeroso ruido de aquella agua en cuya busca venimos, que
  4691. parece que se despeña y derrumba desde los altos montes de la
  4692. luna, y aquel incesante golpear que nos hiere y lastima los
  4693. oídos; las cuales cosas todas juntas, y cada una por sí, son
  4694. bastantes a infundir miedo, temor y espanto en el pecho del
  4695. mismo Marte, cuanto más en aquel que no está acostumbrado a
  4696. semejantes acontecimientos y aventuras; pues todo esto que yo te
  4697. pinto son incentivos y despertadores de mi ánimo, que ya hace
  4698. que el corazón me reviente en el pecho con el deseo que tiene de
  4699. acometer esta aventura, por más dificultosa que se muestra; así
  4700. que aprieta un poco las cinchas a Rocinante y quédate a Dios, y
  4701. espérame aquí hasta tres días no más, en los cuales, si no
  4702. volviere, puedes tú volverte a nuestra aldea, y desde allí por
  4703. hacerme merced y buena obra, irás al Toboso, donde dirás a la
  4704. incomparable señora mía Dulcinea, que su cautivo caballero murió
  4705. por acometer cosas que le hiciesen digno de poder llamarse suyo.
  4706.  
  4707. Cuando Sancho oyó las palabras de su amo, comenzó a llorar
  4708. con la mayor ternura del mundo, y a decirle: Señor, yo no sé
  4709. porque quiere vuestra merced acometer esta tan tenebrosa
  4710. aventura; ahora es de noche, aquí no nos ve nadie, bien podemos
  4711. torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en
  4712. tres días; y pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos
  4713. note de cobardes: cuanto más que yo he oído muchas veces
  4714. predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced muy bien
  4715. conoce, que quien busca el peligro perece en él: así que no es
  4716. bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado hecho, donde no se
  4717. puede escapar sino por milagro; y basta lo que ha hecho el cielo
  4718. con vuestra merced en librarle de ser manteado como yo lo fui, y
  4719. en sacarle vencedor, libre y salvo entre tantos enemigos como
  4720. acompañaban al difunto; y cuando todo esto no mueva ni ablande
  4721. ese duro corazón, muévale el pensar que apenas se habrá vuestra
  4722. merced apartado de aquí, cuando yo de miedo dé mi ánima a quien
  4723. quisiera llevarla. Yo salí de mi tierra, y dejé hijos y mujer
  4724. por venir a servir a vuestra merced, creyendo valer más, y no
  4725. menos; pero como la codicia rompe el saco, a mí me ha rasgado
  4726. mis esperanzas, pues cuando más vivas las tenía de alcanzar
  4727. aquella negra y malhadada ínsula que tantas veces vuestra merced
  4728. me ha prometido, veo que en pago y trueco della me quiere ahora
  4729. dejar en un lugar tan apartado del trato humano: por un solo
  4730. Dios, señor mío, que non se me faga tal desaguisado; y ya que
  4731. del todo no quiera vuestra merced desistir de acometer este
  4732. fecho, dilátelo a lo menos hasta la mañana, que a lo que a mí me
  4733. muestra la ciencia que aprendí cuando era pastor, no debe de
  4734. haber desde aquí al alba tres horas, porque la boca de la bocina
  4735. está encima de la cabeza, y hace la medianoche en la línea del
  4736. brazo izquierdo.
  4737.  
  4738. ¿Cómo puedes tú, Sancho, dijo Don Quijote, ver donde hace
  4739. esa línea, ni dónde está esa boca o ese colodrillo que dices, si
  4740. hace la noche tan oscura que no parece en todo el cielo estrella
  4741. alguna? Así es, dijo Sancho; pero tiene el miedo muchos ojos, y
  4742. ve las cosas debajo de tierra, cuanto más encima en el cielo,
  4743. puesto que por buen discurso, bien se puede entender que hay
  4744. poco de aquí al día. Falte lo que faltare, respondió Don
  4745. Quijote, que no se ha de decir por mí ahora, ni en ningún
  4746. tiempo, que lágrimas y ruegos me apartaron de hacer lo que debía
  4747. a estilo de caballero; y así te ruego, Sancho, que calles, que
  4748. DIos que me ha puesto en corazón de acometer ahora esta tan no
  4749. vista y tan hermosa aventura, tendrá cuidado de mirar por mi
  4750. salud, y de consolar tu tristeza; lo que has de hacer es apretar
  4751. bien las cinchas a Rocinante y quedarte aquí, que yo daré la
  4752. vuelta presto, o vivo o muerto.
  4753.  
  4754. Viendo, pues, Sancho, la última resolución de su amo, y
  4755. cuán poco valían con él sus lágrimas, consejos y ruegos,
  4756. determinó de aprovecharse de su industria, y hacerle esperar
  4757. hasta el día si pudiese; y así, cuando apretaba las cinchas al
  4758. caballo, bonitamente y sin ser sentido, ató con el cabestro de
  4759. su asno ambos piés a Rocinante, de manera que cuando Don Quijote
  4760. se quiso partir no pudo, porque el caballo no se podía mover
  4761. sino a saltos. Viendo Sancho Panza el buen suceso de su embuste,
  4762. dijo: Ea, señor, que el cielo conmovido de mis lágrimas y
  4763. plegarias ha ordenado que no se pueda mover Rocinante; y si vos
  4764. quereis porfiar y espolear y dale, será enojar a la fortuna y
  4765. dar coces, como dicen, contra el aguijón. Desesperábase con esto
  4766. DOn Quijote, y por más que ponía las piernas al caballo, no le
  4767. podía mover; y sin caer en la cuenta de la ligadura, tuvo por
  4768. bien de sosegarse, y esperar a que amaneciese, o a que Rocinante
  4769. se menease, creyendo sin duda que aquello venía de otra parte
  4770. que de la industria de Sancho, y así le dijo: Pues así es,
  4771. Sancho, que Rocinante no puede moverse, yo soy contento de
  4772. esperar a que ría el alba, aunque yo llore lo que ella tardare
  4773. en venir. No hay que llorar, respondió Sancho, que yo
  4774. entretendré a vuestra merced contando cuentos desde aquí al día,
  4775. si ya no es que se quiere apear, y echarse a dormir un poco
  4776. sobre la verde yerba, a uso de caballeros andantes, para
  4777. hallarse más descansado cuando llegue el día a punto de acometer
  4778. esta tan desemejable aventura que le espera.
  4779.  
  4780. ¿A qué llamas apear, o a qué dormir? dijo Don Quijote. ¿Soy
  4781. yo por ventura de aquellos caballeros que toman reposo en los
  4782. peligros? Duerme tú que naciste para dormir, o haz lo que
  4783. quisieres, que yo haré lo que viere que más viene con mi
  4784. pretensión. No se enoje vuestra merced, señor mío, respondió
  4785. Sancho, que no lo dije por tanto. Y llegándose a él, puso la una
  4786. mano en el arzón delantero y la otra en el otro, de modo que
  4787. quedó abrazado con el muslo izquierdo de su amo, sin osarse
  4788. apartar dél un dedo; tal era el miedo que tenía a los golpes,
  4789. que todavía alternativamente sonaban. Díjole Don Quijote qu
  4790. contase algún cuento para entretenerle, como se lo había
  4791. prometido, a lo que Sancho dijo que sí hiciera si le dejara el
  4792. temor de lo que oía: Pero con todo eso yo me esforzaré a decir
  4793. una historia, que si la acierto a contar y no me van a la mano,
  4794. es la mejor de las historias, y estéme vuestra merced atento,
  4795. que ya comienzo.
  4796.  
  4797. Erase que se era, el bien que viniera para todos sea, y el
  4798. mal para quien lo fuere a buscar; y advierta vuestra merced,
  4799. señor mío, que el principio que los antiguos dieron a sus
  4800. consejas no fue así como quiera, que fue una sentencia de Caton
  4801. Zonzorino romano, que dice: "y el mal para quien lo fuere a
  4802. buscar", que viene aquí como anillo al dedo, para que vuestra
  4803. merced se esté quedo, y no vaya a buscar el mal a ninguna parte,
  4804. sino que nos volvamos por otro camino, pues nadie nos fuerza a
  4805. que sigamos este donde tantos miedos nos sobresaltan. Sigue tu
  4806. cuento, Sancho, dijo Don Quijote, y del camino que hemos de
  4807. seguir déjame a mí el cuidado.
  4808.  
  4809. Digo, pues, prosiguió Sancho, que en un lugar de
  4810. Extremadura había un pastor cabrerizo, quiero decir, que
  4811. guardaba cabras, el cual pastor o cabrerizo, como digo de mi
  4812. cuento, se llamaba Lope Ruiz, y este Lope Ruiz andaba enamorado
  4813. de una pastora que se llamaba Torralva, la cual pastora llamda
  4814. Torralva era hija de un ganadero rico, y este ganadero rico...
  4815. Si desa manera cuentas tu cuento, Sancho, dijo Don Quijote,
  4816. repitiendo dos veces lo que vas diciendo, no acabarás en dos
  4817. días; dílo seguidamente y cuéntalo como hombre de entendimiento,
  4818. y si no, no digas nada. De la misma manera que yo lo cuento,
  4819. respondió Sancho, se cuentan en mi tierra todas las consejas, y
  4820. yo no sé contarlo de otra, ni es bien que vuestra merced me pida
  4821. que haga usos nuevos. Di como quisieres, respondió Don Quijote,
  4822. que pues la suerte quiere que no pueda dejar de escucharte,
  4823. prosigue.
  4824.  
  4825. Así que, señor mío de mi ánima, prosiguió Sancho, que como
  4826. ya tengo dicho, este pastor andaba enamorado de Torralva la
  4827. pastora, que era una moza rolliza, zahareña, y tiraba algo a
  4828. hombruna, porque tenía unos pocos bigotes, que parece que ahora
  4829. la veo. ¿Luego conocístela tú? dijo Don Quijote. No la conocí
  4830. yo, respondió Sancho, pero quien me contó este cuento me dijo
  4831. que era tan cierto y verdadero, que podía bien cuando lo contase
  4832. a otro afirmar y jurar que lo había visto todo: así que yendo
  4833. días y viniendo días, el diablo, que no duerme y que todo lo
  4834. añasca, hizo de manera que el amor que el pastor tenía a la
  4835. pastora se volviese en homecillo y mala voluntad; y la causa
  4836. fue, según malas lenguas, una cierta cantidad de celillos que
  4837. ella le dió, tales que pasaban de la raya y llegaban a lo
  4838. vedado; y fue tanto lo que el pastor la aborreció de allí
  4839. adelante, que por no verla se quiso ausentar de aquella tierra,
  4840. e irse donde sus ojos no la viesen jamás. La Torralva que se vio
  4841. desdeñada del Lope, luego le quiso bien, más que nunca le había
  4842. querido. Esa es natural condición de mujeres, dijo Don Quijote,
  4843. desdeñar a quien las quiere, y amar a quien las aborrece: pasa
  4844. adelante, Sancho.
  4845.  
  4846. Sucedió, dijo Sancho, que le pastor puso por obra su
  4847. determinación, y antecogiendo sus cabras, se encaminó por los
  4848. campos de Extremadura para pasarse a los reinos de Portugal: la
  4849. Torralva, que lo supo, fue tras él, y seguíale a pie y descalza
  4850. desde lejos con un bordón en la mano y con unas alforjas al
  4851. cuello, donde llevaba, según es fama, un pedazo de espejo y otro
  4852. de un peine, y no sé qué botecillo de mudas para la cara; mas
  4853. llevase lo que llevase, que yo no me quiero meter ahora en
  4854. averiguallo, sólo diré que dicen que el pastor llegó con su
  4855. ganado a pasar el río Guadiana, y en aquella sazón iba crecido y
  4856. casi fuera de madre, y por la parte que llegó no había barca ni
  4857. barco, ni quien le pasase a él ni a su ganado de la otra parte,
  4858. de lo que se congojó mucho, porque veía que la Torralva venía ya
  4859. muy cerca, y le había de dar mucha pesadumbre con sus ruegos y
  4860. lágrimas, mas tanto anduvo mirando, que vio un pescador que
  4861. tenía junto a sí un barco tan pequeño, que solamente podían
  4862. caber en él una persona y una cabra, y con todo esto le habló y
  4863. concertó con él que le pasase a él y a trescientas cabras que
  4864. llevaba. Entró el pescador en el barco y pasó una cabra, volvió
  4865. y pasó otra, tornó a volver y tornó a pasar otra: tenga vuestra
  4866. merced cuenta con las cabras que el pescador va pasando, porque
  4867. si se pierde una de la memoria se acabará el cuento, y no será
  4868. posible contar más palabra dél: sigo, pues, y digo, que el
  4869. desembarcadero de la otra parte estaba lleno de cieno y
  4870. resbaloso, y tardaba el pescador mucho tiempo en ir y volver:
  4871. con todo esto volvió por otra cabra, y otra y otra.
  4872.  
  4873. Haz cuenta que las pasó todas, dijo Don Quijote; no andes
  4874. yendo y viniendo desa manera, que no acabarás de pasarlas en un
  4875. año. ¿Cuántas han pasado hasta ahora? dijo Sancho. ¿Yo qué
  4876. diablos sé? respondió Don Quijote. He ahí lo que yo dije que
  4877. tuviese buena cuenta; pues por Dios que se ha acabado el cuento,
  4878. que no hay pasar adelante. ¿Cómo puede ser eso? respondió Don
  4879. Quijote. ¿Tan de esencia de la historia es saber las cabras que
  4880. han pasado por extenso, que si se yerra una del número no puedes
  4881. seguir adelante con la historia? No, señor, en ninguna manera,
  4882. respondió Sancho, porque así como yo pregunté a vuestra merced
  4883. que me dijese cuántas cabras habían pasado, y me respondió que
  4884. no sabía, en aquel mismo instante se me fue a mí de la memoria
  4885. cuanto me quedaba por decir, y a fe que era de mucha virtud y
  4886. contento. ¿De modo, dijo Don Quijote, que ya la historia es
  4887. acabada? Tan acabada es como mi madre, dijo Sancho.
  4888.  
  4889. Dígote de verdad, respondió Don Quijote, que tú has contado
  4890. una de las más nuevas consejas, cuento o historia que nadie pudo
  4891. pensar en el mundo, y que tal modo de contarla, ni dejarla,
  4892. jamás se podrá ver ni habrá visto en toda la vida, aunque no
  4893. esperaba yo otra cosa de tu buen discurso; mas no me maravillo,
  4894. pues quizá estos golpes, que no cesan, te deben tener turbado el
  4895. entendimiento. Todo puede ser, respondió Sancho; mas yo sé que
  4896. en lo de mi cuento no hay más que decir, que allí se acaba do
  4897. comienza el yerro de la cuenta del pasaje de las cabras. Acabe
  4898. norabuena donde quisiere, dijo Don Quijote, y veamos si se puede
  4899. mover Rocinante.
  4900.  
  4901. Tornóle a mover las piernas, y él tornó a dar saltos y a
  4902. estarse quedo: tanto estaba de bien atado. En esto parece ser, o
  4903. que el frío de la mañana que ya venía, o que Sancho hubiese
  4904. cenado algunas cosas lenitivas, o que fuese una cosa natural
  4905. (que es lo que más se debe creer) a él le vino en voluntad y
  4906. deseo de hacer lo que otro no podía hacer por él; mas era tanto
  4907. el miedo que había entrado en su corazón, que no osaba apartarse
  4908. un negro de uña de su amo; pues pensar de no hacer lo que tenía
  4909. gana, tampoco era posible, y así lo que hizo por bien de paz fue
  4910. soltar la mano derecha, que tenía asida al arzón trasero, con lo
  4911. cual bonitamente y sin rumor alguno se soltó la lazada corrediza
  4912. con que los calzones se sostenían sin ayuda de otra alguna, y en
  4913. quitándosela dieron luego abajo, y se le quedaron como grillos.
  4914. Tras esto alzó la camisa lo mejor que pudo, y echó al aire
  4915. entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas. Hecho esto (que
  4916. él pensó que era lo más que tenía que hacer para salir de aquel
  4917. terible aprieto y angustia) le sobrevino otra mayor, que fue que
  4918. le pareció, que no podía mudarse sin hacer estrépito y ruido, y
  4919. comenzó a apretar los dientes y a encoger los hombros,
  4920. recogiendo en sí el aliento todo cuanto podía; pero con todas
  4921. estas diligencias fué tan desdichado, que al cabo vino a hacer
  4922. un poco de ruido, bien diferente de aquel que a él le ponía
  4923. tanto miedo. Oyólo Don Quijote, y dijo: ¿Qué rumor es ése,
  4924. Sancho? No sé, señor, respondió él. Alguna cosa nueva debe ser,
  4925. que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco.
  4926.  
  4927. Tornó otra vez a probar ventura, y sucedióle tan bien, que
  4928. sin más ruido y alboroto que el pasado, se halló libre de la
  4929. carga que tanta pesadumbre le había dado; mas como Don Quijote
  4930. tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos, y
  4931. Sancho estaba tan junto y cosido con él, que casi por línea
  4932. recta subían los vapores hacia arriba, no se pudo excusar de que
  4933. algunos no se llegasen a sus narices, y apenas hubieron llegado,
  4934. cuando él fue al socorro apretándolas entre los dos dedos, y con
  4935. tono algo gangoso, dijo: Paréceme, Sancho, que tienes mucho
  4936. miedo. Sí tengo, respondió Sancho: ¿mas en que lo echa de ver
  4937. vuestra merced ahora más que nunca? En que ahora más que nunca
  4938. hueles, y no a ámbar, respondió Don Quijote.
  4939.  
  4940. Bien podrá ser, dijo Sancho; mas yo no tengo la culpa, sino
  4941. vuestra merced, que me trae a deshoras y por estos no
  4942. acostumbrados pasos. Retírate tres o cuatro allá, amigo, dijo
  4943. Don Quijote,todo esto sin quitarse los dedos de las narices; y
  4944. desde aquí adelante ten más en cuenta con tu persona, y con lo
  4945. que debes a la mía, que la mucha conversación que tengo contigo
  4946. ha engendrado este menosprecio. Apostaré, replicó Sancho, que
  4947. piensa vuestra merced que yo he hecho de mi persona alguna cosa
  4948. que no deba. Peor es meneallo, amigo Sancho, respondió Don
  4949. Quijote.
  4950.  
  4951. En estos coloquios y otros semejantes pasaron la noche amo
  4952. y mozo; mas viendo Sancho que a más andar se venía la mañana,
  4953. con mucho tiento desligó a Rocinante y se ató los calzones.
  4954. Como Rocinante se vió libre, aunque él de suyo no era nada
  4955. brioso, parece que se resintió y comenzó a dar manotadas, porque
  4956. corbetas, con perdón suyo, no las sabía hacer. Viendo, pues, Don
  4957. Quijote que ya Rocinante se movía, lo tuvo a buena señal, y
  4958. creyó que lo era de que acometiese aquella temerosa aventura.
  4959. Acabó en esto de descubrirse el alba, y de parecer distintamente
  4960. las cosas, y vio Don Quijote que estaba entre unos árboles
  4961. altos, que eran castaños, que hacen la sombra muy oscura, sintió
  4962. también que el golpear no cesaba, pero no vio quién lo podía
  4963. causar, y así, sin más detenerse, hizo sentir las espuelas a
  4964. Rocinante, y tornando a despedirse de Sancho, le mandó que allí
  4965. le aguardase tres días a lo más largo, como ya otra vez se lo
  4966. había dicho, y que si al cabo dellos no hubiese vuelto, tuviese
  4967. por cierto que Dios había sido servido de que en aquella
  4968. peligrosa aventura se le acabasen sus días.
  4969.  
  4970. Tornóle a referir el recado y embajada que había de llevar
  4971. de su parte a su señora Dulcinea, y que en lo que tocaba a la
  4972. paga de sus servicios no tuviese pena, porque él había dejado
  4973. hecho su testamento antes de que saliera de su lugar, donde se
  4974. hallaría gratificado de todo lo tocante a su salario, rata por
  4975. cantidad del tiempo que hubiese servido; pero que si DIos le
  4976. sacaba de aquel peligro sano y salvo y sin cautela, se podía
  4977. tener por muy más que cierta la prometida ínsula.
  4978.  
  4979. De nuevo tornó a llorar Sancho, oyendo de nuevo las
  4980. lastimeras razones de su buen señor, y determinó de no dejarle
  4981. hasta el último trance y fin de aquel negocio. Destas lágrimas
  4982. y determinación tan honrada de Sancho Panza saca el autor desta
  4983. historia que debía de ser bien nacido, y por lo menos cristiano
  4984. viejo: cuyo sentimiento enterneció algo a su amo, pero no tanto
  4985. que mostrase flaqueza alguna, antes, disimulando lo mejor que
  4986. pudo, comenzó a caminar hacia la parte por donde le pareció que
  4987. el ruido del agua y del golpear venía.
  4988.  
  4989. Seguíale Sancho a pie, llevando, como tenía de costumbre,
  4990. del cabestro a su jumento, perpetuo compañero de sus prósperas y
  4991. adversas fortunas; y habiendo andado una buena pieza por entre
  4992. aquellos castaños y árboles sombríos, dieron en un pradillo que
  4993. al pie de unas altas peñas se hacía, de las cuales se
  4994. precipitaba un grandísimo golpe de agua.
  4995.  
  4996. Al pie de las peñas estaban unas casas mal hechas, que más
  4997. parecían ruinas de edificios que casas, de entre las cuales
  4998. advirtieron que salía el ruido y estruendo de aquel golpear, que
  4999. aún no cesaba.
  5000.  
  5001. Alborotóse Rocinante con el estruendo del agua y de los
  5002. golpes, y sosegándole Don Quijote, se fue llegándole poco a poco
  5003. a las casas; encomendóse de todo corazón a su señora,
  5004. suplicándole que en aquella temerosa jornada y empresa le
  5005. favoreciese, y de camino se encomendaba también a Dios que no le
  5006. olvidase. No se le quitaba Sancho del lado, el cual alargaba
  5007. cuanto podía el cuello y la vista por entre las piernas de
  5008. Rocinante, por ver si vería ya lo que tan suspenso y medroso le
  5009. tenía.
  5010.  
  5011. Otros cien pasos serían los que anduvieron, cuando al
  5012. doblar de una punta pareció descubierta y patente la misma
  5013. causa, sin que pudiese ser otra, de aquel horrísono y para ellos
  5014. espantable ruido, que tan suspensos y medrosos toda la noche les
  5015. había tenido; y eran (si no lo has, ¡oh lector! por pesadumbre y
  5016. enojo) seis mazos de batán que con sus alternativos golpes aquel
  5017. estruendo formaban.
  5018.  
  5019. Cuando Don Quijote vió lo que era, enmudeció y pasmóse de
  5020. arriba abajo. Miróle Sancho, y vió que tenía la cabeza inclinada
  5021. sobre el pecho con muestras de estar corrido. Miró también Don
  5022. Quijote a Sancho, y vióle que tenía los carrillos hinchados, y
  5023. la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar
  5024. con ella, y no pudo su melancolía tanto con él, que a la vista
  5025. de Sancho pudiese dejar de reirse, y como vió Sancho que su amo
  5026. había comenzado, soltó la presa de manera que tuvo necesidad de
  5027. apretarse las hijadas con los puños por no reventar riendo.
  5028. Cuatro veces sosegó, y otras tantas volvió a su risa con el
  5029. mismo ímpetu que primero, de lo cual ya se daba al diablo Don
  5030. Quijote, y más cuando le oyó decir como por modo de fisga: Has
  5031. de saber, ¡oh Sancho amigo! que yo no nací por querer del cielo
  5032. en esta nuestra edad del hierro para resucitar en ella la dorada
  5033. o de oro; yo soy aquel para quien están guardados los peligros,
  5034. las hazañas grandes, los valerosos fechos. Y por aquí fue
  5035. repitiendo todas o las más razones que Don Quijote dijo la vez
  5036. primera que oyeron los temerosos golpes.
  5037.  
  5038. Viendo, pues, Don Quijote que Sancho hacía burla dél, se
  5039. corrió y enojo en tanta manera, que alzó el lanzón y le asentó
  5040. dos palos, tales que si como los recibió en las espaldas los
  5041. recibiera en la cabeza, quedara libre de pagarle el salario, si
  5042. no fuera a sus herederos.
  5043.  
  5044. Viendo Sancho que sacaba tan malas veras de sus burlas, con
  5045. temor de que su amo no pasase adelante en ellas, con mucha
  5046. humildad le dijo: Sosiéguese vuestra merced, que por Dios que me
  5047. burlo. Pues ¿por qué os burlais?No me burlo yo, respondió Don
  5048. Quijote. Venid acá señor alegre: ¿paréceos a vos que como si
  5049. estos fueron mazos de batán fueran otra peligrosa aventura, no
  5050. había yo mostrado el ánimo que convenía para emprendella y
  5051. acaballa? ¿Estoy yo obligado a dicha, siendo como soy caballero,
  5052. a conocer y distinguir los sones, y saber cuales son los de los
  5053. batanes o no? Y más que podría ser, como es verdad, que no los
  5054. he visto en mi vida, como vos los habréis visto, como villano
  5055. ruin que sois, criado y nacido entre ellos; si no, haced vos que
  5056. estos seis mazos se vuelvan en seis jayanes, y echádmelos a las
  5057. barbas uno a uno, o todos juntos, y cuando yo no diere con todos
  5058. patas arriba, haced de mí la burla que quisiéredes.
  5059.  
  5060. No haya más, señor mío, replicó Sancho, que yo confieso que
  5061. he andado algo risueño en demasía; pero dígame vuestra merced,
  5062. ahora que estamos en paz, así Dios le saque de todas las
  5063. aventuras que le sucedieren tan sano y salvo como le ha sacado
  5064. desta: ¿no ha sido cosa de reír, y lo es de contar, el gran
  5065. miedo que hemos tenido? A lo menos el que yo tuve, que de
  5066. vuestra merced ya yo sé que no lo conoce, ni sabe que es temor
  5067. ni espanto.
  5068.  
  5069. No niego yo, respondió Don Quijote, que lo que nos ha
  5070. sucedido no sea cosa digna de risa; pero no es digna de
  5071. contarse, que no son todas las personas tan discretas que sepan
  5072. poner en su punto las cosas.
  5073.  
  5074. A lo menos, respondió Sancho, supo vuestra merced poner en
  5075. su punto el lanzón, apuntándome a la cabeza y dándome en las
  5076. espaldas: gracias a Dios y a la diligencia que puse en ladearme;
  5077. pero vaya que todo saldrá en la colada, que yo he oído decir:
  5078. ese te quiere bien, que te hace llorar; y más, que suelen los
  5079. principales señores tras una mala palabra que dicen a un criado
  5080. darle luego las calzas, aunque no sé lo que suelen dar tras
  5081. haberle dado de palos, si ya no es que los caballeros andantes
  5082. dan tras palos ínsulas o reinos en tierra firme.
  5083.  
  5084. Tal podría correr el dado, dijo Don Quijote, que todo lo
  5085. que dices viniese a ser verdad, y perdona lo pasado, pues eres
  5086. discreto y sabes que los primeros movimientos no son en manos
  5087. del hombre, y está advertido de aquí en adelante en una cosa,
  5088. para que te abstengas y reportes en el hablar demasiado conmigo,
  5089. que en cuantos libros de caballerías he leído, que son
  5090. infinitos, jamás he hallado que ningún escudero hablase tanto
  5091. con su señor como tú con el tuyo, y en verdad que lo tengo a
  5092. gran falta tuya y mía: tuya, en que me estimas en poco; mía, en
  5093. que no me dejo estimar en más: sí que Galadin, escudero de
  5094. Amadís de Gaula, conde, fue de la Insula firme, y se le dél que
  5095. siempre hablaba a su señor con la gorra en la mano, inclinada la
  5096. cabeza y doblado el cuerpo more turquesco. Pues ¿qué diremos de
  5097. Gasabal, escudero de don Galaor, que fue tan callado, que para
  5098. declararnos la excelencia de su maravilloso silencio, sólo una
  5099. vez se nombra su nombre en toda aquella tan grande como
  5100. maravillosa historia? De todo lo que he dicho has de inferir,
  5101. Sancho, que es menester hacer diferencia de amo a mozo, de señor
  5102. a criado, y de caballero a escudero; así que desde hoy en
  5103. adelante nos hemos de tratar con más respeto, sin darnos
  5104. cordelejo, porque de cualquiera manera que yo me enoje con vos
  5105. ha de ser mal para el cántaro. Las mercedes y beneficios que yo
  5106. os he prometido llegarán a su tiempo, y si no llegaren, el
  5107. salario a lo menos no se ha de perder, como ya os he dicho. Esta
  5108. bien cuanto vuestra merced dice, dijo Sancho; pero yo querría
  5109. saber (por si acaso no llegase el tiempo de las mercedes, y
  5110. fuese necesario acudir al de los salarios) cuánto ganaba un
  5111. escudero de un caballero andante en aquellos tiempos, y si se
  5112. concertaba por meses o por días, como peones de albañil.
  5113.  
  5114. No creo yo, respondió Don Quijote, que jamás los tales
  5115. escuderos estuvieron a salario, sino a merced; y si yo ahora te
  5116. le he señalado a ti en el testamento cerrado que dejé en mi
  5117. casa, fue por lo que podía suceder, que aún no sé cómo prueba en
  5118. estos tan calamitosos tiempos nuestros de la caballería, y no
  5119. querría que por pocas cosas penase mi ánima en el otro mundo;
  5120. porque quiero que sepas, Sancho, que en él no hay estado más
  5121. peligroso que el de los aventureros. Así es verdad, dijo Sancho,
  5122. pues sólo el ruido de los mazos de un batán pudo alborotar y
  5123. desasosegar el corazón de un tan valeroso andante aventurero
  5124. como es vuestra merced; mas bien puede estar seguro que de aquí
  5125. adelante no despliegue mis labios para hacer donaire de las
  5126. cosas de vuestra merced, si no fuere para honrarle como a mi amo
  5127. y señor natural.
  5128.  
  5129. Desa manera, replicó Don Quijote, vivirás sobre la haz de
  5130. la tierra, porque después de a los padres, a los amos se ha de
  5131. respetar como si lo fuesen.
  5132.  
  5133. Parte primera: Capítulo vigésimoprimero
  5134.  
  5135. Que trata de la alta aventura y rica ganacia del yelmo de
  5136. Mambrino, con
  5137. otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero
  5138.  
  5139. En esto comenzó a llover un poco, y quisiera Sancho que
  5140. entraran en el molino de los batanes; mas habíales cobrado tal
  5141. aborrecimiento Don Quijote por la pasada burla, que en ninguna
  5142. manera quiso entrar dentro, y así, torciendo el camino a la
  5143. derecha mano, dieron en otro como el que habían llevado el día
  5144. antes.
  5145.  
  5146. De allí a poco descubrió Don Quijote un hombre a caballo,
  5147. que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de
  5148. oro, y aun él apenas le hubo visto, cuando se volvió a Sancho y
  5149. le dijo: Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea
  5150. verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma
  5151. experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel
  5152. que dice: donde una puerta se cierra otra se abre: dígolo,
  5153. porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que
  5154. buscábamos, engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par
  5155. en par otra para otra mejor y más cierta aventura, que si yo no
  5156. acertare a entrar por ella, mía será la culpa, sin que la pueda
  5157. dar a la poca noticia de batanes, ni a la oscuridad de la noche:
  5158. digo esto, porque si no me engaño, hacia nosotros viene uno que
  5159. trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice
  5160. el juramento que sabes.
  5161.  
  5162. Mire vuestra merced bien lo que dice, y mejor lo que hace,
  5163. dijo Sancho, que no querría que fuesen otros batanes que nos
  5164. acabasen de batanar y aporrear el sentido. Válate el diablo por
  5165. hombre, replicó Don Quijote. ¿Qué va de yelmo a batanes? No sé
  5166. nada, respondió Sancho; mas a fe que si yo pudiera hablar tanto
  5167. como solía, que quizá diera tales razones que vuestra merced
  5168. viera que se engañaba en lo que dice. ¿Cómo me puedo engañar en
  5169. lo que digo, traidor escrupuloso? dijo Don Quijote. Dime, ¿no
  5170. ves aquel caballero que hacia nosotros viene sobre un caballo
  5171. rucio rodado, que trae puesto en la cabeza un yelmo de oro? Lo
  5172. que veo y columbro, respondió Sancho, no es sino un hombre sobre
  5173. un asno pardo como el mío, que trae sobre la cabeza una cosa que
  5174. relumbra. Pues ese es el yelmo de Mambrino, dijo Don Quijote:
  5175. apártate a una parte y déjame con él a solas, verás cuán sin
  5176. hablar palabra, por ahorrar del tiempo, concluyo esta aventura,
  5177. y queda por mío el yelmo que tanto he deseado. Yo me tengo en
  5178. cuidado en cuidado el apartarme, replicó Sancho; mas quiera
  5179. Dios, tornó a decir, que orégano sea, y no batanes. Ya os he
  5180. dicho, hermano, que no me mentéis ni por pienso más eso de los
  5181. batanes, dijo Don Quijote, que voto... y no digo más, que os
  5182. batanée el alma. Calló Sancho con temor que su amo no cumpliese
  5183. el voto que le había echado redondo como una bola.
  5184.  
  5185. Es pues, el caso, que el yelmo, y el caballo y caballero
  5186. que Don Quijote veía, era esto que en aquel contorno había dos
  5187. lugares, el uno tan pequeño que no tenía ni botica ni barbero, y
  5188. el otro, que estaba junto a él, sí, y así el barbero del mayor
  5189. servía al menor, en el cual tuvo necesidad un enfermo de
  5190. sangrarse, y otro de hacerse la barba, para lo cual venía el
  5191. barbero, y traía una bacía de azofar; y quiso la suerte que al
  5192. tiempo que venía comenzó a llover, y por que no se le manchase
  5193. el sombrero, que debía de ser nuevo, se puso la bacía sobre la
  5194. cabeza, y como estaba limpia, desde media legua relumbraba.
  5195. Venía sobre un asno pardo, como Sancho dijo, esta fue la ocasión
  5196. que a Don Quijote le pareció caballo rucio rodado, y caballero,
  5197. y yelmo de oro; que todas las cosas que veía con mucha facilidad
  5198. las acomodaba a sus desvariadas caballerías y mal andantes
  5199. pensamientos: y cuando él vio que el pobre caballero llegaba
  5200. cerca, sin ponerse con él en razones, a todo correr de
  5201. Rocinante, le enristró con el lanzón bajo llevando intención de
  5202. pasarle de parte a parte; mas cuando a él llegaba, sin detener
  5203. la furia de su carrera, le dijo: Defiéndete, cautiva criatura, o
  5204. entrégame de tu voluntad lo que con tanta razón se me debe.
  5205.  
  5206. El barbero, que tan sin pensarlo ni temerlo vio venir
  5207. aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio para poder
  5208. guardarse del golpe de la lanza, sino fue el dejarse caer del
  5209. asno abajo, y no hubo tocado el suelo cuando se levantó más
  5210. ligero que un gamo, y comenzó a correr por aquel llano, que no
  5211. le alcanzara el viento. Dejóse la bacía en el suelo, con la cual
  5212. se contentó Don Quijote, y dijo que el pagano había andado
  5213. discreto, y que había imitado al castor, el cual, viéndose
  5214. acosado de los cazadores, se taraza y corta con los dientes
  5215. aquello por lo que él por instinto natural sabe que es
  5216. perseguido. Mandó a Sancho que alzase el yelmo, el cual,
  5217. tomándole en las manos, dijo: Por Dios que la bacía es buena, y
  5218. que vale un real de a ocho como un maravedí, y dándosela a su
  5219. amo, se la puso luego en la cabeza, rodeándola a una parte y a
  5220. otra, buscándole el encaje, y como no se hallaba dijo: Sin duda
  5221. que el pagano, a cuya medida se forjó primero esta famosa
  5222. celada, debía de tener grandísima cabeza, y lo peor dello es que
  5223. le falta la mitad. Cuando Sancho oyó llamar a la bacía celada
  5224. no pudo tener la risa; mas vínosele a las mientes la cólera de
  5225. su amo, y calló en la mitad della. ¿De qué te ríes, Sancho? dijo
  5226. Don Quijote. Ríome, respondió él, de considerar la gran cabeza
  5227. que tenía el pagano, dueño de este almete, que semeja sino una
  5228. bacía de barbero pintiparada. ¿Sabes qué imagino, Sancho? Que
  5229. esta famosa pieza deste encantado yelmo, por algún extraño
  5230. accidente de venir a manos de quien no supo conocer ni estimar
  5231. su valor, y sin saber lo que hacía, viéndola de oro purísimo,
  5232. debía de fundir la otra mitad para aprovecharse del precio, y de
  5233. la otra mitad hizo esta, que parece bacía de barbero, como tú
  5234. dices; pero sea lo que fuere, que para mí que la conozco no hace
  5235. al caso su trasmutación, que yo la aderezaré en el primer lugar
  5236. que haya herrero, y de suerte que no le haga ventaja ni aún le
  5237. llegue la que hizo y forjó el dios de las herrerías para el dios
  5238. de las batallas. Y en este entre tanto la traeré como pudiere,
  5239. que más vale elgo que no nada, cuanto más que bien será bastante
  5240. para defenderme de alguna pedrada.
  5241.  
  5242. Eso será, dijo Sancho, si no se tira con honda, como se
  5243. tiraron en la pelea de los dos ejércitos, cuando le santiguaron
  5244. a vuestra merced las muelas y le rompieron el alcuza donde venía
  5245. aquel benditísimo brebaje que me hizo vomitar las asaduras. No
  5246. me da mucha pena el haberle perdido, que ya sabes tú, Sancho,
  5247. dijo Don Quijote, que yo tengo la receta en la memoria. También
  5248. la tengo yo, respondió Sancho; pero si yo le hiciere ni le
  5249. probare más en la vida, aquí sea mi hora; cuanto más que no
  5250. pienso ponerme en ocasión de haberle menester, porque pienso
  5251. guardarme con todos mis cinco sentidos de ser ferido, ni de
  5252. ferir a nadie. De lo de ser otra vez manteado, no digo nada, que
  5253. semejantes desgracias mal se pueden prevenir, y si vienen, no
  5254. hay que hacer otra cosa sino encoger los hombros, detener el
  5255. aliento, cerrar los ojos y dejarse ir por donde la suerte y la
  5256. manta nos llevare.
  5257.  
  5258. Mal cristiano eres, Sancho, dijo oyendo esto Don Quijote,
  5259. porque nunca olvidas la injuria que una vez te han hecho; pues
  5260. sábete que es de pechos nobles y generosos no hacer caso de
  5261. niñerías. ¿Qué pie sacaste cojo? ¿Qué costilla quebrada? ¿Qué
  5262. cabeza rota, para que no se te olvide aquella burla?... Que bien
  5263. apurada la cosa, burla fue y pasatiempo, que a no entenderlo yo
  5264. así, ya yo hubiera vuelto allá y hubiera hecho en tu venganza
  5265. más daño que el que hicieron los griegos por la robada Elena: la
  5266. cual, si fuera en este tiempo, o mi Dulcinea fuera en aquel,
  5267. pudiera estar segura que no tuviera tanta fama de hermosa como
  5268. tiene. Y aquí dio un suspiro y le puso en las nubes, y dijo
  5269. Sancho: Pase por burlas, pues la venganza no puede pasar en
  5270. veras; pero yo sé de que calidad fueron las veras y las burlas,
  5271. y sé también que no se me caerán de la memoria, como nunca se me
  5272. quitarán de las espaldas.
  5273.  
  5274. Pero dejando esto aparte, dígame vuestra merced que haremos
  5275. de este caballo rucio rodado, que parece asno rodado que dejó
  5276. aquí desamparado aquel Martino que vuestra merced derribó, que
  5277. según él puso los pies en polvorosa y cogió las de Villadiego,
  5278. no lleva pergenio de volver por él jamás, y para mis barbas si
  5279. no es bueno el rucio. Nunca yo acostumbro, dijo Don Quijote,
  5280. despojar a los que venzo, ni es uso de caballería quitarles los
  5281. caballos y dejarles a pie; si ya no fuese que el vencedor
  5282. hubiese perdido en la pendencia el suyo, que en tal caso lícito
  5283. es tomar el del vencido, como ganado en gguerra lícita. Así que,
  5284. Sancho, deja ese caballo o asno, o lo que tú quisieres que sea,
  5285. que como su dueño nos vea alongados de aquí volverá por él. Dios
  5286. sabe si quisiera llevarle, replicó Sancho, o por lo menos
  5287. trocalle con este mío que no me parece tan bueno. Verdaderamente
  5288. que son estrechas las leyes de caballería, pues no se extienden
  5289. a dejar trocar un asno por otro y querría saber si podría trocar
  5290. los aparejos siquiera. En eso no estoy muy cierto, respondió Don
  5291. Quijote, y en caso de duda, hasta estar mejor informado, digo
  5292. que los trueques, si es que tienes dellos necesidad extrema. Tan
  5293. extrema es, respondió Sancho, que si fueran para mi misma
  5294. persona no los hubiera menester más. Y luego, habilitado con
  5295. aquella licencia, hizo mutatio capparum, y puso su jumento a las
  5296. mil lindezas, dejándole mejorado en tercio y quinto.
  5297.  
  5298. Hecho esto, almorzaron de las sobras del real que del
  5299. acémila despojaron, bebieron del agua del arroyo de los batanes,
  5300. sin volver la cara a mirallos; tal era el aborrecimiento que les
  5301. tenían por el miedo en que les habían puesto, y cortada la
  5302. cólera, y aún la melancolía, subieron a caballo, y sin tomar
  5303. determinado camino (por ser de muy caballeros andantes el no
  5304. tomar ninguno cierto) se pusieron a caminar por donde la
  5305. voluntad de Rocinante quiso, que se llevaba tras sí la de su
  5306. amo, y aún la del asno, que siempre le seguía por donde quiera
  5307. que guiaba en buen amor y compañía. Con todo esto volvieron al
  5308. camino real, y siguieron por él a la ventura sin otro designio
  5309. alguno.
  5310.  
  5311. Yendo, pues, así caminando, dijo Sancho a su amo: Señor,
  5312. ¿quiere vuestra merced darme licencia que departa un poco con
  5313. él? Que después que me puso aquel áspero mandamiento del
  5314. silencio, se me han podrido más de cuatro cosas en el estómago,
  5315. y una sola que ahora tengo en el pico de la lengua no querría
  5316. que se malograse. Dila, dijo Don Quijote, y sé breve en tus
  5317. razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo. Digo, pues,
  5318. señor, respondió Sancho, que de algunos días a esta parte he
  5319. considerado cuán poco se gana y granjea de andar buscando estas
  5320. aventuras que vuestra merced busca por estos desiertos y
  5321. encrucijadas de caminos, donde ya que se venzan y acaben las más
  5322. peligrosas, no hay quien las vea y sepa, y así se han de quedar
  5323. en perpetuo silencio, y en perjuicio de la intención de vuestra
  5324. merced, y de lo que ellas merecen; y así me parece que sería
  5325. mejor (salvo el mejor parecer de vuestra merced) que nos
  5326. fuésemos a servir a algún emperador, o a otro príncipe grande
  5327. que tenga alguna guerra, en cuyo servicio vuestra merced muestre
  5328. el valor de su persona, sus grandes fuerzas y mayor
  5329. entendimiento; que visto esto del señor a quien serviremos, por
  5330. fuerza nos ha de remunerar a cada cual según sus méritos; y allí
  5331. no faltara quien ponga en escrito las hazañas de vuestra merced
  5332. para perpetua memoria: de las mías no digo nada, pues no han de
  5333. salir de los límites escuderiles, aunque sé decir que si se usa
  5334. en la caballería escribir hazañas de escuderos, que no pienso
  5335. que se han de quedar las mías entre renglones. No dices mal,
  5336. Sancho, respondió Don Quijote; mas antes que se llegue a este
  5337. término es menester andar por el mundo, como en aprobación,
  5338. buscando las aventuras, para que acabando algunas se cobre
  5339. nombre y fama tal, que cuando se fuere a la corte de algún gran
  5340. monarca, ya sea el caballero conocido por sus obras, y que
  5341. apenas le hayan visto entrar los muchachos por la puerta de la
  5342. ciudad, cuando todos le sigan y rodeen dando voces, diciendo:
  5343. este es el caballero del Sol, o de la Serpiente, o de otra
  5344. insignia alguna, debajo de la cual hubiere acabado grandes
  5345. hazañas: este es, dirán, el que venció en singular batalla al
  5346. gigantazo Brocabruno de la gran fuerza, el que desencantó el
  5347. gran Mameluco de Persia del largo encantamiento en que había
  5348. estado casi novecientos años: así que de mano en mano irán
  5349. pregonando sus hechos, y luego, al alboroto de los muchachos y
  5350. de la demás gente, aparecerá a las fenestras de su real palacio
  5351. el rey de aquel reino; y así como vea al caballero, conociéndole
  5352. por las armas o por la empresa del escudo, forzosamente ha de
  5353. decir: "Ea, sus, salgan mis caballeros, cuantos en mi corte
  5354. están, a recibir a la flor de la caballería que allí viene".
  5355.  
  5356. A cuyo mandamiento saldrán todos, y él llegará hasta la
  5357. mitad de la escalera, y le abrazará estrechísimamente, y le dará
  5358. paz besándole en el rostro, y luego le llevará por la mano al
  5359. aposento de la señora reina, adonde el caballero la hallará con
  5360. la infanta su hija, que ha de ser una de las más hermosas y
  5361. acabadas doncellas que en gran parte de lo descubierto de la
  5362. tierra a duras penas se pueden hallar: sucederá tras esto luego
  5363. en continente que ella ponga los ojos en el caballero, y él en
  5364. los della, y cada uno parezca al otro cosa más divina que
  5365. humana; y sin saber cómo ni cómo no, han de quedar presos y
  5366. enlazados en la intrincada red amorosa, y con gran cuita en sus
  5367. coraqzones por no saber cómo se han de fablar para descubrir sus
  5368. ansias y sentimientos. Desde allí le llevarán sin duda a algún
  5369. cuarto del palacio ricamente aderezado, donde habiéndole quitado
  5370. las armas, le traerán un rico mantón de escarlata con que se
  5371. cubra, y si bien pareció armado, tan bien y mejor ha de parecer
  5372. en farceto: venida la noche, cenará con el rey, reina, e
  5373. infanta, donde nunca quitará los ojos della, mirándola a furto
  5374. de los circunstantes, y ella hará lo mesmo con la mesma
  5375. sagacidad, porque, como tengo dicho, es muy discreta doncella.
  5376.  
  5377. Levantarse han las tablas, y entrará a deshora por la
  5378. puerta de la sala un feo y pequeño enano con una fermosa dueña,
  5379. que entre dos gigantes detrás del enano vienen con cierta
  5380. aventura hecha por un antiquísimo sabio, que el que la acabare
  5381. será tenido por el mejor caballero del mundo: mandará luego el
  5382. rey que todos los que están presentes la prueben, y ninguno le
  5383. dará fin y cima sino el caballero huésped, en mucho pro de su
  5384. fama, de lo cual quedará contentísima la infanta, y se tendrá
  5385. por contenta y pagada además, por haber puesto y colocado sus
  5386. pensamientos en tan alta parte: y lo bueno es, que este rey o
  5387. príncipe, o lo que es, tiene una muy reñida guerra con otro tan
  5388. poderoso como él, y el caballero huésped le pide (al cabo de
  5389. algunos días que ha estado en su corte) licencia para ir a
  5390. servirle en aquella guerra dicha.
  5391.  
  5392. Darásela el rey de muy buen talante, y el caballero le
  5393. besará cortésmente las manos por la merced que le face: y
  5394. aquella noche se despedirá de su señora la infanta por las rejas
  5395. de un jardín en que cae el aposento donde ella duerme, por las
  5396. cuales otras muchas veces la habrá fablado, siendo medianera y
  5397. sabidora de todo una doncella de quien la infanta mucho se fía.
  5398. Suspirará él, desmayaráse ella, traerá agua la doncella,
  5399. acuitaráse mucho, porque viene la mañana y no querría que fuesen
  5400. descubiertos por la honra de su señora; finalmente la infanta
  5401. volverá en sí y dará sus blancas manos por la reja al caballero,
  5402. el cual se las besará mil y mil veces, y se las bañará en
  5403. lágrimas: quedará concertado entre los dos del modo que se han
  5404. de hacer saber sus buenos o malos sucesos, y rogarále la
  5405. princesa que se detenga lo menos que pudiere. Prometérselo ha él
  5406. con mucho juramentos; tórnale a besar las manos, y despídese con
  5407. tanto sentimiento, que estará poco para acabar la vida; vase
  5408. desde allí a su aposento, échase sobre su lecho, no puede dormir
  5409. del dolor de la partida; madruga muy de mañana, vase a despedir
  5410. del rey, y de la reina, y de la infanta, diciéndole (habiéndose
  5411. despedido de los dos) que la señora infanta está mal dispuesta,
  5412. y que no puede recibir visita. Piensa el caballero, que es de
  5413. pena de su partida, traspásasele el corazón, y falta poco de no
  5414. dar indicio manifiesto de su pena: está la doncella medianera
  5415. delante, halo de notar todo, váselo a decir a su señora, la cual
  5416. la recibe con lágrimas, y le dice que una de las mayores penas
  5417. que tiene es no saber quién sea su caballero, y si es de linaje
  5418. de reyes o no: asegura la doncella que no puede caber tanta
  5419. cortesía, gentileza y valentía como la de su caballero sino en
  5420. sujeto real y grave.
  5421.  
  5422. Consuélase con esto la cuitada, y procura consolarse por no
  5423. dar mal indicio de sí a sus padres, y al cabo de dos días sale
  5424. en público: ya se es ido el caballero: pelea en la guerra, vence
  5425. al enemigo del rey, gana muchas ciudades, triunfa de muchas
  5426. batallas. Vuelve a la corte, ve a su señora por donde suele,
  5427. conciértase que la pida a su padre por mujer en pago de sus
  5428. servicios, no se la quiere dar el rey, porque no sabe quién es;
  5429. pero con todo esto, o robada, o de otra cualquier suerte que
  5430. sea, la infanta viene a ser su esposa, y su padre lo viene a
  5431. tener a gran ventura, porque se vino a averiguar que el tal
  5432. caballero es hijo de un valeroso rey de no sé qué reino, porque
  5433. creo que no debe estar en el mapa. Muérese el padre, hareda la
  5434. infanta, queda rey el caballero en dos palabras. Aquí entra
  5435. luego el hacer mercedes a su escudero y a todos aquellos que le
  5436. ayudaron a subir a tan alto estado. Casa a su escudero con una
  5437. doncella de la infanta, que será sin duda la que fue tercera en
  5438. sus amores, que es hija de un duque muy principal.
  5439.  
  5440. Eso pido, y barras derechas, dijo Sancho; a eso me atengo,
  5441. porque todo al pie de la letra ha de suceder por vuestra merced,
  5442. llamándose "el caballero de la Triste Figura". No lo dudes,
  5443. Sancho, replicó Don Quijote, del mismo modo y por los mismos
  5444. pasos que esto he contado suben y han subido los caballeros
  5445. andantes a ser reyes y emperadores. Sólo falta ahora mirar qué
  5446. rey de los cristianos o los paganos tenga guerra, y tenga hija
  5447. hermosa; pero tiempo habrá para pensar esto, pues como te tengo
  5448. dicho, primero se ha de cobrar fama por otras partes que se
  5449. acuda a la corte.
  5450.  
  5451. También me falta otra cosa, que puesto caso que se halle
  5452. rey con guerra y con hija hermosa, y que yo haya cobrado fama
  5453. increíble por todo el universo, no sé yo como se podrá hallar
  5454. que yo sea de linaje de reyes, o por lo menos primo segundo de
  5455. emperador; porque no me querrá el rey dar a su hija por mujer,
  5456. si no está primero muy enterado en esto, aunque más lo merezcan
  5457. mis famosos hechos: así que por esta falta temo perder lo que mi
  5458. brazo tiene bien merecido: bien es verdad que soy hijodalgo de
  5459. solar conocido, de posesión y propiedad, y de devengar
  5460. quinientos sueldos: y podría ser que el sabio que escribiese mi
  5461. historia deslindase de tal manera mi parentela y descendencia,
  5462. que me hallase quinto o sexto nieto de rey: porque te hago
  5463. saber, Sancho, que hay dos maneras de linaje en el mundo: unos
  5464. que traen y derivan su descendencia de príncipes y monarcas, a
  5465. quien poco a poco el tiempo ha desecho, y han acabado en punta
  5466. como pirámides, y otros que tuvieron principio de gente baja, y
  5467. van subiendo de grado en grado, hasta llegar a ser grandes
  5468. señores; de manera que está la diferencia en que unos fueron que
  5469. ya no son, y otros son que ya no fueron, y podría ser yo destos,
  5470. que de después de averiguado hubiese sido mi principio grande y
  5471. famoso, con lo cual se debera de contentar el rey mi suegro que
  5472. hubiere de ser: y cuando no la infanta me ha de querer de
  5473. manera, que a pesar de su padre, aunque claramente sepa que soy
  5474. hijo de azacan, me ha de admitir por señor y por esposo: y si
  5475. no, aquí entra el roballa y llevarla donde más gusto me diere,
  5476. que el tiempo o la muerte ha de acabar el enojo de sus padres.
  5477.  
  5478. Ahí entra también, dijo Sancho, lo que algunos desalmados
  5479. dicen: no pidas de grado lo que puedes tomar por fuerza, aunque
  5480. mejor cuadra decir: más vale salto de mata que ruego de hombres
  5481. buenos. Dígolo, porque si el señor rey, suegro de vuestra
  5482. merced, no se quisiere domeñar a entregarle a mi señora la
  5483. infanta, no hay sino, como vuestra merced dice, roballa y
  5484. trasponella; pero está el daño que en tanto que se hagan las
  5485. paces y se goce pacíficamente del reino, el pobre escudero se
  5486. podrá estar a diente en esto de las mercedes, si ya no es que la
  5487. doncella tercera, que ha de ser su mujer, se sale con la
  5488. infanta, y él pasa con ella su mala ventura hasta que el cielo
  5489. ordene otra cosa; porque bien podrá, creo yo, desde luego
  5490. dársela su señor por legítima esposa. Eso no hay quien lo quite,
  5491. dijo Don Quijote, como yo deseo, y tú, has menester, y ruin sea
  5492. quien por ruin se tiene.
  5493.  
  5494. Sea por DIos, dijo Sancho, que yo cristiano viejo soy, y
  5495. para ser conde esto me basta. Y aún te sobra, dijo Don Quijote,
  5496. y cuando no lo fueras, no hacía nada al caso, porque siendo yo
  5497. el rey, bien te puedo dar nobleza sin que la compres ni me
  5498. sirvas con nada, poruqe en haciéndote conde, cátate ahí
  5499. caballero, y digan lo que dijeren, que a buena fe que te han de
  5500. llamar señoría, mal que les pese. Y montas, que no sabría yo
  5501. autorizar el litado, dijo Sancho. Dictado has de decir que no
  5502. litado, dijo su amo. Sea así, respondió Sancho Panza. Digo que
  5503. le sabría bien acomodar, porque por vida mía, que un tiempo fui
  5504. muñidor de una cofradía, y que asentaba tan bien la ropa de
  5505. muñidor, que decían todos que tenía presencia para ser prioste
  5506. de la mesma cofradía. Pues ¿qué será cuando me ponga un ropón
  5507. ducal a cuestas, o me vista de oro y de perlas a uso de conde
  5508. extranjero? Para mí tengo que me han de venir a ver de cien
  5509. leguas. Bien parecerás, dijo Don Quijote; pero será menester que
  5510. te rapes las barbas a menudo, que según las tienes de espesas,
  5511. aborrascadas y mal puestas, si no te las rapas a navaja cada
  5512. dosíapor lo menos, a tiro de escopeta se echará de ver lo que
  5513. eres.
  5514.  
  5515. ¿Qué hay más, dijo Sancho, sino tomar un barbero, y tenerle
  5516. asalariado en casa? Y aún si fuera menester, le haré que ande
  5517. tras mí como caballerizo de grande. Pues ¿cómo sabes tú,
  5518. preguntó Don Quijote, que los grandes llevan detrás de sí a sus
  5519. caballerizos? Yo se lo diré, respondió Sancho. Los años pasados
  5520. estuve un mes en la corte, y allí vi que paseándose un señor muy
  5521. pequeño, que decían que era muy grande, un hombre le seguía a
  5522. caballo a todas las vueltas que daba, que no parecía sino que
  5523. era su rabo. Pregunté que cómo aquel hombre no se juntaba con el
  5524. otro hombre, sino que siempre andaba tras dél. Respondiéronme
  5525. que era su caballerizo, y era uso de grandes llevar tras sí a
  5526. los tales. desde entonces lo sé tan bien, que nunca se me ha
  5527. olvidado. Digo que tienes razón, dijo Don Quijote, y que así
  5528. puedes tú llevar a tú barbero; que los usos no vinieron todos
  5529. juntos ni se inventaron a una, y puedes tú ser el primer conde
  5530. que lleve tras sí a su barbero; y aún es de más confianza el
  5531. hacer la barba que ensillar un caballo. Quédese eso del barbero
  5532. a mi cargo, dijo SAncho, y al de vuestra merced se quede el
  5533. procurar venir a ser rey y el hacerme conde. Así será, respondió
  5534. Don Quijote.
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