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May 6th, 2015
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  1. De espejismos y la mercantilización de los derechos
  2. La imagen del espejismo me gusta mucho. Porque es simple, algo que de lejos es, pero cuando nos acercamos ya no existe. Siempre me imagino un desierto y alguien muy sediento: camina y camina enajenado por el espejismo. Da esperanza.
  3. He tenido tiempo de reflexionar sobre la violencia. He tenido visitas que han venido desde El Salvador, esos cariños con historias que me recuerdan que vivo en un espejismo. Vivo en una ciudad muy segura (o por lo menos así lo siento, quizás difieran algunos citadinos). Y ese remanso de seguridad es un espejismo, uno aún ampliado por la grandeza de esta ciudad. Vivo a 20 minutos de dónde trabajo, cuando no trabajo en casa, que es también muy habitual. Eso significa que realmente nunca veo “al otro”. Vivo en una burbuja. No sólo con respecto a El Salvador, sino también con respecto al mismo México. México no es el Distrito Federal.
  4. Sin embargo, hasta en lugares más pequeños, es fácil crearnos espejismos. Seguramente, el lector que me lee en Santa Elena en San Salvador, rara vez se mueve de ahí. El blindaje que el capital le hace a una ciudad es impactante y nos puede convencer que en las ciudades, la seguridad es solo otra mercancía: tiene precio. Pero ésta es aún peor que cualquier otra, porque es mucho más costosa para los más pobres. Aquí no hay “precio justo” de mercado, sólo es injusto.
  5. El espejismo es crear barreras, barreras que nos dan confort, barreras que me hacen lejano al sufrimiento del otro. Como si lo que no vemos no nos va a dañar. Pagamos, ante la falta de institucionalidad. Creemos en el capital ante la falencia del Estado, quizás porque siempre nos dijeron que así tenía que ser. Pero no, aunque paguemos, no estamos seguros. La seguridad no es un bien, debería ser un derecho.
  6. Ahí es cuando la visión individualista que nos venden se rompe. No es suficiente el disfrutar del privilegio del éxito del trabajo individual (porque no todos tienen éxito, aunque hayan trabajado; y no todos los éxitos implican trabajo cuando hay ambientes de corrupción). No, no es más o menos una injusticia que se destruya un patrimonio más grande que otro, sólo porque se asume que uno más grande implica más trabajo. (Hola, señores que entonces contabilizan la violencia en dólares, ¿será igual de pérdida un dólar para el que gana 10, que para el que gana 100? Pero, eso sí, la violencia sólo es un problema a resolver cuando le roban al que tiene 100).
  7. El espejismo más grande es que siendo “buenos”, haciendo lo correcto, los problemas desaparecen (no pues, está bien, no hay que robarse la engrapadora de la oficina, como dice esa cadena en las redes sociales, pero eso es por simple ciudadanía, no porque eso vaya automáticamente a desaparecer la desigualdad y la violencia).
  8. No hay maneras individuales de apartarnos cuando los problemas son sociales. A veces pensamos que la sociedad son solo los nuestros. Cuando las cosas se salen de control como muertes y delincuencia en lugares “seguros”, nos estremecemos porque nos damos cuenta que sí, es un gran espejismo, ese que nos hicieron y quisimos creer para poder dormir: podemos comprarnos la paz. Quizás para reconstruir la institucionalidad debemos acercarnos a los otros y dejar de ver la seguridad como otro de los tantos privilegios.
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