Historia de una casa vacía

"Buenos días, señor I." Así es como el señor I se despertaba todos los días. Lo saludaba P todas las mañanas y él se aseguraba de hacerlo en un momento oportuno, las consecuencias por despertarse a mal tiempo son mundialmente conocidas. Mientras que el señor I estaba cambiando su pijama blanca a rayas grises por la bata de baño, P iba vigilando al resto de la servidumbre para que el ritual matutino se cumpliera a la perfección.

El cepillo de dientes del señor I ya estaba preparado con la cantidad perfecta de pasta y cuando hubo terminado de cepillar, apareció un vaso con agua tibia para enjuagarse. El agua de la regadera estaba a 30°C, como le gustaba al señor I. Los dispensadores le dieron el jabón y le rociaron con loción una vez terminado, casi como un auto-lavado hace, pero con más cariño.

Vistió un pantalón café con un cinturón negro y zapatos a juego; una camisa beige que estaba de moda esta tempoarada. Bajó a la cocina, se sentó frente al plato con tostadas francesas y tras darle la primera mordida, empezó a masticar siguiendo el ritmo del blues que sonaba del fondo, haciendo las voces de los bajos y la batería con el crujiente sonido del pan.

Dieron las 7:46 AM y era hora de partir. El señor I agradeció de nuevo las atenciones de P, quien le tendía ahora las llaves de su auto y su maletín, el abrigo y el sombrero ya le esperaban en la entrada. Arrancó el carro y se desvaneció entonces hacia el amanecer que le regalaba el huso horario en esta época del año.

Cuando llegó la policía a buscarle, P los recibió con los mejores modales. Los invitó a pasar y les condujo a la sala de espera. Les ofreció agua y té mientras esperasen por el señor I. "Llegará en unos 10 minutos, así dice su horario". Pero ya sabían ellos que no iba a llegar. A pesar de ser llamado varias veces por los uniformados que ahora estaban en el sillón de invitados, P no logró convencerles de que él no podía atender los asuntos que pudieran necesitar, a menos claro que se tratase de dejar un mensaje.

Derrotados y afligidos, la policía pidió por algún número de contacto, pero P no tenía conocimiento de ningún familiar del señor I y así se los dijo. Agradecieron las atenciones dadas y salieron por la puerta principal, en el momento que ésta se cerró las luces de la casa se apagaron.

El robot quedó esperando en la casa vacía; vacía porque él ahora no era más que otro mueble de la decoración.