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Oct 19th, 2018
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  1. JULI
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  3. Luego de su encuentro con Sir Mordred semanas atrás, Julianna dejó de frecuentar Camelot. ¿La razón? Las heridas en su cuerpo, aunque no graves, eran fáciles de ver incluso desde lejos: la fuerza con la que el Caballero apretó su cuello provocó que largos moretones aparecieran en su blanca piel, había distintas tonalidades de rojo y otros colores en todo su cuello. El pequeño corte que la hizo sangrar era poca cosa en comparación, le tomaría días cicatriz bien y sin dejar marca, por lo tanto, ni siquiera podía considerar asistir a eventos sociales luciendo como una mujer maltratada. Sus doncellas de más confianza trajeron ante ella todo tipo de remedio o tratamiento para acelerar su sanación, después de todo, era una princesa con una reputación que debía mantener: era menester cuidar su imagen, su carta de presentación ante el resto de los monarcas.
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  5. Las semanas pasaron hasta que cierto día el mensajero de Julianna notificó que había sido invitada a una fiesta de gala en Camelot, la carta llevaba la firma de la Reina Altria. Su mente asociaba ese nombre con uno de sus Caballeros... por fin podría encontrarse nuevamente con la persona que más le interesaba. Cuando llegó el día del evento, la princesa prefirió usar uno de sus mejores vestidos: no era tan ostentoso, más era lo suficientemente elegante como para ser aprobado a la vista de todos. Su atuendo revelaba justo lo necesario, acentuaba su cuerpo en las partes que debía y mantenía todo en su lugar. Su cabello color nuez lo sujetó con un listón y demás accesorios para darle forma a su peinado, descubriendo así su cuello y clavícula. El sol se estaba poniendo cuando la servidumbre comenzó a apresurarla, debía iniciar su viaje lo antes posible si no quería llegar tarde.
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  7. El carruaje se detuvo primeramente en el Castillo de Camelot, pues Altria escribió en su carta que Julianna sería una de sus huéspedes en su estadía. Pasaría días allí, los que la princesa quisiera... cosa que aprovecharía al máximo. La mayoría de sus ayudantes llevaron todo el equipaje a la entrada del castillo, posiblemente esperando instrucciones de algún hombre de la Reina. Julianna estaba impaciente, se notaba en el pequeño tic que había en su pierna mientras esperaba a que la llevaran a su destino.
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  9. Finalmente hizo acto de presencia en el salón donde sería la celebración, fue recibida cálidamente por todos y ella agradeció el gesto con una sonrisa radiante más no exagerada, era algo que había perfeccionado desde niña para agradar. Por supuesto, inmediatamente se acercó a la niña que era reina de todos, Altria, y agradeció su hospitalidad y amabilidad por seguir organizando estos eventos tan amenos que fortalecían sus lazos como aliados. Casi no podía seguir el hilo de las conversaciones de los monarcas, eran todos tan aburridos, eran todos iguales... Su mente estaba en otro lado, pensaba en la verdadera razón por la que asistió a ese baile. De un momento a otro, sintió un cosquilleo en la nuca, una sensación inexplicable que llega cuando alguien te observa desde un punto ciego. Era Mordred. Ni siquiera se tomó la molestia en disimular, se notaba que su presencia no lo hacía feliz. Se dirigió a una de las sillas más cercanas a la pista, excusandose de que deseaba beber un poco de vino para descansar, pues recién llegaba de su viaje. Con la copa en mano, sus ojos azules observaron al Caballero más feroz de Camelot... era un animal, pero lucía extremadamente atractivo con traje de gala. Cuando volvieron a hacer contacto visual, Julianna arqueó ligeramente una ceja mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios: estaba enviando una señal a Mordred, estaba pidiendo que se le acercara pues, ¿qué clase de princesa sería si es ella quien busca la atención de un hombre?
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  13. MORDRED
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  15. Su ceño se frunció en cuanto Julianna se dio cuenta que la observaba. Su mirada era la de alguien que de antemano cree que ya ha conseguido lo que quiere. Resentía la ira contenida en la boca del estómago, más justo en ese momento un pensamiento cruzó por su cabeza. Había una leyenda Griega, una tontería de un sujeto que había intentado volar hasta el sol y el calor había consumido la cera con la que había pegado sus alas. Aunque la enseñanza de la historia no era del todo un disparate: era una absoluta verdad, que mientras más alto vuelas, más dolorosa es la caída. Julianna iba a caer, y sería solo y justamente por su mano.
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  17. Contrario a lo que tal vez ella pensaría que iba a hacer, Mordred ladeó ligeramente el rostro y en sus labios se enmarcó una media sonrisa, un gesto que solo era para ella, más no expresaba ninguna clase de felicidad; era más bien el resultado de los pensamientos que se revolvían en su cabeza. Pensamientos por los que habría podido ser ejecutado en ese momento de decidir llevarlos a cabo frente a tantas miradas.
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  19. Mordred se movió de su sitio, sin apresurarse en absoluto, y comenzó a acercarse al sitio en donde la joven estaba descansando. Antes que nada le dedicó una mirada por demás descarada, al escote de su vestido más solo duró un instante, sin peligro de que otros vieran a donde había ido su vista al estar lo suficientemente cerca de la princesa. Estaba seguro, en cualquier burdel la tomarían por nada más que una prostituta disfrazada.
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  21. Se inclinó ligeramente, haciendo una media reverencia como tendría que hacer frente a otro miembro de la realeza -las reverencias completas eran solo para la Reina- y tomó su mano para llevarla hasta sus labios y hacer la pantomima de depositar un beso, pues nunca la tocaron, terminó por soltarla antes de culminar el protocolo. En ningún momento sus pupilas verdes dejaron de ver a la mujer, más como si fuera una presa que una persona.
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  23. —Bienvenida de nuevo a Camelot, Lady Julianna. Me alegra ver que te encuentras ya recuperada. Habría sido una lástima que te hubieses perdido la fiesta, y que te hubieran quedado secuelas que menguaran tu belleza.— Su mirada ahora sobre su cuello le decía claramente que se refería a las heridas que él mismo había provocado.
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  27. JULI
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  29. Al menos no era tan bruto como creía, el joven captó su señal y fue a ella momentos después. La manera en la que él sonreía no era natural, eso lo tenía más que claro; una persona tan demente como Mordred no sería capaz de sentir una genuina felicidad, pero eso no importaba ahora: él le pertenecía, pronto iba a tener más de Sir Mordred que la mismísima Reina Altria. Contrario al comportamiento del Caballero, Julianna disimulaba bastante bien, ningún alma en el baile podría caer en cuenta de su interés desenfrenado.
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  31. Mordred se tomó su tiempo para ir hacia ella, cuando por fin estuvo frente a la princesa, Julianna no pasó por alto la mirada que él le acababa de dirigir. Si ella fuera una jovencita primeriza, ahora mismo estaría ruborizada e incluso temerosa, pero ahora que era una adulta, no sintió más que una gran emoción, un cosquilleo se hizo presente en algunas partes de su cuerpo que eran cubiertas por ropa... La mera idea de que ella podría estar provocandolo como lo hizo antes llevaron su ego por los cielos, le daba un toque distinto estar con testigos presentes: era una especie de juego, y vaya que se iba a divertir. Se puso de pie cuando el Caballero estuvo por hacer su presentación y le ofreció su mano, siguiendo el protocolo de la realeza. Él hizo todo lo posible por evitar su contacto, incluso al momento de saludarla como la princesa que es, más Julianna no dijo algo al respecto, su rostro ahora era sereno, debía mantener las apariencias. No es común que un Caballero sea tan cercano a una princesa de otro reino.
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  33. —Es agradable estar de vuelta, Sir Mordred, y aprecio su preocupación. Mi curandero dijo que sano bastante rápido.— Sintió un escalofrío recorrer su espalda, pues el recuerdo de Mordred siendo violento con ella aún estaba muy nítido en su mente... así como la sensación placentera que experimentó ese día, era una extraña combinación, sin embargo, era ese mismo placer y anhelo lo que le permitían actuar con seguridad. —Tal vez mi atacante no iba en serio, o no era tan fuerte como pensé.— No lo iba a dejar sin castigo por sus comentarios burlescos, así que se defendió con respuestas igualmente cargadas de mofa. Inhaló profundo y dejó escapar el aire en un pequeño suspiro, como si de esa forma pudiera hacer a un lado sus diferencias. —¿No piensas invitarme a bailar o pasear?— Dicho aquello, la princesa volvió a alzar su mano diestra y la dejó en el aire a la espera de que Mordred ofreciera su brazo.
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  37. MORDRED
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  39. Las palabras de la doncella estuvieron a punto de borrar la sonrisa de su rostro, Ella parecía ser especialista en fingir, algo común, para una mujer que seguramente desde niña ha sido adiestrada para tomar un papel en el complejo engranaje de la monarquía de Bretaña, no le causaba ninguna sorpresa que lograra verse tan natural, pero la molestia se reflejaba en su mirada verde. Ya podría después callarle la boca de la mejor forma en la que se puede callar a una mujer.
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  41. —Tal vez solo tuvo suerte, Milady. No debería seguir retando al destino, quien sabe, si es que hay una próxima vez, quizás no corra la misma fortuna. Un Caballero asignado a cuidarla para asegurar su supervivencia sería lo más sensato.— Ni siquiera era un consejo, era una amenaza, lo decía toda la expresión corporal de Mordred, la forma en la que pronunciaba aquéllas palabras como si incluso tuvieran un sabor dulce en sus labios. Y aún así, Julianna no parecía querer detenerse, jugaría ese juego arriesgándolo todo contra un oponente con el que no tenía oportunidad de ganar.
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  43. Estaba cansado de fingir, si la sacaba de ahí, al menos podría darle una pequeña lección acerca de lo que sucede cuando juegas con fuego. Mordred desvió la mirada por un segundo. Altria, en un hermoso vestido blanco que acentuaba la inocencia de su edad, con el cabello alto en un peinado amarrado con un lazo del mismo color de su vestido brillaba en medio de la corte como la joya más hermosa y valiosa del lugar. Mordred pensaba que ni siquiera Julianna, atractiva y provocativa como era podría opacar a la Reina así lo intentara con todas sus fuerzas.
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  45. Ofreció el brazo esperando que la joven pasara el propio para poder sujetarla. —¿Te escolto a los jardines, Milady?— Salir de ahí no era un problema, las princesas y las damas de alta cuna eran tan exageradas y tan zorras que de tanto en tanto pedían a un Caballero que las acompañara a que hicieran cualquier estupidez, incluso salir a tomar un poco de aire. Por ese lado, no le preocupó que alguien los viera salir juntos del salón. Solo la mirada de una persona le habría podido causar conmoción, aunque le daba la espalda, y no pudo ver los ojos de Altria sobre él y su acompañante. Altria debía entender que todo lo que hacía, todas las atrocidades que cometía y cometería, cada una de sus terribles acciones y cada uno de sus pecados, eran por ella.
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  47. JULI
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  49. Ni siquiera ella misma lograba comprender su gusto por el peligro, la amenaza de Mordred era tan evidente y real como el filo de su espada que amenazó su vida semanas atrás... Julianna simplemente mantenía un semblante sereno, incluso un tanto alegre, pues no quería tener encima a sus propios hombres, preocupados por ella o por la cantidad de vino que ingirió a lo largo de la noche. Cuando el Caballero por fin dejó de divagar ofreció su brazo, Julianna estaba aliviada por la mera idea de poder escaparse de allí; no era que esos bailes no le agradaran, Sir Mordred era su nueva fuente de entretenimiento y no podría sacarle provecho en un sitio como ese.
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  51. Cuando ella y su acompañante estuvieron por iniciar su paseo, una de las doncellas de la princesa se apareció ante ella; la preocupación se marcaba en distintas partes de su rostro al ser una mujer mayor. Se disculpó por su imprudencia, más le hizo saber sus temores sin entrar en muchos detalles, pues Julianna había dejado claro que el tema de su ataque debía tratarse con discreción. —No te preocupes, Alissa. Iré a tomar un poco de aire fresco no muy lejos del salón. Además me acompaña uno de los mejores Caballeros de la Reina Altria: Sir Mordred. Pertenece a la Mesa, nadie se atrevería a ponerme un dedo encima.— Lo dijo con tanta convicción y seguridad que Julianna casi se creía su propio cuento. —Dile al resto de las doncellas lo que te dije, y no olvides mencionar quién me acompaña.—Alissa solamente asintió varias veces a todo lo que Julianna decía, la preocupación se fue desvaneciendo de su rostro, aunque no se fue del todo. La mujer pidió permiso para retirarse y la princesa se lo concedió con un pequeño movimiento en su cabeza. Acto seguido, Mordred y Julianna continuaron caminando hacia la salida del salón.
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  53. —Hiciste llorar a mis doncellas, ¿lo sabías? Ya sabes, lo del cuello.— Ahora que finalmente estaban alejados de todo ese bullicio, Julianna inhaló profundamente, disfrutando de la frescura en el aire. Se sentía libre en más de un sentido... tal vez Mordred era la única persona que conocía su verdadera personalidad. —Creyeron que mi voz no iba a recuperarse. No sé si lo sepas pero el canto se me da, así que te perdono por casi arruinar una de las actividades que más amo.—
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  57. MORDRED
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  59. Sabía lo que había hecho ahí. Reiterar y esparcir el rumor de que él la había acompañado simplemente le encadenaba las manos. Si un solo cabello era arrancado de su hermosa cabellera castaña, él sería el único sospechoso en la escena. Trató de disimular, ni siquiera miró a la criada de la princesa mientras tenían aquélla conversación, hasta que al fin la despachó. No soportaba a la servidumbre, eran un mal necesario, aunque en muchos casos incompetente.
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  61. —Me importa una mierda.— ¿Por qué le decía todo eso, como si aquél encuentro fuese algo casual? Después de todo, la única que parecía disfrutar del momento era ella. La espalda ancha de Mordred estaba por demás tensa. Parecía un frustrado animal al que se le han cortado las garras.
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  63. —Estoy seguro de que tomar aire no es lo único que quieres. Y tu charla banal y estúpida me repugna, así que ve al grano, zorra.— Escupió las palabras con el veneno de una serpiente, con todo el desprecio que era capaz de demostrar.
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  67. JULI
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  69. Ambos se detuvieron en uno de los jardines más desolados del lugar, probablemente la gente lo evitaba por tener tan poca iluminación. Nuevamente Mordred no dejó pasar la oportunidad para ofenderla, y Julianna en parte lo entendía; llevaba horas fingiendo algo que no es, justo como ella, así que seguramente estaba tenso por mantener las apariencias, sin mencionar que debía tolerar su presencia y hacer como que estaba honrado por estar con ella. —¿Estresado?— Dejó que descargara su enfado en ella, y no dio muestras de molestia en su rostro ni en el tono de voz con el que hablaba.
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  71. —¿No has podido estar tranquilo desde aquella vez en la armería?— Apartó la mano que Mordred sujetaba y se cruzó de brazos, los dedos de sus manos comenzaron a acariciar una y otra vez sus propios brazos, al estar cubiertos por una fina tela, el frío no tardó en sentirlo en sus extremidades. Al hacer esto, Julianna tan sólo acentuó sus encantos, específicamente el escote para el deleite de su compañero. —Comenzó a helar... ¿deberíamos regresar? O...— Su corazón comenzó a latir con más fuerza, su sangre se iba calentando con lo que tenía pensado hacer: se giró para poder ver de frente a Mordred y dio un pequeño paso hacia adelante para que ya no hubiera distancia entre ambos. La princesa recargó un costado de su cabeza en el pecho del Caballero mientras sus manos subían a su cuello. Su mano diestra se posó detrás de su nuca para comenzar a acariciar el cuello y parte del rubio cabello del hombre. Respiró profundo, captando su aroma en el proceso. —Más rápido me des lo que quiero, más pronto podrás regresar con tu amada reina.— Musitaba mientras se pegaba más a él, maravillada de lo extrañamente bien que sentía el hecho de estar abrazada de alguien que la desprecia.
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  75. MORDRED
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  77. Prácticamente soltó un gruñido. Cada segundo cerca de ella era una provocación a sus instintos más ruines y salvajes. Era porque aún cabía en él un poco de cordura que no la había asesinado en ese preciso momento, sobretodo al sentir la rabia en su interior cuando ella empezó a provocarlo. Rabia, porque no pudo evitar que sus ojos verdes se pusieran sobre los pechos de Julianna, que sobresalían de su vestido lo suficiente para considerarlos una tentación... La miró por un segundo, antes de ver de nuevo su rostro. Casi parecía una doncella inocente, que habría despertado el instinto de protección de cualquier Caballero. Temblaba ligeramente por el frío, sus mejillas habían adquirido un sutil color rosado, y de haber sido Altria la mujer frente a él no habría dudado dos veces en cubrirla con su capa y llevarla adentro, a un lugar cálido y seguro. Pero en el caso de Julianna, por él, que muriera congelada.
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  79. Más los planes de la princesa eran otros. No hizo ningún movimiento cuando ella le echó los brazos al cuello, cerrando la distancia, acercando su cuerpo al de él a sabiendas de que Mordred iba a demostrar lo que estaba provocando en él y se evidenciaba en su entrepierna. —No me voy a deshacer de ti de otra forma, ¿Verdad?— Levantó la mano derecha y sus dedos se deslizaron recorriendo el contorno del hermoso rostro de la princesa y se detuvieron en su mentón, presionándolo con el índice y el pulgar con algo de fuerza. —Te llevaré a un lugar digno de ti.— La sonrisa que esbozó, no fue para nada la de un amante emocionado, era burla pura, pues momentos después, la había escoltado hasta los establos.
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  83. JULI
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  85. Por unos instantes se sintió como si él fuera realmente un Caballero, de esos que darían su vida por su damisela. Mordred tenía de caballeroso lo que Julianna de inocente: nada, y era una ironía que parecía cómica en la mente de la princesa. Siempre había querido acercarse de esa forma a él, desde la primera vez que bailaron juntos tiempo atrás... intentó acercarse a él como lo haría cualquier mujer, sin embargo, Mordred no se lo permitió, se atrevió a decir que él no era como el resto y que sus necesidades podrían ser atendidas por otro hombre, alguien como Sir Lancelot. Para Julianna, Mordred fue quien se buscó todo este problema, pues fue él quien rechazó sus sentimientos.
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  87. El Caballero la tomó por el mentón e hizo que sus miradas se cruzaran por un momento. En su afán por creer que tal vez Mordred podría estarse enamorando de ella, Julianna ignoró el dolor que sintió en su barbilla, sus ojos azules brillaban por la ilusión. —Estoy emocionada... Llévame, por favor.—No le agradó decir aquello con un tono levemente suplicante, más no pudo evitarlo, tal vez era su corazón el que comenzaba a hablar por ella. Apartó las manos de él y le dio un poco de espacio mientras se acomodaba el cabello y seguidamente el vestido, sin ser consciente de que su acompañante lucía una sonrisa burlona.
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  89. Una vez más caminaban juntos, lado a lado. La princesa se notaba de mejor humor, extrañamente era una alegría verdadera... más todos sus ánimos comenzaron a desplomarse cuando Julianna comprendía a dónde se dirigían. Como si fuera algo que tuviera que celebrarse, Mordred no tuvo vergüenza y mostró una sonrisa cruel y llena de mofa. No muchas veces el ego de Julianna había sido herido, mucho menos de esa forma, y estaba sorprendida de lo mucho que dolía. Su mirada estaba fija en el suelo, viendo nada en particular... Un ardor desagradable comenzaba a aparecer en su garganta, sabía que estaba a punto de llorar. Sus manos se volvieron pequeños puños, la rabia era tal que su cuerpo temblaba, más no por el frío. Al parecer Julianna olvidó lo violento que Mordred podía ser si se le provoca, pues de un momento a otro la princesa alzó su mano derecha para propinarle una sonora bofetada al Caballero. Comenzó a sollozar, más no permitió que las lagrimas abandonaran sus ojos. —Eres repugnante.— La ira no favorecía ni un poco a Julianna, la hacía lucir mucho menos hermosa.
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  93. MORDRED
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  95. Fue placentero ver todas y cada una de las reacciones de Julianna, desde la emoción que había sentido mientras caminaba, hasta la forma en la que su cuerpo había reaccionado cuando supo las verdaderas intenciones de Mordred. Humillarla le provocó alguna clase de placer, tanto que ni siquiera le importó la bofetada, solamente ladeó el rostro ligeramente por el impacto, y dejó escapar una burlona carcajada.
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  97. —¡No es ni más ni menos el sitio que una
  98. mujer como tú se merece, Princesa!— Alzó la voz, dando un par de pasos hacia atrás, adentrándose en el establo, abriendo los brazos ligeramente para señalar alrededor. Su mirada se fijó en los enrojecidos ojos de Julianna, esperando desatar sus lágrimas en cualquier momento. —Los animales deben estar con los animales.— Sentía que el control de la situación había regresado a sus manos. La sonrisa de suficiencia no se borraba de su rostro.
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