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Ibis

a guest
May 22nd, 2019
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  1. La Secretaría de Salud mandó tres días de suspensión total de labores, lo que no importa mucho a la gente como yo. Desde chico tengo asma, salir me irrita los pulmones. Pero, encerrado en mi casa, no necesito tomar medicamentos, solo dos veces al día salgo un par de minutos al exterior. Salgo con Ibis, mi perro de servicio, un Xoloitzcuintle que me dio mi abuelo antes de morir. Cada domingo, lo llevo al parque y le lanzo la pelota hasta que ya no puede mas. El día antes de la contingencia pedí lo necesario para nosotros, y planee tres días de relajación. El veterinario me indicó dejar a Ibis en casa para proteger su piel y sus pulmones de la horrible condición ambiental. Compré pelotas, cuerdas, juguetes, para mantenerlo entretenido pero, al tercer día, el pobre ya no podía con su prisión: era justo domingo e Ibis me chillaba todo el tiempo, tiraba de mi ropa hasta que los bordes se desgarraron. A la hora de dormir, se acostó en mi pecho, pero no pegó el ojo; lo sentía moverse, mirar alrededor. Le lancé la pelota para aliviar su estrés; Ibos corría unos pasos detrás de ella, pero regresaba junto a mí. Supuse que el encierro lo ponía nervioso, aunque nunca fue mucho de exteriores, ni demasiado juguetón. A eso de las tres de la mañana, se paró frente a la puerta y empezó a aullar, aullar, con un dolor que nunca escuché en nadie hasta ese entonces. Pasé la noche en vela, sentado a su lado, acariciándole.
  2. Cuando la luz del cuarto día llenó nuestra ventana, preparé la correa y su pelota favorita. Lo llevaría al parque para celebrar. Besé su frente y acaricié su cuello; pero al abrir la puerta, me invadió una tos. A pesar de todo, salí con él detrás, caminamos por mi avenida, con su banqueta en remodelación. Yo seguí tosiendo; tosía tan fuerte que se me llenó la vista de sombras, se perdió en la distancia el zumbido de los automóviles pasando por la vía. Mi garganta se apretó, mis rodillas cedieron y me dejé caer a la calle, justo en el arrollo. Alcancé a ver a Ibis, sus ojos oscuros. Me miraba triste, pero con absoluta comprensión. Y entonces, el tráiler.
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